Marta García
Marta entrevistó a Cecilia Blanco en su canal con ocasión de la salida al mercado de su último disco, Ley de Vida.
Conoce a Marta García ...
Las Cinco Palabras del mes de Julio de MARTA GARCÍA son ...
- MARATÓN
- HIJOS
- TIEMPO
- SOFÁ
- SUELO
¡Gracias Marta por regalarnos tus Cinco Palabras!
Nuestra Embajadora de Cinco Palabras para los Océanos, la cantante Cecilia Blanco, nos deleitó con su tema El grito mudo del mar durante la entrega del premio de I Concurso de Microrrelatos Cinco Palabras.
Parte de los beneficios de la canción serán donados a Cinco Palabras en apoyo a los océanos.
Escribe tu relato solidario siguiendo las siguientes normas:
1. Extensión máxima 100 palabras.
2. No se cambiará la posición de las palabras.
3. No se modificará el género ni el número de las palabras proporcionadas.
* Se eliminarán los relatos que no cumplan las normas.
NOTA: Nos reservamos el derecho de la publicación de los relatos. Se eliminarán relatos ofensivos o insultantes hacia cualquier país, pueblo, animal o personal que puedan herir la sensibilidad del lector.
1. Incluir las cinco palabras publicadas semanalmente a través de la web – manteniendo el orden en que se han ofrecido – sin modificar género ni número
2. Extensión máxima: 100 palabras
3. Idioma: español
Este juego literario ha sido una herramienta para dar difusión, no solo a los propios escritores y sus relatos, sino también a las causas mensuales con las que la Asociación ha estado colaborando. En marzo de 2023 la Asociación Cinco Palabras se transforma en la Fundación Five Words, que pretende dar continuidad a la labor realizada por la Asociación en sus 10 años de vida, manteniendo su Misión de “Hacer un mundo más digno a través del Arte”. En coherencia con este objetivo, la Fundación Five Words (en adelante, la Fundación) pone en marcha este concurso de microrrelatos, para fomentar la escritura y promocionar a los escritores que, a su vez, con sus relatos, ayudarán a la difusión de las causas solidarias mensuales de la Fundación. El Concurso mantendrá las reglas del juego literario antes detalladas y constará de dos fases: mensual y final. La primera edición de este Concurso dará comienzo el día 1 de abril de 2023 y finalizará a las 23.59 horas del 29 de febrero de 2024 (hora peninsular española). El premio está dotado con 5000 euros, distribuidos de la siguiente forma:
VIDA NUEVA
Lo de correr la maratón quedó aparcado cuando llegaron los hijos. No tenía tiempo para entrenar lo suficiente, cuando venía del trabajo me derrumbaba en el sofá. Por las noches Sara y yo dormimos mal, nos turnamos para atender a los críos. Les están saliendo los dientes y se despiertan muchas veces. Y no aguantan más de tres horas sin el biberón. He de tener los pies en el suelo: a ratos fabrico sueños de iron-man, pero el deporte en serio se acabó, los trillizos nos roban la vida, bastante aventura es salir con los tres a la calle.
Título: VENCIENDO AL DESTINO
De repente me di cuenta de que nos habíamos embarcado en una MARATÓN.
Siempre quise ser madre, pero el destino cruel, no quería que tuviésemos HIJOS.
Debíamos darnos prisa pues podía asegurar, con absoluta certeza, que el TIEMPO jugaba en nuestra contra.
Sabía que debíamos enfrentarnos a muchas dificultades. Vivimos una serie de ilusiones y decepciones que cada vez eran más dolorosas. Pero creía en los milagros y jamás perdí la esperanza.
Hoy, sentada en mi SOFÁ, contemplo a mis hijas jugando en el SUELO del salón y con lágrimas en los ojos, siento una hermosa sensación de gratitud.
La gran carrera
Me imagino ganando la maratón, que tantas veces he corrido. Imagino a mis hijos viéndome llegar a meta el primero, controlando el tiempo y gritándome, orgullosos, que he batido mi propio récord; pero estoy postrado en el sofá del salón imaginando lo que ya nunca volverá a suceder. El maldito accidente de coche frustró mis sueños e ilusiones. Por eso, ahora, mi carrera y mi meta es otra. Mis hijos tienen que seguir sintiéndose orgullosos de su padre. Tengo que dejar de arrastrarme por el suelo, volar y ganar, esta vez sí, la gran carrera de mi vida.
Olor a lluvia
Son las seis de la tarde de un sábado lluvioso de octubre, la casa huele a dulces y a palomitas, tengo todo perfectamente preparado para hacer una maratón de cine con nuestros hijos.
Hace mucho tiempo que no pasamos una tarde todos juntos acurrucados en el sofá.
Baloo también está tumbado a nuestros pies, en la alfombra del salón, sin apartar la mirada del cuenco de las palomitas con la esperanza de que alguna se nos caiga al suelo.
Olor a lluvia
La lluvia golpeaba perezosa los cristales. En el interior del hogar, el olor a dulces y a palomitas de maiz, anunciaban la maratón cinematográfica que estaba a punto de empezar.
Las manos pegajosas de sus hijos la aferraban al presente, hacía mucho tiempo que anhelaba una tarde desocupada junto a ellos en el sofá.
Baloo, complacido les mostraba su regocijo, a través de los movimientos rítmicos de su cola percutiendo contra el suelo.
La nostalgia la invadió, era consciente de que años más tarde evocaria aquel momento como a uno de los más felices de su vida.
Escritura terapéutica
La maratón comenzó como terapia posparto: «100 libros para futuros escritores». Pero se convirtió en obsesión. Los hijos, trillizos, se desdibujaban entre páginas de ficción, mientras ella devoraba historias ajenas. El tiempo se medía en capítulos, no en latidos. En el sofá, su cuerpo se iba fundiendo entre las tramas, perdiendo forma, peso y sustancia.
Un día, la familia entró en la habitación. En el suelo, junto al último libro, yacía un pergamino arrugado, de bordes desvanecidos… como mordisqueados. En el centro, aún se podía leer, sobre la piel, el texto de un tatuaje: «Amor de madre».
Título: Humor en casi 100 palabras
Después de correr su primer maratón, Juan llegó a casa: ¡Papá, eres nuestro héroe!, gritaron sus hijos, mientras él intentaba no quedarse dormido. El tiempo parecía detenerse cuando su esposa entró y dijo: ¿Qué haces en el sofá? ¿Ya estás descansando? Aún hay que limpiar el suelo. Juan, con una sonrisa pícara, respondió: «Después de 42 kilómetros, creo que el suelo puede esperar un poco más». Todos rieron, sabiendo que, al menos por hoy, el sofá era su mejor trofeo.
Te felicito!!!
EL UNIFORME
Cada día es un auténtico maratón: la casa, el marido, los hijos, el perro. No hay oficio que no desempeñe, desde cocinera, limpiadora y costurera hasta profesora, manitas y taxista, pasando por asesora fiscal, amante y peluquera. Hoy decido tomarme algo de tiempo para mí, me tumbo en el sofá y aguardo, inmóvil, con los ojos cerrados, a que el suelo se abra y me trague para poder descansar, al fin. Pero no hay suerte: los niños regresan del cole, el chucho me lame la cara y, rezongando, tengo que volver a ponerme la capa de super mamá.
A sus 4 años, comenzamos la MARATÓN; cuestionaron nuestros HIJOS; todo el TIEMPO nos hablaban de niños impulsivos, para sus profesoras disruptivos. En ese entonces, eran unos hermosos pequeños de ojos inquietos, que volaban desde el SOFÁ, creyéndose súper héroes. Un gran cansancio nos consumía; apenas y entraban al colegio, nos llamaban para ir a retirarlos, siempre tirados en el SUELO. Aún se me erizan los pelos. Sus hijos son autistas, lo confirmaron a sus 7 años. ¿El duelo?, casi no lo logras hacer, el mundo no para, el sistema es cruel, te estigmatizan, hieren a quien más amas.
Los relatos deben publicarse con su título para participar en el concurso.
Os recuerdo que en tenéis una sección de Preguntas frecuentes con sus respuestas, en:
https://fundacioncincopalabras.org/concurso-microrrelatos/, para resolver vuestras dudas acerca del concurso.
LOS DESERTORES
Convoqué a una maratón de limpieza con marido e hijos. Aceptando a regañadientes, al poco tiempo, se escabulleron para la playa. Junto al sofá, sentada en el suelo y vencida por el cansancio me quedé traspuesta.
Unos altavoces alertaban a los bañistas para que salieran del agua. Desde la terraza vi una inmensa mancha de basura flotando en el mar. La radio hablaba de un padre con sus dos hijos engullidos por aquella monstruosa podredumbre. Una sonrisa maléfica asomó a mis labios.
-¡Mamá, despierta! ¿Qué haces en el suelo?
“Suerte han tenido de que sólo haya sido un mal sueño”.
Una forma de vivir
El maratón cotidiano de la existencia, es una carrera intensa y larga. Avanzamos, tropezamos, caemos y con energía y fuerza nos levantamos y continuamos alentando a nuestros hijos.
