Fundación Five Words

Comunicamos a todos los escritores solidarios y seguidores de nuestro concurso, que el II Concurso de Microrrelatos, finalizará el 31 de diciembre de 2024, anticipando su fin, previsto inicialmente para marzo de 2025. Los plazos para publicar y concursar en el mes de diciembre serán los habituales.

CINCO PALABRAS DE «La solapa de la luna»

Julián A. Elías Sánchez, fundador de la Red Solidaria de Galapagar, se une a Mamen González y a la Compañía La Solapa de la Luna, grupo de teatro de la Red Solidaria de Galapagar, para regalarnos entre todos sus Cinco Palabras.

Las hermanas Pauli y Mamen González colaboraron con Cinco Palabras en la 2ª Carrera Solidaria. Los vecinos de Galapagar se volcaron junto a ellas y a Julián, en el ensayo de la coreografía para el vídeo promocional SOY PERSONA, SOY MUJER , SOY CUERPO ENTERO, que dio difusión a la carrera contra la mutilación genital femenina.

Las Cinco Palabras del mes de Octubre son ...

Escribe tu relato solidario siguiendo las siguientes normas.

1. Extensión máxima 100 palabras. 

2. No se cambiará la posición de las palabras.

3. No se modificará el género ni el número de las palabras proporcionadas.

* Se eliminarán los relatos que no cumplan las normas.

NOTA: Nos reservemos el derecho de la publicación de los relatos. Se eliminarán relatos ofensivos o insultantes hacia cualquier país, pueblo, animal o personal que puedan herir la sensibilidad del lector.

¿Quieres que tu relato solidario participe en nuestro concurso?

La Asociación Cinco Palabras, desde su nacimiento en 2013, ha puesto a disposición del público el juego literario de microrrelatos de Cinco Palabras. Cada semana se publicaban en su página web cinco palabras regaladas por alguna personalidad relevante para la Asociación para que los escritores solidarios escribieran sus relatos según las siguientes reglas:

1. Incluir las cinco palabras publicadas semanalmente a través de la web – manteniendo el orden en que se han ofrecido – sin modificar género ni número

2. Extensión máxima: 100 palabras

3. Idioma: español

Este juego literario ha sido una herramienta para dar difusión, no solo a los propios escritores y sus relatos, sino también a las causas mensuales con las que la Asociación ha estado colaborando. En marzo de 2023 la Asociación Cinco Palabras se transforma en la Fundación Five Words, que pretende dar continuidad a la labor realizada por la Asociación en sus 10 años de vida, manteniendo su Misión de “Hacer un mundo más digno a través del Arte”. En coherencia con este objetivo, la Fundación Five Words (en adelante, la Fundación) pone en marcha este concurso de microrrelatos, para fomentar la escritura y promocionar a los escritores que, a su vez, con sus relatos, ayudarán a la difusión de las causas solidarias mensuales de la Fundación. El Concurso mantendrá las reglas del juego literario antes detalladas y constará de dos fases: mensual y final. La primera edición de este Concurso dará comienzo el día 1 de abril de 2023 y finalizará a las 23.59 horas del 29 de febrero de 2024 (hora peninsular española). El premio está dotado con 5000 euros, distribuidos de la siguiente forma: 

2.000 € en metálico

para el ganador

3.000€ para una causa solidaria

que el ganador elija

La participación en el Concurso implica la plena aceptación de las bases que a continuación se detallan.

139 comentarios en “CINCO PALABRAS DE «La solapa de la luna»”

  1. David Iglesias Romero

    BAJO LA LUNA

    La solapa estaba demasiado almidonada; pero daba igual.
    Me dijo que le haría ilusión llevar una amapola en el ojal.
    «Sí, así está bien»
    No puedo creer que la esté preparando para su funeral. No puedo creer que no esté simplemente dormida.
    Todavía recuerdo aquel viaje al campo tras fallar la quimio. Recordamos todos nuestros buenos momentos, y hablamos de sus últimos deseos. Todo ello mientras nos abrazábamos bajo la mirada atenta de la Luna.

  2. El hombre
    Con las solapas al viento y la ilusión de un niño pequeño, la sonrisa radiante y el sombrero de copa en la mano. Sus cabellos ondeando mientras saltaba de planeta en planeta, hasta hallar al fin lo que estaba buscando. Tomó en su delicada mano enguantada una roja amapola que se erguía entre las briznas de hierba esmeralda. Era la recompensa de tan largo viaje. Pocos lo conocen, pocos lo han visto: es el Hombre de los Deseos, el del traje de plata y su bastón terminado en una miniatura de la Luna que se ilumina con su misma magia.

  3. Reencuentro

    Se levantó la solapa del abrigo y caminó pletórico por la ilusión de aquella cita. Cruzó la calle. Mientras avanzaba observó una amapola en los bordes desbrozados de la acera. Pensó en los años transcurridos desde la primera vez. Soñó con aquel viaje que entonces imposible. Miró al cielo para contemplar la luna insinuada al atardecer y por fin, cuando casi había llegado al lugar acordado, la vio marchar sobre sus pasos. Pensó retroceder pero la llamó dos veces: «¡Amanda! ¡Amanda!» . Ella se volvió y ambos descubrieron en sus rostros la memoria inexorable y cruel del paso del tiempo.
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  4. VOLAR

    Madre recuerda cómo le alisó la solapa con la palma de la mano: tenía el dorso mojado de incertidumbre y añoranza temprana. Allá se iba su chico, el que tenía la ilusión de volar, camino de la Academia General del Aire.
    Tras la entrega de despachos, se trajo una amapola, arrancada a escondidas del campo de vuelo: los uniformes de los aviadores carecen de ojales.
    Luego llegó el gran viaje del chico: veinte años en los cielos, América y un sinfín de kilómetros.
    Madre, junto al macizo de amapolas, se mece mirando arriba, impaciente. ¡Su chico en la Luna!

  5. SER PAYASO

    Colocó la flor sobre la solapa con la misma ilusión que el primer día. La amapola, a juego con la nariz de goma, casi pasaba desapercibida entre los llamativos lunares de su atuendo. El viaje llegaba a su fin, lo sabía. La carpa, como él, acusaba el paso de los años. A través de los jirones de la lona contempló con ceremonia la luna. Contuvo las lágrimas como pudo. La emoción del momento lo catapultó al centro de la pista, y allí, esas últimas risas se convirtieron en la banda sonora original del resto de su vida.

  6. PALABRAS
    Con frecuencia se atropellan y comienzan una carrera asombrosa para ver cuál de todas ellas sale primero. Dejan atrás la solapa y con mucha ilusión avanzan y se abren camino, como la amapola que llegó sin conocimiento desde lejanas tierras en un viaje fantástico de días de sol y de noches de luna nueva. Se empujan, se estrujan, se mezclan y combinan, y finalmente aparecen. A veces sueltas y tienes que afinarlas, pulirlas, posicionarlas; otras salen danzando, creando poesía, vida, pensamientos, sueños, pasiones, dramas, oscuridad o luz. Pero siempre, siempre dejando mensajes que llegan a muchos y a pocos dejan sin nada.

  7. Elena Iriondo Gonzalez

    Cuando lo conocí, traía la solapa del traje arrugada. Recuerdo haber pensado: «Qué ilusión me daría plancharle la ropa».
    Ese extraño presagio me llevó a un campo rojo, encendido de amapola, con un sí en los labios.
    En el viaje de bodas lo miraba preocupada, había apostado a un largo futuro con un extraño.
    La última noche, en un hotel cerca del mar, desperté de un sueño inquieto. Él dormía y yo salí a caminar. La luna iluminaba las olas que lamían la orilla, dejando burbujas plateadas a mis pies. «Mi destino es mío», pensé. Sonriendo, volví a la habitación.

  8. El misterio

    He aquí el misterio. Cuando abro un libro, la realidad se SOLAPA de ILUSIÓN, así puedo descifrar el aroma de la AMAPOLA en flor o la emoción de un VIAJE a la LUNA, pero al cerrarlo no cesa la ficción. ¿Quién es el ilusionista, el libro o yo?

  9. Amapola

    Una lágrima rodó por la solapa de su abrigo. La dolorosa despedida de su pequeño refugio se opacaba con la gran ilusión que llevaba dentro de sí.
    Cerró con fuerza la puerta, cargó su mochila y con pasos firmes atravesó el pasillo del viejo caserío.
    Un grito burlón rompió el silencio de la noche… : – Amapola dónde vas???
    Ella se sonrojó y escondiendo el rostro apuró sus pasos y siguió viaje.
    A lo lejos el tren la esperaba y en lo alto una blanca luna cómplice le guiñaba el ojo.
    Al fin, la fuerza para cambiar su triste vida ,había llegado.

  10. Albert Bustiilo Ruiz

    Ir.
    Aspiró el aroma que desprendía la flor en el ojal de la solapa de su chaqueta y la fragancia le embriagó creándole la ilusión de estar paseando por un campo florido.
    De entre todas las bellas flores, él buscaba su amapola. Una dulce muchachita con un vestido de rojísimos y delicados pétalos que danzaban al son de la brisa veraniega.
    Había emprendido un largo viaje para estar con ella, cruzando mares, valles y montañas. Cuando al fin se encontraron, en medio de aquel mismo campo se enraizaron. Testigo de su pasión, la luna llena les colmaba a manos llenas.

  11. Aurora González Cacho

    Hasta en la solapa de mi chaqueta se podía apreciar la ilusión que desbordaba cada poro de mi piel, traspasaba cada hilo de mis ropas y salía disparada hasta llegar a una amapola que encontré en este pequeño viaje lleno de magia con el que fui capaz de llegar hasta la luna.
    La amapola, de un rojo intenso, se balanceaba suavemente en el viento, parecía estar cautivada por la misma ilusión que me envolvía. Cerré los ojos por un momento y juntas, volamos por el universo donde las estrellas nos susurraban secretos has a llegar de regreso a la tierra.

  12. Beatriz Irene Álvarez Rodriguez

    MISTERIO
    Irene redactaba la nota para la solapa de su primera obra, esa que con tanta ilusión había escrito, al tiempo que, embriagada con el aroma dulce, especiado y algo atalcado de la solitaria amapola roja, recordaba con angustia la quebrada sonrisa en el rostro de su padre antes de emprender su último viaje cuando éste, con el escaso aliento que conservaba, alcanzó a decirle, -atíldala Claro de Luna en honor a tu madre. Fue entonces cuando la evocó a ella y su trágico final, en el balcón mirando embelesada el cielo. De nuevo entre lágrimas se preguntó ¿Por qué, mamá?

