Fundación Cinco Palabras

Comunicamos a todos los escritores solidarios y seguidores de nuestro concurso, que el II Concurso de Microrrelatos, finalizará el 31 de diciembre de 2024, anticipando su fin, previsto inicialmente para marzo de 2025. Los plazos para publicar y concursar en el mes de diciembre serán los habituales.

CINCO PALABRAS DE SUSAN BÉJAR

SUSAN BÉJAR

Publicista, guionista y realizadora, antes de dedicarse a escribir y a rodar historias, trabajaba como creativa en publicidad, labor que continúa realizando.

Como guionista y como directora, se siente más cómoda haciendo humor o mezclando la comedia con el drama.
La primera historia de ficción que escribió y dirigió fue “Joselyn”, seleccionada en cerca de un centenar de festivales de todo el mundo y galardonada en más de 20.
El cortometraje “Distancias” consiguió 69 premios y fue preseleccionada para los Oscar.
Otros cortos son “Chicas Day”, con 6 premios, “21 con 40” y “No sabes la suerte que tienes”. En este último, pudimos ver como protagonista a la actriz Aixa Villagrán, que nos dio sus cinco palabras en 2023.
En 2024 Susan acaba de realizar su primera película, “Mis hijos valen oro”, protagonizada por Antonio Resines, Gracia Olayo, Clara Lago, Alberto Olmo y Raúl Cimas.
Deseamos a Susan que su opera prima coseche, al menos, tantos éxitos como sus cortometrajes. Estamos deseando verla en la gran pantalla.
¡Muchas gracias por tus cinco palabras, Susan!

Las Cinco Palabras del mes de Agosto de SUSAN BÉJAR son ...

¡Gracias Marta por regalarnos tus Cinco Palabras!

Escribe tu relato solidario siguiendo las siguientes normas:

1. Extensión máxima 100 palabras. 

2. No se cambiará la posición de las palabras.

3. No se modificará el género ni el número de las palabras proporcionadas.

* Se eliminarán los relatos que no cumplan las normas.

NOTA: Nos reservamos el derecho de la publicación de los relatos. Se eliminarán relatos ofensivos o insultantes hacia cualquier país, pueblo, animal o personal que puedan herir la sensibilidad del lector.

1. Incluir las cinco palabras publicadas semanalmente a través de la web – manteniendo el orden en que se han ofrecido – sin modificar género ni número

2. Extensión máxima: 100 palabras

3. Idioma: español

Este juego literario ha sido una herramienta para dar difusión, no solo a los propios escritores y sus relatos, sino también a las causas mensuales con las que la Asociación ha estado colaborando. En marzo de 2023 la Asociación Cinco Palabras se transforma en la Fundación Five Words, que pretende dar continuidad a la labor realizada por la Asociación en sus 10 años de vida, manteniendo su Misión de “Hacer un mundo más digno a través del Arte”. En coherencia con este objetivo, la Fundación Five Words (en adelante, la Fundación) pone en marcha este concurso de microrrelatos, para fomentar la escritura y promocionar a los escritores que, a su vez, con sus relatos, ayudarán a la difusión de las causas solidarias mensuales de la Fundación. El Concurso mantendrá las reglas del juego literario antes detalladas y constará de dos fases: mensual y final. La primera edición de este Concurso dará comienzo el día 1 de abril de 2023 y finalizará a las 23.59 horas del 29 de febrero de 2024 (hora peninsular española). El premio está dotado con 5000 euros, distribuidos de la siguiente forma: 

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2.000 € en metálico

para el ganador

3.000€ para una causa solidaria

que el ganador elija​

Consulta aquí los finalistas de meses anteriores

171 comentarios en “CINCO PALABRAS DE SUSAN BÉJAR”

  1. Jaime Rojas Jiménez

    EVOCACIONES

    Desde su ventana, Úrsula observaba entre las piedras del muro, el minúsculo movimiento del agua. La primavera estaba a medio camino y el musgo, parecía iluminar las hendijas de las rocas.
    El visillo de hilo colgado del dintel, ondulaba con la brisa, rozándole el rostro.
    Esa sensación le evocaba un día del estío, cuando nació aturdida por el calor. También le evocaba la primer luciérnaga que atraparon sus hermanos en un frasco de vidrio para iluminarse.
    No le hizo ninguna gracia la travesura: sabía que ella traía esperanzas, y que la visitaba de noche, para ir a nombrar las estrellas.

    1. Jaime Rojas Jiménez

      EVOCACIONES1 DE AGOSTO DE 2024 A LAS 08:45
      Desde su ventana, Úrsula observaba entre las piedras del muro, el minúsculo movimiento del agua. La primavera estaba a medio camino y el musgo, parecía iluminar las hendijas de las rocas.
      El visillo de hilo colgado del dintel, ondulaba con la brisa, rozándole el rostro.
      Esa sensación le evocaba un día del estío, cuando nació aturdida por el calor. También le evocaba la primera luciérnaga que atraparon sus hermanos en un frasco de vidrio para iluminarse.
      No le hizo ninguna gracia la travesura: sabía que ella traía esperanzas, y que la visitaba de noche, para ir a nombrar las estrellas.

  2. INMACULADA JIMÉNEZ CAMPOS

    Título:
    Momentos de la infancia.

    Miró el MUSGO de la valla, que revivía siempre cuando la humedad de la lluvia lo hidrataba, y evocó su pasado. A su memoria acudieron recuerdos de cuando era niña. El VISILLO de aquella pequeña ventana que dejaba percibir la tenue luz del interior, simulando una LUCIÉRNAGA . Imaginó a aquellos HERMANOS en el comedor de la casa. El niño jugando con el fuerte comanche que le trajeron los Reyes y ella bailando flamenco con la GRACIA y el salero de los pocos años.
    Y entonces, el ladrido de su perrita la regresó al presente y sonrió con nostalgia.

  3. Sin perdón.

    Observaba con melancolía el húmedo musgo que cubría los pies del centenario roble junto al arroyo. Era una perspectiva diferente, pero demasiado familiar como para no reconocerla.
    Entre la ventana y el visillo, y desde el interior del bote de cristal con su tapa metálica agujereada, recordaba la luciérnaga al par de hermanos que, atraídos por la luz que deprendía, la secuestraron en su propia casa para dejarla morir. Y aunque no le hacía ninguna gracia, reía para sus adentros sabiendo que el karma se acordaría de ellos.

    1. Sin perdón.

      Observaba con melancolía el húmedo musgo que cubría los pies del centenario roble junto al arroyo. Era una perspectiva diferente, pero demasiado familiar como para no reconocerla.
      Entre la ventana y el visillo, y desde el interior del bote de cristal con su tapa metálica agujereada, recordaba la luciérnaga al par de hermanos que, atraídos por la luz que desprendía, la secuestraron en su propia casa para dejarla morir. Y aunque no le hacía ninguna gracia, reía para sus adentros sabiendo que el karma se acordaría de ellos.

      [resubido para corregir un error ortográfico]

  4. Eva María Pascual Aceituno

    EL ESCONDITE

    Observaba el musgo que invadía los recovecos de aquella casita de piedra cerca del río, camuflándola así entre la naturaleza. Un amarillento visillo dejaba entrever una estancia vacía o, al menos, eso es lo que se percibía bajo la noche y con la única y tenue luz de una luciérnaga.
    De repente, grita: “¡Te encontré!”. Le ha parecido ver a uno de sus hermanos escondido tras la cortina. Pero su madre corta la diversión de inmediato: “Es tarde. Vámonos ya, que tu abuela está deseando ver a su única nieta…”.
    A veces, jugar con los fantasmas también tiene su gracia.

  5. Gambito de luz

    Un rey andalusí, que a todo temía, empujó a la reina. El musgo cubría el mosaico ajedrezado del patio de los nenúfares y silenció la fatídica caída.
    Noches después, un insecto se coló a través del deshilachado visillo de la torre. Los tres príncipes, encerrados por el cruel monarca, añoraban la libertad. El espíritu de la dama, encarnado en luciérnaga, los envolvió con su luz. Los hermanos, convertidos en polillas para no ser vistos, volaron lejos del yugo de su padre, siguiendo la estela sobre el rocío que dejaba la reina en su aleteo repleto de gracia.

  6. Gregorio Oscar Peña

    Conquista.

    Las Carabelas llegaron entonces. Con proas cubiertas de musgo, velas raídas y naves abarrotadas de hombres sedientos de fortuna.
    Aunque la jungla pareció de entrada como un inexpugnable visillo que ocultaba la candidez de las indígenas, fueron en realidad las noches pinceladas con luz de luciérnaga que permitieron se celebrara la Conquista.
    Fue así que en la saga de aquellos aventureros deambulando tras las brechas de las especias y el oro nacieron los primeros hermanos en aquella nueva tierra de gracia.

  7. Huida en el Darién

    El musgo parecía terciopelo bajo sus pies casi descalzos. Un visillo de hojas murmuradoras cubría su cabeza y atenuaba aún más la luz moribunda de la selva. Pronto solo quedaría alguna luciérnaga fugaz, ínfima lucecita que no le permitiría distinguir las espaldas de sus hermanos, camino arriba. A pesar de sus fauces negras, le gustaba la noche del Darién porque por fin podría descansar y soñar con la gracia infinita de los brazos de su madre, protegiéndolo de todo mal, amén.

  8. Jaime Rojas Jiménez

    LA POZA DE LOS NOVIOS

    Acomodada sobre el muro de la fuente, Justiniana admira el verdor del musgo que crece alrededor. En el visillo que engalanará su futuro hogar, sus manos sedosas bordan con destreza, volutas de filigrana que lo imitan.
    El sol brilló como luciérnaga en el agua de la fuente, cuando sus hermanos la llamaron.
    La gracia de su rostro se desfiguró, escuchando que su prometido huyó con su prima mayor, abandonándola.
    Asfixiada por el rencor y las ansias de venganza, jura encargarse de los traidores.
    Persiguiéndolos, los alcanza en el rio y se ahoga con ellos en la poza de los novios.

    1. Jaime Rojas Jiménez

      LA POZA DE LOS NOVIOS

      Acomodada sobre el muro de la fuente, Justiniana admira el verdor del musgo que crece alrededor. En el visillo que engalanará su futuro hogar, sus manos sedosas bordan con destreza, volutas de filigrana que lo imitan.
      El sol brilló como luciérnaga en el agua de la fuente, cuando sus hermanos la llamaron.
      La gracia de su rostro se desfiguró, escuchando que su prometido huyó con su primer amor, abandonándola.
      Asfixiada por el rencor y las ansias de venganza, jura encargarse de los traidores.
      Persiguiéndolos, los alcanza en el rio y se ahoga con ellos en la poza de los novios.

  9. Jaime Rojas Jiménez

    DIOS ERA MUJER

    Dios era mujer cuando parió al mundo. En él puso musgo, húmedo y sedoso como su propio sexo. Voluptuoso. Resiliente.
    Para tamizar el resplandor de la luna, a los bosques les colgó un visillo de bruma embrujadora;
    inventó vivaz la luz en la luciérnaga (como pariendo esperanza), para animar espíritus con nuevos inicios.
    Parió la noche. Las estrellas, el infinito… ¡Lo parió todo!
    Finalmente, parió sus hermanos a su propia semejanza, para compartir su Gracia creativa con sus similares. Para aumentar así su magna obra.
    Se arriesgó demasiado… Le arrebataron todo, menos el germen femenino en la naturaleza humana.

    1. Jaime Rojas Jiménez

      DIOS ERA MUJER
      Dios era mujer cuando parió al mundo. En él puso musgo, húmedo y sedoso como su propio sexo. Voluptuoso. Resiliente.
      Para tamizar el resplandor de la luna, a los bosques les colgó un visillo de bruma embrujadora; inventó vivaz la luz en la luciérnaga (como pariendo esperanza), para animar espíritus con nuevos inicios.
      Parió la noche. Las estrellas, el infinito… ¡Lo parió todo!
      Finalmente, parió sus hermanos a su semejanza, para compartir su Gracia creativa con sus similares así concluir su magna obra.
      Se arriesgó demasiado… Le arrebataron todo, menos el germen femenino en la naturaleza humana.

  10. Hijos

    El mayor salió fuera, pero era inevitable, estaba en todas partes, en los dibujos gastados de las baldosas, en el óxido del juego de jardín, en el verde musgo del verde agua de la quebrada fuente; recuerdos corruptos de doloroso abandono.
    El menor estaba en la cocina, sumergido en nostalgia, los aromas familiares, la luz difusa atravesando el visillo de la ventana, la estatuilla de la virgen; restos de presencia, apagándose, como una luciérnaga muriendo de a poco.
    Uno de los hermanos lloraba, el otro, creyó escuchar a su madre rezando, “Dios te salve María, llena eres de gracia…”.

  11. Carlos Millanes Gomez

    ABRAZO DE LUZ

    Para Marta y Luís el invierno era la estación más triste del año. Aquello pasó en invierno…
    Pero finalizando marzo, empezaban las excursiones por la montaña y ver el musgo enverdeciendo las rocas y troncos les llenaba de alegría.
    La primavera había llegado y era la estación en el que a través del visillo de sus habitaciones podrían ver las luciérnagas brillar.
    Los dos hermanos sabían, porque su padre se lo había contado muchas veces, que por obra y gracia de la madre naturaleza era como su madre les daba las buenas noches, cada noche.

  12. María Carolina Pinzón

    En el Bosque de Los Olivos

    Cada noche, frente a la hoguera, nuestros padres nos narraban historias de criaturas que habitan lugares encantados. Vivíamos en un pueblito en las montañas, cerca al Bosque de los Olivos.
    Mis padres nos decían:
    – ¡Corran, hadas y gnomos los esperan!
    Salíamos entre el musgo, donde la luz tenue se filtraba como visillo entre los árboles. Una luciérnaga nos guiaba el camino de salida, a mis hermanos y a mí, que entre júbilo gritábamos:
    – ¡Si, aquí están! Han dejado sus sombreros.
    Ver las semillas de eucalipto convertidas en sombreros de gnomos, llenaba de gracia y asombro a nuestros padres.