Pasado el tiempo y de manera inesperada nos reunimos todos en el inmenso sofá de la experiencia, en el que revivimos los recuerdos que colmaron de fotos el suelo, representando las huellas de la vida.
CAMADA
Para la pequeña roedora, la proeza que acababa de realizar se asemejaba al desgaste de correr una maratón. Tras dar a luz , agrupó cuidadosamente a sus hijos en el nido ubicado en el hueco del tabique contiguo al salón. Se tomó su tiempo para esperar a que los moradores de la vivienda se hubieran quedados dormidos en el sofá. En carreras continuadas se desplazó sigilosamente por el suelo, desde el hueco de la pared hasta la cocina. Allí pudo recoger migajas de la cena anterior. Ser madre era duro, sobre todo cuando tienes 20 bocas que alimentar.
UNIÓN Y FUERZA
Aquella maratón la hacíamos mis dos hijos, mi marido y yo. Tiempo, eso era lo que necesitábamos. Y lo fuimos ganando. Del parque, al portal; del portal a la casa; y en la casa, el descanso del sofá. Medicinas, ejercicio y mucho amor impedirían que besara el suelo. La carrera contra la maldita enfermedad la estábamos ganando.
MI VIDA
Luego de correr una maratón tras mis hijos, el tiempo me tiró en el sofá, con tan mala suerte que me caí al suelo
MARATÓN DE VALENCIA, 2022.
Yo nunca destaco por mis habilidades físicas pero la constancia y la perseverancia, por no decir cabezonería, sí que encajaban con mi personalidad.
Tener hijos fue el detonante para verme aquella mañana de finales de otoño frente a la línea de salida. ¿El tiempo? No importaba, lo importante era haberme levantado del sofá para poder cruzar la meta como fuese.
Lloré nada más empezar a correr, el camino fue duro pero iba acompañada, no podía fallar. Bajo mis pies 42km 195m de suelo, sacrificio y orgullo.
Entonces…la meta…donde una imagen de mi misma, pero diferente, esperaba para celebrar aquella victoria.
Tu relato incumple una regla de nuestros microrrelatos, le falta una palabra de las cinco.
Reloj de Sol
La vida se había convertido en una continua maratón desde el amanecer hasta el ocaso, y su sombra se alargaba lentamente como un reloj de sol mientras posaban a su lado padres e hijos. El aire tiembla en un espejismo, a modo de flashback dando marcha atrás al tiempo. Quiso recordar en qué momento se torció todo, cayendo de su cómodo sofá en una cuesta abajo sin final. Ya tocaba cambiar de postura, al sonar la moneda contra el suelo. Y la estatua humana de Julio César en la Rambla miró ahora a su derecha cambiando el peso de pierna.
Un espectáculo gratuito
Almendra colocaba en un plato de metal el cadáver desplumado de un ave que se había ofrecido como alimento. Mientras sentía la frescura de la carne cruda en sus manos, exclamó: «Maratón, tu comida». El perro movió la cola, pero sus ojos seguían fijos en una fila de bichitos que se dirigían a un hueco en el piso. Sorprendida, Almendra vio al canino absorto en aquel desfile dirigido por un insecto mayor, como si fuera una madre guiando a sus hijos. Sin perder tiempo, movió el sofá para sentarse cerca de aquella escena silenciosa que ocurría en el suelo.
Cuando se asoma el alba
Sus pequeños rostros, dulces, sonrientes; sueñan que despiertan en el calor de unos brazos amorosos, cálidos, seguros. Repentino, sin tregua, ultima el sol (en ocasiones la lluvia) sus entrecortados sueños. El alba anuncia el maratón a los hijos de la calle. De prisa, sin tiempo, abandonan el mugriento sofá debajo del puente. De nuevo… La jornada. Eterna, pesada, inefable; sobre el suelo de una Ciudad que los desdeña. Ansían – al menos – el temprano ocaso que les conceda soñar: «Un inédito amanecer».
Deseos subterráneos
Después del maratón de limpieza, preparé un bizcocho para mis hijos. Llegarían de la escuela muertos de hambre. Pero perdí la noción del tiempo… Recuerdo que me eché en el sofá un segundo. Me debo de haber dormido… ¿Ya es de noche? ¿Dónde están todos? ¿No regresaron aún? ¿Y mi marido?… ¡Libre al fin! ¡Se los tragó la tierra! ¡Alabado sea el Libertador de los Esclavos! ¡Auch! Me desperté de golpe en el suelo con el timbre de la puerta.
Ha sido reenviado con correcciones.
El miedo a la libertad
El maratón de discursos enardecidos había concluido. «¡Hijos de esta nación, tomemos el control de nuestro futuro!», dijo el líder del partido y me espabilé. ¿Cuánto tiempo había durado el trance de eslóganes y promesas fatuos? Se sentó en un sofá en el medio del estrado y nos miró complacido y omnipotente. La turba hipnotizada se movilizó hacia el escenario, atropellando a los más pequeños. Cubriéndome la cabeza en el suelo, escuché el estruendo: «¡Viva la nación! ¡Aplastemos al enemigo!»: El rebaño se liberaba de la responsabilidad de vivir a conciencia y se encadenaba a su amo.
La fuerza de mi naturaleza
El maratón de rezos había concluido. «Hijos míos, el tiempo transcurre según las escrituras», dijo mi padre y bendijo el vino. Me moví inquieta en el sofá, mientras que Lucrecia, mi gata, gruñía sobre mi regazo. Mi hermano mayor bebió del cáliz. Cuando llegó mi turno, Lucrecia volcó la copa de un zarpazo. «¡Satanás!», gritó mi padre y, enfurecido, me ordenó que bebiera del suelo. No puedo explicar con palabras qué sucedió en realidad, tenía apenas cinco años. Hoy siento que con la fuerza de la naturaleza ―que posee toda criatura viviente―, defendimos con garras la vida de la muerte.
¡ Me encantaron ambos relatos! ¡Qué fuerza! Gracias! Adriana
LOS HIJOS DE ESQUILO
Él se llamaba Esquilo por un motivo que desconocía. Le gustaba contar
una historia que le habían contado. La batalla de Maratón. La escenificaba
a sus hijos, era una historia de hace mucho tiempo. Sin embargo, cuando
se subía al sofá, y representaba la historia, parecía que hubiera ocurrido
ayer. Nosotros lo escuchábamos con emoción, desde el suelo, sentados en
una alfombra persa, que a veces, sigilosa, salía volando.
LA HELADERA
Cada mañana es una maratón. Despertar a mis hijos, vestirlos mientras desayunan, sacarles las lagañas camino al colegio… Recién cuando duermen tengo tiempo para mí. Entonces me tiro en el sofá, o en el suelo si hace mucho calor. Hoy hace demasiado calor, incluso para el suelo. Tengo una idea. Abro la heladera… y me meto adentro. El frío me envuelve. Me da paz.
“¡Mamá!”, me llama el menor desde el cuarto. Tuvo una pesadilla. Salgo de la heladera. Voy a darle la mano hasta que vuelva a dormirse. “Estas fría”, me dice, y me aprieta la mano para calentármela.
Maratón de Valencia, 2022.
Maratón de Valencia, 2022. No destaco por mis habilidades físicas pero la constancia, o cabezonería, sí que encajaba con mi personalidad.
Tener hijos fue el detonante para verme aquella mañana de finales de otoño frente a la línea de salida. ¿El tiempo? No importaba, lo importante era dejar atrás el sofá para poder cruzar la meta como fuese.
Lloré nada más empezar a correr, el camino fue duro pero iba acompañada, no podía fallar. Bajo mis pies 42km 195m de suelo, sacrificio y orgullo.
Entonces…la meta…donde una imagen de mi misma, pero diferente, esperaba para celebrar aquella victoria. La vida.
Nerea, ahora te has pasado de las 100 palabras, porque las cifras también cuentan (al leerlas pasan a ser palabras).
Lo comento para que todos los escritores solidarios lo tengáis en cuenta. Gracias.
EL SOFÁ
Logró subir las escaleras. Para él era como correr un MARATÓN. Estaba cansado, como todos los días, pero notaba un leve pinchazo en el pecho. Se acordó de sus HIJOS, de su empeño en que pusiera un elevador, pero llevaba ya demasiado TIEMPO peleando con aquellos peldaños como para rendirse ahora. Siguió andando hasta llegar al SOFÁ. Allí tumbado el mundo parecía mucho más llevadero. Recordaba cuando se echaban aquellas interminables siestas, cuando se dormían por la noche viendo la tele abrazados, pero ya no estaba. Hacía solo un año que la encontró caída en el SUELO de la cocina.
Singrafista, Julio 2024
ERA EL DÍA MÁS FRÍO DEL AÑO
Podía sentir el peso de su cuerpo. La maratón coincidía con la calle de su departamento. Las piernas no respondían como antes; sus dedos, ateridos. La culpa por ausentarse al nacimiento del primero de sus hijos sólo contribuía a su abatimiento. Sin embargo, a lo lejos distinguió unos escarpines azules colgando desde la baranda de su balcón. El tiempo se detuvo: ella había dado a luz en el sofá. Quedó congelado en la última zancada, sin tocar el suelo bajo sus pies.