  13. Miguel Angel Zarzuela Ramírez

    AMAPOLA TÓXICA

    La aplicación les sugería acordar algún identificador como, por ejemplo, un clavel en la solapa, y Vicente, clavel en solapa, no podía evitar sentir cierta ilusión ante la idea de conocer, al fin, a Amapola, su cita.
    Le habló de su último viaje, de sus aficiones, de su música, de los misterios de la cara oculta de la Luna y de la soledad. Ella, en cambio, pétalos abiertos, se limitó a escuchar, a sonreír y a planificar el crimen en silencio.

    1. MISIÓN SALVAR LA TIERRA

      Había elegido una camisa con SOLAPA redonda esa mañana, le parecía más elegante para la despedida. Abrazó y besó a su hijo con ternura. Logró disimular el lacerante dolor en su pecho. Se entretuvo con parafernalia para vislumbrar la ILUSIÓN en su rostro. El niño le acababa de regalar una AMAPOLA para que recordase a la tierra y a ellos en su VIAJE a la LUNA.
      Iba a ser un héroe.
      Prometió volver, aunque sabía que del preoperatorio no saldría.
      Se iba a la Luna para salvar la tierra, le dijo.
      Con la mano en el pecho ingresó en urgencias.

      Octubre 20233 – Ibán J. Velázquez, autor de Fuegos Fatuos, antología de lo Increíble.

  14. María Elena Torrealba

    80 euros.
    Cerró la maleta, después de guardar la chaqueta de solapa ancha, la ilusión de acompañar a su sobrino en su boda la emocionaba, sin embargo, le preocupaba el regalo. Frente a la puerta de embarque, mientras se comía un rico pan de limón con semillas de amapola, sucedió algo inesperado, un señor con sus puños cruzados se paró frente a ella deseándole feliz viaje, ella sonriendo coloco su mano debajo del puño izquierdo viendo caer 80 euros. Feliz sube la escalerilla del avión bajo una hermosa luna llena.
    Él cancelaba su última consulta, ella ya tenía el regalo de boda.

  15. Gasparcito
    Nadie de los presentes en la fiesta de cumpleaños, de este jovencito tímido y misterioso, sabía que dentro de la solapa del horrible traje rojo que traía, escondía una pócima mágica como sorpresa.
    La gente más popular del Instituto, había asistido sin ningún tipo de ilusión de festejar el día, con tan insignificante ser humano.
    Pero esta pócima, de color sangre y aroma a amapola, haría de la fiesta, el más inolvidable viaje, y el último, donde sólo quedaría la luna como testigo.

  16. María Elena Torrealba

    Regalo de boda.
    Cerró la maleta, después de guardar la chaqueta de solapa ancha, la ilusión de acompañar a su sobrino en su boda la emocionaba, sin embargo, le preocupaba el regalo. Frente a la puerta de embarque, mientras se comía un rico pan de limón con semillas de amapola, sucedió algo inesperado, un señor con sus puños cruzados se paró frente a ella deseándole feliz viaje, ella sonriendo coloco su mano debajo del puño izquierdo viendo caer unas monedas. Feliz sube la escalerilla del avión bajo una hermosa luna llena.
    Él cancelaba su última consulta, ella ya tenía el regalo de boda.

  17. A los valientes

    Aquellos amigos, como ángeles, custodiaban todo continuamente. Una luz cegadora, como fuente de energía, se había alojado bajo la solapa de todos ellos. No imaginaban la ilusión que despertaban en los pequeños y la esperanza que generaban en los mayores. Una amapola no hace color. Es cuando se extienden que se muestran infinitas.
    Así, juntos, son más fuertes. Juntos enarbolan la bandera de la solidaridad. Los pequeños, enfermos, recogen las energías suficientes para un viaje, el de la vida.
    Y sus padres ven un rayo de luz de la luna que ilumina la tierra donde habitan y pelean esos héroes.

  18. Jose Antonio Sobrino

    Pegó la solapa al sobre y lo dejo en el banco junto a las llaves, la cartera y sus zapatos.
    Miro las luces del atardecer, escuchó las olas batiendo la base del acantilado, olio el salitre y sintió la frescura de la hierba en sus pies, pero ninguna emoción.
    Un gran vacio llenaba su alma.
    Tenía menos ilusión que una amapola preparando un viaje al desierto.
    Camino hasta el borde del precipicio, miro la luna, cerro los ojos y se lanzo hacia la incierta eternidad.

  19. ¿ Maltratador o principe azul ?
    Se solapa mi ilusión en este momento, con las malas experiencias sufridas que, como rojos pétalos de amapola caídos al suelo, me hacen dudar de si aquello, no sería más que otro viaje imaginario hacia la luna, o…, una propuesta de amor verdadero, el que tiene más poder, que lo que pueden restar tantos fracasos solapados dentro del cofre del olvido. Y las ilusiones cobran tal fuerza, como la visión de un campo de amapolas soltando de pétalos al viento, acabando algunos en viajes de mala fortuna, y convertidos en lunares morados sobre mi piel por maltratadores destructores de sueños.

  20. El mejor viaje

    Dio vuelta la solapa con la ilusión de encontrar allí la respuesta, esa idea que había hecho crecer su ilusión desde pequeña y que la había llevado hasta ese lugar. Pero fue en el extremo inferior de la tercera página en donde encontró ese dibujo, una pequeña amapola dibujada con lápiz negro, de apenas unos centímetros. Era eso lo que necesitaba para iniciar un largo viaje, un camino de descubrimiento que la llevaría lejos, más allá de la luna y de todo el universo, un viaje hacia lo profundo de su ser.

  21. Viaje

    Su decisión fue definitiva, despojada de dudas, inició su mudanza a la solapa. Allí, más cerca del corazón, sabría cumplir su ilusión. Puso en la entrada una amapola. Lo primero que haría: un viaje a la luna.

  22. Alicia Manzanares Jiménez

    EL PODER ESPIRITUAL

    Empezó, como hacía siempre, leyendo la reseña de la SOLAPA. Como siempre, también, con ILUSIÓN.
    Abordar la lectura de un libro era lanzarse a la aventura. De aventuras sabía mucho a juzgar por la cantidad de libros que atesoraba en su biblioteca.
    “La fragilidad de la AMAPOLA” se titulaba el que obraba en sus manos.
    Un VIAJE hacia el descubrimiento de la temporalidad terrenal; la fugacidad de la vida y su antítesis: la perennidad inmaterial del espíritu.
    En la portada, una LUNA llena sobre las cumbres del Himalaya; cielo y tierra, una alegoría mística sobre la evolución del alma.

  23. Santiago Herradón del Álamo

    SOLA
    Como era niño, podía desmenuzar y recomponer las palabras a su antojo. Era su juego preferido.
    «Solapa, sol… Lapa, sol y lapa, un sol que te acoge y te acompaña como una lapa, como una lapa pegada a la roca», se decía Jaime para sus adentros, lleno de júbilo e ilusión.
    «Sola papa, una sola papa, sola: papá, sola…, “¡Oh dios, la amapola está sola papá!”, gritó en su mente, al ver la flor solitaria en medio del jardín del vecino, frente a las fauces asesinas del cortacésped»
    «Y papá esta de viaje, y volverá con la luna… ¡Chof!»

  24. Santiago Daniel Gutiérrez Echeverría

    Abrió la solapa del libro con la ilusión de que la amapola floreciera una vez más. En efecto, allí estaba, allí dentro; y aún conservaba los colores del primer viaje que emprendió hacia la luna. Lo que ya no estaba, no importaba cuánto la guardara entre las hojas, eran los campos lunares repletos de amapolas. Aquellos donde la había arrancado para perder su magia entera. Por eso volvió a cerrar el libro. A veces, eso sí, cuando se ponía a leer, el campo podía florecer una vez más. Entonces la luna lo visitaba.

  25. BLANCA EVA HERNÁNDEZ GALA

    BREVE ENCUENTRO

    Lunes 6. Entre apresuradas y adormecidas, las gentes accedemos al vagón de metro, cada cual con la huella invisible de su propia historia. Como suele suceder, la desconocida de las 9:10 se solapa conmigo en el trayecto. Mientras revisa el teléfono con ilusión efervescente, luce una perenne sonrisa en sus labios de amapola. El viaje es una brisa breve; volverá a desaparecer de mi vista hasta mañana. Sí, supongo que soy un romántico trasnochado de veinte años, pero así es el amor platónico: tierno, emocionado y silente. Si pudiera, le regalaría la luna, aunque tendría que pagarla a plazos.

  26. TRAS EL TELÓN, LAS LUCES TIENEN OTRO COLOR

    Con la solapa subida de su ajado gabán trataba de ocultar la ilusión que lo invadía y sus mejillas color amapola. Esa noche, interpretando a Teseo, había hecho un viaje a un sueño shakespeariano de verano. Un mundo de hadas que le había regalado una tremenda ovación, un reconocimiento al que no estaba acostumbrado. No podía para de sonreír mientras iba de camino al banco de la calle Luna, donde dormía y soñaba con volver a ser visto.

  27. DUEÑO
    Usaba la solapa del libro como separador y reparé el daño con una cinta. Debo prestar atención a las cosas comunes sin perder la ilusión por observar los precisos instantes de los cambios. Entre las páginas encontré un pétalo de amapola casi descolorido por el tiempo, justo donde el autor menciona un viaje buscando también eso. Recordé entonces ese anochecer, cuando esperaba ver una flor cerrarse. En cuanto levanté la vista, la inmensa Luna aparecía suspendida entre los árboles y me perdí todo. No pretendo ser dueño del mundo, sino contemplar esos instantes naturales que me hagan creer serlo.

  28. Manuel González Casaus

    EL LOCO
    Le llamaban el loco del barrio. Lo recuerdo siempre vestido con un anticuado traje gris algo raído, que sin embargo él lucía con gran dignidad. Solía adornarse de flores la solapa, que con ilusión recogía de los jardines vecinos. Aquel día portaba una enorme amapola que con una franca sonrisa me ofreció. Con gran naturalidad me contó que esa misma noche iba a iniciar un viaje de regreso a la luna, de donde había venido unos años atrás. Sin tomarle en serio, nos despedimos con un fuerte apretón de manos. No lo hemos vuelto a ver.

  29. Rubén Álvaro Lorenzo

    Helada de amor

    Era una noche oscura con el mercurio a bajo cero. Fueron tus suaves manos las que me ayudaron a levantarme, agarrándome de la solapa de mi andrajoso abrigo. Al verte no te reconocí, pero enseguida te recordé. Mi cuerpo volvió a sentir aquella ilusión adolescente. Tú seguías igual de bella, tanto como la amapola más bonita. Ahí empezaría nuestro eterno viaje de amor, bajo el rayo de luna.