  13. Aterrizaje Forzoso

    »Perdido como tuco en la neblina». El insecto baja a descansar en el musgo de una roca. Por el visillo de un hueco atisba a otra luciérnaga. Deben ser sus hermanos, otros tucos. Con la gracia que los caracteriza espera un poco que esa niebla se diluya y vuela con su intermitente luz de giro. El mundo vuelve a la normalidad, se acomoda, el tuco no tiene capacidad de recordar. Ahora espera que se acerque alguna tuca.

  14. Jaime Rojas Jiménez

    CANCIÓN DE CUNA
    Coloco musgo seco al pesebre del belén, que año con año, construimos en casa según la tradición familiar. Un visillo amarillento, hilado por mi tatarabuela, sirve de fondo en la escena.
    En nochebuena, mi padre recordaba cómo nació la nana conque me dormía.
    Contaba llanamente: «Una luciérnaga, con su luz dibujó una nota musical sobre la imagen del niño. Esperábamos tu nacimiento, entónces yo inventé la letra, mis hermanos la melodía… así fue.»
    Mi padre ya partió. Pero yo Continúo la tradición, cantándole a mi hija Gracia:
    «Duerme, dueeerme, pajaritooo. Duerme, dueeerme princesiiita, para dooormir enseguiiida, cerrar looos ojos, ne-ce-siiitas…»

    1. Jaime Rojas Jiménez

      CANCIÓN DE CUNA
      Coloco musgo seco al pesebre del belén, que año con año, construimos en casa según la tradición familiar. Un visillo amarillento, hilado por mi tatarabuela, sirve de fondo en la escena.
      En nochebuena, mi padre recordaba cómo nació la nana con que me dormía.
      Contaba llanamente: «Una luciérnaga, con su luz dibujó una nota musical sobre la imagen del niño. Esperábamos tu nacimiento, entonces yo inventé la letra, mis hermanos la melodía… así fue.»
      Mi padre ya partió. Yo continúo la tradición, cantándole a mi hija Gracia:
      «Duerme, dueeerme, pajaritooo. Duerme, dueeerme princesiiita, para dooormir enseguiiida, cerrar looos ojos, ne-ce-siiitas…»

  15. Carlos Millanes Gomez

    ABRAZO DE LUZ

    Para Marta y Luís el invierno era la estación más triste del año. Aquello pasó en invierno…
    Pero finalizando marzo, empezaban las excursiones por la montaña y ver el musgo enverdeciendo las rocas y troncos les llenaba de alegría. La primavera había llegado y era la estación en el que a través del visillo de sus habitaciones podrían ver las luciérnagas brillar.
    Los dos hermanos sabían, porque su padre se lo había contado muchas veces, que por obra y gracia de la madre naturaleza era como su madre les daba las buenas noches, cada noche.

  16. Muerte por anticipación

    Por la mucha lluvia, en el jardín se ha almohadillado el musgo. He visto a través del visillo a los hermanos Salmerón acercarse por el camino, con sus impermeables negros. Me había puesto a Gardel, la vieja canción que a ella le gustaba tanto: «luciérnaga furiosa, eres tú…» Bajo el volumen. Sé que vienen a matarme. No temo a la muerte, pero sí al tormento físico. Seguro que no les hará gracia encontrarme fiambre. Los voy a privar del placer de la venganza. Ahora que Gloria Salmerón ya no está mi vida es poca cosa.

  17. Manuel González Casaus

    VILLA JULITA
    Nunca olvidaré aquel verano en “Villa Julita”. No puedo explicar la sobrecogedora impresión que tuve al contemplar por primera vez el viejo caserón de mis abuelos. Sus muros de piedra, cubiertos de hiedra y musgo, me provocaron escalofríos. En su interior reinaba la oscuridad, y el suelo de madera crujía a cada paso. Esa noche me acosté tapado hasta las orejas, hasta que descubrí una luz intermitente tras el visillo. Debí gritar mucho pues apareció mi abuela quien encontró la luciérnaga que mis hermanos habían colocado. Ellos todavía se ríen al contarlo, aunque a mí no me hace ninguna gracia.

    1. LAS BICICLETAS DEL ÁTICO.

      Llegaron en sus bicicletas

      -No aparenta lo que cuentan…

      – ¿Quién dijo “miedo”? ¡Subamos!

      En el descanso de la escalera, el musgo se colaba por un cristal roto de la ventana. Soplaba viento. “Pobre Cristina -pensó Roberto- estará asustada”.

      Arriba, un raído visillo dejó entrever la parpadeante luz de la luciérnaga.

      ¡Atrapémosla! -gritaron animados Cristina y sus hermanos-

      No. Déjenla, ella nos alumbrará.

      La siguieron al ático. Al atravesarla, la puerta…, se cerró fuertemente.

      Adentro se encontraban los niños desaparecidos sin rastro…, por gracia divina también estaban las bicicletas en las que ellos llegaron.

      Afuera no se escuchaban los murmullos.

  18. Nerea Gómez García

    Llena eres de gracia.

    Escucha tras el musgo el eco de unos latidos de una adolescencia casi olvidada. Mientras tanto arranco el visillo de la ventana de la cocina esperando poder vernos aparecer, una vez más, juntos.
    En este jardín de detrás de casa se dejó ver nuestra primera luciérnaga, mientras tus hermanos nos observaban de cerca esperando poder encontrar alguna señal de un pecado inconfesable. Pobres todos, que por aquel entonces no sabíamos que yo ya estaba llena de gracia. Y así seguisteis sin saberlo. Tan sólo las luciérnagas y yo, nosotras.

  19. Jaime Rojas Jiménez

    ÚNICA TESTIGO.

    Desde el techo del scriptorium del monasterio, cae un trozo de musgo sobre un valioso pergamino desplegado sobre la mesa. Detrás del visillo de la ventana, vigila una luciérnaga. También ilumina el claustro, cuando los hermanos caminan a su primer salmo de Laudes.
    Con gracia, su luz se adelanta a los ritos. Los monjes dicen que es una gota del sol.
    De día el insecto, irónicamente, pasa escondido de la luz. Vigilando cada palabra que la humedad lentamente destruye.
    Afortunadamente descubre que para bien o para mal, el anciano escriba restaura y a veces, reinventa textos en el antiguo pergamino…

  20. Jaime Rojas Jiménez

    EL CAPULLO

    Pretender recoger musgo con un visillo roto y enrredado, simulando ser luciérnaga apagada y sin ala francamente es…, extraño, muy…, ¿peculiar?.
    ‑­¿Sería cierto?…
    ‑­¡Es ridículo!
    ‑­Seguramente estaría…, de asilo.
    ­-Sus perturbados hermanos, de pequeños, lo habían hecho igual. Entónces, al pueblo entero le hizo gracia pero con este…, la verdad, causaba lástima.
    – Pero él nunca dejó de hacerlo, hasta que desapareció…
    Encontrarón sus ropas cerca del río, entretijidas como un capullo.
    Dicen que quizo convertirse en mariposa, aunque…, no se sabe.
    Lo cierto es que no volvió a saberse nada de él, solo del capullo.

    1. Jaime Rojas Jiménez

      EL CAPULLO

      Pretender recoger musgo con un visillo roto y enredado, simulando ser luciérnaga apagada y sin alas francamente es…, extraño, muy…, ¿peculiar?.
      ‑­¿Sería cierto?…
      ‑­¡Es ridículo!
      ‑­Seguramente estaría…, de asilo.
      ­-Sus perturbados hermanos, de pequeños, lo habían hecho igual. Entonces, al pueblo entero le hizo gracia pero con este…, la verdad, causaba lástima.
      – Pero él nunca dejó de hacerlo, hasta que desapareció…
      Encontraron sus ropas cerca del río, entretejidas como un capullo.
      Dicen que quiso convertirse en mariposa, aunque…, nadie sabe.
      Lo cierto es que no volvió a saberse nada de él, solo del capullo.

      He corregido los errores. Upss.

      1. Jaime Rojas Jiménez

        EL CAPULLO
        -Pretender recoger musgo con un visillo roto y enredado, simulando ser luciérnaga apagada y sin alas, francamente es…, extraño.
        -Muy… ¿peculiar?
        ¬ ¿fue cierto, así sucedió?
        ¬ ¡Es ridículo!
        ¬Seguramente el tío estaría de asilo.
        ¬-Sus perturbados hermanos, de pequeños, lo habían hecho igual. Entonces, al pueblo entero le hizo gracia, pero con este…, la verdad, causaba lástima.
        –Él nunca dejó de hacerlo, hasta que desapareció…
        -Encontraron sus ropas cerca del río, entretejidas como un capullo.
        -Dicen que quiso convertirse en mariposa, aunque…, nadie sabe…
        Lo cierto es que no volvió a saberse nada de él, solo del capullo.

  21. CELEBRANDO LA VIDA

    El chico pisó MUSGO y cayó.
    La madre los vio tras el VISILLO, sonreía.
    Estaba atardeciendo como una LUCIÉRNAGA apagándose.
    Los HERMANOS llevaban jugando en el mar desde la hora de comer.
    Cayeron, jugaron, rieron la GRACIA del otro y se tiraron agua a la cara.

    La lágrima de la madre contenía muchos lamentos escondidos
    que dejó escapar en una sola gota… cáncer..
    Esa tarde, sin embargo, lo más importante era la vida.
    —Niños —gritó desde la ventana—. La cena está lista.
    La madre no volvió a llorar hasta el funeral de ambos.

  22. VECINOS

    ―Te va a crecer musgo como sigas ahí sentada. Pareces la vieja del visillo.
    ―Ella ha vuelto ―responde, sin despegar sus ojos de la casa oscura de enfrente. Una luciérnaga titubeante posada en el quicio de la puerta marca el lugar en la noche–. Y ha traído más.
    ―Imposible. No es tan tonta.
    Los hermanos se quedan pegados al cristal de la ventana. No esperan mucho. Minutos después sale ella, despojada de su gracia habitual, asustada y cansada; y, efectivamente, viene acompañada.
    Los dos se miran y sonríen encantados, dejando ver varias hileras de dientes inhumanos.

  23. La loca de la casa

    Es su cumpleaños y acaba de despertar de un bonito sueño; en la vigilia aún se siente caminar descalza sobre un suave musgo.
    «¡Levántate ya!», le grita la gobernanta tras el visillo de la puerta de la cocina. Aún no ha amanecido y en la oscuridad, sonriente, vislumbra una luciérnaga. Es un día de celebración y se ha prometido hacerlo a lo grande. Sus hermanos, que entre burlas la llaman loca, ignoran que padre modificó el testamento a su favor. Como gran repostera bastará con un toque de gracia para servir su venganza en el mejor de los platos.

  24. SISY

    El musgo del jardín creció, desde la última vez que lo vio por el visillo de la habitación; parecía muy distante cuando Sisy despertó del sueño aquel, en que la luciérnaga le señalaba un camino desconocido. Alcanzo a divisar a sus hermanos a lo lejos y escrutó ¿por gracia de qué sortilegio veía muertos y vivos que le sonreían desde el más allá?, unos le señalaban la luz, otros la oscuridad…intento moverse, pero no se podía parar … seguía entumecida en la cama que se había convertido en su tumba los últimos 11 años, sollozando a diario ¿hasta cuándo?

  25. Creencias
    Despojar a alguien de sus creencias es como arrancar el musgo de los montes. Lo dejas desnudo, sin piel, aunque se haga de manera sutil, como de tapadillo, con telón, cortina o visillo. Pero si sus pensamientos siguen incandescentes como una luciérnaga algo seguirá revoloteando en lo profundo de su ser, con más fuerza, si cabe. Sus creencias renacerán a toda costa. Y si, además, tiene cerca fundamentos que lo anclen firmemente o hermanos de sangre o amistad que lo empujen, nada podrá detenerle ni sustraerle de su gracia innata y su portento.

  26. Abre la barrera que separa las fronteras sin mediar palabra. El coche se aleja, sin dejar marcas en el musgo del sendero, entre la bruma del amanecer.
    El compañero del policía vuelve del urinario sin correr el visillo. Una luciérnaga. Rutina. Pero bajo aquel uniforme late con fuerza un corazón esperanzado.
    Todo empezó meses antes cuando empezaron las revueltas y se desató, aun no se sabe como ni para qué, la guerra.
    Cuando llegó la carta de movilización, volvieron a hablarse los hermanos: policía y contrabandista.
    – Pasaré a tu hijo en el maletero… ¡tiene gracia!, pero es mi sobrino

  27. NECRÓPOLIS, PANTEÓN, SACRAMENTAL
    Ahí donde ni si quiera el musgo crece, donde nadie se atrevía a entrar, por eso y muchas otras cosas un visillo de espesa niebla cubría todo. Solo permitía que entrara la poca luz que desprendía ese pequeño ser, que sin ser consciente iluminaba a su paso los caminos, aquella luciérnaga, que descubría y encontraba todo aquello de lo que se escondían sus hermanos, los animalillos.
    Que gracia para encontrar un lugar que nadie veía en esa oscuridad.

  28. ¡VIVOS!

    Nuestro barco estalló contra la roca en mil pedazos.
    Nadamos hasta la playa y encontramos una cavidad donde guarecernos.
    Durante los días que siguieron, fueron apareciendo restos del naufragio por la orilla.
    Con MUSGO tapizamos el duro suelo calizo. Adaptamos una vieja camisa desgarrada a la entrada de la cueva, como un VISILLO que marcara torpemente la pobre propiedad. Nuestra imaginación colocó una LUCIÉRNAGA en un saliente del muro, para que nos diera
    luz en la noche desesperanzada.
    Abrazados, como HERMANOS que éramos, ahuyentábamos el miedo hasta que el nuevo amanecer nos sorprendía para ilusionarnos con la GRACIA del rescate.

  29. María Inés López

    No hubo perdón

    El tiempo había pasado lento, y había musgo en la pared. El visillo que cubría la ventana estaba roto y tenía una luciérnaga prendida como un broche. Los hermanos llegaron y se miraron con gracia.

    —Allí está, sigue prendida al visillo.

    —Nuestra hermana siempre ha sido terca —dijo Juan a José.

    José le dice a María:

    —María, vuelve a tu estado natural, todo fue una broma.

    Pero María solo encendió su cola y, en lenguaje morse visual, les dijo que se largaran.