Era el día más frío del año cuando Elías nació.
Un curso imprescindible
El licenciado me interrumpió para corregirme:
-Se dice “el” maratón, es un sustantivo masculino.
Y se despachaba con una explicación filológica y gramatical, cuando lo detuve:
– Me refería a la verdadera carrera de obstáculos que tuvimos que atravesar hasta dar con usted. Simplemente deseo saber, licenciado, si mis hijos todavía están a tiempo de incorporarse a su curso de Autoestima Utilitaria.
El licenciado tomó su libreta y se sentó en un sofá para escudriñarla.
– Hum, veamos… ¡Sí, pueden!, pero la promoción dos por uno finalizó ayer.
Me dejó con el ánimo por el suelo, pero igualmente los inscribí.
Victoria
Maratón a escasos metros… Con los hijos a cuestas, la deuda a rastras y un marido hurgando la herida abierta por el tiempo, hundida en el sofá, no toca suelo. Golpes de estrépito restallan quedos y luz de luz corona el sueño.
Carita de ángel. Fuego por dentro. Irguió su paso. Siguió corriendo. Se sintió a salvo. No puso peros. No habló con nadie. Supo buscarte. Eras vinagre.
–«Vendrá un mañana, quizá esta noche, que traiga fama, laurel y bronce».
Voz de Atenea, juicio prudente, llamó a sus héroes:
–¡Bailad conmigo! ¡Silben trompetas! ¡Plantamos guerra!
Nuevo último día.
El canto de las aves me anuncia otro día. Me obligo a abrir los ojos. Siete metros de pasillo son para mí un maratón. Me arrastro hacia el salón.
Sin hijos que me ayuden, el tiempo me ha aislado y se lo ha llevado todo: salud, familia, amigos, sueños… Me queda la soledad y el asombro. Jamás pensé que esto llegaría. Pero aquí está. Aquí estoy.
Con las últimas energías he alcanzado la meta, el sofá. El él me derrumbo y el mando de la televisión cae al suelo. Sin fuerzas para poder alcanzarlo, me quedaré aquí, trasto viejo olvidado.
Corrección de errata:
Nuevo último día.
El canto de las aves me anuncia otro día. Me obligo a abrir los ojos. Siete metros de pasillo son para mí un maratón. Me arrastro hacia el salón.
Sin hijos que me ayuden, el tiempo me ha aislado y se lo ha llevado todo: salud, familia, amigos, sueños… Me queda la soledad y el asombro. Jamás pensé que esto llegaría. Pero aquí está. Aquí estoy.
Con las últimas energías he alcanzado la meta, el sofá. En él me derrumbo y el mando de la televisión cae al suelo. Sin fuerzas para poder alcanzarlo, me quedaré aquí, trasto viejo olvidado.
El cajón de los juguetes.
En el cajón de los juguetes, treinta dinosaurios compartían espacio con los tazos y cincuenta animalillos más. Su preferido, un estegosaurio de color verde. Las mañanas eran una maratón de fondo mientras nos preparábamos para el cole. Les ordenaba que recogieran el ganado jurásico y varios superhéroes trepadores de muebles y los devolvieran al confinamiento del cajón. Mis hijos recogían, perezosos, aquel desastre matutino.
El tiempo se escurrió entre vasos de colacao, mochilas y besos de mofletes sonrosados. Hoy, sentada sola en el sofá, ¡qué no daría por tener la colección de dinosaurios y juguetitos varios desparramada por el suelo!
«Nunca es tarde para mi»
Tras trotar 5 carreras de 21 km, un dia soñe con la MARATÓN. Empecè a correr para aliviar la partida de papà, pero los HIJOS y la falta de
TIEMPO han echo de mì, una persona que ganò el tiempo en el SOFÁ y en el SUELO jugando, aprendiendo, disfrutando y vivenciando la mejor etapa que es la niñez de mis niños.
Hoy despues de 20 años, he vuelto, con mas fuerza, con mas experiencia y con el objetivo claro de pasar la meta de los 42 km 195 metros..faltan solo meses porque nunca es tarde para mi.-
Carreras del siglo XXI
¡Arrancó el maratón! Julio César, para destacar entre miles de competidores, lucía un casco imperial con un penacho rojo. Mis hijos aseguraban que alcanzaría un tiempo récord. Nos apretamos en el sofá con inmensas bolsas de patatas fritas para ver a nuestro maratonista estrella. Suspiramos decepcionados: el emperador romano se tropezó y cayó de bruces. El tropel de atletas lo atropelló sin misericordia desperdigando sus restos por el suelo. Continuamos con el entretenimiento, pasmados ante la velocidad y la brutalidad de otros cuerpos cibernéticos.
MADRE
En aquellos últimos segundos, contempló su vida como un maratón o, más bien, aquellos recuerdos que merecían ser galardones de tan longeva existencia. Impactó como un fogonazo la imagen de sus hijos, a quienes sentía que desamparaba con su inminente partida; para ella, seguían siendo vulnerables criaturas por mucho tiempo que pasara. Mas dejó escapar una exhalación final que le dio el impulso necesario para deslizarse desde el sofá hasta el suelo, pues ahora quería ser semilla para convertirse en árbol que dotara de sombra a los frutos que ya dio. Antes y después de su muerte, seguiría siendo madre.
Deseos subterráneos
Después del maratón de limpieza, preparé un bizcocho para mis hijos. Llegarían de la escuela muertos de hambre. Pero perdí la noción del tiempo… Recuerdo que me eché en el sofá un segundo. Me debo de haber dormido… ¿Ya es de noche? ¿Dónde están todos? ¿No regresaron aún? ¿Y mi marido?… ¡Libre al fin! ¡Se los tragó la tierra! ¡Auch! Me desperté de golpe en el suelo con el timbre de la puerta.
Seguir adelante
Apenas llevaba pisados unos pocos metros del maratón de ese año, cuando la corredora fue asaltada, como todos los anteriores, por el recuerdo de sus dos hijos. El tiempo no había cambiado nada sus caritas. Siempre se repetía que no era por ellos por los que corría, sino por ella misma, para alentar su propia vida y no quedarse tirada en un sofá, esperando que los siglos se derrumbaran sobre su desánimo. Así, cada zancada que daba, cada pulgada que el suelo se desplazaba hacia atrás, parecía alejar también el asfalto con el que la tragedia decidió un día golpearla.
Inmersa en el vertiginoso ritmo de la bolsa de valores, enfrentaba una maratón agotadora. Mis hijos adultos desafiaban el tiempo implacable. Sentía una soledad envolvente. Mientras los monitores parpadeaban incansables, mi mirada se posó en el desgastado sofá de la oficina, repleto de recuerdos. Anhelaba escapar. Finalmente, el cansancio cerró mis ojos. En el ensueño, caricias cálidas y tiernas me envolvieron en un abrazo reconfortante, el índice descansaba entre los labios ¿Quién me acariciaba? ¿Acaso yo? Desconcertada, desperté en el suelo, anhelando permanecer en ese refugio. ¿Qué era real? ¿La soledad o el abrazo fugaz? ¿Importaba? Tal vez.
Lo cambié un poco
Título : Acabar en el suelo
Inmersa en el frenético ritmo de la bolsa de valores, me encontraba atrapada en una maratón agotadora. Mis hijos adultos, corrían la suya. Con el paso del tiempo mi sensación de soledad aumentaba. Mientras los monitores seguían parpadeando, mi mirada se posó en el desgastado sofá de la oficina ¡Tantos recuerdos! ¡Tantos! Finalmente, el cansancio me venció. Entre sueños, caricias cálidas y tiernas me envolvieron en un abrazo reconfortante. Desperté en el suelo, anhelando volver al refugio. ¿De qué mano partió la caricia? ¿Qué había sido real? ¿La soledad? ¿El abrazo fugaz? ¿Acaso importaba? Quizás.
Solo quizás.
Título : ¿Y si…?
De todos los tiranos ¿Cuál el peor? ¿Cuál el más despiadado?
¿Acaso corrían la maratón de la crueldad y el oprobio?
Los hijos de la tierra, casi en cualquier tiempo y lugar, agachaban sumisos sus cabezas.
Si sólo se hubieran rebelado ¿Cómo permitieron ser vejados y asesinados en masa? ¿Cómo?
Desde la comodidad del sofá de mi casa, miro las noticias con horror. Me duele. Me asusto. Sin embargo, no me rebelo. Ya veré cómo me acomodo.
Con vergüenza ajena y propia, bajo la mirada al suelo.
¡Sólo soy una más!
Una más del rebaño.
¿¡Sólo una más!?
¿Y si…?
Maratón
Ir a ver a su madre es como hacer una maratón, la deja agotada. Pero no tuvo más hijos y le toca dedicarle tiempo.
Espera encontrarla en el sofá, aquejada como siempre de mil dolencias inverosímiles y recriminándole lo sola que está.
Abre la puerta y le sorprende la escena: piezas de ropa por el suelo, una espalda peluda que asoma por encima del respaldo del sofá y claros gemidos de placer.