  30. MARGARITA

    No hay vanidad, ni humildad en la solapa de una margarita blanca.
    No quiere distinciones ni colores, no busca trofeos ni honores.
    Es solo la ilusión de amanecer con los primeros rayos de sol lo que la hace crecer.
    A los ojos de la apasionada amapola le parece… ¡una falta de responsabilidad floral, una manera cobarde de huir sin dar belleza al jardín global!
    De hecho, para la mayoría, la inocente margarita… ¡estaría mejor metiéndose en un cohete de Elon Musk para hacerse un viaje solo de ida hasta la Luna!
    Mientras el agua…
    sigue cayendo en la sedienta Tierra.

  31. VIAJE

    Abrió la solapa del libro con la ilusión de sumergirse en la lectura, pero con la precaución de que nadie adivinara lo que estaba haciendo. A padre no le gustaba que perdiera el tiempo aunque alguna vez la llamara cariñosamente “amapola”. No habría entendido ese viaje por las letras, ni que rozara la luna, soñando con un suspiro de libertad. O a lo mejor sí, pero tener criterio propio habría mermado el miedo. Llegó a la última página con lágrimas en los ojos. Era cierto lo que contaban las mujeres. Había mundo más allá de la puerta.

  32. El revoloteo de las mariposas.

    Introduje el clavel en el ojal de la solapa de mi chaqueta y me puse en camino con la ilusión de un adolescente. Me dijo que sabría la respuesta por el color de la amapola que llevara en sus manos. Si todo sale como espero, haremos ese viaje que tanto deseamos y podremos amarnos todas las noches bajo la luz de la luna.

  33. Nelson Acevedo Betancourt

    DIFERENTE
    Muy discreto le puso el libro sobre la mesa con una breve dedicatoria en la solapa. Guardó la ilusión que lo leyera, no como excusa. Sí como ilustración al acosador padre.
    En la mitad, aún fragante, le aplastó una amapola carmesí. Le dejaba el recuerdo de la persona diferente que era, también queriendo expiar la odiosa burla: floripondio. Ya había tomado la decisión, se iría de viaje con su único amor. Después de la luna de miel, jamás volvería a pisar lo que nunca fue su casa. Al ojearlo, descubriría la marchita memoria de una hoja sangrante.

  34. Flores en la solapa
    «Los que aman llevan flores en la solapa», me dijo una pitonisa. Con ilusión esperaba cada día al portador de mi felicidad. En busca de la amapola de mis sueños, emprendí un largo viaje, pero regresé sola. Olvidé mi deseo y en su lugar creció mi aversión a las flores. Detestaba sus perfumes y su frágil aspecto. Con el tiempo, mi odio se extendió a los árboles, al sol, a la luna… Hoy llevo hiedra en el ojal y busco rastros de amargura.

  35. Cosechas artificiales
    En la solapa aparecía un cíborg de ojos acerados y piel metálica. Se desvaneció mi ilusión: jamás podría competir con una máquina que combina miles de frases aleatoriamente hasta producir el verso de mayor impacto. Como una amapola que invade los campos, mi poesía fue extirpada de los surcos infinitos de la cosecha inorgánica. En un futuro en que un viaje a la luna será ordinario, el esfuerzo humano quedará reducido a propulsar y aplaudir el proceso tecnológico.
    Escribí mi epitafio como autor comercial. Para mi sorpresa, entre lágrimas genuinas que nutrieron mi alma, brotó finalmente el auténtico poeta.

  36. Esperando la redención.

    Cada noche elle solapa la soledad y la violencia que sufre viviendo en la calle y fantasea con que es una hetaira, admirada por sus dotes y su prestancia, aunque en realidad deambula por las calles buscando ganarse unos pesos con su cuerpo para apaciguar el ruido de su estómago. Cada noche Mistral renueva su ilusión de que algo le salve de su triste condena a la invisibilidad: conocer un galán que le regale una amapola y una sonrisa que, al sellarse en un beso de amor, le transporte en un viaje mágico a la luna y le salve.

  37. Across the Universe.

    El pinchó una estrella en su solapa, se puso un anillo de Saturno y esperó ardiente. Ella con su vestido de cristal y con la ilusión de la amapola que se sabe única entre el verde trigal emprendió el largo viaje.
    Determinada por su órbita, pero libre para crear su destino, navegó entre planetas, nubes de polvo y cometas, hasta coincidir con su cita.
    Supimos de su encuentro, bendecido por Copérnico, porque en su pasión el sol cantó como el gallo, la luna olvidó jalar de las mareas, y porque aquel día de eclipse aproveché para robarte el primer beso.

  38. COMO UN COHETE
    Desdobló la solapa del libro sintiendo que regresaba la ilusión de hacía años, que lo inundaba de pies a cabeza igual que aquella lejana tarde de verano, en medio de los trigales. La amapola que Mariví había guardado entre sus páginas seguía allí, seca, aplastada, descolorida, como su corazón cuando ella le abandonó. Pero ahora que había regresado de su viaje para encontrarse a sí misma y quería volver a empezar, ese marchito corazón saltaba de alegría, dispuesto a llegar hasta la luna si ella se lo pedía. Y, si no se lo pedía, también.

  39. Silencios
    Bajo la solapa del viejo traje, sobrevivía la última polilla. Silenciosa y digiriendo su final. La ilusión de cualquier amapola es morir donde nació, silenciosamente con sus brisas, lluvias y la atenta mirada de la Luna de siempre. La que cada veintiocho días emprende su viaje, con el silencio como única alternativa para llegar a una nueva nueva.
    Ahí nos vamos, con nuestras risas, nuestros ruidos y sin equipaje. Hacia ningún lugar, como la polilla sola, cortados y en un florero como la amapola sin sus brisas y sus lluvias, como la Luna sin su dulce viaje de silencios.

  40. Aquellos besos

    Vestía un traje de otras modas que le quedaba grande. La solapa, al igual que el cuello de la camisa, estaba raída por el paso del tiempo y los «planchados»; pero a Juan no le importaba. Era tal la ilusión que tenía por volver a ver a Jacinta después de tantos años, que había decidido ponerse el mismo traje de su última vez, el del día en que, mientras sonaba la canción «Amapola», se comieron a besos antes de su viaje al exilio: besos apasionados y agridulces que solo tuvieron como testigo a la luna.

    1. Suspiro de luna

      Bajo la solapa de su abrigo, la ilusión se marchitaba como una amapola en invierno. Su viaje, una travesía solitaria, lo llevaba por caminos desolados. La luna, testigo silente de sus desdichas, arrojaba su luz sobre un corazón quebrantado. Cada paso era una herida que recordaba, cada amanecer, un cruel eco de su soledad. Sus ojos reflejaban la tristeza de un alma que nunca halló consuelo, y las lágrimas caían como gotas de lluvia en una noche eterna. La vida le había arrebatado todo, excepto la triste melodía de su propia penumbra.

  41. José Luis Unzueta Sánchez

    Universos
    Al abuelo Eduardo le llamaba cariñosamente Abu y siempre me pareció un sabio.
    Una noche dijo que el mejor libro del mundo estaba escrito en el firmamento. Después, me explicó que proyectaba leer su solapa porque tenía ilusión por conocer los registros del autor.
    No entendí cómo iba a conseguirlo, pero confié en él puesto que los años le otorgaban una autoridad indiscutible.
    Desperté con una amapola sobre la almohada. Mi madre supo resolver el misterio: el Abu, no conforme con revisar también la contraportada, inició viaje hacia la cara oculta de la Luna para seguir admirando las estrellas.

  42. La despedida.

    El pensamiento se solapa con la ilusión de hallar un sólo color capaz de expresar como me siento.
    Quizás el más indicado sea el rojo, rojo intenso como la amapola.
    Entre la pesadumbre y el miedo, emprendo el viaje hacia su término, el de mi querida tía.
    Remo hacia la luna, donde las palabras mudas son suficientes, donde abrazadas nos diremos adiós.

  43. Rafael Blasco López

    El joven abrió la carta rasgando la solapa, reconoció la letra y comenzó a leerla. “Querido hijo: quisiera escribirte con ilusión, pero la temperatura de la tierra ha aumentado hasta los sesenta grados, ahora somos conscientes de que pronto moriremos. Todos los bosques ardieron y los ríos están contaminados, ayer la televisión anunció que se había secado la última amapola. He roto el billete que me enviaste para el viaje a la luna, créeme, la raza humana es tan estúpida que allí también arrasará con todo. Son mis últimas letras, hasta siempre, tu padre que te quiere”.

  44. GABRIELA MARIA BERTOLOTTI

    Doblé la solapa del sobre y lo cerré firmemente para que no se escapara la ilusión que dormía adentro. Como remitente solo dibujé una amapola pequeñita, con eso sería suficiente. Escribí el destinatario con tinta roja y letra muy grande. Luego me senté en la entrada de mi casa, y esperé. El horizonte se tragó la tarde, el sol terminó su viaje, y yo seguí esperando.
    La luna me miró astuta, como si supiera.
    _ ¿Qué esperas? _ preguntó intrigada.
    Respiré profundo, el aire de la noche me llenó los pulmones por última vez.
    _Espero al cartero que está llegando.

  45. LEIRE VERDUGO PERIÁÑEZ

    Nunca más
    Una vez alcanzada la cima, miró el horizonte acordándose de ella.
    Volteó la solapa de su libro preferido y desdobló la nota que había dejado allí. La había escrito y dibujado con la ilusión de una niña pequeña, su pequeña.
    Él siempre le entregaba una amapola por cada copa de vino que bebía de forma encubierta. Era su manera de redimirse.
    Este viaje había sido diferente. Su hija ascendió al cielo antes de llegar al hospital.
    Miró a la Luna, la única testigo de su insondable adicción, y se lanzó.
    Volverá con ella, para no separarse nunca más.

  46. Aquellos besos

    Vestía un traje de otras modas que le quedaba grande. La solapa, al igual que el cuello de la camisa, estaba raída por el paso del tiempo y los «planchaos»; pero a Juan no le importaba. Era tal la ilusión que tenía por volver a ver a Jacinta después de tantos años, que había decidido ponerse el mismo traje de su última vez, el del día en que, mientras sonaba la canción «Amapola», se comieron a besos antes de su viaje al exilio: besos apasionados y agridulces que solo tuvieron como testigo a la luna.