  30. Pablo Galera Pérez

    DIAGNÓSIS MÍTICA

    Me pregunto si resistirán en pie aquellas casas tuertas y encaladas. Si
    persistirá el silbo herrumbroso de bisagras delatando amaneceres en la plaza.
    ¡Cuántos veranos fabulados sobre empedrados de vivas ascuas! ¡Cuánto de mi
    niñez continúa jugando en la Calle Ancha!
    —¡Cuídate del musgo niña, que resbala! —advertía tras su visillo una presencia
    velada. Y yo, vigilándome las pisadas, perseguía de acera a orilla mi luciérnaga
    de hojalata.
    —¡No extravíes a tus hermanos! —farfullaba. Y yo, hija única, haciendo caso a
    la vieja los ubicaba.
    ¡Tiene gracia¡; misma demencia, sin distinguir, trágica por senil y, por infantil,
    genuina y mágica.

  31. Lleno de gracia
    Mi jardín es un trozo de musgo. Vivo en un caracol, cuya puerta adorné con un visillo de telaraña. De noche, me alumbra una luciérnaga. Al amanecer, me despierta un jilguero. Soy feliz, pero un monstruo maligno y peludo acecha el vecindario. De un zarpazo, el gato hace rodar mi vivienda y yo salgo volando. Mis hermanos, los abejorros y las avispas, lo espantan con los zumbidos. Hoy me he salvado, aunque caí patas arriba… ¡Oh, posición indecorosa! Que la providencia o la brisa me den pronto la vuelta… Escarabajo soy, pobre y pequeño, pero lleno de dignidad y gracia.

    1. Lleno de gracia
      Mi jardín es un trozo de musgo. Vivo en un caracol, cuya ventana adorné con un visillo de telaraña. De noche, me alumbra una luciérnaga. Al amanecer, me despierta un jilguero. Soy feliz, pero un monstruo maligno y peludo acecha el vecindario. De un zarpazo, el gato hace rodar mi vivienda y yo salgo volando. Mis hermanos, los abejorros y las avispas, lo espantan con los zumbidos. Hoy me he salvado, aunque caí patas arriba… ¡Oh, posición indecorosa! Que la providencia o la brisa me den pronto la vuelta… Escarabajo soy, pobre y pequeño, pero lleno de dignidad y gracia.

  32. Tapiando los recuerdos
    El musgo y la humedad se extendieron por las paredes. El visillo no volvió a correrse. La madera fina, roída por los ratones. Ni una luciérnaga ni un escarabajo ni una mariposa. Solo habitaban las cucarachas, alimentadas con los restos de piel de sus antiguos dueños. Décadas atrás, niños alegres habían colmado el espacio con sus juegos y sus risas bajo la vista amorosa de padres dedicados. Hoy yace todo en ruinas. Así ocurre cuando discuten los hermanos que, obsesionados por el dinero, sacrifican la gracia de los recuerdos.

  33. Susana Cordero Ripoll

    BIENVENIDOS DE VUELTA
    Al verla, exploraron la nave abandonada. Un musgo brillante cubría las paredes metálicas, emitiendo una suave luz verdosa. Al abrir una puerta, un visillo raído se deshizo en polvo. ¿Cómo llegó esto aquí?- susurró Ana, su voz temblando. Un destelo, una luciérnaga azul, apareció entre las sobras, danzando ante los hermano con gracia en el aire estancado. Cuando intentaron atraparla, se multiplicó en miles, revelando una figura. Bienvenidos de vuelta- dijo la criatura tomando su verdadera forma: eran ellos pero de otro tiempo y lugar.

  34. Susana Cordero Ripoll

    BIENVENIDOS DE VUELTA

    Al verla, exploraron la nave abandonada. Un musgo brillante cubría las paredes metálicas, emitiendo una suave luz verdosa. Al abrir una puerta, un visillo raído se deshizo en polvo. ¿Cómo llegó esto aquí?- susurró Ana, su voz temblando. Un destello, una luciérnaga azul, apareció entre las sobras, danzando ante los hermano con gracia en el aire estancado. Cuando intentaron atraparla, se multiplicó en miles, revelando una figura. Bienvenidos de vuelta- dijo la criatura tomando su verdadera forma: eran ellos pero de otro tiempo y lugar.

  35. ELVIRA ARIAS
    10 de agosto 17:40 horas

    EL PEQUEÑO CENTINELA

    A la pequeña Celia ese cuarto le daba miedo. El color verde musgo del visillo, además de ser de dudoso gusto, le confería a la estancia un cierto aire oscuro, tétrico, casi fantasmagórico. Para convencerla, su madre le prometió que los espíritus de la noche encenderían una pequeña luz para guiarla hacia el mundo de los sueños felices. Lo que Celia ignoraba es que una humilde luciérnaga se colaba todas las noches en su habitación y en la de sus hermanos, Nicolás y Gracia, montando guardia para ahuyentar sus pesadillas.

  36. Musgo español
    Escucho «musgo español», la canción de Gordon Lightfoot que, como siempre, trae a mi memoria la casa en la que crecí y aquellas tardes de lluvia en que, envuelto en un visillo de mi habitación, y con una linterna encendida en la boca, intentaba emular una luciérnaga, y asustar a mis hermanos pequeños, con tan poca gracia que más bien acababa arrancándoles una carcajada.
    Ahora, tantos años después, viendo mi reflejo solitario en el tragaluz del cuartucho en el que paso mis últimas horas, formulo un último deseo: escuchar de nuevo sus risas infantiles.

  37. Ramón Roselló Ferrer

    A VECES, LA FELICIDAD
    ¿Cómo se mide la felicidad?
    Susana, como publicista cuantificaba cualquier resultado. ¿Pero, la felicidad?
    Marchó a la casa del pueblo de su abuela paterna, donde tanto disfrutó en los veranos de su infancia.
    La vivienda tenía el tejado casi cubierto de musgo. En la ventana del baño ondeaba el visillo de punto de gancho de la abuela. Se respiraba una invitación al letargo. Esa primera noche bajo el parral, mientras disfrutaba de una infusión de hierbas del jardín, recordó los juegos con sus hermanos al tiempo que admiraba la luciérnaga que iluminaba con gracia las matas de lavanda.

  38. Evolución perenne

    Despertó de pie, desnuda, en la oscuridad del bosque anciano. El musgo esponjoso la enraizaba a la tierra en un abrazo de lima esmeralda. Se tomó unos segundos para acomodarse a su nueva forma. No siempre había sido un roble. Luego miró a su alrededor y disfrutó del paraíso arbolado. Escudriñó la espesura verde a través del visillo de sus recuerdos humanos y se dejó distraer por la sinfonía fluorescente de una luciérnaga que brillaba intermitente entre sus ramas. En esos destellos traslúcidos, sintió la consanguinidad con sus hermanos del bosque. Aceptó su destino con gracia serena y majestuosa.

  39. DULCE HOGAR

    Heredé una vieja casona con muros de piedra cubiertos de MUSGO, cristales rotos y un único VISILLO rasgado en un balcón lateral.
    Me adentré en el jardín y, entre la maleza, descubrí una LUCIÉRNAGA que guardé como un amuleto de la suerte. Del dintel de la
    puerta de entrada al edificio, colgaba el letrero de madera roída que mostraba Dos HERMANOS, denominación que aludía a mis dos
    tíos solteros, sin hijos. Sonreí recordándolos. Les habría hecho GRACIA saber en qué iba a convertir aquella finca, habrían bromeado
    con la ironía de un destino que la llenaba de niños sin hogar.

  40. Mezcla de luces.

    Desenrolló la alfombra de musgo que trajo de su viaje al Norte. Corrió el visillo para evitar la contaminación lumínica y las miradas envidiosas. Los grillos pinchaban música ¨ambient¨. Entonces, en ese clima íntimo la luciérnaga encendió su abdomen.
    Mientras, recordaba el día que sus hermanos instalaron la aplicación en su móvil y la poca gracia que le hizo en aquel momento. Pero ahora sabe que sin la ayuda de la app jamás hubiera conocido a su amada linterna de bolsillo del Leroy Merlín. Solo deseaba que no hubiera olvidado las pilas como la última vez.
    “Click”… Parece que no.

  41. Doctorado en estudios culturales

    Venas de amianto, musgo visillo, jaula de espanto, puerta al pasillo… Una luciérnaga vela tiniebla para que sus siete hermanos duerman. Burbujeo son sus fauces tejiendo sabor a miedo, postrera será la gracia al filo aguijón veneno.

    El turismo de borrachera no respetaba ni señales ni peligros. Una semana: mil quinientos euros. El ovillo de aquella criatura asimilaba réplicas perfectas: seis días de agonía, biológicamente autónomas, igual de huecas por dentro.

    –«Nos robaron los teléfonos móviles el primer día».
    Lo típico de aquellos lares; compartieron entre amigos una media sonrisa. Opiniones verificadas; recomendación y cinco estrellas. Nada levantó sospecha.

  42. Paraíso
    Había musgo en las paredes, un visillo de lino aislaba la cabaña del exterior, una luciérnaga revoloteaba junto al cadáver de uno de los dos hermanos. El otro dijo que aquella situación no tenía ninguna gracia, él no era el guardián de su hermano y mucho menos su asesino. Tampoco un calzonazos, como su padre, ni un ladrón, como su madre, él pagaba todas las manzanas que se comía. El comisario Yahweh preguntó por qué llevaba una quijada de asno cuando lo detuvieron. Contestó que por seguridad personal, hacía tiempo que aquel lugar no era precisamente el Paraíso.

  43. Angel Toribio Sevillano

    Riñas fraternales

    Hacía tiempo que el musgo había entrado sigilosamente bajo el alféizar de la ventana y se había adueñado de la casa. Él apenas se separaba del visillo, salvo para alimentarse de huesecillos que aún perduraban esparcidos por el suelo, y pasaba los días apartándolo con sus raquíticos dedos para otear el camino. De noche, la luz oscilante de alguna luciérnaga despistada le hacía compañía hasta que caía rendido. No decía en serio que nunca más volverían a ser hermanos cuando salió dando aquel tremendo portazo, Gretel siempre había sido muy bromista, aunque aquella broma empezaba a no tener ninguna gracia.

  44. Susana Cordero Ripoll

    BIENVENIDOS DE VUELTA

    Al verla, exploraron la nave abandonada. Un musgo brillante cubría las paredes metálicas, emitiendo una suave luz verdosa. Al abrir una puerta, un visillo raído se deshizo en polvo. ¿Cómo llegó esto aquí?- susurró Ana, su voz temblando. Un destello, una luciérnaga azul, apareció entre las sombras, danzando ante los hermanos con gracia en el aire estancado. Cuando intentaron atraparla, se multiplicó en miles, revelando una figura. Bienvenidos de vuelta- dijo la criatura tomando su verdadera forma: eran ellos pero de otro tiempo y lugar.

  45. Sola

    El musgo cubre casi por completo las lajas del porche, otrora poblado de macetas y sillones de mimbre. La anciana hace muchos años se quedó sola. No sale de la casa; una buena vecina le hace las compras semanales. Ahora, ella debe estar atisbándome por la ventana, oculta tras ese visillo de algodón alguna vez blanco.
    De niño, por las noches, ella y su pareja me demoraban en el jardín para admirar alguna luciérnaga. Mis hermanos mayores venían a rescatarme del hechizo.
    Ojalá me reconozca y tenga la deferencia de hablarme. Ojalá me conceda la gracia de sonreírle, de reconfortarle.

  46. Nerea Alonso Martínez

    LAS CRIATURAS DEL BOSQUE

    En lo más recóndito del bosque, bajo el manto de estrellas más hermoso que jamás vislumbré, las copas de los árboles parecían tocar el firmamento. De entre el musgo fui capaz de distinguir pequeñas formas que resplandecían y afloraban a la luz de la luna. Yo, siempre testigo de aquellas maravillas a través del visillo de mi ventana, incapaz de salir y unirme a su danza. Una pequeña luciérnaga comenzó a danzar hacia mí, pero sus hermanos enseguida detuvieron su aventura y con una delicada gracia en sus movimientos, volvió a adentrarse en las profundidades de su hogar.

  47. Camino a casa.
    Mientras camino por el bosque y medito sobre mi existencia, me detengo un momento y veo el musgo que refleja la humedad por la lluvia, y poniendo letra a mis pensamientos saque mi libreta anotando mis pensamientos, ahí está, mi casa, mi familia, y a través del visillo veo a mi esposa, y el espejo reflejaba el brillo de la luciérnaga que paso en ese momento buscando a sus hermanos para dar luz bailarina entre la maleza, mi esposa me recibe y volteamos hacia el bosque agradeciendo toda la gracia de su luz parpadeante eternamente enamorado.

  48. Maria Antonietta Vanacore

    PRESAGIO

    Desde la calle se oían gritos espantosos.
    Ella se asomó a la ventana. El viento soplaba fuerte. El olor acre del musgo que cubría sus macecitas le llegó a la nariz y el visillo sangrante voló lejos, entre miles de luces que iluminaban la noche oscura. Una de ellas empezó a revolotear sobre su cabeza. Rápido la atrapó.
    «¡Venid a ver la luciérnaga!» gritó a sus hermanos con gracia infantil.
    El viento sopló fuerte. La ventana, cerrándose, la golpeó violentemente y la niña voló por el aire.
    Desde la calle se oyeron gritos espantosos.

    1. Maria Antonietta Vanacore

      PRESAGIO

      Desde la calle se oían gritos espantosos.
      Ella se asomó a la ventana. El viento soplaba fuerte. El olor acre del musgo que cubría sus macecitas le llegó a la nariz y el visillo ensangrentado voló lejos, entre miles de luces que iluminaban la noche oscura. Una de ellas empezó a revolotear sobre su cabeza. Rápido la atrapó.
      «¡Venid a ver la luciérnaga!» gritó a sus hermanos con gracia infantil.
      El viento sopló fuerte. La ventana, cerrándose, la golpeó violentemente y la niña voló por el aire.
      Desde la calle se oyeron gritos espantosos.