Incrédula retrocede sigilosamente.
Por la noche hablan por teléfono:
-Aquí estoy, Nena. Todo el día sola, con mucho dolor y el médico ni caso. Avisa si vienes.
Rehenes
Íbamos corriendo una maratón con mis hijos para llegar a tiempo al sofá, pero nos caímos al suelo justo antes de que los perros se apoderaran de él. Nos muestran los dientes, debemos obedecer. Me arrastro por el suelo y alcanzo el control remoto, enciendo el televisor y sus colas se menean de felicidad mientras esperan que salga la serie de la dama y el vagabundo. Mis hijos se atreven ahora a levantarse y los canes nos abren un poco de espacio en el sofá, whof, whof, nos obligan a dejar el control en el suelo, bajo su supervisión.
Rehenes
Íbamos corriendo una maratón con mis hijos para llegar a tiempo al sofá, pero nos caímos al suelo justo antes de que los perros se apoderaran de éste. Nos muestran los dientes, debemos obedecer. Me arrastro por el suelo y alcanzo el control remoto, enciendo el televisor y sus colas se menean de felicidad mientras esperan que salga la serie de la dama y el vagabundo. Mis hijos se atreven ahora a levantarse y los canes nos abren un poco de espacio en el sofá, whof, whof, nos obligan a dejar el control en el suelo, bajo su supervisión.
FINDES DE LLUVIA
Sí, me considero una mujer especial. ¿o fuera de lo común?
Da igual, el caso es que mi plan favorito para un fin de semana de lluvia es contemplar cómo el cielo encapotado castiga el mundo. Bueno, eso y pegarme una maratón (1) entera de mi serie favorita: “Fast and furious”
Mis hijos (2) me consideran una fanática del cine. Puede.
Pero una cosa tengo clara, si tengo tiempo (3) y un sofá (4) blanco de tres plazas del IKEA no dudes que solo pisaría el suelo (5) para asegurarme de que no he tendido la ropa.
– Ay María, no sé qué pensar de la maratón con mis hijos.
– Ten confianza, mujer, seguro que todo va bien.
– No sé, hablan de realización personal, de superación, que si nos hacen sentir más fuertes… ¡pero yo lo veo tan cansado!
– Bueno, Sonia, después podréis relajaros…
– ¿Cuándo?
– ¡Pues cuando terminéis! Veniros a casa, tengo un sofá nuevo enorme y es super cómodo. Además, han cambiado el recorrido de la carrera, y el suelo ya no resbala.
– ¿Pero de qué me estás hablando, María?
– De la maratón del domingo. ¿Y tú?
– De la maternidad, Sonia, de la maternidad.
Ámbar, en tu relato falta una de las cinco palabras
– Ay María, no sé qué pensar de la maratón con mis hijos.
– Ten confianza, mujer, seguro que todo va bien.
– No sé, hablan de realización personal, de superación, que si nos hacen sentir más fuertes… ¡pero yo lo veo tan cansado!
– Bueno, Sonia, después tendréis tiempo de relajaros…
– ¿Cuándo?
– ¡Pues cuando terminéis! Veniros a casa, tengo un sofá nuevo enorme y es super cómodo. Además, han cambiado el recorrido de la carrera, y el suelo ya no resbala.
– ¿Pero de qué me estás hablando, María?
– De la maratón del domingo. ¿Y tú?
– De la maternidad, Sonia, de la maternidad.
PERDÍ HASTA LA PAZ
Ilusión por esa maratón o por otra competición, cero.
No, no quiero luchar más, sino ganarme el cariño de mis hijos.
Tanto tiempo lidiando por ser el mejor y ¿para qué?
Lo único que hice fue poner zancadillas a quienes se cruzaban en mi camino.
No tengo amigos y tampoco el respeto de aquellos que me dieron todo.
Solo pido al universo, que me deje un sofá para ver una película de dibujos comiendo palomitas con los míos, el gato a nuestro lado o por el suelo y la paz en mí, como cuando era joven e inocente.
Primera Palabra
La maratón que define el día de una familia con hijos, no hay descanso.
El sinfín de tareas aumenta mientras el tiempo disminuye. El sofá solo sirve de perchero.
Ahora hay que preparar la cena, bañar al niño y dormirlo.
Mientras el pequeño juega, lo vigilo desde la cocina.
Se oye la puerta y nuestro hijo gatea rápido para recibirla.
Ella, sonriente, lo levanta del suelo.
—¡Hola, cariño! — le dice dulcemente. Viene y me da un beso. — Hola, amor. ¿Cansada? —Me pregunta.
Nuestro hijo nos señala sonriente y balbucea:
— Mama
— Como siempre — le respondo feliz.
Cesta, ballesta, Martín de la cuesta…
Salió a la calle dispuesta a librar la maratón cotidiana de llevar a sus hijos al colegio y tomar dos autobuses hasta el trabajo. Los vio ahí, como si el tiempo se hubiera detenido. Dormían siempre sobre un sofá desvencijado que hacía malabarismos en el frío, junto a la basura. Sintió vergüenza por haber nacido en el lugar correcto, por las bufandas y gorros que coronaban sus cabezas de alegres cazadores en una Siberia de juguete. Con miedo, puso el vaso de café cerca de sus rostros. Desde el suelo, la bendición se alzó como un hilillo de agua helada.
Todos se fueron
Maratón es una competición de resistencia o actividad larga e intensa, por eso descarto referirla a criar a mis cuatro hijos; aquel tiempo me parece un soplo. Un recuerdo lleno de añoranza para mis tardes de sofá. Mi cerebro ya no me taladra con dudas e inquietudes desde que ellos ponen un pie en el suelo por la mañana. Aunque poco sé de ellos, vivo relajada y feliz si no fuese por esa necesidad constante de buscar señales en mi entorno sobre cómo les va la vida. Eso sí es una dura prueba.
AMORES INCOMPARABLES
Es una maratón ser padres
de tres hijos.
El tiempo es inacabable
y a su vez,
te llena por todas partes.
Tres años, Mónica,
alegre, inquieta y creativa.
Le apasiona estar en la calle, pasear en coche, patinar, montar en bici… Da vida y luz al sol.
Cinco años, Marco,
tranquilo, inteligente y sensible.
Madrugar un sábado y leer en el sofá, mientras los demás duermen, es su rato de paz. Maquina proyectos constantemente.
Ocho años, Saraima,
elegante, cariñosa y artista.
Ama andar descalza por cualquier suelo. Se pasa el día bailando y contemplando su cuerpo.
Amigas
Las hormiguitas iban al hormiguero como si de una maratón se tratase. Me preguntaba cuántos hijos podían tener al año, ya que la filita que formaban parecía no tener fin. Quedaba poco tiempo para el inverno, así que entendía su velocidad de recolección. ¿Tendrían las hormigas una especie de sofá, en el que reponerse de un día agotador como el de hoy? La sirena que anunciaba el fin del recreo me sacó de mi ensoñación. También los gritos de Óscar “vamos atontado, que hay que volver a clase”. Me levanté del suelo, miré el hormiguero y pensé “Hasta mañana amigas”.
Whatsap
Marta, ya llegué a Londres. Estoy nervioso solo de pensar que mañana corro su maratón. Llamó el mayor de tus hijos pidiendo dinero. Le dije que le harías un Bizum cuando tuvieras tiempo. El sofá está en el suelo, tiene una pata rota. Tres besos.
Mario, envié dinero a Luis, mi hijo. Cuando en tu carrerita te suban las pulsaciones recuerda que diste de baja el seguro de salud porque no lo necesitábamos. MI ex se ha ofrecido a arreglar el sofá. Tendrá que venir varias veces, le dije que sin problema. Siempre fue muy manitas. Un beso.
LA MAGIA DEL VERANO
Buenos días Marisa,
¿Sabes con lo que he soñado hoy?
¿Con qué Alba?
Con la maratón que hacíamos en el pueblo.
Podríamos hacerla de nuevo este verano, ahora ya con nuestros hijos.
Alba, es increíble, hace tiempo que también sueño con el pueblo.
Ayer, leyendo en el sofá, me dormí mirando la foto del marcapáginas.
Te la hice aquella noche, mientras dormías en el suelo.
Recuerdo las cientos de estrellas fugaces que vimos en el cielo.
¿Te recojo en el aeropuerto y nos vamos directamente con los niños?
Genial cariño, estoy deseando verte y recordar nuestro primer beso.
Hoy empieza todo.
Amanece; empieza el particular maratón de cada jornada. El de los cien pasos de mi anciano padre por el pasillo de su casa. El de mis hijos adolescentes buscando su personalidad y su sitio en este confuso mercado de máscaras y apariencias. El de las agujas de mi reloj corriendo detrás del tiempo al que nunca alcanza. El del sofá soportando el peso de la fatiga y la pereza. El de las historias de amor y odio que el suelo sujeta
Anochece; mi padre, y todo, mañana un paso menos, aunque la existencia seguirá corriendo porque Atenas apenas se divisa.