  47. Sueños

    Llevaba un traje con solapa raída, pero perseguía una ilusión que trascendía lo material. Había luchado para cursar la carrera, había invertido su juventud y vitalidad para estar entre los escogidos. Una amapola prendida a un sobre con su nombre reservaba un asiento. Eran muchos, estaban calificados, solo cinco tendrían cupo. El sorteo se llevó a cabo con solemnidad, pero sin dilaciones.
    Otros nombres salieron, otros hombres irían a la Luna.

  48. Sueño

    Llevaba un traje con solapa raída, pero perseguía una ilusión que trascendía lo material. Había luchado para cursar la carrera, había invertido su juventud y vitalidad para estar entre los escogidos. Una amapola prendida a un sobre con su nombre reservaba un asiento. Eran muchos, estaban calificados, solo cinco tendrían cupo. El sorteo se llevó a cabo con solemnidad, pero sin dilaciones. Otros nombres salieron, otros hombres emprenderían el viaje a la Luna.

  49. Alberto Galán Lahoz

    NOVEL

    Agarró con suavidad la solapa con sus dedos pulgar e índice y releyó la sinopsis con la ilusión de una niña abriendo los regalos de Navidad. Acercó su nariz y apreció los toques de hierba seca y vainilla del papel, entremezclados con el olor de su propio perfume, un aroma suave a amapola y jazmín. Habían transcurrido dos años desde el comienzo de aquel viaje literario y ahora estaba ante ella: su libro. Y así, mientras lo alzaba como si de una ofrenda pagana se tratase, la luna iluminó el rostro radiante de su propia fotografía en la contraportada.

  50. Sheila Mirka Viviana Vettorazzi

    Escape
    En la solapa siempre llevaba el prendedor. Por primera vez en meses, me miró. ¡Qué ilusión! Muy masculino. Demasiado para usar como distintivo esa fina amapola. Se acercó. Algo se anudó en mi estómago y corrió hacia mi entrepierna. No dije nada cuando de la mano me llevó a la trastienda del café. Quería lo que tenía para mí: polvo blanco de estrellas sobre papel de plata para mi vuelo. Destino del viaje: una luna cálida de flores rojas suspendida en una somnolencia sin tiempo.

  51. Fátima Chamorro Merino

    OBSEQUIOS

    Por la solapa del bolsillo derecho le asomaba algo, algo que le hacía ilusión regalarle. Días atrás le había llevado una amapola recién cortada, fresca y fragrante todavía. Ayer fueron dos billetes para un viaje hacia las aguas de un mar cálido y turquesa. Nada parecía ya alentarla…
    Cuando se acercó a ella y retiró la mano con la que sujetaba su bolsillo, un haz de luna blanca iluminó el aposento. Esperó alguna reacción por su parte. Pero su amada permaneció muda. Y fría. Con esa palidez afilada tan propia del cadáver que él aún se creía capaz de reanimar.

  52. AMAPOLA
    11de octubre de 2023, 18:10 horas

    En la solapa del libro de poemas vio su foto. No, no era una ilusión. Era ella. Aunque firmara con seudónimo. Amapola. Eran todavía adolescentes cuando la familia de Poppy, su amada Poppy, se la llevó lejos. No soportaron la vergüenza que sentían por ese amor. Nunca logró traspasar esa barrera de silencio. Averiguó el lugar en que estaba viviendo. Fueron muchos años, mucha soledad. El amor crece en la ausencia, se alimenta del recuerdo. Emprendería el viaje. Hasta la Luna, si era necesario. Hasta la última brizna de sus fuerzas. Ya nada ni nadie las iba a separar.

  53. «El Payaso»

    Su boca dibuja una roja sonrisa y su nariz se nota perfectamente redonda. Lleva una flor en la solapa, peluca de oro teñida, pantalones de colores y enormes zapatos. El payaso le regala un pedazo de ilusión, al inocente de ojos grandes y afligido rostro.
    Sus labios de tierna amapola deslumbran la habitación. Duele sonreír ahogando el tiempo con lágrimas que empañan hasta el aliento. Sostienen sus pupilas el hermoso retrato del niño ausente. Vive el presente como viaje hasta el pasado . Disfrazado de payaso y con los pies en la luna ………..,
    un padre su alma desnuda.

  54. Abrió el armario y cogió la chaqueta que llevaba puesta hacía unos días cuando ella le dijo definitivamente adiós.
    Olíó de nuevo la solapa que aún conservaba su perfume.
    Y ese olor le hizo recordar la ilusión de los primeros días de aquel amor, los encuentros tardíos tras la oficina, la amapola que le regaló en lugar de una rosa porque ella era una mujer diferente y merecía una flor diferente también.
    Pensó que había valido la pena aquel viaje.
    Miró la luna menguante que en unos días habría desaparecido.
    Lloró porque en unos días lo haría igualmente aquel olor.

  55. Antonio Sanchez Dotor

    HAMBRE
    Mientras caminaba, ya no trataba de ocultar su rostro bajo la SOLAPA de su vestido raído por el tiempo, un rostro que ya no transmitía tristeza, transmitía ILUSIÓN, una tan grande que solo ella podía expresar a través de su sonrisa. En su brazo, una humilde hogaza de pan de semillas de AMAPOLA daba pistas del porqué de aquella alegría, de porqué aquel VIAJE de regreso a casa sería diferente. Solo pensaba en la felicidad de sus hermanos de poder comer por un día y dejar atrás el hambre y buscar carroña a la luz de la LUNA.

  56. Papiroflexia

    Era un personaje singular; la solapa de su traje estaba manchada de grasa y tenía un fuerte olor almizcleño, pero aquel extraño mago nos había devuelto la ilusión tras las inundaciones. El pueblo entero estaba congregado en la plaza sin entender cómo podía convertir el papel en amapola o mariposa. «Para mi siguiente truco necesitaré un voluntario. Vamos a hacer un viaje a la Luna en cuarenta y dos dobleces.» Aquella mañana, en mi onzavo año de vida, me convertí en el primer astronauta de mi familia.

  57. Astronautas

    Tras la solapa de ese traje viejo, guardo con recelo la fotografía de Susana, la pletórica y tierna ilusión de mi infancia. A ella con tan sólo cinco años le regalé la flor más bella de la amapola durante un viaje a Colombia, mientras jugábamos a los astronautas y Susi resbaló, golpeándose en la rodilla. Corrí y traje aquel capullo y recibí a cambio la sonrisa más sincera que me han dado en la vida. Fue la mejor parte del juego, porque después fuimos, cogidos de la mano, a caminar por el cosmos bajo la luna llena.

  58. La Perdida

    El viento gélido cubre su piel desnuda, abrazando su cuerpo como la Solapa de un abrigo. A pesar del cansancio y melancolía en sus movimientos, su marcha aún desprende elegancia. Con lagrimas en los ojos, mantiene la cabeza inclinada, con la Ilusión de encontrar la Amapola. Cambia el dirección de su Viaje al tornar su vista a la dominante oscuridad encima de ella. Sus pies ampollados se desprenden de las cadenas de la tierra, sin alas emprende su vuelo, el resplandor de Luna será eterno en el mar de estrellas.

  59. VIAJE SIN RETORNO
    La agarra de la solapa del abrigo para retenerla, pero la ilusión de los primeros años se ha marchitado como una amapola en una cuneta: lentamente, sin que nadie se percate de su presencia ni la eche de menos cuando desaparece. Nada la retiene aquí ya. Es tarde. Se desprende del abrigo para soltarse de su mano y con solo un par de pasos emprende su viaje sin retorno. Lo último que ve, antes de estamparse contra el suelo, es la luna ocultándose tras una nube.

  60. Alejandro Tizón Cabaleiro

    EL ENCUENTRO
    Se deshizo, con un par de golpecitos de su mano, de unas inapreciables motas de polvo en la solapa y se miró de nuevo al espejo: hoy tenía que aparecer impecable en la cita con “su hada”.
    Había preparado con ilusión de adolescente aquella reunión, tanto que hasta, de camino al cafetín donde le esperaba, tomó una amapola del adorno floral de una de esas estatuas vivientes que esperan, hieráticas, algún óbolo de los paseantes y, ufano, enfiló la calle con la decisión que esgrime quien proyecta un viaje sin retorno a la mismísima Luna.

  61. EL SER EXTRAÑO
    El miedo asfixiante solapa toda emoción positiva al mirar a los ojos de aquel ser extraño. Ojos vacíos de ilusión, del brillo excitante de la vida. Su piel muerta es blanquecina como los pétalos de una amapola y su rostro está surcado de gruesas venas tan rojas e hinchadas que parecen apunto de estallar. La agonía de contemplar su decrepitud es similar a emprender un viaje al infierno donde el beso abrasador de las llamas me reduce a cenizas. El ser se acerca y, de pronto, lo único que puedo ver es la luna tiñéndose de escarlata.

  62. MARCHITA

    La solapa del abrigo no me estaba cubriendo la desazón provocada por sus palabras de abandono. ¿Por qué me estas dejando compañero de vida? ¿Por qué rompes esta ilusión falsamente creída? Cuando me estabas haciendo caminar por un sendero arropado de amapola colorada y girasol abierto. Matas este dulce viaje de exceso y tórrido amor incondicional para sumirnos en la soledad adulterada del siglo XXI. No me dejas más remedio que darme a la compañía de esta luna que fríamente mira cómo se desvanece la esperanza de un amor largamente correspondido.

  63. “Camino solidario por los sueños”

    Bajo una solapa de ilusión, la amapola valiente, emprendió un viaje hacia la luna. En su camino encontró otras flores que anhelaban lo mismo, llegar a lo más alto. Juntas, entrelazaron sus raíces y alzaron sus pétalos al cielo estrellado. La Luna, conmovida, derramó su luz plateada sobre ellas, para guiarlas. En ese acto de solidaridad, las flores se convirtieron en constelaciones, brillando por siempre como un recordatorio de que unidas, incluso los sueños más lejanos pueden alcanzarse.

  64. Rubén Rodríguez Fernández

    REDES NATURALES

    El aire corre por la estación desierta. El único pasajero presente levanta la solapa de su abrigo. Tiene la misma ilusión en ir al trabajo que en dedicar su tiempo al móvil.
    A la espera del cercanías, se embelesa con el vaivén de una amapola a merced del viento tras las vías.
    La irrupción del tren eclipsa su danzar.
    Durante el viaje, el traqueteo del vagón lo adormila hasta apoyar la cabeza en la luna de la ventana.
    La flor vuelve a bailar para él.