      (He reemplazado la palabra «sangrante» con «ensangrentado»)

      1. Maria Antonietta Vanacore

        PRESAGIO

        Desde la calle se oían gritos espantosos.
        Ella se asomó a la ventana. El viento soplaba fuerte. El olor acre del musgo que cubría sus macetitas le llegó a la nariz y el visillo ensangrentado voló lejos, entre miles de luces que iluminaban la noche oscura. Una de ellas empezó a revolotear sobre su cabeza. Rápido la atrapó.
        «¡Venid a ver la luciérnaga!» gritó a sus hermanos con gracia infantil.
        El viento sopló fuerte. La ventana, cerrándose, la golpeó violentamente y la niña voló por el aire.
        Desde la calle se oyeron gritos espantosos.

        (He corregido dos errores de ortografía).

    2. Maria Antonietta Vanacore

      Desde la calle se oían gritos espantosos.
      Ella se asomó a la ventana. El viento soplaba fuerte. El olor acre del musgo que cubría sus macecitas le llegó a la nariz y el visillo ensangrentado voló lejos, entre miles de luces que iluminaban la noche oscura. Una de ellas empezó a revolotear sobre su cabeza. Rápido la atrapó.
      «¡Venid a ver la luciérnaga!» gritó a sus hermanos con gracia infantil.
      El viento sopló fuerte. La ventana, cerrándose, la golpeó violentemente y la niña voló por el aire.
      Desde la calle se oyeron gritos espantosos.

      (He reemplazado la palabra «sangrante» con «ensangrentado»).

  49. Alicia García Rodríguez

    CELESTINA TECNOLÓGICA

    —¿De qué color tienes los ojos?
    —Verdes.
    —¿Verde agua?
    —No, verde musgo.
    Y así, a través del visillo de X, nos fuimos descubriendo poco a poco, con las palabras cual luciérnaga que nos alumbraba día a día y nos mostraba paulatinamente uno al otro. Mis hermanos me prevenían: “no te fíes”, pero a mí me parecía que esta forma de conocernos, en pequeñas dosis, tenía bastante gracia. Tardamos un tiempo en pasar de pantalla, a la de la vida real, mas cuando nos decidimos, ya no volvimos a separarnos.

  50. Dolores Sanabria García

    TIERRA QUEMADA
    La tierra agujereada y el musgo arrancado de cuajo mostraba la situación. A través del
    visillo hecho jirones el niño visualizó la luz en el cielo como una luciérnaga que resbalaba
    a tierra. Echó de menos a su madre y a sus hermanos. Aspiró hondo. Muy hondo. Nunca
    se había bañado en el mar. Cerró los ojos con fuerza y sintió la furia de un tornado. Una
    ola gigante y salada lo cubrió y arrastró a las profundidades silenciosas de un océano
    pacífico. Se halló en paz y en gracia con el mundo. Lejos de bombardeos y hospitales

    1. Dolores Sanabria García

      TIERRA QUEMADA
      La tierra agujereada y el musgo arrancado de cuajo mostraba la situación. A través del
      visillo hecho jirones el niño visualizó la luz en el cielo como una luciérnaga que resbalaba
      a tierra. Echó de menos a su madre y a sus hermanos. Aspiró hondo. Muy hondo. Nunca
      se había bañado en el mar. Cerró los ojos con fuerza y sintió la furia de un tornado. Una
      ola gigante y salada lo cubrió y arrastró a las profundidades silenciosas de un océano
      pacífico. Se halló en paz y en gracia con el mundo. Lejos de bombardeos y hospitales.

  51. LEYRE ARRASTIA PINILLOS

    RESPLANDECIENTE EN MI MEMORIA

    El olor a musgo la transporta a tiempos felices, a su infancia, donde casi no había ausencias que fragmentan familias. A través del blanco visillo, contemplaba el vuelo de los pájaros, observando con asombro tal elegancia con la que nos obsequia la madre naturaleza. A la belleza del atardecer, bajo la atenta mirada de su incondicional mejor amigo de pelaje negro azabache, caminaba junto a él a la luz de la extraordinaria luciérnaga, sin ser plenamente consciente que deseaba que esa vida perdurara desafiando el paso del tiempo. Sus cuatro hermanos mayores la aguardan, cubiertos por la cálida gracia sideral.

  52. UN ALMA SENSIBLE
    Mi hermana pequeña dice que oye crecer el musgo en el jardín, incluso si el visillo de la ventana de nuestro cuarto está echado. Puede predecir con toda exactitud cuándo abrirá sus pétalos la primera margarita de la primavera, cuándo encenderá su farol la primera luciérnaga del verano, o cuál de las encinas del parque escupirá la primera bellota del otoño. Los demás hermanos se burlan, pero yo sé que ella es especial y, cada noche, en mis oraciones, solicito una única gracia: que no sea ella el primer copo de nieve que vuele lejos el siguiente invierno.

  53. Jaime Rojas Jiménez

    MEDIA VUELTA EN LA TUERCA DE LA HISTORIA

    «Cuando luché contra la dictadura en la guerrilla, defendí la libertad y la vida. Frecuentemente recuerdo momentos, con el perfume de la selva tropical oliendo gratamente a musgo; el visillo de la lluvia arrullándonos y la luciérnaga avivando las noches peligrosamente oscuras.
    Mis hermanos guerrilleros de noche escribían versos y de día disparaban balas.
    La mejor gracia era sobrevivir, tan solo un día más.
    Muchos descansan silenciosos en la jungla… oliendo eternamente su aroma, arropándose con su canción de tormentas».
    ¡Triunfamos!, pero secuestraron la libertad de nuevo.

    Abiertamente la selva proclama sus voces de guerra.
    ¡Yo no quiero! -ni puedo-.

  54. Último aliento

    Crecía el musgo en la enramada de su oxidado corazón. Tras sus ojos, un visillo ocultaba el dolor de su alma y su sonrisa, cual luciérnaga, estaba próxima a apagarse. Solo quedaba en ella el anhelo de una felicidad ajena sofocada en los cuerpos de sus hermanos; aquellos que por gracia fallecieron con el humo y no el incendio.

  55. Jaime Rojas Jiménez

    UN ÁRBOL GERMINA DE LA MUERTE.

    Un árbol dramáticamente atraviesa la lápida, colocada sobre la tumba de Lucrecia; la niña de seis años fallecida hace siglo y medio.
    Sus padres sucumbieron de tristeza y se inmolaron. Descansan en tumbas adyacentes al mausoleo familiar.
    Ningún deudo sobrevive. Nadie visita las tumbas. Manos piadosas limpian el musgo que cubre el visillo de mármol, esculpido en la imagen de la virgen recostada sobre la lápida. Una luciérnaga cada noche alumbra desde el árbol. Sus hermanos, los últimos en visitar las tumbas, murieron de arrugas sin dejar descendencia hace tres lustros.
    Curiosamente exhibiendo vida, la naturaleza nos muestra su gracia.

    1. Jaime Rojas Jiménez

      UN ÁRBOL GERMINA DE LA MUERTE.
      Un árbol dramáticamente atraviesa la lápida, colocada sobre la tumba de Lucrecia; la niña de seis años fallecida hace siglo y medio.
      Sus padres se hundieron en tristeza y se inmolaron… Descansan en tumbas adyacentes al mausoleo familiar.
      Ningún deudo sobrevive. Nadie visita las tumbas. Manos piadosas limpian el musgo que cubre el visillo de mármol, esculpido en la imagen de la virgen recostada sobre la lápida. Una luciérnaga cada noche alumbra desde el árbol. Sus hermanos, los últimos en visitar las tumbas, murieron de arrugas sin dejar descendencia hace tres lustros. La naturaleza, siempre con gracia, impresiona entregando vida.

  56. CAROLINA TORRES CABELLO

    Y SE HIZO LA LUZ

    Ponía el musgo en la orilla del río mientras mi padre preparaba la bomba del agua bajo el visillo que escondía el sistema de ingeniería. Con las luces apagadas, la linterna de mi padre hacía dibujos de luz en el aire, como una luciérnaga que nos mantenía hipnotizados a todos los hermanos. Entonces presionaba el interruptor. El agua comenzaba a correr en el río y a mover la noria, las casitas se llenaban de luz y la hoguera de la vieja que hilaba se encendía, parpadeante. Y una gracia especial nos unía a todos por unos momentos, alrededor del belén.

  57. VOLVER
    Regresé al pueblo tras varios meses. El musgo húmedo sobre las piedras casi me hizo resbalar. ¡Una caída a estas alturas habría sido fatal! A mi paso, se descorrió algún que otro visillo. Noté miradas inquisidoras detrás de las ventanas clavándose sobre mí, llenándome de culpa y vergüenza. Una luciérnaga se encendió en el jardín de casa. Me pareció un buen presagio. Al entrar, mis hermanos me recibieron con un abrazo. Cuando me miró, supe que mi madre me había perdonado. Llevaba casi 9 meses en estado de gracia. En este lugar rancio, ser madre soltera es un pecado.

  58. Francisco Javier García Blázquez

    INFANCIA

    ¡Cuidado con el musgo que resbala!, cuando salíamos a pasear. ¡Corre el visillo que no te conviene mucho sol!, cuando estábamos en casa. ¡No intentes coger esa luciérnaga!, cuando a la noche estábamos en el estanque. ¡Juega con tus hermanos!, cuando no había clases. ¿Qué te hace gracia? No te rías del pobre tonto, cuando estábamos en la tienda. Así nuestra tía nos cuidó. Se acabó la última ronda, solo fueron necesarios dos minutos para evocar la infancia. ¡Que afortunado soy con vuestra amistad, amigos! Que feliz fui en mi niñez…. ¡Otra ronda para todos!

  59. María Laura Bonoris Höchli

    Sobresalto
    Un atardecer pintaba el cielo de anaranjado y resaltaba la belleza de aquella pradera recargada de flores multicolores. Desde la ventana del cuarto, podía apreciar el musgo que con mucha tranquilidad, tapizaba las paredes de la vieja casona con un manto verdoso y tornasolado, mientras iba oscureciendo.
    Observaba por el visillo y espiaba a una hermosa luciérnaga, que con su pequeño farol iluminaba una fiesta de insectos. Llamé a mis hermanos para compartir el espectáculo y con ese grito me desperté. Estaba en el quirófano, no me produjo ninguna gracia encontrarme allí, el efecto de la anestesia había terminado.

  60. Eva Castro Outeiriño

    La fortuna oculta

    A la vista estaba que la casa había sido abandonada hacía mucho tiempo, la falta de cuidados y la humedad había favorecido a la proliferación de musgo en los lugares más insospechados, el polvo se acumulaba en el ajado visillo del salón y sobre la oscura madera del suelo. Una luz intermitente captó mi atención, una luciérnaga señalaba el libro buscado: Rapunzel, de los Hermanos Grimm. Sonreí con nostalgia. Mi abuela había sabido protegerme, cuando heredé la vieja casa a mis primos les hizo gracia, no supieron entender el mensaje: «querida, cuida el largo cabello dorado y hallarás la fortuna».

  61. David Rubio Paredes

    El musgo trepaba por las paredes, dando vida a un lugar sin alma. Por el visillo rasgado que
    cubría la ventana de la celda, se coló una luciérnaga. Dos hermanos, condenados a cadena
    perpetua, quedaron fascinados por la gracia que desprendía mientras revoloteaba y se mecía
    por sus brazos y muñecas. De repente, la luz empezó a intensificarse, las paredes comenzaron a
    moverse y la celda desapareció. Uno de ellos, se acercó a la pequeña criatura y la atrapó. Al abrir
    la mano, quedaron atónitos: había desaparecido y, en su lugar, yacía un pequeño cuchillo.

  62. PEREGRINO
    Este verano estoy haciendo el Camino Francés por la costa. Voy viendo la Naturaleza en su grandiosidad : desfiladeros hasta el mar, cubiertos de musgo ; visillo de agua y arena en la lontananza marina; luciérnaga de estrellas en la noche y mis pensamientos que son mis hermanos de conciencia, hasta que llegue a alcanzar la gracia al final del Camino. Eso deseo

    1. Mª TERESA EZQUER
      15 de agosto de 2024 a las 11:20
      PEREGRINO
      Este verano estoy haciendo el Camino Francés por la costa. Voy viendo la Naturaleza en su grandiosidad : desfiladeros hasta el mar, cubiertos de musgo ; visillo de agua y arena en la lontananza marina; luciérnaga de estrellas en la noche y mis pensamientos que son mis hermanos de conciencia, hasta que llegue a alcanzar la gracia al final del Camino. Eso deseo.

  63. Hogar, dulce hogar.

    Regresaba del mercado junto a mi madre, y al llegar a casa, descubrimos que nos habían cambiado la cerradura. Habían eliminado el viejo musgo y blanqueado las paredes. A través del visillo, una luz brillaba en el interior, como luciérnaga solitaria ajena a nuestra propiedad.
    Tras llamar varias veces, nos abrieron dos niños como yo, hermanos gemelos con toda seguridad.
    —¿Qué hacéis en nuestra casa?
    —Esta casa es nuestra —corearon.
    Nos miramos, atónitos.
    —¡Mamá, son ocupas!
    —No somos ocupas, nos avala la moral internacional. Somos colonos —afirmaron.
    “Pues menuda gracia”, pensé desde el umbral de la que fuera mi casa.

  64. Como todas las niñas, Adela había nacido sin alas.
    – ¡Mamá, mira, es el gigante color musgo! – gritó escondida detrás del visillo.
    Sabía que una pequeña luciérnaga no debía estar en esa ventana, pero ella y sus hermanos solían asomarse para ver las luces de las casas de la colina. Les hacía gracia imaginar que eran escarabajos de luz que revoloteaban alrededor de un gigante verde.
    Vio como ellos salían volando, mientras que ella se quedaba triste y llorando. Secó sus lágrimas y salió.
    Subió poco a poco hasta llegar a la cima.
    – ¡Hola, amigo, aquí estoy!

  65. Destellos de una esperanza

    El musgo prosperaba sin pausa en las desvencijadas paredes del viejo caserón de don Fermín. Las pilas de su radio se habían agotado, por lo que —sin poder escuchar noticias—sólo aguardaba un buen presagio.

    Aquel atardecer lo tuvo, cuando a través del visillo pudo divisar una luciérnaga que, con su brillo parpadeante, auguraba inesperadas visitas. Presuroso, se calzó sus mejores atuendos y cocinó una suculenta fabada.