SUPERACIÓN
Le había costado mucho sacrificio, pero por fin, llegó el día. Después del accidente y aprender a andar con una prótesis, se encontraba en la salida del medio maratón de Carabanchel.
Sus hijos le acompañarían en bicicleta dándole ánimos. No importaba el tiempo que le llevara realizar la prueba o las horas que permaneció en el sofá del fisioterapeuta fortaleciendo el muñón de su pierna amputada.
Sonó el disparo y corrió por las calles de su barrio.
Entre aplausos, esfuerzo y risas, cruzó la meta y se dejó caer al suelo. Mirando al cielo, lloró pensando en su mujer.
Estimados escritores solidarios: Os recuerdo que en «Relatos Cinco Palabras» — «Concurso microrrelatos», tenéis unas recomendaciones de los jurados para escribir vuestros relatos, y un listado de preguntas frecuentes respondidas.
Para cualquier consulta relacionada con el concurso hay que escribir a: concursoliterario@fundacioncincopalabras.org
Gracias por publicar vuestros relatos, y compartir el concurso en vuestras redes sociales.
Yo cumplía 39 años el día que descubrí que era mala en la cama: en un diálogo descarnado, dejado al alcance de mi ordenador, mi marido le confiaba esto a su amante. Inmediatamente una maratón de pensamientos se propulsaron a mi conciencia: los hijos que no iba a tener, la familia que no íbamos a ser, todo el tiempo perdido. A medida que avanzaba en la lectura de esas conversaciones íntimas, tropezaba con detalles aún más corrosivos: la traición había ocurrido en el mismo sofá en el que estaba sentada leyendo. Toqué fondo; mi vida, toda, desparramada en el suelo.
Para concursar, los relatos han de publicarse con su título.
Vencejos
Me descolgué enseguida del maratón que mis hijos me recomendaron no correr y al poco tiempo aparecí en un descampado. Un hombre arrojaba cosas a un pozo: desde smartphones a ministros pasando por un sofá de piel de foca y algunos especuladores de suelo público. Pregunté por qué lo hacía. Contestó que aligeraba el mundo para que el todo fuera algo razonable y el vacío parecido a asomarse a una ventana. Debió notar mi sorpresa y añadió que no me preocupase, de la ventana a la nada habría como mucho cinco plantas con vencejos planeando entre geranios y bragas.
La atleta
Aceptó el desafío. Correr la maratón más retadora de su vida. Siendo la última de cuatro hijos, se erigió, sin consenso, en la capitana del barco. El tiempo corría en su contra. Aparentaba descansar en el sofá de la antesala contigua a la UCI, pero su mente iba devorando kilómetros. Los pies en el suelo, vociferaba el rebaño. ¡Pero ella tenía alas! Sintió el derrame cerebral de su madre como el traidor calambre gemelar cuando ya vislumbras la meta. Tenía que planificar: rehabilitadores, neurólogos, ejercicios, turnos… Había que rescatar hasta la última neurona posible… ¡Era su madre!
ALMA MATER
Cinco de la madrugada: Comienza mi maratón. Ha despertado el menor de mis hijos y no dará tregua hasta avanzada la noche. Me levanto con desidia y activo modo automático: cambiar pañales, vestir bebés, preparar biberones, cambiar pañales nuevamente, contener llantos, calmar pataletas, preparar papillas para almorzar. Las diez. El tiempo avanza extremadamente parsimonioso, burlándose de mi desesperado deseo de descanso. Cierro los ojos, me retraigo, me desplomo en el sofá y termino por derretirme en el suelo, perdida. Oigo gimoteos lejanos, ¡ahora más cerca! Despierto sobresaltada. Siete segundos han sido suficientes para reponerse. La función debe continuar.
Bombón confitado
En algún momento de nuestras vidas todos hemos recibido algún obsequio. Ese instante es especial porque se esperan exclusivamente sonrisas sinceras. Hoy quiero compartirles la experiencia de cómo recibí mi primer regalo espontáneo. Maratón de malvavisco. Era un domingo ordinario y sin celebración, mis dos hijos se acercaron, sin motivo me pidieron que cerrara los ojos un momento. Cuando tuve permiso de abrirlos, la ofrenda más maravillosa que he recibido. Piruleta de bombón confitado. Con decirles que aún siento cómo aquella alegría detuvo el tiempo y nos sujetó a los tres y a este sofá, levantándonos del suelo.
Valiente
Cada día es como una maratón, una carrera de resistencia. Me paso el día midiendo mis fuerzas, intentando sobrevivir. Le dije que mis hijos son lo más importante de mi vida, desde que nacieron son mi prioridad, mi tiempo está dedicado a ellos. Cuando estábamos en el sofá viendo las noticias, me armé de valor y le dije que me quiero separar, por ellos, por su bien. Y aquí estoy ahora, desangrándome en el suelo, pensando que los voy a perder a ellos también, igual que me perdí a mí misma, cuando me enamoré y me olvidé de mí.
LA FUGA
Me llamaron rápidamente, igual fue difícil encontrarlo, corrió como en un maratón. Sería bueno contar con más ayuda, pero yo era su único hermano, ni siquiera tuvo hijos. Lo ubiqué justo a tiempo, antes de entrar en una de las zonas más peligrosas de la ciudad. Dijo que no le gustaba pasar el día en el sofá de su habitación y que prefería estar en el suelo. Subirlo al coche fue una odisea que logré al ofrecerle golosinas. Ahora la prioridad era volver al hospital psiquiátrico y retomar su tratamiento.
UN PEQUEÑO INCENTIVO
Teresa empezó a correr para estar sana y luego empezó a entrenar para una media maratón.
Sus hijos le animaban cada día, pero Teresa detestaba correr en días lluviosos y con tiempo desapacible. Sus zapatillas se empapaban, las gafas se empañaban y su pelo se encrespaba. Esos días tocaba sofá.
La mañana de la carrera, nubes oscuras cubrían el cielo. Pasó cada kilómetro a un ritmo vertiginoso, cada tramo más rápido que el anterior. Para sorpresa de todos, Teresa ganó.
“Ha sido increíble ¿En qué estabas pensando?”
“Que pronto lloverá mucho”.
Y entonces las gotas comenzaron a mojar el suelo
Promesas
Una vez más, la misma promesa mientras asiste con emoción a la retransmisión de la maratón que se jura correr. Año tras año postergando su gran sueño. Primero fueron los hijos, luego los padres, el trabajo, cualquier responsabilidad como excusa perfecta. Entretanto, el tiempo reposando infinito desde el sofá.
De pronto se levanta enérgico, una nueva ilusión nace en él, un nuevo impulso lo acapara. Tendrá que ponerse en forma, se dice mirándose al espejo; paciencia y dedicación, sí señor, redoblan en su cabeza. Aunque, pensándolo bien, tal vez debería empezar por encerar el suelo.
CARRERA POR L A INDEPENDENCIA
Había ganado varios campeonatos de España e incluso una MARATÓN; pero ninguno tan extenuante como levantar cada día a sus HIJOS, llegar a TIEMPO al colegio, a las extraescolares y a la oficina, como una elegante y siempre sonriente madre trabajadora.
Había coronado importantes podios; pero anhelaba mucho más a su desamparado SOFÁ, donde tantas siestas disfrutó.
Había renunciado a su trayectoria profesional por cuatro ojos vivarachos, dos bocas desdentadas y unos abrazos que, cuando agotada caía al SUELO, le daban la fuerza necesaria para levantarse y seguir con la gran prueba de fondo que es ser madre soltera.
SER PADRE
‘Dime si no es un maratón educar y alimentar a dos hijos, el tiempo que le dedicas y las noches que a veces acabas rendido en el sofá’. Así le pedía consuelo, consejo o compasión a mi compañero de trabajo y amigo. Él era soltero, joven y con mucha energía y tiempo libre. ‘No seas tonto, tú tienes dos soles y una esposa maravillosa’ me decía mientras apuraba una jarra más de cerveza. ‘Es una crisis de los cincuenta’ me decía a mí mismo apurando mi séptima, si no conté mal, cerveza, tanto que miraba al suelo para no caer.
LAS CADENAS DEL MIEDO
«¡La maratón ha comenzado!» los hijos de la inquietud, en ecos, resuenan incansables en el laberinto de su conciencia.
Con el tiempo menguando a cada paso, algunos buscan refugio en el sofá de sus hogares. Desde allí, observan cómo el suelo, repleto de objetos abandonados y olvidados, narra historias de despedidas y de reencuentros que nunca se materializaron.
Porque quien vive esquivando su vida solo le tiene miedo a la muerte; y el problema es que así es como más lenta y dolorosamente se perece.
DOS HERMANOS
No había tenido valor para frenar su participación en aquella MARATÓN, que llamaba carrera de distancia ultra, porque sufría tanto como el hermano trasplantado de riñón que seguía sus movimientos observando la pantalla con orgullo. Conocía a sus HIJOS, percibía con dolor la impotencia del joven sano y fuerte a quien no importaba acabar en el hospital, después de dos días machacándose las piernas.
El TIEMPO del pequeño se había detenido, o a ratos transcurría lento y difícil, pero desde el SOFÁ saltaba de alegría al SUELO elevando los brazos de triunfo viviendo la emoción que el mayor le ofrecía.