  65. Viajeros del conocimiento
    Como prendido en la solapa y con la ilusión de un chiquillo que deshoja por primera vez una amapola, me acompaña, como compañero de viaje, el sueño de llegar más allá de los confines nunca explorados donde la naturaleza se funde con la humanidad, aquellos a los que sólo llegaron los visionarios de épocas pasadas movidos por el conocimiento, la aventura, la solidaridad y las creencias firmes de mejorar nuestro pequeño mundo. Soñadores sólo comprendidos por la sabiduría del cosmos, donde reina la Luna.

  66. María Teresa Bustos Sagaz

    HERENCIA
    Braulio recibía la insignia por toda su vida de enterrador. En su solapa, el director del cementerio, con claros síntomas de Parkinson lograba por fin clavársela.
    -Que ilusión. Gracias -dijo el sepulturero.
    El bedel corrió entonces a poner la gramola. Sonó una canción de los años veinte. «Amapola».
    -Rima con gramola- dijo este.
    -Ya se quién va ocupar el puesto de Braulio- señaló el director.
    Emocionado por aquello, Braulio sufrió un infarto. Su hijo tendría ahora que enterrarlo.
    -Buen viaje papá- susurró Eladio, contemplando a la luna asomar por la claraboya.

  67. Rubén Rodríguez Fernández

    REDES NATURALES
    El aire corre por la estación desierta. El único pasajero presente levanta la solapa de su abrigo. Tiene la misma ilusión en ir al trabajo que en dedicar su tiempo al móvil.
    A la espera del cercanías, se embelesa con el vaivén de una amapola a merced del viento tras las vías.
    La irrupción del tren eclipsa su danzar.
    Durante el viaje, el traqueteo del vagón lo adormila hasta apoyar la cabeza en la luna de la ventana.
    La flor vuelve a bailar para él.

  68. Y SE HIZO MUJER

    Lleva puesto un bonito vestido, el primero como mujer, con una gran solapa. La ilusión de que llegara ese día era enorme y deseaba hacerlo con su madre luciendo ambas una amapola, su flor favorita, por lo que tenía ser grande también como la solapa. El día que nació el jardín estaba lleno de ellas, colmando con su aroma todo el trayecto del viaje hacia este mundo. Fue una noche con luna nueva, esplendorosa, sobre un cielo lleno de estrellas.

  69. PAYASO
    Sobre la solapa de una chaqueta que otrora albergó risas perpetuas reposa una ilusión con forma de flor, debería ser la eterna margarita que al apriete bromista expeliese ese agua sorpresiva que hace las delicias de los niños, en esta ocasión es una amapola, el anciano payaso la mira y sueña con los tiempos de la alegría, hoy su felicidad está teñida de un especial significado, emprende un viaje. Ojalá fuese hasta la luna y hacer en aquel lejano lugar lo que más le gusta. No es así, le espera el asilo, pero tiene un firme propósito. Hará reír.

  70. ROSA ANA LLAVATA SOLER

    La solapa de aquel libro ya anunciaba la pasión con la que estaba escrito. Era, claramente, una invitación a la ilusión. Compró el ejemplar que ese mismo día salía a la venta y lo empaquetó como se envuelven las cosas importantes: con detalle, esmero, cuidado y mimo. Luego entró en la floristería más cercana. Escogió una amapola, una flor que para él simbolizaba el amor, los sueños y la imaginación. Los ingredientes con los que, junto a ella, quería emprender un inolvidable viaje.
    -¿A dónde iremos?-, le preguntó ella cuando recibió los regalos.
    -A la luna, amor mío-, respondió él.

  71. SE QUEMÓ LA NOCHE

    Trágico destino esculpido a fuego
    en el envés de una solapa;
    ahí donde nadie mira.

    En el contraluz de una ilusión,
    en una copa compartida
    y amarrados por la cintura
    al son de una canción.

    Prevención olvidada en un cajón;
    descuido imperdonable
    deshaciendo la noche.

    Callejeó la mala suerte
    y en una ratonera prendió la llama.
    Arden los sueños, se quema la vida;
    la amapola de tus labios ya no sonríe.

    Cuesta respirar entre tanto infierno,
    tiembla el mundo y no hay salida;
    quema en las entrañas esta agonía.

    Abrazados se consume el tiempo
    en un endiablado viaje sin luna.

  72. LEALTAD

    Recibí un sobre orlado en cuya solapa aparecía un remite conocido. No era una ilusión ni resultado del alcohol que había tomado, era la firma que mi amiga usaba cuando nos enviábamos mensajes secretos, una humilde amapola. Hacía años que se había marchado con una ONG y no sabía nada de ella. El anuncio de su fallecimiento me retrotrajo al pasado. Lloré sobre su tesón y nuestro pasado juntas. Su viaje no debía ser baldío. Una inmensa luna iluminó los documentos que me enviaba su familia junto a su último deseo de publicarlos en mi periódico, para salvar vidas humanas.

  73. Lucía Lombardía Suárez

    ¡Vivan los no-novios!
    Se coloca la solapa del traje, con un brillo en los ojos que denota una ilusión inmensa.
    Mientras se retoca el pelo, ve a través del espejo movimiento en la puerta.
    Aparece en el suelo una carta. Cuando la abre salen del sobre veinte pétalos suaves de amapola. Al leer las breves palabras, la sonrisa desaparece y se ve sustituida por una mueca triste, las lágrimas inundan su mirada.
    La novia ya no quería casarse.
    Ahora él tendría que eliminar de su mente los falsos recuerdos que ya había imaginado de su viaje, su luna de miel.

  74. El regalo

    A ella le gusta ir de librerías como otros van de tiendas a comprarse ropa. Le gusta leer la solapa de alguna novela con la ilusión de encontrar la historia de su vida. Hoy busca un regalo para Jaime. No sabe qué regalarle para su cumpleaños. Se decide por un libro de cocina donde encontró una de sus recetas favoritas: “panecillos de jengibre con semillas de amapola”. ¡Recuerdos de infancia! Antes de envolverlo le escribe una dedicatoria “esperando que aprendas a cocinar, te quiero más que un viaje a la luna de ida y vuelta y en zigzag”.

  75. Helaba, la solapa levantada le daba la ilusión de un calor inexistente en ese anochecer y el aspecto de poli en un film noir. Enfrente, el bar con ventanas empañadas, prometía calor y entró buscando ese cobijo, una flaqueza.
    En la I Guerra, en la tierra de nadie, entre trincheras, crecía la amapola. De ahí su fama de flor de paz. Ese bar era la tierra de nadie, allí vió al estafador que persiguió durante el viaje y él lo vio a su vez. Hicieron una implícita tregua de caballeros. Seguirían la cacería luego, a la luz de la luna.

  76. Un clavel en la SOLAPA
    y a bailar chulapa mía.
    Llegado está el gran día
    de San Isidro labrador

    Un buen chotis bien juntitos,
    ! Dios mío qué ILUSIÓN!
    con los pies en el ladrillo,
    ya empieza nuestra canción.

    Besar tus labios quisiera
    color rojo AMAPOLA
    y emprender contigo el VIAJE
    al país de nunca jamás.

    O en la LUNA aterrizar
    bien ligeros de equipaje,
    tan solo tú y yo
    madrileña, mi malaje.

    Y no romper el embrujo,
    ni romper el hechizo,
    del baile acompasado,
    del baile más castizo.

  77. EL SOLDADO DESCONOCIDO
    Se levanta temprano y se pone su uniforme raído. La solapa izquierda cuelga descosida y en la derecha prende, con la misma ilusión que aquel día de mil novecientos diecinueve, una pequeña amapola roja. Él no tiene familiares por los que velar, ni ha de realizar un largo viaje para ir al cementerio donde se reencontrará con sus amigos; él nunca abandonó el campo de batalla.
    Esta velada, la excepcional luna de sangre les conferirá un aspecto menos fantasmagórico y, es posible que pueda al fin abrazar a sus compañeros como si no hubiesen pasado más de cien años.

  78. DÉJÀ VU

    Paseó la mirada y los dedos por los lomos de los libros callados en los estantes. Buscaba aquel que custodiaba en la SOLAPA una nota especial, para sentir la misma ILUSIÓN al volver a leerla. Recuerda haberla guardado junto a una AMAPOLA reventona de vida. Al encontrarla, reseca y frágil en ese libro de poesía, la nostalgia la invadió.
    El corazón le dio un vuelco. Su teléfono mostró aviso de un mensaje idéntico al de la nota recién encontrada:
    «Un VIAJE nos espera a la vuelta de la LUNA. Esta noche a las 10 bajo el reloj de la plaza».

  79. Angel Toribio Sevillano

    EL SOLDADO DESCONOCIDO
    Se levanta temprano y se pone su uniforme raído. La solapa izquierda cuelga descosida y en la derecha prende, con la misma ilusión que aquel día de mil novecientos diecinueve, una pequeña amapola roja. Él no debe realizar un largo viaje para llegar al cementerio; no tiene familiares lejos que velar y nunca abandonó el campo de batalla. Sólo siente deseos de reencontrarse con sus amigos esta noche, bajo una excepcional luna de sangre. Esta extraña coincidencia les conferirá un aspecto menos fantasmagórico y quizá, finalmente, podrá abrazarse con sus compañeros de nuevo, como hace más de cien años.

  80. Dolores Sanabria García

    REPETICIÓN
    Mamá hilvanó la entretela. Quedará bien armada la solapa, dijo con los ojos brillando de ilusión. En el ojal irá una amapola, es la flor más humilde y bonita que existe, siguió diciendo. Luego vendrá el viaje de luna de miel a París, como no podía ser de otra manera. Miré a mi hermano. Él me miró a mí. Abrazamos a mamá antes de llevarla a la cama. Iba a costarle mucho tiempo de paciencia y amor aceptar la muerte de papá.

  81. Conxa Francés Vidal

    SORPRESA
    Ando de solapa detrás de ti desde que me has devuelto la ilusión. La amapola que dejaste entre los billetes de avión para un viaje a Madeira juntos, es lo más cerca que he estado jamás de la luna.

  82. INMACULADA JIMENEZ CAMPOS

    GRATITUD

    Dicen que cuando alguien quiere de verdad, el amor solapa todo el sufrimiento, te arropa con la ilusión de un niño y te muestra la belleza de la primavera. Cuándo la amapola tiñe de rojo los campos rebuscas en tu memoria historias que inventabas cuando eras pequeña y entonces ves que el viaje vivido supera con creces lo imaginado.
    Por la noche, al mirar la luna , descubres que su brillo es especial y te embarga una hermosa sensación de gratitud por la maravillosa vida que has tenido y por todos los seres que te han acompañado en tu camino.