    Esa misma noche don Fermín cenaba al fin junto a sus hijos, brindando en honor de tantos hermanos y compatriotas a quienes la divina gracia no había podido alcanzar.

    La guerra había concluido.

  66. POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS

    Aquí estoy expuesto como cada año, rodeado de musgo por todas partes. Ni siquiera un simple visillo para tener algo de privacidad.

    Ayer se posó una luciérnaga en mi nariz y enseguida les dio a todos por sacar el móvil y hacerme fotos. Pensarían que era un milagro.

    Dos hermanos, con la excusa de espantarla, me quitaron la tela que cubría mi cuerpo. No me hizo ninguna gracia quedarme en cueros. Menos mal que mi padre, que es carpintero, les amenazó con un martillo. A mi madre casi le da un pasmo, como cuando llegó hace meses el Espíritu Santo.

  67. Cuphper Danilo Rengifo Tirado

    Gemelos

    Cuando mi jardín se llena de musgo es señal de que algo sucederá. Parado en el pasto pensativo alcanzo a ver a Ricardo tras el visillo de la mampara, apunto con la linterna cual luciérnaga en la noche, pero la luz me entrega el vacío de mi sala. Como buenos hermanos gemelos siempre hubo esa conexión mágica, una gracia de Dios decía mamá. Repentinamente me invadió ese sentimiento fuerte que siempre siento por él, su presencia era evidente volteé buscándolo, llamándolo seguro de encontrarlo…entonces si era Ricardo, siempre bromeando pensé y sonó mi teléfono reportándome que lo hallaron muerto.

  68. DIANA PATRICIA CÁRDENAS MONSALVE

    Todo pasa
    El musgo impregnado en la ventana era lo primero que Eva podía vislumbrar a través del visillo desteñido, ya era poca la luz del día que quedaba y la primer luciérnaga comenzaba a merodear recordándole la triste realidad de sus hermanos recién asesinados, todo pasa, algún día dejará de llorar cada atardecer recordando sus sonrisas llegando de las labores del campo, todo pasa, mientras duele el corazón se aferra buscando en la gracia de Dios su consuelo, cada día más apagada por la soledad y la incertidumbre de no saber qué hacer con tantos recuerdos.

  69. José Gracía Olegario

    ENCANTO RURAL
    – Anda, os voy a dejar que encendáis la candela.
    – ¿Y eso cómo se hace?
    La humedad se sentía hasta en la boca. Había manchas a lo largo de la pared. Algunas baldosas tenían musgo. El visillo del único ventanuco estaba sucio y olía a cerrado. La trémula llama del candil no alumbraba más de lo que alumbraría una luciérnaga…
    Los dos hermanos se miraban sin comprender. ¿Encanto rural?, musitó la madre entre dientes. Tiene gracia; y todavía hay quien quiere el retorno de la vida sencilla.

  70. TEMPUS FUGIT

    Llevaba tanto tiempo allí plantada que el MUSGO amenazaba con extenderse sobre sus pies. Pocos reparaban en ella, debía ser invisible. Miraba al cielo esperando que se apartara el VISILLO de nubes y el sol calentara de nuevo su rostro. De noche, las LUCIÉRNAGAS acudían de nuevo a su cita y se posaban en las cuencas desnudas de sus ojos. Escuchaba cantar a los pájaros. Dos HERMANOS llegaron un frío día de invierno para hacerle compañía. Le hacía GRACIA su silencio. Nadie les llevaba flores. Entonaron la canción del olvido, mientras recitaba poemas y dejaba caer pétalos sobre su tumba.

    Singrafista, Agosto 2024

  71. Tras el cristal.
    Era noche cerrada en el bosque. Aquel hombre regresaba a casa con la linterna encendida. Pisó una placa de musgo, resbaló y cayó al suelo. La linterna voló por el aire unos segundos. Desde dentro de la casa, apartando el visillo, aquel lejano vuelo de luz parecía una luciérnaga. Dos chiquillos, hermanos, con la nariz pegada al cristal de la ventana, esperaban a su padre que había ido a cortar algo de leña. No les hizo ninguna gracia ver como aquella luz quedó repentinamente inmóvil, y fue perdiendo potencia hasta apagarse. Se abrazaron. Sabían que su papá ya no volvería.

  72. Jaime Rojas Jiménez

    LAS BICICLETAS DEL ÁTICO.
    Llegaron en sus bicicletas.
    -No aparenta lo que cuentan…
    – ¿Y quién dijo “miedo”? ¡Subamos!
    En el descanso de la escalera, el musgo se colaba por un cristal roto de la ventana. Soplaba viento. “Pobre Cristina -pensó Roberto- estará asustada”.
    Arriba, un raído visillo dejó entrever la parpadeante luz de la luciérnaga.
    ¡Atrapémosla! -gritaron animados Cristina y sus hermanos-
    No. Déjenla, ella nos alumbrará.
    La siguieron al ático. Al atravesar la puerta…, se cerró fuertemente.
    Adentro se encontraban los niños desaparecidos sin rastro…, por gracia divina también estaban las bicicletas en las que habían llegado.
    Afuera no se escuchaban los murmullos.

    1. Jaime Rojas Jiménez

      LAS BICICLETAS DEL ÁTICO.
      Llegaron en sus bicicletas.
      -No aparenta lo que cuentan…
      – ¿Y quién dijo miedo? ¡Subamos!
      En el descanso de la escalera, el musgo se colaba por un cristal roto de la ventana. Soplaba viento. “Pobre Cristina -pensó Roberto- estará asustada”.
      Arriba, un raído visillo dejó entrever la parpadeante luz de la luciérnaga.
      -¡Atrapémosla! -gritaron animados Cristina y sus hermanos-
      -No. Déjenla, ella nos alumbrará.
      La siguieron al ático. Al atravesar la puerta…, se cerró fuertemente.
      Adentro se encontraban los niños desaparecidos sin rastro…, por gracia divina también estaban las bicicletas en las que habían llegado.
      Afuera no se escuchaban los murmullos.

  73. El árbol mágico

    A Camboya le faltan zapatos y le sobran sonrisas. Si miras bien, hay musgo en las rocas húmedas, y el visillo de las casas impide pasar calor. Cuando cae la noche, en el borde de este río, hay una luciérnaga… qué digo, hay miles bailando alrededor de un sólo árbol. Allí fuimos mis hermanos, cinco barcos de turistas y yo.
    _ ¿No será más bien una agencia de insectos que organiza visitas de humanos?
    Pedro siempre me hizo mucha gracia… pero cuando el árbol dijo que era el momento de dejar paso al siguiente barco, descubrí que no era broma.

  74. Reflejo sin ser visto

    Cubiertos de musgo, entraban en casa cada noche menudos pies secretamente, o no; el visillo siempre trémulo. Por juguetes: enciclopedias, donde figuraba aquel espejo al que, feliz llorando, veneraba, pero algo cambió la página, y merced a luciérnaga, en el lago finalmente se amistó. Sus hermanos, aliviados; su padre, lejano.
    “Con el tiempo, vuestra compañía mutó de gracia divina a pesada cruz, y sin haberos olvidado nunca, una súplica: no deseo ser un reflejo más. Ayudadme”. Entre ululares y chirridos, sola no hablaba; había una luna, nueva; una madre, muerta; y una ilusión en su seno, yo, que nunca vio.

  75. Compañeros de vida

    Recuerdo aquellas paredes que nos acogían en nuestros primeros encuentros pasionales, donde nuestros cuerpos se entrelazaban como enredaderas, pintando un lienzo de cristal.
    Recuerdo el olor de las sábanas que acariciaban tu vello, suave y húmedo como el musgo matinal.
    Recuerdo tu rostro anaranjado, iluminado por los reflejos del visillo, sobre el cual bailaban las sombras de un nogal.
    Recuerdo cuando nos perdíamos en nuestras conversaciones, acompañados por las luciérnagas que destellaban en la noche otoñal.
    Y la nostalgia me recorre por dentro al pensar que hoy somos solo amigos, hermanos. Y la alegría de haberlo logrado, con gracia.

  76. AMOR DE MADRE
    El musgo, detrás de la casa, guardaba los secretos inconfesables.
    Mi madre solía ignorar la libertad que latía al otro lado del visillo. Y poco a poco, probablemente sin saberlo, nos abrazó en su muro de protección y silencios.
    Alguna luciérnaga, recién llegada del futuro, intentó avisarnos. Pero su luz nunca nos hizo dudar.
    Con el tiempo, cuando ella murió, los hermanos nos fuimos distanciando. Dejamos de vernos cuando confirmamos que, entre las sombras, crecen plantas que no saben olvidar.
    Tiene gracia, desobedecer fue la única manera de cumplir con su último consejo: «llevaros bien cuando yo no esté».

  77. CUANDO LA FELICIDAD SE TORNÓ ROJA

    Tanto musgo por el paso del tiempo, pero todo sigue constante, inmóvil. Me mantengo resguardado del caótico, conectado tras este visillo que me mantiene alejado del vil infierno que se postra ante mí. Un infierno teñido de rojo carmín.

    Aún así, pinta una luciérnaga en este lienzo deprimente. Ella, vestida de mis dos hermanos ya inertes, tergiversa los recuerdos creyendo que la felicidad es presente. Pero ni la mayor gracia divina puede enmendar este pecado, porque de mis manos brota la sangre de los que más yo he amado.

  78. Jesús Navarro Lahera

    El hijo de Vicenta y Federico

    Cuando caí al suelo, las piedras me laceraron las rodillas, y para no gritar imaginé que debajo había un manto de musgo. A mi mente vino la imagen de la mujer que, oculta tras el visillo, había observado cómo nos subían a empujones al carromato. De pronto, sentí como si varias serpientes me clavaran en el pecho sus colmillos. Luego vi la luna, que vibraba igual que una luciérnaga. Entonces escuché los lamentos de los anónimos hermanos que morirían conmigo. Y yo, recordando mi querido Fuente Vaqueros natal, me limité a esperar el tiro de gracia del maldito asesino golpista.

  79. Ramón Roselló Ferrer

    A VECES, LA FELICIDAD

    ¿Cómo se mide la Felicidad?
    Susana, como publicista cuantificaba cualquier resultado. ¿Pero, la felicidad?
    Marchó a la casa del pueblo de su abuela paterna, donde tanto disfruto en los veranos de su infancia.
    La vivienda tenía el tejado casi cubierto de musgo. En la ventana del baño ondeaba el visillo de punto de gancho de la abuela. Se respiraba una invitación al letargo. Esa primera noche debajo del parral, mientras disfrutaba de una infusión de hierbas del jardín, admiró una luciérnaga que al igual que sus hermanos recorría con gracia todas las matas de lavanda; recuperó una porción de sí.

  80. Zigor Eguia Lejardi

    LA NUEVA VIDA DE SONIA

    Sonia dormitaba tumbada sobre la plataforma metálica del robot, mientras éste avanzaba pesadamente por el húmedo musgo que cubría el oscuro bosque de coníferas. Recogió varias hojas con las que fabricó un primitivo visillo para protegerse de la luz que emitía la luciérnaga gigante que les iluminaba. Aquel era un lugar peligroso, pero en compañía de sus nuevos hermanos, se sentía segura.
    En su infancia vivió con un padre violento que la maltrataba, hasta que un día le asestó el golpe de gracia, dejándola en coma irreversible.
    Ahora por primera es feliz, y ya no recuerda nada de aquellos días.

  81. PERDIDO
    Vago por la vida mirando al cielo mientras le imploro a Dios que me eche una mano para encontrar mi camino. Deambulo mientras medito y el musgo me señala dónde está el norte. Un desconocido, desde detrás de un visillo, me da indicaciones y corrige mi rumbo. Una luciérnaga ilumina mi senda, evitando que tropiece y caiga. Llego a casa y mis hermanos me cobijan, ayudándome a tomar decisiones sabias. No sé si mis palabras llegaron al cielo o si la gracia divina habita en la tierra.

  82. Clara Ramírez Gómez

    Allí, en ningún lugar

    Tal vez todo se reduce a eso. Al musgo trepando por las paredes que se encuentran a la sombra. Al visillo, que con su danza demuestra la existencia de una dulce brisa que se filtra en la casa por la ventana rota, aunque ya no pueda percibirla. Recuerdo apartar la tela para observar durante horas el recoveco que una luciérnaga había elegido como hogar. Pensaba que era solo una, pero tal vez vi a sus hermanos alguna vez. A mi parecer, siempre fue un ser de una gracia incomparable. Quizás lo sea yo también próximamente.

  83. Amanda Melinka Barría Cárdenas

    Peumayen-Lugar soñado

    —Te llamarás Peumayen— le dijo su madre al nacer —para que recuerdes que provienes de sueños y que perteneces a la tierra— como las ancestras MUSGO que la protegieron en sus primeros aleteos iluminados por el bosque.
    En su pequeño mundo, Peuma imaginaba que la separación de ella y los otros estaba conformado por un VISILLO imaginario y que su vida de LUCIÉRNAGA no era más que el lugar imaginado por otros.
    Sus HERMANOS pensaron que estaba loca cuando decidió ir lejos —¡Viajaré mucho más allá de lo conocido!— les dijo antes de revolotear llena de GRACIA surcando la ciénaga.

  84. DANIEL BLANCO PARRA

    CUMPLEAÑOS FELIZ

    Me reía porque el musgo me hacía cosquillas en los pies. Estaba húmedo, esponjoso, como andar sobre un bizcocho. Aporreé los cristales, pero no se veía nada, estaba el visillo echado. Supe que se hacía de noche porque una luciérnaga encendida empezaba a revolotear sobre mi pelo. Toqué al timbre y los llamé a voces. Seguían sin abrirme. Si pegaba el oído a la puerta, podía oír los cuchicheos de mis hermanos, los de mis padres, ellos cantándome a pleno pulmón Cumpleaños feliz. Me senté a esperar en el umbral, ya nada tenía gracia. Otro año, igual.

  85. José María Díaz Gil

    RECUERDOS DE INFANCIA, AUSENCIAS Y CICATRICES EN EL ALMA.

    Recuerdo nuestras vacaciones de la infancia. Seis personas montadas en un seiscientos color verde musgo, yendo a casa de la abuela.