LA ÚLTIMA LLAMADA
“La maratón de la vida acaba
donde los hijos se hacen padres,
los padres se convierten en hijos
y la cordura se escapa entre las
costuras del tiempo”.
Pienso en un sofá.
Cabalgo por las nubes de la realidad.
Mi madre está en el hospital, no sé cuánto durará.
Solo sé que está llegando a la meta.
No sé si será algo bueno el caer al suelo
y despertar en un sitio infinito sin problemas más.
Pero sus hijos seguiremos aquí,
pensando que nos ha pasado el relevo.
Somos los siguientes,
pienso cuando la llamada que no quiero
recibir suena.
Cosas del destino
Hay que ver lo desgraciado que soy. Con las ganas que tenía de regresar a casa. Mira que había gente para escoger, y va y me toca a mí.
¡Hala! Por si no fuera suficiente el cansancio acumulado, hoy ha tocado maratón. Mis hijos llevan tiempo esperándome y mi mujer ya ni te cuento.
– Nunca puedo contar contigo- me diría hastiada.
Si por lo menos tuviera un sofá a mano, pero, ni está ni se le espera.
Tirado en el suelo, yo, Filípides, solo soy capaz de balbucear:
– ¡Atenienses, hemos vencido!
Hola, me gustaría sustituir la siguiente frase:
– Nunca puedo contar contigo- me diría hastiada
por la siguiente:
– Siempre con tus batallitas- me dirá hastiada
Gracias
QUIERO SER MADRE.
«Quiero ser madre o lo soy ya, o no podré serlo,» dice María. «Es como correr una maratón sin tener fuerza, sin haber entrenado lo suficiente. Los años pasan y pensaba que los hijos podían espera, pero a sus treinta y ocho años, el tiempo corre en su contra, o eso le ha dicho la doctora, que las posibilidades de gestación son escasas.» Recostada en el sofá, las palabras de aquella mujer seguían resonando en su mente. Con lágrimas en los ojos, se queda dormida, dejando caer al suelo la carpeta blanca de la clínica de fertilidad.
Trashumancia
Le gustaba decir que había nacido en el mar, alrededor de pequeños archipiélagos gélidos y eternos, de suelo marrón y bosques verdes fosforescentes.
El tiempo y su fragilidad con la que luchaba frente al temor del olvido, configuraba su memoria deshilachada de la migración, la que transformó su espacio de bordemar en cemento y sofá. Bajo el implacable sol de julio, escucha la maratón cotidiana de la vertiginosa ciudad y ya no son los hijos de sus hermanas que la despiertan con sus revoloteos, sino las diatribas contra el estado español de otros migrantes que habitan la península.
Amanda, tu relato incumple las reglas, y así no concursa.
¿PARA QUÉ?
La maratón de estrellas fugaces atravesó la galaxia, las hijas perdidas del tiempo tenían que encontrarlo, se había perdido en un planeta cercano al sol, pero desconocían su paradero. Estuvieron siglos adivinando su escondite, pero siempre se difuminaba en el último instante. lo más cerca que estuvieron fue tocando el sol y allí se desintegraron en micropartículas; al ver la muerte de sus hijas, el tiempo perdido se sentó a comer y a llorar en el sofá botando migajas al suelo, preguntándose la futilidad impropia del destino ¿para qué me necesitarían las estrellas?
Tengo que volver a recordaros a todos los escritores, que nuestro concurso tiene unas reglas que deben cumplir todos los relatos. Por favor, repasad las Bases Legales.
Adriana, tu relato incumple las reglas.
¿PARA QUÉ?
El maratón de meteoritos atravesó la galaxia, los hijos perdidos del tiempo tenían que encontrar a su padre; éste se había perdido en un planeta próximo al sol, pero desconocían su paradero. Estuvieron siglos adivinando su escondite, pero siempre se difuminaba en el último instante. Lo más cerca que estuvieron fue llegando al sol, donde se desintegraron en micropartículas; al ver su muerte publicada en el telediario, éste se sentó a comer y a llorar en el sofá, botando migajas al suelo y preguntándose a su vez ¿para qué me necesitarían las estrellas?
NOSTALGIA
Apago el maldito despertador al amanecer.
Son las seis. Empieza la maratón: ducha; vestirse; preparar los almuerzos de los niños; desayunar un café recogiendo aquí y allá, y finalmente salir pitando con el tiempo justo para no llegar tarde al colegio. Luego seguir corriendo, no vaya a perder el tren, y entrar al juzgado donde me espera la misma pila de dosieres que ayer.
A la noche, por fin, vuelta a casa; solo quiero sofá. Acurrucada y cansada recuerdo momentos de niñez, como el tacto de mis pies desnudos sobre el suelo de África, y no puede contener el llanto.
Sylvia, te falta una de las cinco palabras, incumple nuestras reglas.
Sylvia, creo que en lugar de los niños debiste poner los hijos. De ese modo estarían las cinco palabras. Tal vez estés a tiempo de corregirlo.
ALMA INVICTA
La maratón de su vida se inició sin previo aviso. Cientos de preguntas afloraron desde múltiples resquicios de su conciencia; los hijos de la medicina se postularon como intérpretes para dilucidarlas con serenidad y cariño. El tiempo transcurrió a contrarreloj; la duración finita de dicha carrera de fondo contrastaba con la ilimitada confianza por alcanzar la meta. Los intervalos de descanso ‒tan vitales como los entrenamientos‒ representaron motivo suficiente para que, en los tórridos meses de estío, mudase del sofá al suelo, y viceversa. Este ciclo se repitió hasta la conclusión de los mismos. Afortunada, volvió a nacer.
¿Y si el abuelo tenía razón?
No fue buena idea correr una maratón: funcionario de correos, sedentario y colesterol alto según los últimos análisis… pero había prometido a sus hijos que empezaría a cuidarse y, aunque llevaba tiempo preparando la carrera, quizá le sobraban unos cuantos kilos y muchas horas de sofá. Tumbado en el suelo, mientras los sanitarios corrían nerviosos de un lado para otro con las palas, los cables y las vías, y certificaban que estaba sufriendo un infarto, recordó que el abuelo siempre decía que eran descendientes del mismísimo Filípides, así que, si el abuelo estaba en lo cierto, su suerte estaba echada.
Idealista.
—Siempre he deseado, soñado, anhelado, querido correr un maratón ―expresa Laura con entusiasmo e imaginación.
―Bla, bla, bla. Me encantas por idealista y soñadora ―responde con sarcasmo su mejor amiga—. Aterriza, por favor.
—Hablaré con mis hijos. Nos pondremos de acuerdo en hacer tiempo para sus actividades. Dejaré de estar en el sofá, cambiaré mi mentalidad a ganadora; saldré del suelo en el que estoy. Buscaré un buen entrenador físico, mental y de nutrición. Es más, hoy mismo me inscribo. ¿Me acompañas?
Dos ollas
El ruido insoportable en la meta de la maratón de Boston. Un gran desorden y destrucción. Ella pensó en que las víctimas eran hijos de alguien, quién estaría ahora desconsolado. Imaginó que los culpables eran de esa religión tan machista y autoritaria. Sabía que el tiempo le daría la razón en breve. Tanta barbarie tanto desastre. Quieren gobernar al mundo.
Eran dos ollas dijo las TV que miraba descansando en el sofá. Un decaimiento al percibir los heridos y muertos. No podía olvidar el suelo con tanta sangre. No era ninguna sorpresa. Dos ollas, dos hermanos arruinaron la fiesta.
La carrera de la vida.
Proponerse llegar a lo que cada uno desee, cual soldado ateniense en Maratón, supone ante todo elegir. Elegir como, donde, con quién, porqué…, y abrir camino para los hijos, si los hubiere, que además de enseñarte, te acompañarán en el tiempo. Como en la carrera, en la vida buscamos tramos de descanso en el sofá que te han de reponer las fuerzas para coger impulso y no llegar exhausto. Aunque estemos preparados para todo, por sobrevivencia o por resistencia, siempre es mejor que un camastro en el frío y duro suelo.
CORREDOR DE FONDO
Al llegar a casa se quita esas malditas botas de protección que le dejan los pies como si acabase de correr una maratón. Abraza a sus hijos que, sin ser conscientes, perciben el peso que carga su espalda. Se supone que por ellos debe valer el esfuerzo; por ellos intenta reducir el tiempo de su carrera. Pero las horas extra solo aumentan. En los ojos de su esposa: el cansancio de otra corredora con su propio circuito. Ambos se funden en un abrazo dejándose caer en el sofá, como el que muerde el suelo a dos metros de la meta.
El silencio materno
Oliver se sentía exhausto. La rutina asfixiante convertía cada día en un maratón. La casa, el trabajo, sus hijos, su mujer. Pasaba el tiempo y ella seguía sin ni siquiera mirar al bebé. Todas las mañanas él, nada más despertarse, entraba al salón a darle un beso a Esther.