  83. Rafael Rubio García

    Actitud

    El tiempo pasa ahora más rápido que nunca, una semana se solapa con la siguiente, los meses vuelan y casi me sorprendo con la llegada del siguiente verano. Me cuesta poco hacer planes con la ilusión de siempre y me sigue emocionando la mirada de un niño, un atardecer o la belleza de una amapola entre girasoles, pero también es cierto que llevo menos equipaje en cada nuevo viaje y que ya no busco exprimir los días hora tras hora. No quiero que la edad enfríe mi entusiasmo. Aunque se acerque la noche, quiero tener mi luna llena.

  84. Ángeles Mora Álvarez

    Sala común
    El último paciente que trajeron era silencioso y poquita cosa. Nunca respondía cuando le preguntábamos el nombre ni acompañaba los gritos de las cinco en punto. Solo le vimos sonreír cuando pasaba delante de algún espejo. Señalaba la solapa de su reflejo con una ilusión que le cambiaba los ojos y luego seguía su camino cabizbajo. Yo lo observaba con curiosidad científica. Siempre supe que ese dedo veía la amapola que su madre le ponía en el ojal. Esa que su padre le había traído de su último viaje a la luna.

  85. José María Díaz Gil

    EL LOCO DE LA COLINA LLORA A SU AMOR

    Como cada noche, subo a mi colina en el Guadalquivir. Apretada a mi pecho, la carta de un amor, mi amor. Allí, sentado bajo las estrellas, abro el sobre.
    En la solapa, un corazón dibujado con mi nombre.
    El matasellos figuraba como fecha, dos días antes de su suicidio. Momentos de ilusión por reconocer su letra y tristeza por no tenerla a mi lado.
    Amapola se despedía de mí. Iniciaba su último viaje y no deseaba que viera como el cáncer terminaba con su vida.

    Aquella noche, con la luna como único testigo, llore y me despedí de ella.

  86. Elizabeth Susana Gil

    Tanguito
    Tanguito salió acicalado rumbo a la milonga del sábado. En la solapa del saco se puso una flor perfumada con la ilusión de conquistar a aquella dama de vestido rojo que lo desvelaba. Secretamente la llamó “Amapola” por la forma en que movía su falda vaporosa. Sin titubear programó el viaje hacia su destino en el que debía bajarse en la calle Luna, pero tanta noche desvelada más el arrullo del autobús lo dejaron prontamente dormido. En un giro repentino, no pudo sujetar la flor ni su diente frontal. Así fue que dijo adiós al ahora desdentado galán.

  87. Mamá rasgó la solapa sin esperar. Tanta era la ilusión por saber de mi hermana que ignoró por completo la mía. Entonces se detuvo y dijo:
    —Perdona, Amapola, imagino que quieres saber de Ndianyé tanto como yo… Leo en alto:
    “Querida mamá, sé que temíais por mí. El viaje fue difícil, es cierto. Fueron muchos días sobre el agua. Muchas noches bajo la luna. Pero llegamos.
    Aunque dicen que algunos debemos regresar.
    ¿Sabéis? ¡Un médico me atendió!, ¡dijo que yo me quedaría! Siento que no seas tú, mamá, quien reciba a mi hijo.
    Nos veremos pronto. Estoy feliz. Os quiero”

  88. UN RECUERDO

    Aún recordaba con cariño aquel libro, su cuento favorito. Recordaba también aquella solapa con pegatinas de planetas que tanta ilusión le habían hecho. Incluso podía reproducir en su mente el momento exacto en que desenvolvió aquel regalo de su madre y cayó sobre sus pies una pequeña carta revestida con flores amapola. «Para que el viaje también lo hagas conmigo», decía.
    Su yo pasado había mirado entonces la portada, con un pequeño gato sonriendo a la luna.

    Y pensar que yo también llegaría a ser astronauta… Pensó, mientras observaba desde lo alto el amanecer iluminando La Tierra.

  89. OSCAR WILDE MIENTE

    Wilde me mira desde la solapa del libro. Desde la profundidad del abismo. Sus palabras, una ilusión. La libertad de la que dispongo, mi casa hecha de libros, el recuerdo de la amapola tatuada en tu vientre o un viaje a la luna no me darán la felicidad.
    Devuélveme, amor, la cárcel de tus ojos, cúrame la soledad y volveré entonces a la vida.

  90. Avisos

    Luisa sintió un frío intenso Se levantó el cuello de la chaqueta y apresuró sus pasos. En la calle, un niño ofrecía flores a las chicas. Cogió una, se la colocó en la solapa dejando unas monedas, y siguió su camino con toda ilusión. De tanto en tanto, la amapola iba transparentándose, mustiándose, advirtiéndole con la caída de cada uno de sus pétalos. — Vuélvete, le decía. Pero Luisa no sabía del idioma de las flores. Subió al cercanías para comenzar lo que ella llamaba el viaje de su vida.
    Por la ventanilla, la luna, húmeda y plateada, también le avisaba.

  91. JOSÉ MIGUEL SEGURA MARTÍN

    Agua dulce

    Veo individuos inmensamente afortunados que exhiben en la solapa, no el emblema planetario, sino el distintivo del país al que dicen pertenecer.
    Creen que con su discurso futurista me contagian la ilusión de acercarme a las estrellas.
    Pero veo crecer los desiertos sin la amapola que atestigua la presencia de vida, y en éstos se multiplican las huellas de los pies descalzos que huyen.
    Mientras proyectan su singular viaje a la luna en busca de charcas de agua congelada, obvian que es aquí, en nuestro planeta, donde Natura estableció sus reglas para la vida.
    Es más dulce el agua nuestra.

  92. Era la primera vez que se ponía un traje de adulto. Sobre la solapa izquierda se había prendido un pequeño colibrí, con incrustaciones de piedra, que con mucha ilusión su abuelo le había legado.
    Cuando entró al cuarto, una amapola lila enmarcaba la ventana hacia el jardín, la olió, se sentó y en silencio esperó que ella llegara. Se entretuvo en el viaje de una polilla sobre la flor.
    Y cuando ella entró y el cuarto se iluminó como si la luna emergiera del aire, él supo con diez, que ella con siete, siempre sería su colibrí del lado izquierdo.

  93. Elizabeth Susana Gil

    Tanguito
    Tanguito salió acicalado rumbo a la milonga del sábado. En la solapa del saco se puso una flor perfumada con la ilusión de conquistar a aquella dama de vestido rojo que lo desvelaba. Secretamente la llamó Amapola por la forma en que movía su falda vaporosa. Sin titubear programó el viaje hacia su destino en el que debía bajarse en la calle Luna, pero tanta noche desvelada, más el arrullo del autobús, lo dejaron prontamente dormido. En un giro repentino, no pudo sujetar la flor ni su diente frontal. Así fue que dijo adiós… al ahora desdentado galán.

  94. Alicia Vilches Ramírez

    Aún recordaba con cariño aquel libro, su cuento favorito. Recordaba también aquella solapa con pegatinas de planetas que tanta ilusión le habían hecho. Incluso podía reproducir en su mente el momento exacto en que desenvolvió aquel regalo de su madre y cayó sobre sus pies una pequeña carta revestida con flores amapola. «Para que el viaje también lo hagas conmigo», decía.
    Su yo pasado había mirado entonces la portada, con un pequeño gato sonriendo a la luna.

    Y pensar que yo también llegaría a ser astronauta… Dijo, mientras observaba desde lo alto el amanecer iluminando La Tierra.

  95. DE PROFESIÓN, REPRESENTANTE
    Cuando abrazaba a padre tenía terminantemente prohibido tocar la solapa de su traje. Mi ilusión era acariciar aquella insignia del club al que pertenecía, con una amapola diminuta en el centro y estambres muy sensibles ─que según me contaron años después, fue la razón de aquellas prohibiciones y los motivos para que siempre estuviera de viaje, aunque para compensarnos volviera con la luna bajo el brazo.
    En una ocasión fue más fuerte mi curiosidad. Toqué los estambres, accioné la alarma y ocasioné un gran revuelo. Entonces supe que era la manera de contactar con la CIA.

  96. Ndianyé
    Mamá rasgó la solapa sin esperar. Tanta era la ilusión por saber de mi hermana que ignoró por completo la mía. Entonces se detuvo y dijo:
    —Perdona, Amapola, imagino que quieres saber de Ndianyé tanto como yo… Leo en alto:
    “Querida mamá, sé que temíais por mí. El viaje fue difícil. Fueron muchos días sobre el agua. Muchas noches bajo la luna. Pero llegamos.
    Aunque dicen que algunos debemos regresar.
    ¿Sabéis? ¡Un médico me atendió!, ¡dijo que yo me quedaría! Siento que no seas tú, mamá, quien reciba a mi hijo.
    Nos veremos pronto. Estoy feliz. Os quiero”

  97. Poesía lunar
    Por primera vez no me retraso. ¡Mírate! ya estás lista antes que todos los demás. En el acceso a la plataforma de despegue me miro y me admiro al espejo, una y otra vez aderezo el lugar dónde más o menos debería estar la solapa de mi mono. Hace tiempo alimento esta ilusión que ahora se convierte en realidad. Pero ¡una amapola resulta demasiado aparatosa en un traje de astronauta!, dirían algunos. Yo contestaría que para un viaje a la luna también cabe un poco de poesía.

  98. Silvia Carpena Sáez

    Aquel disfrazado porvenir
    Abrió el libro con cautela. Tan pronto como su dedo índice palpó la solapa, sintió una mezcla de nervios e ilusión. Sabía que en aquel ejemplar estaba escrito su futuro y temía alterar la tinta con el mínimo roce.
    Para tranquilizarse, cerró los ojos y pensó en un campo lleno de amapolas y azucenas. Casi podía olerlas.
    Sus pulsaciones se ralentizaron y decidió que, por el momento, podía poner fin a su viaje mental.
    Despegó sus párpados y giró su cabeza hacia el cielo. Algo le decía que hoy había luna llena.

  99. Mitchell ramiro arroyo moscoso

    Jeannette
    La confunden con el frio invierno. Aquellos que la conocen entienden cómo es ella y la identifican con una solapa a la orilla de una prenda, acogiendo una rama con la ilusión de esperar la primavera donde las amapolas rebrotarán sus pétalos. Caminaré con ella y le diré que me acompañe a un viaje donde aprenderé a conocerme y cada vez que su rostro quiera ver, la buscaré en la noche, con el cielo descubierto y fijaré mis ojos en la luna llena. En ella recordaré cómo es de bella.