    Ella siempre nos esperaba en la cocina, asomada a la ventana tras un visillo blanco.

    Tardes de merendar pan con chocolate y noches persiguiendo la luciérnaga que se escondía en la chimenea de la cocina…..

    Meses donde los cuatro hermanos crecíamos junto a los primos escuchando las historias que nos contaban nuestros mayores….

    Mi primer beso durante las fiestas con Gracia, la niña más bonita del baile….

    Eran tiempos que ahora son solo ausencias y cicatrices en el alma.

    1. Supernova

      Lentamente un tupido manto de musgo fue envolviendo su cuerpo, adhiriendose a su piel fría y húmeda por tantas lágrimas. Observaba el mundo a través de un visillo de niebla que no le permitia vislumbrar con claridad más allá de la desolación. Deslumbrada por su propia luz, al igual que una luciérnaga.
      Era una estrella que murió miles de años atrás, pero que aún ilumina las noches con él tenue reflejo de su tímido brillo.
      Únicamente, los hermanos que la vieron crecer, comtemplaron con impotencia como día tras día fue cediendo su gracia a la melancolía.

  86. Javier Rubio Salazar

    EL PORTAL DE BELÉN

    Papá recogía el musgo y lo llevaba con cuidado, como si no quisiera despertarlo. Yo, junto al río de papel de plata, retiraba el visillo y lo admiraba. En la mesa esperaban los pastores y el Niño. La luciérnaga, decía, sería el ángel que trae la buena nueva. Mis hermanos y yo preguntábamos qué eran las buenas nuevas. Sorpresas, nos susurraba. Cosas mágicas. Y ponía esa cara que nos hacía tanta gracia. Esa mañana de Navidad me convencí de que todo estaba bien, que se curaría, que la vida podría ser siempre generosa.

  87. EL ABRIGO DE LA NOCHE

    Solíamos pasear por el cerro en las gélidas mañanas de invierno. La densa niebla difuminaba las siluetas en la cercanía, mientras el eco del silencio se interrumpía al crepitar el musgo bajo nuestros pies. La sombra de la abuela nos esperaba detrás del visillo, puntualmente, a la hora del almuerzo.
    Cuando su cuerpo marchito se detuvo, una simpática luciérnaga comenzó a visitarnos en la nocturnidad de aquellos días. Mis hermanos pequeños examinaban cómplices la gracia de su aleteo a través del cristal. Aunque no lo sabían, la abuela seguía cuidándonos, iluminando la penetrante oscuridad tras su partida.

  88. CAMINO PRIMITIVO
    Sentía en el musgo bajo sus pies el frescor del amanecer. A lo lejos, una niebla fría y espesa descendía por la ladera de modo que las montañas parecían ser vistas a través de un visillo viejo y raído.
    Miró hacia atrás. Unos ojos verde luciérnaga se alzaron con una mirada tierna pero decidida. De su mano, iba el pequeño de los tres, que le sonrió con tristeza. A pesar de todo, conservaba la confianza de sus hermanos. Una gracia incondicional que le pesaba en el pecho. Volvió a mirar hacia delante. -Vamos- dijo. -Aún no hemos llegado-.

    1. La coma puesta a continuación de “De su mano” es incorrecta. La oración correcta sería: “De su mano iba el pequeño de los tres, que le sonrió con tristeza.”

      1. CAMINO PRIMITIVO

        Sentía en el musgo bajo sus pies el frescor del amanecer. A lo lejos, una niebla fría y espesa descendía por la ladera de modo que las montañas parecían ser vistas a través de un visillo viejo y raído.
        Miró hacia atrás. Unos ojos verde luciérnaga se alzaron con una mirada tierna pero decidida. De su mano iba el pequeño de los tres, que le sonrió con tristeza. A pesar de todo, conservaba la confianza de sus hermanos. Una gracia incondicional que le pesaba en el pecho. Volvió a mirar hacia delante. -Vamos- dijo. -Aún no hemos llegado-.

  89. LA CASA
    La primera sensación al traspasar la verja fue clara, la casa llevaba deshabitada mucho tiempo.
    La imagen frente a aquellos escalones, ahora llenos de musgo, era desoladora. Miramos al gran ventanal y recordamos a nuestra madre, vigilando atenta tras el visillo nuestros inocentes juegos. El destello contra un cristal nos hizo rememorar la última noche antes de volver a la ciudad, con Fermín intentando atrapar una luciérnaga…
    Tras varios suspiros, los tres hermanos, instintivamente, nos fundimos en un abrazo. Y resignada les confesé: “Tiene gracia, siempre quejándome por veranear aquí y ahora solo nos recuerdo siendo muy felices”.

  90. DAFNE
    Le encantaba trepar a los árboles, andar descalza sobre el musgo, dar vueltas sobre sí misma y dejarse caer. Sentía el pulso la tierra y escuchaba sus entrañas. El bosque se movía. Las hojas formaban un visillo verde que dejaba pasar la luz. El sol, travieso, se colaba entre su ropa y le acariciaba los muslos y las pestañas.

    La noche que Dafne se convirtió en árbol, las luciérnagas bailaron a su alrededor. Sus padres y hermanos lloraron, Apolo lloró, pero ella no. Ella sonreía. El viento silbaba y mecía sus ramas con gracia. Estaba en casa.

  91. Prefiero mi luz.
    Estoy en la casa que está cerca del árbol cubierto de musgo. Quisiera eliminar el visillo que entorpece mi vista hacia el bosque. Pablo me explica con detalle que una luciérnaga se ha posado en el árbol, y le sorprende su presencia y que su luz sea tan tenue, a diferencia de lo que él esperaba. Escucho a los hermanos dialogar y compartir; pasan tiempo conmigo. Cómo quisiera tener luz para ver al insecto; segura que me causaría un poco de gracia. Aún recuerdo aquella mañana en que observaba. Prefiero quedarme con mi luz. En otra vida observaré.

  92. Mª BEGOÑA SAIZ RODRÍGUEZ (LA REINA)

    EL REFLEJO
    Toda la familia se encontraba reunida en el gran salón, tras la desconcertante desaparición de Frank.
    Mientras, John en la cocina, observaba el musgo del reciente árbol que adornaba el patio trasero.
    Aquella oscura y fría ventana, cubierta con solamente un viejo visillo, de pronto, se vio iluminada por una preciosa luciérnaga. En ese momento, la imagen de su sombra más oscura, le jugó una mala pasada. Por un instante, aquel inquietante reflejo le hizo dudar. John y Frank, eran hermanos gemelos. Después, cruelmente, le hizo gracia.
    Sólo John, sabía lo que se encontraba bajo aquel misterioso árbol.

  93. ANA ALCALDE JIMENEZ

    HERMANOS
    Se encontraron en el jardín, se miraron un instante, el musgo crecía en sus corazones, acallando sus latidos, taponando cada uno de sus poros. Sus ojos abiertos, mirándose a través de un visillo turbio que ocultaba su interior. Sus vidas eran noches sin luna, tormentas de celos mordidos con palabras vacías que crecían como yedra, sin sentido. Solo bastaba escupirlas y dejar salir el amor dejar fluir esa sangre compartida y acercarse a la luz de lo oscuro, luciérnaga de la esperanza, halo mediador entre hermanos que por fin se perdonaron en aquel momento intenso de gracia.

  94. ENCUENTRO IRREMEDIABLE

    reojo, te veo asomado tímidamente en la ventana. Tus ojos verdes musgo, me miran con deseo, me giro y nos sonreímos con picardía. Las ganas de descubrirnos son tan fuertes que saltas a mi habitación, arrancando el visillo beige que separaba un encuentro inevitable, y corres hacia mí para elevarnos al cielo.
    Con la luz de las velas bailando románticamente en las paredes, brillan, como una luciérnaga, nuestras miradas e irradian con deseo nuestras sonrisas, arrancándonos a bocados esta pasión, fruto de la atracción.
    Menos mal que la vida no nos ha hecho hermanos sino, ¡vaya gracia!

  95. GASPAR ÁNGEL RACHZ

    LA CASONA
    El musgo cubría toda la casona, incluso el visillo del ventanal estaba ennegrecido por el tiempo, a su través es sol se veía como una luciérnaga. Mis hermanos zapatearon y desde la alfombra se levantó un polvo que no me hizo ninguna gracia, pues mi alergia agazapada se despertó.
    GASPAR ANGEL RACHZ

  96. La visita
    El olor a musgo se cuela por la ventana abierta. El visillo aletea al compás de la luciérnaga que merodea por allí, va revoloteando acompañada de la luz de la luna, entra en la sala e intenta posarse en el marco de la foto de mis hermanos que hay sobre el piano. Después de varias piruetas, con la gracia etérea de una bailarina se posa sobre la imagen de mi hermano fallecido. Viene a visitarme de nuevo ¿qué me tendrá que contar esta vez?

  97. Yago Pérez Fernández

    Te debía esta carta.

    Mi padre cogía un poco de musgo del jardín para decorar el belén.
    La vieja del visillo del barrio, siempre lo observaba para asegurarse que nunca se lo cogía a ella.
    Uno de los placeres del verano es observar como una luciérnaga vuela delante de tus ojos.
    Mis hermanos y yo pasábamos mucho tiempo fuera, incluso de noche, entre la hoguera de San Juan, las verbenas del pueblo, la lluvia de estrellas …
    La gracia de estar en vacaciones es poder aprovechar todo el tiempo libre para ir a la playa, hacer excursiones, jugar a videojuegos todo el día…

  98. Cecilia de Lourdes Salazar Ruiz

    El regreso
    Un grupo de pequeños la perseguía, casi a punto de alcanzarla, Helena sonrió y cambió de dirección su mirada hacia las luces de la gran ciudad. Éstas la distrajeron impidiéndole ver el musgo que había crecido, cual manto en una rama del ciprés. Desde allí éste intentaba reconocerla a través del visillo de la ventana, con ayuda de una luciérnaga que lo acompañaba. En aquel intento fueron hermanos, pues ella lo animaba con su brillo intenso. Mientras, Helena recordaba, con gracia, los dulces juegos en el bosque… de aquel entonces.

  99. M. CATALINA PASCUAL

    RITUAL
    Desde el sendero del jardín se escucha el ruido del agua entre las piedras cubiertas de musgo y se descorre el visillo de un instante mágico en el que una luciérnaga ilumina brevemente la oscuridad.
    Sobrevuela la escena un búho de ojos grandes y profundos. Al igual que sus hermanos de la noche, posee la gracia innata de captar lo que aparentemente no se ve.
    La mirada de una mujer reflejada en los ojos de la diosa que invocó por medio de fervientes plegarias. La luna nueva, tranquila y cautelosa, espera.

  100. Jaime Rojas Jiménez

    SEMILLAS DE MARZO EN DICIEMBRE

    Nada cambia cuando la luna de marzo escapa de madrugada, alumbrando el camino a los amantes. El musgo acoge sus huellas que el visillo de garúa lava silenciosamente. Amanece. La luciérnaga esconde su luz… Silencian sus compases las guitarras. Los gallos anuncian el nuevo día. Los amantes desandan sus pasos. Termina la noche de juerga. Dos hermanos reencuentran sus copas medio vacías; ambos conquistaron morenas bajo la luna llena. Ninguno perdió su apuesta. No hay discordias en días de fiesta…
    El festejo culmina, con la gracia que el Santo Patrono otorga cada año… En diciembre recordaran la luna de marzo…

    1. Jaime Rojas Jiménez

      Nada cambia cuando la luna de marzo escapa de madrugada, alumbrando el camino a los amantes. El musgo acoge sus huellas que el visillo de garúa lava silenciosamente. Amanece. La luciérnaga esconde su luz… Silencian sus compases las guitarras. Los gallos anuncian el nuevo día. Los amantes desandan sus pasos. Termina la noche de juerga. Dos hermanos reencuentran sus copas medio vacías; ambos conquistaron morenas bajo la luna llena. Ninguno perdió su apuesta. No hay discordias en días de fiesta…
      El festejo culmina, con la gracia que el Santo Patrono otorga cada año… En diciembre, recordaran la luna de marzo…

      1. Jaime Rojas Jiménez

        SEMILLAS DE MARZO EN DICIEMBRE.
        Nada cambia cuando la luna de marzo escapa de madrugada, alumbrando el camino a los amantes. El musgo acoge sus huellas que el visillo de garúa lava silenciosamente. Amanece. La luciérnaga esconde su luz… Silencian sus compases las guitarras. Los gallos anuncian el nuevo día. Los amantes desandan sus pasos. Termina la noche de juerga. Dos hermanos reencuentran sus copas medio vacías; ambos conquistaron morenas bajo la luna llena. Ninguno perdió su apuesta. No hay discordias en días de fiesta…
        El festejo culmina, con la gracia que el Santo Patrono otorga cada año… En diciembre, recordaran la luna de marzo…

  101. Jaime Rojas Jiménez

    ESPERA BAJO LA LLUVIA

    Un olor acre -similar a musgo podrido-, es el vago recuerdo que su amnesia trasparenta, a través del visillo de su menguada memoria.
    Sus pesadillas, reiteran la imagen difusa de una luciérnaga gigante; persiguiéndolos con su luz y explotando sobre ellos.
    Los rostros de su madre y hermanos se desvanecen, en un fallido intento de huida…
    -La luz realmente fue un misil en el cielo… Ahora está Huérfana. Nada le queda…, solo la gracia de estar viva, escondida en los túneles. Afuera llueve.
    Ella desconoce que el olor acre emana de los cadáveres…, ignora qué le espera…
    Continúan lloviendo misiles-.

    1. Jaime Rojas Jiménez

      LA VIDA ESPERA BAJO LA LLUVIA
      Un olor acre -similar a musgo podrido-, es el vago recuerdo que su amnesia trasparenta, a través del visillo de su menguada memoria.
      Sus pesadillas, reiteran imágenes difusas de lluvia y una luciérnaga gigante; persiguiéndolos, alumbrándolos y explotando sobre ellos.
      Los rostros de su madre y hermanos, se desvanecen en el fallido intento de huida…
      -El destello realmente fue un misil en el cielo… en segundos terminó huérfana. Nada le queda…, solo la gracia de estar viva, escondida en los túneles -afuera llueve-.
      Ella, desconoce que el olor acre emana de los cadáveres…, ignora qué le espera…
      Continúan goteando misiles.