Aquel día le pareció extraño que no estuviera durmiendo en el sofá. Caminó rápido y, con miedo, se asomó al dormitorio de los niños. Allí estaba. Tendida en el suelo. A pesar de todos los esfuerzos para ayudar a su mujer, la maternidad pudo con Esther.
¡Hasta el final!
Corramos este maratón que es la vida, sin pensar cuando terminará, que en nuestra mente permanezca el deseo de llegar a la meta, enseñando a nuestros hijos lo positivo de la vida misma, y que ellos corran el propio, dándoles todo el tiempo posible su propio desarrollo en su carrera.
Inventemos, cantemos y bailemos, vive con felicidad que a eso venimos, que sea nuestra realidad, haz todo lo que te gusta, esa debe ser nuestra realidad, y no quedarnos en un sofá o perdidos en el suelo.
¡vie hasta el final!
MARATÓN
Cuando les comenté que participaría de la maratón de Ciudad Limpia, mis hijos casi se caen de espaldas. No podían creerlo, que mi edad, que mis huesos… Ellos no lo saben, pero hace tiempo que entrenamos con Ricardo.
Ahora, recostado en el sofá, con mi ánimo por el suelo, maldigo esta artritis que les dio la razón.
CERCANÍAS LEJANAS
No olvidaré cuando mi idolatría se acostó con Balbino, aquel de Wimbledon, sudando como si peleara un maratón; flameamos. Voldemort fallero se abochornaría: intimidad estival más el candente tema hijos… ¡en un tiempo cohabitado de horas! Mi sofoco huyó a un sofá sin escapatoria y ante tanto anodino peloteo, instintivamente desconectó; qué sopor. Luego, semiinconsciente, se ovilló junto al suelo fetiche de Balbino, a nivel del mar, mi mistral y, desoído por añorados oleajes, encendió de nuevo la radio: repetición de Cadena Reclusa donde mi Bonnie modulaba la voz sin su Clyde; rehén del destino desperté, mientras, libre dormías, soñador.
AY, POETA
En su mundo interior se celebra un maratón de poesía. Los versos, hijos de ensueño, corren descontrolados hacia la línea de meta.
Ajeno al tic tac del reloj que marca el paso del tiempo, hace de la noche día y del día noche.
Cae rendido en el sofá, boca abajo, mientras sus dedos teclean en modo semiautomático.
El cansancio acumulado le vence y se desploma sobre los restos de comida esparcidos por el suelo.
Desde el inconsciente repite las palabras que dan forma a una adicción: «Sé mi dopamina / Libérate cuando deslizo mis dedos sobre ti».
CIERRO LOS OJOS
Cansado, advierto como mis ojos se cierran poco a poco. Esta vida exprés me hace sentir tan exhausto como si hubiese finalizado una dilatada maratón, robándome hasta el último aliento. Carrera acentuada con la consistente crianza de hijos, patente desazón al percatarme del único punto donde confluirá presurosa la dimensión de mi tiempo. Y así, fundido en el sofá, percibo enlentecer mi pulsación, oigo a lo lejos el impacto del móvil comunicando contra el suelo que mi ahora flácida mano no ha podido sujetar. Y en este punto, donde todo ahora es un instante, cierro los ojos.
Trashumancia
Bajo el implacable sol de julio, escucha la maratón cotidiana de la vertiginosa ciudad, ya no son los hijos de sus hermanas que la despiertan con sus revoloteos, sino las diatribas contra el estado español de otros migrantes que habitan la península.
El tiempo y su fragilidad con la que luchaba frente al temor del olvido, configuró la memoria deshilachada de su habitual trashumancia que transformó su espacio de bordemar en cemento y sofá. Por eso le gustaba decir que había nacido en el mar, alrededor de pequeños archipiélagos gélidos y eternos, de suelo marrón y bosques verdes fosforescentes.
PRESAGIOS
Este libro cuenta que Filípides llegó desde Maratón para dar una noticia que cambiaría la vida de sus hijos: la paz. Pero que no murió porque se refugió en esta historia:
—Vivo en el péndulo del tiempo —te dice—. Y si no has sabido apreciar la vida tranquila, ya es tarde para hacerlo.
Sientes la punzada de un mal presagio. Un silencio inquietante.
De repente, el estruendo te hace saltar del sofá y arrojar el libro. Tras los cristales rotos ves el suelo cubierto de sangre y fuego. La radio anuncia que la guerra ha comenzado.
Mas allá de la Meta.
«Filípides corría con tanto empeñó como euforia. En sus puños llevaba la noticia
de Maratón y aquello le alegraba por sus hijos y los hijos de sus hijos. Desconocía
que podría pasar después de entregar aquella misiva que simbolizaba la historia
de su sangre. Le dolían los pies, los callos, hasta los recuerdos, pero nada le era
más importante que alcanzar Atenas como fuese. Así llegase solamente su alma
o sus despojos, ya habría tiempo para algún sofá. Y si no, pues cualquier lugar
donde descansar serviría. En fin, el mayor descanso, el merecido, se inmortaliza
siempre desde el Suelo.»
RECUERDOS
La anciana se detuvo frente al poste de luz. Permaneció allí, con la mirada fija en el desgastado afiche. “¡Únete a nosotros al 1er Maratón infantil junto a caballos!”. Recordó a Lucio y a Francisco, sus únicos hijos, y sus ojos se cerraron para dibujarle aquel tiempo. A lo lejos, tras una nube de polvo, vio a los diminutos niños teñirse de un rojo sangriento bajo la caballada. Quiso correr tras ellos, pero el brusco estremecimiento de su cuerpo la tumbó del sofá.
Despertó en el suelo, en casa de Celia, su vecina.
—¡Señora Agustina! Se desmayó afuera…
LA SENTENCIA
Terminó de leer el correo y supo que acababa la maratón, 42 años de tormento llegaban a su fin.
Pensó llamar a sus hijos pero decidió darse un tiempo para buscar la mejor manera de dar la noticia.
Se recostó en el sofá y cerró los ojos. El sueño la fue envolviendo y entre vapores contempló un agujero en el suelo por el que descolgarse. Al fondo el abrazo del agua, el fin de la tormenta, la perdida batalla.
El papel lo ponía claro. Ingresaría en prisión.
Había sido descubierta. Su verdugo estaba muerto y ella por fin era libre.
Por fin silencio
Tras concluir su maratón de series durante todo un fin de semana, extenuados de procesar tanta trama de contenido similar y fútil, con los ojos presos de una conjuntivitis pertinaz, mis hijos decidieron dedicar su tiempo a algo más imperioso y no menos productivo: dormir. Daba igual hacerlo en la cama, en el sofá o en el suelo. Su cuerpo pedía descanso a gritos y Morfeo se convirtió en el protagonista de sus ficciones durante dos días enteros. El silencio se apoderó de la casa y yo pude por fin continuar leyendo.
LA CARRERA DE LA VIDA
Esta maratón sin fin empezó con mi primer latido, desde entonces llevo corriendo sin parar.
Caras conocidas, nuevas… me adelantan sin cesar y cuando quiero darme cuenta ya tienen trabajo, familia e hijos. En cambio, yo ¿Qué he logrado? Siento que el tiempo se agota, que todo es inútil y estaría mejor sentada en el sofá viendo la tele, esos pensamientos siguen creciendo hasta que me hacen caer al suelo.
Desesperada pienso que este tal vez sea mi lugar, pero me levanto y vuelvo a correr, porque estoy más asustada de parar y empezar a pensar que de seguir corriendo.
EL CAMINO DE LOS ESCRITORES
Empezaba el maratón. Lo de menos era correr. Los cuatro hijos de Safo, como de costumbre, escogían caminos distintos. Gabriel bordeaba la vereda del río, atravesando el denso bosque. Eduardo se decidió por escalar el risco. Leo atravesó la tundra y lo de Julio no estaba claro: era muy creativo en lo que a caminos se refiere. Tenían que llegar a tiempo. La madre observaba desde su sofá de nubes. Al llegar a la meta se sentaron en un suelo de nenúfares y contemplaron la aurora, la que viene de dentro.
Realidad virtual
Relajada miraba la pantalla; la maratón había comenzado hacía apenas unos momentos cuando sonó el teléfono. Era el menor de mis hijos que a gritos me decía. —¡Corre mamá! ¡Corre a esconderte o te alcanzarán! Tuve el tiempo justo para meterme detrás del sofá, pegarme al suelo y ver, como el grueso de la carrera cruzaba por mi salón corriendo.
«INTERNUTA»
Concluida la maratón galáctica, inmediatamente programó la próxima. Sus hijos jugaban autónomamente. Sin distractores -pensó- la oportunidad de ganar realmente es mayor.
Según la Inteligencia Artificial, como «professional gamer», tengo suficiente tiempo y tres vidas virtuales intactas. Puedo completar invicto el circuito intergalactico. ¡Puedo ganar el Gran Premio Acumulado! Setenta y dos horas de juego continuo rendían sus frutos.
Se sintió confiado, arellanandose un momento en el cálido sofá quedó dormido. Se soñó triunfante, multimillonario…
La algarabía de los niños le despertó.
– ¡Papá despierta! ¿Podemos jugar?