  100. Sasha Lozano Martínez

    La cruel mirada de la luna
    Por primera vez en todo el tiempo que llevaba preparándome para aquel día, logré ceñir el traje a mi figura. Ajusté con fuerza la solapa, deseando asfixiar la ansiedad de mi pecho. En ese momento supe que mi ilusión por la vida habría cesado para siempre. Poco después, kilos de tierra cayeron sobre la madera barnizada que nos separaba, coronando la cima con unas preciosas amapolas. Por más que lo desease, no podía acompañarte en este viaje. Ese día no pude separarme de tu lado. Clavando las rodillas, te acompañé toda la noche, bajo la cruel mirada de la luna.

  101. La utopía de Hassam
    No hacía más que velar por su trabajo en pos de un «empresaurio» que no se ponía en sus zapatos ni a tiros. Un españolito extravagante con camisa setentera y solapa de enormes picos que maldecía sobre la utopía de Hassam. El jefe la conocía. Ir a España para volver con mamá era su ilusión. Cada día la reforzaba con una foto parental sobre la mesita de noche a la que no faltaba nunca su amapola; símbolo de los caídos en la II guerra mundial.
    Emprender ese viaje esperanzador le costaría una luna, jugarse la vida y Marruecos para volver.

  102. ARTE MUDO
    Bartolo encontró en el arte dramático esta pasión, quien generaba sonrisas, incluso lágrimas, sólo con movimientos que expresaran su mensaje. Vestía su corbatín rojo y su chaqueta de solapa. Era la ilusión de los niños en el teatro, sin importar su edad. Todos lo observaban sorprendidos mientras este con cara pálida pero expresiva no dejaba de moverse. Sacaba una amapola del bolsillo, podía dar un viaje a la misma luna para lanzar una cuerda, cual baquero, a un espectador y traerlo a escena. El mimo hacía lo imposible ayudado de la imaginación para dar forma a lo invisible.

  103. La despedida
    Prefería que no despertara. Ya se habían despedido lo suficiente y mejor evitarse las lágrimas. Se acercó a dejarle sobre el libro la flor que le recordaría sus paseos en la pradera. En silencio la acomodó sobre la solapa de forma que diera la ilusión de salir de la amapola impresa en ella. Esperaba que entendiera la analogía, ya habían hablado sobre ello, sabían que el momento llegaría, y así como la flor se marchitaría, así tendría que marchitarse su recuerdo, su viaje no era a la luna, pero estaría igual de inalcanzable…

  104. Ismael Rodríguez Montenegro

    Amapola a Tierra.

    La niña colocó en la solapa de su abuelo, con mucha ilusión, la amapola que su abuela le enseñó a recoger. Esa abuela que, un día, se marchó al viaje del que nunca se vuelve, dejando a su abuelo solo y perdido en el mundo. Él mira a la luna, a las estrellas, esperando verla, esperando que venga a recogerlo. Pero su nieta lo mira y le dice: “abuelo, vamos a casa”, y vuelve a La Tierra como un globo que se desinfla. Una Tierra a la que ya casi no pertenece salvo por su amapola.

  105. Subiendo
    Revisé la solapa de mi traje que estuviera bien arreglada, que mi traje se viera pulcro al entrar al recinto, que mi presencia cause gran estupor, de la vista nace el amor y al llegar sentí la ilusión de que esa sería una gran noche en mi vida, tal vez encuentre el amor ansiado, lo que siempre he buscado, de pronto, vi en el jardín una bella flor roja, era una amapola , la corte y la coloque en mi traje, sin buscar un viaje a la luna, buscando subir al cielo con mi amor.

  106. Buscando lo bello de la vida
    Estamos ante la incertidumbre todos los días, que la simple solapa de mi traje me cause gran estupor, que sea capaz de ensombrecer una ilusión añorada, que una flor que causa dudas de su aporte, bella y de entereza que causa gran alucinación, la amapola, que tiene grandes propiedades en su interior y son juzgadas con mucha fuerza, hagamos de su viaje algo placentero, que sea disfrutando su viaje saciando sus días de luz y calor, y que al caer la noche mire hacia arriba disfrutando de una luna llena clara y bella

  107. Palabras al viento
    Cuantas palabras ocupo para llamar tu atención, o solo un traje con gran solapa de color verde, que pueda llenar de ilusión tu mirada al verme, que llegue a tu mente la necesidad de abrazarme, completando mi atuendo con una flor de amapola, roja por supuesto, que refleje la pasión de mi sangre que corre por mis venas, y que me acompañes en este viaje hasta al final de mis días, que podamos juntos disfrutar de la luna llena sentados frente a un bello jardín lleno de flores hasta el final, con el viento en nuestros rostros.

  108. DESPUÉS DE ESCRIBIR

    Muchos años después abrió la novela por la solapa y vio que su foto de escritor exitoso había desaparecido; en su lugar, había una imagen con una multitud de diminutas caras, algunas sonrientes, otras, indiferentes. Luego hojeó el libro, inquieto. Pensó que fuera una ilusión, hasta que encontró una amapola seca entre las páginas, y comprendió entonces que el tiempo había hecho tan ficticia la autoría de aquel viaje literario, como creer que la luna brilla con luz propia.

  109. VINO DEL ESPACIO
    Milagros Pereira

    Cuando ella llegó, abrazó a su padre y percibió su corazón abajo de la solapa de su abrigo.
    Tenía la ilusión de conocer la tierra, pero cuando se miró en el espejo, era más joven que las personas de su edad. Su hermano era menor pero se veía mayor, le regaló una amapola para que apreciara la belleza de la flor terrícola. Con él visitó el mar, selvas, ciudades… Pero comenzó a envejecer y su padre le anunció:
    —Aquí morirás antes.
    Entonces, llorando exclamó: —¡Debo regresar a mi tiempo! Y emprendió su viaje a la luna.

  110. Perdida
    Ya no recuerdas lo que es una solapa. Tú, que las diseñabas con tanta ilusión para las más altas esferas. La amapola ha abandonado tus mejillas, aquellas de las que presumías en cada alfombra roja. El viaje ha empezado demasiado pronto para ti y hay días en que no sabes ni cómo te llamas. Tú, que volabas por encima del resto de los mortales, que los compadecías con desdén. Tú te quedas sentada con la mirada perdida, lejos, como una más, como el resto de los residentes. Contemplando la luna.

  111. Viento del Oeste
    Camina a paso vivo, decidido a cambiarlo todo. Levanta la solapa izquierda de su abrigo porque el viento viene del Oeste. Y allí es adonde irá él con su ilusión como faro. Dejará ese trabajo precario e irá a por ella. Él sabe que no hace falta mucho para que sean felices. Cultivarán cualquier flor, quizás la amapola. No necesita mucha agua, sólo luz. Igual que ellos.
    Avanzan sus pies con sus propósitos pero su viaje acaba con el frenazo mal calculado de un todoterreno y un charco rojo que la luna, traicionándose a sí misma, se encarga de iluminar.

  112. «Un Fugaz Instante»

    Cuando el caballero sentado frente a ella se quedó dormido, cayó al suelo algo que guardaba en la solapa del libro que sostenía en sus manos. La joven recogió un papel manuscrito que decía: “Es la vida una ilusión, efímera realidad… cual frágiles pétalos de amapola”
    Al acercarse a él para devolverle la nota, su compañero de viaje despertó y susurró tomando su mano:
    -Querida… Aprendí que todo es posible, y que el antídoto para la fugacidad de cada instante es vivir intensamente y hacer realidad cada sueño sin renunciar siquiera a alcanzar la luna.
    Ella asintió regalándole una sonrisa.

  113. Maria Pilar de Frutos

    LA MAGIA
    Mago con solapa, sinónimo de ilusión. Estaba triste y apagada y, en pleno espectáculo, el mago se me acercó sacando de detrás de mi oreja una pequeña amapola. ¿Cómo lo supo? La gente decepcionada no aplaudía, les parecía demasiado fácil. Para mí fue el mejor, con un rápido viaje me trasladé a mi infancia, a una casa rodeada de campos de esa pequeña flor y allí estaba ella, mi abuela, transmitiéndome una gran felicidad. El poco aclamado prestidigitador se transformó en un gran brujo para mí, iluminando mi noche oscura con una gran luna llena.

  114. SIRA

    Como siempre que comenzaba el ruido, Sira abrió su libro. Lo había leído cuantiosas veces, pero conservaba intacta incluso la solapa. Devoraba cada palabra con la ilusión del primer día, consiguiendo ensordecer sus oídos y desaparecer entre las páginas. Nunca había visto un arcoíris, pero aprendió sus colores de memoria. Nunca había olido una amapola, pero describiría perfectamente su aroma.

    Aquel día, el viaje a través de la narrativa fue interrumpido por una de las bombas. Cayó cerca, demasiado cerca. Sonrió, porque aunque su cuerpo inerte descansara sobre la tierra, ella viajaría hasta la luna, lejos de la humanidad.

  115. No lo vi venir
    Cerré la solapa con ilusión de adolescente enamorada. En su interior, una nota escrita: “te echo de menos”.
    Necesitaba concentrarse para escribir su segundo libro:“Amapola”. ¡Pero se había ido tan lejos!
    Enseguida emprendí un largo viaje-sorpresa, quería llegar justo después del cartero.
    Extenuada pero feliz, admiré la belleza de aquel lugar idílico. En mitad del claro destacaba una cabaña jalonada por trepadoras, rosales y bulbosas. La luna llena iluminaba el conjunto.
    “Menudo nidito de amor”. Solo unos pasos me separaban de él, tan nerviosa estaba por esa certeza, que no reparé en la presencia de un tercer coche.

  116. José Enrique Colino Heredero

    PADRE
    Cuando desdoblé la solapa de aquel libro, pude ver con ilusión la foto de mi padre acompañada de un escueto texto con su biografía.
    Mirándole, ahí, tan joven, tan interesante con su pose de escritor, me embargó esa dulce sensación del ser amapola, la alegoría del reposo y la tranquilidad.
    Hace ya seis años que emprendió el viaje al más allá, encumbrando en los cuernos de la luna, ensalzado por sus obras.
    Para mí solo era ese refugio donde acudir, donde protegerme del frio, donde mitigar la angustia y donde reponer las fuerzas. Él eran un faro de luz intermitente.

  117. El brindis

    Intento abrir los ojos, pero la consciencia se solapa con neblinas cambiantes entre el recuerdo y la ilusión: un tintineo, copas de vino chocando forman una amapola que se deshoja sobre el mantel. ¿Son esos pétalos manchas de vino, o de sangre? En las copas había algo más que rioja… Los invitados yacen desplomados en sus sillas, embarcados en un viaje sin retorno. En medio reluce la mesa, redonda y blanca, como una luna llena que despertó anoche a algún hombre lobo.