  102. INSEPARABLES

    Estaba el olor a musgo, a árbol, arroyo, colina, bosque, que él espiaba escondido tras un visillo de su cuarto. Todo próximo y a la vez lejano; inalcanzable.
    Estaba la luz de la luna, los brillos del sol entre las hojas, y, a veces, alguna luciérnaga, como la que trajo una vez su hermano, en un bote de cristal, para hacerle compañía. Hermanos. Inseparables. –decían– ¡Qué gracia! Pero uno no podía abandonar la casa, y era el otro el que traía, cada tarde, pedazos del mundo, adornados con los relatos de sus aventuras, donde, entonces sí, estaban juntos. Siempre.

  103. Alvaro García Pariente

    Secretos de familia

    Hayamos musgo en sus zapatos y sangre en el visillo del salón, observe el tatuaje de una luciérnaga en el brazo, idéntico al suyo, ¡ya es casualidad!, una vecina comentó que sus padres fallecieron en extrañas circunstancias y que no tenía hermanos varones, recordaba a una hermana que desapareció hace años sin dejar rastro, todo muy sórdido, suponemos que se arrastró hasta la piscina y aquí le dieron el tiro de gracia, por los indicios conocía al asesino y confiado le abrió la puerta y ahora si quiere inspectora vea el interior de la casa.
    No es necesario, gracias.

  104. Paloma Sampedro Canet

    Punto final

    Ya llevaba varios días muerta cuando la encontraron tirada en aquella húmeda sala; el musgo crecía entre sus uñas; el visillo, arrancado al caer, cubría su pálida piel y una solitaria luciérnaga era el único ser vivo que la velaba. Sus hermanos en repetidas ocasiones se lo habían advertido que aquel libro era peligroso, que lo dejara, pero ella no hizo caso, pensó que exageraban. La agónica lectura la llevó sin vacilar hasta la última página y fue entonces cuando aquel obscuro personaje, se volvió y le propinó el tiro de gracia.

  105. Maria Francisca Bernal Gomez

    Cerebro en off
    Alzó la mano y apartó la rama de olivo. Le gustaba aquella parte del jardín. En su memoria hacía tiempo que creció el musgo escondiéndole las palabras. El visillo, colgado ante sus recuerdos, desdibujaba las facciones amigas que a veces revivían con la luz de alguna luciernaga: la voz de sus hermanos, el pelo pajizo de su nieto, la sonrisa de su hija… , ¿ o era el pelo pajizo de su hija, la voz de su nieto y la sonrisa de sus hermanos?
    Daba igual. Se sentía en gracia bajo la sombra de aquel árbol rodeado de desconocidos

  106. DAFNE

    Le encantaba trepar a los árboles, andar descalza sobre el musgo, dar vueltas sobre sí misma y dejarse caer. Sentía el pulso de la tierra y escuchaba sus entrañas. El bosque se movía. Las hojas formaban un visillo verde que dejaba pasar la luz. El sol, travieso, se colaba entre su ropa y le acariciaba los muslos y las pestañas.
    La noche que Dafne se convirtió en árbol, una luciérnaga bailó a su alrededor. Sus padres y hermanos lloraron, Apolo lloró, pero ella no. Ella sonreía. El viento silbaba y mecía sus ramas con gracia. Estaba en casa.

  107. ✧ ꒰ა Los niños-hada ໒꒱ ✧

    Sobre el musgo del infinito jardín-jungla trasero del palacio pastel y art nouveau parisino, de altas puertas doradas y opalescentes, a través del visillo rosa, vieron a la luciérnaga irisada, ¿o era acaso un hada? Los hermanos gemelos Zafra, de rubios rizos y ojitos como zafiros, con gracia salieron por la ventana acristalada con sus trajecitos celestes y blancos de marinero y zapatitos de charol perla, en busca de las haditas de palacio, que los cuidaban para leer sus cuentos y confeccionar con ellas bonitos collares de diamantes y otras piedras preciosas en la mesa blanca del bello salón-biblioteca rococó.

  108. Jaime Rojas Jiménez

    ANTELACIÓN CHAMÁNICA
    El chamán ordenó sepultar al fallecido Cacique, bajo el musgo que abrigaba las piedras del río. Tras del visillo ceremonial canturreaba: -“renacerá como roca, preservaremos su memoria con ella…, recordaremos al mejor guerrero y guía de nuestro pueblo”.
    Sorbió balché trece veces.
    En trance, visualizó el futuro colectivo: una luciérnaga se posará desolada sobre su tumba…, sus hermanos guerreros serán exterminados y todo su pueblo será conquistado y esclavizado.
    Sonrió con gracia. Su visión chamanística reveló al asesino del cacique; irónicamente llorando, creyéndose vencido y sin saberlo, sobre las rocas de su tumba.
    Llevaba consigo el oro conquistado…

    1. Jaime Rojas Jiménez

      ANTELACIÓN CHAMÁNICA
      El chamán ordenó sepultar al fallecido Cacique, bajo el musgo de las piedras del río. Tras del visillo ceremonial canturreaba: -“renacerá como roca, preservaremos su memoria. Con ella…, recordaremos al mejor guerrero y guía de nuestro pueblo”.
      Sorbió balché trece veces.
      En trance, visualizó el futuro colectivo: una luciérnaga-dijo- se posará desolada sobre su tumba…, sus hermanos guerreros serán exterminados y todo nuestro pueblo será conquistado y esclavizado.
      Sonrió con gracia. Su visión chamánica le reveló al asesino del cacique; creyéndose vencido y, sin saberlo, lloraba sobre la tumba de su enemigo.
      Irónicamente el oro conquistado, cayó entre las rocas…

  109. Jaime Rojas Jiménez

    PÉRDIDAS COLATERALES
    Disciplinada y silenciosamente la tropa, en fila india bordea el musgo, cruza el riachuelo por el puente de una rama caída. Siguen el plan trazado sin que nadie las lidere. Su objetivo es escalar la pared, conquistar el alfeizar de la ventana y derrapar por el visillo hasta alcanzar la mesa del comedor….
    Esta oscuro, pero ya la luciérnaga se adelanta alumbrando, aunque su objetivo es otro: encontrar pareja. Los hermanos de tropa, comienzan la tarea de recoger migajas de azúcar…
    Siempre en fila india, emprenden el regreso con su carga. Desconocen que el puente fue arrastrado por el riachuelo…

    1. Jaime Rojas Jiménez

      PÉRDIDAS COLATERALES
      En fila india, disciplinada, silenciosamente, la tropa sigue el plan trazado. Sin nadie liderando, bordea el musgo, cruza el riachuelo (usando una rama caída como puente).
      Su objetivo es: escalar la pared, conquistar el alfeizar de la ventana y derrapar por el visillo hasta alcanzar la mesa del comedor….
      Oscurece, pero una luciérnaga se adelanta alumbrando. Obviamente su objetivo es otro: encontrar pareja. Empieza la lluvia…
      Los hermanos de tropa comienzan la tarea de recoger migajas de azúcar…-afuera llueve torrencialmente-.
      Siempre en fila india, emprenden el regreso con su carga. Desconocen que el puente fue arrastrado por el riachuelo…

  110. La escapada

    Sentía su aliento a musgo incluso antes de que corriera el visillo de la puerta, desde donde se aseguraba de que ya estuviera dormida. Su mirada, encendida como una luciérnaga en la oscuridad, perforaba mis sueños y los llenaba de podredumbre. “Tranquila, somos como hermanos”, me susurraba deslizando su mano por mi muslo mientras se colaba entre mis sábanas. Las noches de verano fueron tristes y pegajosas en aquel familiar piso del barrio de Gracia al que jamás volví.

  111. Hamelín
    Una capa de musgo uniforme sobre los troncos. Eso era lo único que podía ver a través del visillo. A veces, por las noches, el deambular errático de una luciérnaga cortando la oscuridad.
    Habían pasado doce días con sus noches desde que sus hermanos marcharan prometiendo regresar con mamá, o al menos con víveres.
    No le hacía gracia romper la promesa que les había hecho, pero no tenía alternativa. El chirrido de la puerta al abrirse sonó menos agudo que el de sus tripas. Enseguida fue sofocado por el sonido hipnótico de la flauta. La niña echó a andar.

  112. La ventana

    De una vez fuimos a cambiarle la cara, queríamos venderla. El musgo la hacía ver sucia y descuidada. Andoni dijo que vio algo en la ventana, tras el visillo raído. «Imposible», le dije, «ha estado deshabitada durante décadas».
    Se hizo de noche. Andoni se puso a perseguir una luciérnaga. Hace mucho que no veíamos, en la ciudad no hay. Me resistí a su infantilidad, al principio; pero terminé correteando con él: los hermanos siempre serán niños.
    El bicho iluminó brevemente la ventana. Miré a Andoni, le di mano y nos acercamos. Lo que vimos no nos causó ninguna gracia.

  113. Gema Sánchez-Guijaldo

    LAS OVEJITAS DEL BELÉN
    El musgo que recogimos en la parcela de nuestros abuelos mientras la abuela cosía el visillo del gran ventanal del salón por la que vimos aquella luciérnaga revolotear con su incandescente brillo nos sirvió a mis hermanos y a mí para decorar el Belén de Navidad.
    Todos los años nos hace gracia cada vez que abrimos la caja de las figuras y sacamos aquellas ovejitas de algodón y arcilla que mi hermano mayor hizo en el colegio.

  114. LA CASA OCUPADA

    La noche ocultaba sus pasos mientras se adentraba en la casona que acababa de heredar.
    —Mamá, ¿eso es musgo? —preguntó uno de los pequeños mientras señalaba el verdín que llenaba de color el visillo blanco. Ella arrugó la nariz, asqueada.
    Una luciérnaga se contoneó ante sus ojos y a punto estuvo de formar parte del estampado orgánico que poblaba las cortinas raídas.
    A los hermanos les hizo gracia su reacción y corretearon entusiasmados a su alrededor, levantando un aire frío que le erizó la piel. «¬¿A quien se le ocurre venir sola a visitar la vieja mansión?», se reprochó.

  115. Enrique Suárez Caycedo

    UNA DISTRACCIÓN INOPORTUNA

    Lo escribió con las palabras en orden —género y número sin modificar—, musgo, visillos, luciérnaga, hermanos, gracia. Puro realismo mágico: Una niña que hablaba sola mientras jugaba con su casita de musgo, visillos de trébol y luciérnaga por bombilla. De fondo, una familia entristecida, hermanos ausentes, insinuación de una desaparición forzada. Al final, la gracia, los hermanos habitaban en la casa de juguete. Incluso lo tituló con la causa del mes, abrazando ilusiones. Era bueno. A punto de enviarlo pensó, «Susan, tú no deberías participar, ya que te pidieron escoger las cinco palabras». Eliminó y continuó con su nuevo guion.

  116. Farid González Rodríguez

    Recuerdos Vívidos:

    Musgo y verdín cubrían el zócalo de la ventana de lo que había sido su habitación. El frío viento nocturno entraba al cuarto por los vidrios rotos, sin el visillo de tela fina que solía detenerlo. El lugar abandonado, lleno de moho, tierra e insectos era un caos de escombros y recuerdos pisoteados.
    Una única luciérnaga iluminaba la oscura morada proyectando su luz incandescente sobre el suelo de parquet podrido donde solía jugar con sus hermanos. Las anécdotas divertidas que poblaban su memoria ya no le causaban gracia, sino melancolía.
    Tristemente la habitación era toda suya, como siempre había querido.

  117. DESAPARECIDA

    En el abrazo frío de la noche, retumbaban pasos inciertos que se adentraban en el bosque.
    —Tenemos que atravesar el río. Ten cuidado, las piedras tienen mucho musgo…
    —¡Ay!
    El cuerpo cansado del benjamín del grupo cayó al agua, perdiendo tras de sí el único fragmento de visillo que había rescatado del incendio. Una prueba que ahora se desvanecía, como la luz de una luciérnaga al acampar el día.
    Los hermanos de Gracia siguieron caminando, en busca de un indicio que mantuviera viva la esperanza de encontrarla… Sin saber que, muy de cerca, unos ojos atormentados les observaba.

  118. NUNCA ES TARDE, NADA SE PIERDE

    El musgo cubría el portón olvidado al fondo del jardín. Tras el visillo, la abuela observaba expectante. Súbitamente, una luciérnaga se posó en el pomo. Los hermanos, riendo, la intentaron atrapar y la puerta cedió, descubriendo una estancia llena de objetos que reconocieron como de su difunto abuelo: cientos de libros, instrumentos, cuadros, esculturas, ropajes y demás abalorios que se desparramaban por los estantes. De repente, en la penumbra, vislumbraron a un lindo conejo blanco que les miraba con gracia, justo antes de que desapareciera en un gran agujero con el reloj de bolsillo del abuelo enredado en su cuello.

  119. Yennice Pérez Padrón

    Paradoja

    Afuera, la noche susurra y se presenta oscura, fría, húmeda, aviva el musgo creciente que la envuelve.
    Adentro, el fuego vivo, ardiente y radiante, parece ignorar lo oculto por el visillo.
    Afuera, la luciérnaga resplandece, resiste, avanza, anuncia el devenir de la luz que emana de su interior.
    Adentro, la claridad tan cálida como firme, determina e ilumina cada rincón.
    ¡No hay duda hermanos! Tanto más oscura la noche, con más fuerza resplandece la luz: «Paradojas de la Gracia».

  120. Amanda Hurtado Moreno

    Alicia

    El árbol frente a la casa era el mejor lugar para mirar la cocina. Apoyada en el musgo, observaba todo aquello que pasaba tras el visillo de la ventana. De día, un trozo de pastel sobre la encimera hacía estallar sus papilas gustativas a través de las pupilas. De noche, sin luz en el interior para asomarse, una luciérnaga le hacía de compañía en la oscuridad. Como ella, se sentía un insecto. Le encantaría hablar con sus hermanos cuando les veía correteando por el jardín. Pero, ¿con qué gracia podría explicar lo que le había ocurrido al atravesar aquel espejo?