  118. Una de ellas

    Paula observó su propio rostro impreso en la solapa del libro. Presuntuoso. Eso le diría su madre. No encontraría en ella la impaciente ilusión por leerlo sino, acaso, una sonrisa condescendiente. Su madre había sido desde niña una persona sencilla, sin más ambición que buscar alguna amapola en el secarral. Por eso escribió Paula aquel libro, aquel viaje a través de la imaginación: para reverdecer el secarral, tapizarlo de amapolas, llenarlo de niñas que levantasen los ojos del suelo y buscasen más allá de la luna. Quizá, después de leerlo, su madre se convirtiera en una de ellas.

  119. Cristina Moreno Valor

    La misión

    Despertó sobresaltada… miró, fijamente, el libro… una parte de la solapa estaba arrancada… se frotó los ojos , por un momento pensó, que se trataba de una ilusión óptica, pero al arquear su espalda para cogerlo, comprobó que, a la amapola, le faltaban algunos pétalos y parte del
    tallo… ¿quién habría sido?… miró de reojo a John, después a William, no confiaba en
    ninguno de ellos… tampoco en la misión… en su próximo viaje a la luna, elegiría otro objeto
    personal que le anclara a la tierra, sin poder ser destruido… quizá… pensó… el bolígrafo con el que lo escribió.

  120. Miguel Hernández Taveras

    Agarró de la solapa con ilusión de haberlo encontrado y la amapola cayó al suelo. Tenía la misma estatura, traje, pelo idéntico y la amapola en la solapa, pero al sentir el último aliento en su rostro, se dio cuenta del error. Tras un viaje al Reino Unido y perseguirlo por una calle, se encontró sosteniéndolo por la solapa con una mano y un cuchillo en la otra, solo para verse repentinamente en la Luna. Era noviembre y todos los que huían de la escena llevaban una amapola roja en la solapa.

  121. Mare Nostrum

    Me paralicé un instante, víctima de la confusión.
    Tras admirar la medallita de su solapa, le abracé con ilusión. Durante meses lamenté su ausencia, presagiando lo peor.
    ¿Y si no volvía a verlo jamás?
    No podía hacer nada, salvo rezar.
    Pero ahí se encontraba: decorando con su amapola mi enmarañada melena. “Has crecido mucho durante mi viaje”, susurró con pena.
    Mil noches en vela con el corazón revuelto…
    Di gracias a la luna por habérmelo devuelto.

  122. ¡¡¡MEJOR QUE SOÑAR!!!

    Llegaba por fin el día del estreno. Me miré por última vez ante espejo para disfrutar de los brillos que lucía en mi solapa. ¡Qué ilusión me hacía verme así de arreglada, tan limpia, tan útil!… Estaba segura de que mi rostro ardía como una amapola.

    Estaba decidida a hacer que el espectador supiera cuán espectacular había sido mi viaje hasta hoy, desde aquella maravillosa noche sin luna en la que alguien se acercó a mí y me propuso abandonar mi cama de cartón para hacer soñar al público.

    NAHIR JIMENO

  123. YURY TERESA FORERO JIMENEZ

    Antonio
    Llegaron a la bisutería, miraban topitos de sombrerito volteao, hasta los pines más hermosos para solapa, su ilusión las atraía a las pulseras y manillas de caña flecha, miraban accesorios brillantes y exóticos, el empleado les ofrecía toda clase de prendas; esa amapola tenía como un tintineo de paz, cuanto se fascinaban en estos detalles, era como un viaje a un remanso maravilloso de arte, que tocaba el corazón y los pensamientos… el chico murmuro… la luna se ha vuelto día… y ella sintiendo algo maravilloso en su corazón expreso… el día se ha vuelto espera.

  124. Petalos

    De solapa fina vestida, en una noche de ilusión, una pequeña amapola, sus hojas contra el suelo apoyó, se desprendió de sus raíces y se aventuró por tierras desconocidas, emprendió un valiente viaje, partió en busca de dar ayuda, pues ella mucho sufrió. A lo largo del camino, entre luna y sol, encontró a muchas pequeñas flores, a tantas que salvó, de un terrible veneno que sus petalitos marchitaba. Inepcia se llamaba y sin discreción condenaba. Ahora, gracias al gran corazón que su solapa guardaba, la ilusión de la amapola ahora es realidad, un viaje a la luna.

  125. Mariana Martínez Pallarés

    No antes de

    Tras la solapa de aquel falso libro descubrí con inesperada ilusión la llave de un compartimento oculto en cuyo interior, bajo un fino y significativo tapete de pétalos de blanca amapola, se guarecían unas piedrecitas escamadas y marrones de dudoso valor.
    Arrastrando meses de insomnio y hastiado de tanto dolor, alcanzaría, al fin, la calma en mi primer viaje en solitario… Pipa en boca aún sin prender, reparé en el título del portador de mis anhelos: «No antes de la luna roja», y comprendí que únicamente abriendo mi corazón podría liberarme de mi congoja.

  126. Marta Mesa Rodríguez

    Recuerdos efímeros

    Levanté la solapa de ese libro entrañable de mi infancia. Un ambiente de ilusión invadió mi habitación, volvía a ser una niña. Cerré los ojos y desperté en un campo de amapolas, corría, era libre, disfrutaba del viaje que me había otorgado ese cúmulo de páginas mientras yacía en mi cama con tímidas lágrimas que se dibujaban en mi rostro a luz de la luna y en la oscuridad de la noche.

  127. Enseguida note que su solapa estaba desgastada y envejecida, nada estaba acorde con mis recuerdos sobre él, todo lo que vestía hacia juego con su descuidada apariencia, tenía tanta ilusión por volver verlo y recordar nuestros momentos, pero al parecer sus mejores tiempos se había ido en mi ausencia, mi querido amor de juventud, no escuchaste a los que te querían creyéndote invencible tan inteligente que nadie pudo detenerte. Aquella atractiva e inocente amapola te lleno de mentiras poniéndote a dormir despierto, hiciste un viaje sin retorno a la luna y aún después de tantos años muchos esperamos tu regreso.

  128. SERVICIOS

    Al levantar la solapa, se despliega ante sus ojos un abanico de deliciosos colores cual mostrador de heladería italiana. Resuelta, señala el naranja más estridente. Él arquea una ceja.

    —¿Qué pasa, no te gusta?

    Las negociaciones son complicadas, pero avanzan, porque tienen ilusión. Ella acepta renunciar al sofá «amapola californiana» y consensúan un sobrio «terracota».

    Parece que fue ayer, pero fue mucho antes. Antes del fatídico viaje que acabó con una lesión cervical y el Polo en el desguace («¡…y la Luna!»). Antes del ERTE y los gemelos. Antes.

    Ahora todo es diferente.

    Ahora…

    —«Cazaokupas», ¿en qué podemos ayudarle?

  129. Thays Santos de Fez

    Durban (Sudáfrica)

    Él aterriza desde Europa, yo desde Centroamérica. Me esperaba inquieto en un banco, nuestras miradas emocionadas se encontraron a kilómetros, se levantó y caminamos el uno hacia el otro. La solapa rojo pasión de su traje es inconfundible y mi andar apresurado de ilusión, también. Corrimos, no podíamos más, corrimos y nos fundimos en un abrazo tan suave como el tacto de una amapola. Esta ciudad nos presentó, hacíamos un viaje de trabajo de voluntariado. Una de esas noches, hace diez años, me invitó a pasear juntos, desde entonces celebramos la conexión que alumbró la luna.

  130. MARIA FELISA EGUIZÁBAL FERNÁNDEZ

    ¿Qué es el tiempo?

    La manecilla del reloj solapa a su compañera con la mera ilusión de marcar una hora imaginaria, porque sabe que todas las horas hieren, y que solo la última mata. Se resiste a marcarla, aunque llegado el momento, será inevitable.
    Mientras, pretende no ser la amapola que no se entera de nada, sino la que emprende ese difícil viaje a lo desconocido. Quiere alcanzar la luna y soñar colgada de su cuerno más alto, hasta que llegue a su plenitud.
    El tiempo es fugaz, aunque la fragilidad del hombre consiga medirlo para superar sus miedos y limitaciones.

  131. In memoriam

    Con un libro entre las manos, siempre se paraba a contemplar la solapa, esperando con ilusión que, por arte de magia, el contenido se dibujara en su mente. Lo que no recordaba, es que la última vez que esto pasó, fue una infusión de su vecina, a la que por algo llamaban “la amapola”, lo que le produjo semejante viaje. Acompañó al principito hasta su planeta, aunque estuvieron cerca de chocar con una luna y no llegar. Por el cordero o la rosa ya no le podremos volver a preguntar.

  132. ¿Médico o mago?
    No lleva ni una flor en la solapa, ni un globo entre las manos, ni galera.
    Pero trae ilusión, luz, primavera… y hasta la blanca espera, se vuelve anaranjada. Entonces dice “hola” y ya no hay nada que tenga más color que esa amapola de farola radiante, su mirada.
    Después de saludar, le quita el traje -aquel pálido traje inmerecido, tejido, sin querer, en cada viaje- a la queja inicial. ¡Siempre oye una!
    – ¿Cuál es su mal?, pregunta, voz de luna (azul retazo inquieto en la ventana).
    Y su abrazo-palabra-medicina… culmina cuando el mundo entero, sana.

  133. Unión
    Ámbar paso la tarde buscando el tesoro de chocolates escondido en el jardín. Resignada y frustrada se fue a la habitación. Ana corrió tras ella para consolarla. Las lágrimas, no tardaron en llegar. En segundos, Ámbar se refugió en los brazos de su hermana; una sonrisa en el rostro se le dibujó. Desde sus corazones brotaban raíces, que recorrían sus extremidades hasta llegar a la tierra. Ambas parecían unirse como si fueran un majestuoso árbol. Y, por tan solo un minuto el Planeta se detuvo en ese eterno abrazo.

  134. JOSÉ MIGUEL SEGURA MARTÍN

    Burlar el hambre
    Con la alegría y el brillo en los ojos que suelen mostrar aquellos que han encontrado un tesoro, el joven Omar expande toda su sonrisa blanca mostrando a su madre las raíces que ha encontrado en las lindes del bosque. Su madre comprende su alegría pero le explica que ya pueden conseguir de la tierra las excelentes hortalizas que, acompañadas con un poco de carne obtenida en los bosques, no necesitan machacar durante horas en los grandes morteros de madera para burlar el hambre. Que el planeta tiene suelos generosos y abundante agua para regarlos.

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