  121. JUEGO

    Con el tiempo el musgo se va apoderando del árbol que plantaron mis abuelos en el jardín. Lo compruebo cada noche también corriendo el visillo de la ventana de la habitación antes de irme a dormir. Hoy una luciérnaga revolotea alrededor del viejo árbol, hipnotizándome para el sueño en el que volveré a jugar con mis hermanos abrazando el tronco que cada año era más ancho, y desde una rama hacer alguna gracia que siempre nos hacía reír con nuestros padres.

  122. ‘el secreto de Dani’

    «¿¡Musgo!?»… musgo y telarañas es todo lo que me queda en el recuerdo.
    Aunque hoy a vuelto uno que casi tenía olvidado.
    Tras el visillo, cada noche, volaba una luciérnaga estrellándose violentamente una y otra vez contra el cristal.
    Apagaba y encendía su luz como un mensaje morse.
    Nadie suponía que era el espíritu de uno de mis hermanos; Dani desapareció jugando en la laguna, mientras cazábamos libélulas.

    Os pido, por la gracia de Dios, que no se lo contéis a nadie.

    Su mensaje era:

    «¡Soy Dani! … ¡Estoy vivo!»

    Hasta que salió mi madre y la aplastó con una escoba.

  123. Jaime Rojas Jiménez

    ECOS DEL ALTAÍR
    El musgo, irreverentemente ancló sus verdes mosaicos, en la proa sobresaliente del hundido navío. El difuso visillo del tiempo, difuminó su desgracia y le borró el nombre pintado en la popa.
    Por las noches una luciérnaga ilumina el naufragio buscando respuestas.
    Tres hermanos pescadores, únicos sobrevivientes, anualmente recuerdan el suceso:
    -Ese día nos alcanzó el eco de la guerra. En tres días, por gracia del universo, sobrevivimos tres naufragios.
    -El último fue en el Altaír. Como supervivientes, continuamos la vida pescando…
    -Cada aniversario, escuchamos gritos desesperados desde el navío hundido y nadie se atreve bajar a la playa para ayudar…

  124. ENTRE LUCES Y SOMBRAS

    Como si se tratara de un musgo espeso, así sentía su cabeza, llena de pensamientos enredados y pesados. Sus ojos, hundidos bajo sus manos, dejaban entrever, como si se tratara de un visillo roto, un diminuto resplandor que lo hizo salir de su ensimismamiento. Una solitaria luciérnaga brillaba tímidamente en aquella oscuridad. Como si una magia sutil hubiera disuelto sus preocupaciones, sus pensamientos se tornaron más amables, evocando el recuerdo de sus hermanos maravillados por las diminutas luces que titilaban en las noches oscuras de la casona de sus abuelos. Esto le hizo gracia.

  125. Jaime Rojas Jiménez

    JUEGO DE LUCIÉRNAGAS
    -¿Verde? ¿El musgo solo es verde? Yo lo veo pardo…
    -Que sí, que es verde y que mientras haya agua prospera…, como la pobreza…
    -Ya casi lo notas con las lucecitas.
    «Hay que tener un visillo doble para no ver la torpeza con que la neblina esconde la luz de la luciérnaga.»
    A gracia se lo toman, metiéndolas en su boca. ¡que coj…! Parecen extraterrestres con los cachetes iluminados… Ya les conté lo que le pasó al vecinito por hacer lo mismo….

  126. Jaime Rojas Jiménez

    LOS MIGRANTES
    El migrante es como musgo. Se adapta a las carencias. Ningún visillo oscurece su camino. Si cae se levanta, gesticula su dolor y avanza. Solo la muerte detiene sus sueños. Es como luciérnaga auto alumbrando su sendero. No necesita hermanos de sangre que le aplaudan, solo la solidaridad humana que lo apoye para desarrollarse. La gracia es dejar su huella cultural sin imponerla. Compartir su visión de mundo y vivir la vida empáticamente. Al fin y al cabo, respiramos el mismo aire y consumimos de la misma tierra. Todos sabemos dónde quedó nuestro ombligo, pero no donde dejaremos los huesos…

  127. Jaime Rojas Jiménez

    LA VEJEZ DEL TIEMPO

    La telaraña del tiempo transforma en musgo los sueños, grandiosos o fallidos, que cada quien espera alcanzar en la vida. Ellos entretejen la búsqueda de la felicidad y en el ínterin, transmutan a blancos los negros cabellos.
    Como visillo de novia, las níveas pestañas, traslucen las miradas lánguidas de los ancianos. Su voz se hace intermitente como luz de luciérnaga, pero más sabia. Su mente divaga por recuerdos consistentemente guardados. Olvida fechas, nombres, a veces lugares, pero no el espíritu feliz, en compañía de amigos y hermanos. Quizás algún día, comprenderemos que la sabiduría es la gracia de la vejez.

  128. Jaime Rojas Jiménez

    LOS BRUJOS Y LOS ALQUIMISTAS DE LAS CIENCIAS
    Cuando los brujos se revelaron, el musgo de la ciencia ya refrescaba los anaqueles de la historia. El visillo que opacó el conocimiento, lo alumbró como luciérnaga (destello a destello), la luz iluminada de los inmortales Saint Germain y Fulcanelli, al paso formidablemente estoico de hermanos alquimistas.
    Ellos, empíricos, masones y herméticos en su implacable búsqueda de la eternidad; resultaron vencedores del tiempo inventando las ciencias… la gracia es, que deambularon entre brujos y rebeldes, sofistas sin ciencia y herejes.
    Su rebelión solo fue la metáfora que explicó el mundo y sus intrínsecos vaivenes, entre la sabiduría y el dogmatismo…

  129. La mesa de jardín

    Aparte de vieja, me considero inservible y rota, además, creía que mis mejores días habían pasado ya, pues no:

    Se acercaron los cuatro y contenta pero avergonzada, acepto la reunión. Mi óxido lo sacuden sentados y sin reclamos.
    Agradecida y conmovida pongo atención, hablan de la abuela, de su ausencia. La conversación la terminan taciturnos todos. Manuel y José observando el musgo, Martha y Roberta, el visillo.

    Resplandece entonces la pancita de la primer luciérnaga y los hermanos se retiran atesorando el recuerdo, sintiendo la gracia. Aquí me quedo yo, serena por esta última reunión.

  130. Rosario Patricia Ramos Orellana

    Una puerta oculta
    Esta casa me desagrada. Una noche, mientras buscaba mi pelota, observé una puerta oculta entre el musgo. Percibí que alguien me observaba. Miré hacia el visillo de la ventana de la casa, pero no había nadie. Abrí aquella puerta que sentía que me llamaba, y vi una luciérnaga volar; después de unos segundos, cientos de ellas brillaron. En un fugaz destello, un diminuto hombrecillo pasó. Asustado, corrí hacia donde estaban mis hermanos para contarles lo sucedido. Aunque les causó gracia, me siguieron, pero, como por arte de magia, la puerta ya no estaba.

  131. Eterno retorno

    Lleva eones detenida frente a la ventana abierta. La piel, de marrón coriáceo, presenta ya el nacimiento de algunos filidios de musgo y los cabellos danzan en torno al visillo izquierdo, dibujando las estelas de su pensamiento.
    Aguarda su regreso.
    Espera.
    Con la mirada perdida en las constelaciones de luces que traza la luciérnaga en su jardín, buscando el rumbo abandonado.
    Con las manos clavadas al costado, la barbilla, pronunciada, oteando las afueras de sí misma.
    Aun con sus hermanos gritando desde adentro que renuncie.
    No lo hará.
    La gracia de los dioses no lo traerán de vuelta.

  132. Cesar Augusto Rodriguez Rodriguez

    MILAGRO ESTACIONAL
    Por la ventana de mi celda, acaricio el musgo que crece al exterior de la pared. La humedad me recuerda su piel, cubierta en verano por un visillo febril.
    Bajo el titilar de una luciérnaga, unos pasos irrumpen; campanadas apresuradas que invaden el silencio e impregnan el aire con aliento a sahumerio y sus rostros yermos.
    —¡Sed testigos, hermanos! —grita alguien.
    Congregados al compás de las cuentas de madera, los demás se persignan y rumorean, al contemplar la gracia con la que la silueta de su cuerpo ha aparecido en la pared.

  133. DESAPARECIDA

    En el abrazo frío de la noche, retumbaban pasos inciertos que se adentraban en el bosque.
    —Tenemos que atravesar el río. Ten cuidado, las piedras tienen mucho musgo…
    —¡Ay!
    El cuerpo cansado del benjamín del grupo cayó al agua, perdiendo tras de sí el único fragmento de visillo que había rescatado del incendio. Una prueba que ahora se desvanecía, como la luz de una luciérnaga al acampar el día.
    Los hermanos de Gracia siguieron caminando, en busca de un indicio que mantuviera viva la esperanza de encontrarla… Sin saber que, muy de cerca, unos ojos atormentados les observaban.

  134. Como cada tarde
    Miró la humedad del musgo, el visillo de la ventana apenas vigilante. Él esperó la luz de luciérnaga
    del farol, presentía sus presencias pactadas e implacables. No cabía la extrañeza en la repetición
    monótona de cada tarde.
    Los hermanos, era de hermanos ese cuchicheo sin gracia, cómplice y placentero, el tono casi
    imperceptible, la repetición conocida a la perfección.
    En ese patio como cada tarde, esperó con el aliento contenido, cerró los ojos y vio los trazos que
    cada gemido le dictaba, la corrección sin paredes y la soledad húmeda de cada tarde, secretamente
    de tres.

  135. Arkaitz Alberdi Pérez

    UN CUENTO DE MIEDO
    Estaban todo tan oscuro que el musgo del jardín parecía fango. Con las ventanas abiertas, el visillo entraba y salía, se hinchaba como una medusa. Una luciérnaga se había colado en casa, quizás era una señal de buen agüero, porque se metió con nosotros debajo de la cama. Mis hermanos y yo temblábamos, nos contagiábamos el miedo. Papá se tropezó con algo, soltó un improperio y casi nos hizo gracia. Pero no estábamos para la risa. Cerramos los ojos y rezamos para que no nos encontrara, para para que muriera de una vez por todas.

  136. MARCOS CORZO FERNANDEZ

    GUERRA
    Al despertar permanecía la pesadilla. Una infernal plaga se acercaba
    como si fuese musgo. Se frotó los ojos, intentó calmar la respiración
    para mitigar un sonido que presagiaba terror. Podrían ser tanques
    avanzando pero no se atrevió a levantar el azul pálido del visillo.
    Permanecía quieto al trasluz de la ventana, con la esperanza de que las
    lucecitas ya cercanas fuesen sólo las de una luciérnaga. Llegó la noche,
    cayó abatido deslizándose hacia un sueño; abría la puerta y
    contemplaba dos calaveras idénticas cual dos hermanos gemelos.
    Quería empezar a comprender a la Gracia que siempre había buscado.

  137. Familia

    El musgo se acumulaba en su rostro hinchado, lo podía ver desde mi ventana a través del visillo. El ciclo de la vida continuaba indiferente, los insectos devoraban su cuerpo, lo invadían por todos sus orificios. Por las noches una luciérnaga vagabunda se posaba en su lengua, iluminándome el espectáculo.
    Mis hermanos habían sido presa fácil para ese hombre de máscara amable que pregonaba la gracia de Dios. Nunca pensó que su frágil hermana se transformaría en el mismo diablo por ellos. Ahora me deleito con su cadáver y cuento las horas para vernos en el infierno.

  138. ABSURDO
    Te gusta ser musgo.
    Has sonreído cuando te he contado a través del visillo que, en Corea, la fecha de nacimiento se vincula a una planta, y esta es la tuya.
    Tus ojos ríen y brillan con el resplandor de una luciérnaga.
    Me gusta verte reir. A mamá también.
    Tu cara hace muecas y contengo una carcajada. Somos dos hermanos unidos por una risotada, pero, la ceremonia es demasiado solemne, el ataúd está en el altar, y los asistentes nos miran mal.
    Hoy mamá ha muerto, pero seguro que esta escena le hace mucha gracia.

  139. De vuelta a casa

    Había permanecido 7 años en coma, así que los viajes a otras dimensiones eran su práctica diaria. Un día decidió ver su dormitorio donde permanecía su cuerpo inerte. En la mesita de noche había una pomada para úlceras y la imagen de un ángel. Las paredes tenían humedad y musgo.
    Repentinamente, una luz brilló detrás del visillo. Era una luciérnaga que con un mensaje telepático le dijo:
    – Mis hermanos y yo te llevaremos con nosotros.
    En ese momento, su conciencia despertó en una nueva dimensión. Una energía le transmitió este mensaje:
    – Esta es la gracia infinita, tu hogar.

  140. Se armó el belén

    Cada año el mismo ritual. Quince días antes de Navidad salíamos a buscar musgo. Lo hacíamos a media tarde cuando ya empezaba a caer la noche.
    Siempre se repetía la escena. La vecina asomando por detrás del visillo, y sin percatarse que la lamparita de noche la delataba como si fuera una luciérnaga, allí agazapada entre cortinas.
    Mis hermanos y yo nos echábamos a reír y salíamos corriendo. Ella hacía tiempo que lo sospechaba, no le hacíamos ni pizca de gracia.
    El año pasado nos pilló robándole el verdín y se armó el belén.

  141. La derrota

    – La lluvia ha hecho crecer el musgo – murmuró el chiquillo a la ventana, y enredó los dedos en el visillo para ocultarse.
    A su espalda, dentro de un bote, esperaba suplicante una luciérnaga mientras sus hermanos a risotadas discutían qué hacer con ella, como si alguna parte de la situación tuviese gracia.
    – No me mires, – murmuró de nuevo – yo también estoy dentro de un bote.

  142. Silencio

    Mi pueblo decapitado ya no habla. Debo ser la última. Todo lo que veo bajo los escombros, polvo y humo, es el musgo mortecino adherido a las baldosas de lo que era el patio. Alguna brisa de ultratumba zarandea el último trozo de visillo de la ventana de mi último refugio. Me distrae alguna luciérnaga. Sé que revolotea sobre el cuerpo de uno de mis hermanos y la cabeza del otro. Pero escucho a los escuadrones de limpieza. Están de regreso, los veo, me miran. Al menos no voy a morir de hambre. Los cuerpos putrefactos no lo hacen.

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