Desde el suelo, desconcertado, observó la frase parpadeando en la pantalla: «GAME OVER».
«INTERNUTA»
Concluida la maratón galáctica, inmediatamente programó la próxima. Sus hijos jugaban autónomamente. Sin distractores -pensó- la oportunidad de ganar realmente es mayor.
Según la Inteligencia Artificial, como «professional gamer», tengo suficiente tiempo y tres vidas virtuales intactas. Puedo completar invicto el circuito intergaláctico. ¡Puedo ganar el Gran Premio Acumulado! Setenta y dos horas de juego continuo rendían sus frutos.
Se sintió confiado, arellanandose un momento en el cálido sofá quedó dormido. Se soñó triunfante, multimillonario…
La algarabía de los niños le despertó.
– ¡Papá despierta! ¿Podemos jugar?
Desde el suelo, desconcertado, observó la frase parpadeando en la pantalla: «GAME OVER».
NOTA: Corregí la omisión de la tilde en la palabra «intergaláctica»
Posible «youtuber»
Un extraño suceso detuvo la maratón. Un reconocido participante cayó muerto en medio desarrollo del evento.
Sus hijos, también competidores, trataban de comprender lo sucedido.
El médico forense intentaba establecer cuánto tiempo llevaba occiso el individuo, aunque todos los corredores, testigos involuntarios, lo sabían…
Ya en la morgue, el experimentado profesional sentado en el único sofá del salón, frente al cadáver se preguntaba trivialmente: ¿si cayó al suelo súbitamente, porque estaba limpia su llamativa vestimenta blanca? Además, ¿por qué el fallecido competía con una bufanda en el cuello?
Seguramente era conocido «youtuber» -pensó frívolamente- y concluyó su informe, rubricándolo.
“No, woman, no cry”
La maratón de los hijos se cobra en tiempo. Sentada en su sofá, una copa de vino en la mano, siembra la mirada en el suelo y piensa en los buenos amigos que ya no están y en los buenos tiempos, cuando entonaban esa canción. Su último audio con sollozo y voz quebrada: “los hijos son una bendición, claro, una bendición” – y canta “seca esa lágrima, todo va a estar bien”. No era fácil ser madre de forzado optimismo porque los hijos serán siempre su propia versión de lo peor de ella. Y el disparo.
EL ÚLTIMO CÁNTICO
El último cántico anunciaba el inicio de la fugaz maratón, de adrenalina pura, en el encierro de Pamplona.
Todo estaba dispuesto:
Sus hijos observaban atentos; el tiempo pintaba maravilloso; los corredores se apiñaban expectantes contra las paredes en la callejuela.
Los familiares la observaban orgullosos desde un sofá, colocado en el balcón arrendado hacía seis meses para esta jornada.
El empedrado suelo de la calzada la recibió violentamente, cuando fue embestida por el toro.
– Por fortuna solo fue un susto, pensó.
Observó el balcón, luego vio la mancha de sangre crecer en su ingle, antes de perder la conciencia.
NATURALISTAS
Mi madre efusivamente siempre me decía :
– La primavera es un maratón de feromonas frenéticas. Procreando los hijos, ¡así se renueva la naturaleza y se conservan las especies!
Mi padre, ornitólogo, me llevaba al bosque para ver pájaros construyendo nidos en primavera.
regresábamos exhaustos del recorrido, pero satisfechos y contentos.
Descansando en el sofá, me explicaba que los pájaros, teniendo todo el horizonte a su disposición en esa época, primero construían el hogar y luego la familia; nunca al revés como los humanos.
Que precisamente por ese motivo, estamos anclados al suelo y nos lleva bastante tiempo levantar vuelo.
NATURALISTAS
Mi madre efusivamente siempre me decía :
– La primavera es un maratón de feromonas frenéticas. Procreando los hijos, ¡así se renueva la naturaleza y se conservan las especies!
Mi padre, ornitólogo, me llevaba al bosque para ver pájaros construyendo nidos en primavera.
Regresábamos exhaustos del recorrido, pero satisfechos y contentos.
Descansando en el sofá, me explicaba que los pájaros, teniendo todo el horizonte a su disposición en esa época, primero construían el hogar y luego la familia; nunca al revés como los humanos.
Que precisamente por ese motivo, estamos anclados al suelo y nos lleva bastante tiempo levantar vuelo.
Corregí la letra mayúscula de la palabra «Regresábamos».
UN PISO CON ESPEJOS
Esta noche espero una sugestiva y prolongada maratón de seducción.
Solo tengo una vida y no pienso malgastarla; tampoco tener hijos (me hice la vasectomía), ni mascotas.
Toda mi generación solo quiere disfrutar su tiempo a plenitud. Tener incontables encuentros… Viajar sin responsabilidades ni apegos sentimentales con nadie. ¡Ninguna pareja definitiva!
Solo disfrutar la existencia sibaritamente .
El ancho y glamuroso sofá de cuero rojo en la habitación, es mi talismán cómplice; en él he pasado incontables momentos de placer…
Si hablara, probablemente no sería indiscreto.
Pero el suelo donde se apoya seguramente sí, por estar enchapado de gruesos espejos.
MADRE SOLTERA
Todos los días son una Maratón. Cuatro hijos no dejan tiempo para andarse con tonterías. Por eso vendió el sofá (hay que evitar las tentaciones) y es el suelo que pisa firme el que la recibe para descansar (poco), para hacer ejercicio (algo) o para distraerse (menos aún) en sueños y fantasías. Y para jugar con los pequeños. (Todo lo posible). El único momento del día donde no echa en falta un compañero, o más ayuda de amigos, familia… Porque en todo lo demás puede, y sólo puede, que no; pero como madre, es campeona olímpica, por méritos propios.
Desafío
“El próximo año, último de mi carrera, voy correr una maratón”, sentenció atrevidamente uno de mis hijos. Traduje la proposición como un reto personal. “Si ya casi eres un preparador físico, hazme un plan de entrenamiento y corro contigo”, le respondí temerariamente.
El tiempo del programa, cuatro meses, me obligó a conocer y sufrir, cuestas, series, intervalos y conceptos como “rompepiernas” y resiliencia. Igualmente, descubrí las posibilidades de relajación y disfrute del sofá y el suelo
Y llegó el día, 25 abril 2004, día de la revolución personal, ilusión, incertidumbre, esfuerzo, ácido láctico, agonía, euforia y plenitud de endorfinas
TOCATA Y FUGA
Consideró la idea de tragarse otro maratón de Netflix, pero la desechó rápidamente. Estaba harto de dramas de hijos que se pelean con sus padres, sus parejas, sus mascotas y hasta consigo mismos. No quería perder más tiempo, y el viejo sofá, harto de servir montaña, de poblado indio o de refugio nuclear para los niños de la familia, miró al suelo y le propuso fugarse de casa a la alfombra persa que le ponía ojitos.
MARATÓN
En un lugar junto al mar el aire susurraba. Eran ecos salinos de presentimiento y advertencia sobre el fin de una civilización. La maratón, que alguien había sólo soñado, aún no tenía la consistencia de la realidad. Los hijos aguardaban con el ansia desbordada, preparados para afrontar lo que el tiempo pudiese depararles.
Hoy, otros seres abandonan el sofá dispuestos a alcanzar el destino, avanzando por el suelo de cualquier ciudad. Emulan, orgullosos, la distancia y el sacrificio de aquel intrépido mensajero griego.
Si pudiera el tiempo dar marcha atrás
Para qué embarcarse en una absurda maratón contra el dolor que irremediablemente iría a perder. En vano la forzada munificencia de sus hijos cuando —imprudente— lo había arruinado todo.
Aún retumbaba en su mente el sonido escalofriante de ese crujir de huesos. Su conciencia, detenida en ese punto fijo del tiempo, no encontraba coartada para su inexpugnable culpabilidad.
Su cuerpo exánime, inerte sobre el sofá, absorbió gradualmente los efectos de la perniciosa infusión, desdibujando para siempre aquella desgarradora imagen: el cuerpo de su pequeñín en el suelo, bajo las ruedas, devanado por esa maldita marcha atrás que jamás debió accionar.
MIGRANTE
Unos gritos la sobresaltaron. Atravesó corriendo el corredor y bajó a saltos por las escaleras; no había corrido una maratón, pero imaginó que debía sentirse algo similar. Tropezó con un carro de policía y estuvo a punto de caer hacia adelante, pero resbaló al pisar un unicornio y cayó sentada. Así solían ser sus días al cuidado de hijos cuyos padres no tenían tiempo para hacerlo. Se levantó sobándose las nalgas y se dejó caer en el sofá. El suelo estaba cubierto de juguetes.
—¿Dónde están, niños? —preguntó contrariada.
Enseguida escuchó unas risas provenientes de la cocina.
LA HORA TICA
Todo empezó cuando el cacique Moai de Chira (en el golfo Nicoyano), fue escogido por Nahuas y Chorotegas como el cuarto Rey Mago, que llevaría como ofrenda ante el nacido Dios-hombre, una magnifica vasija de humilde barro policromo.
Emprendió la épica maratón, dejando el cacicazgo a sus hijos.
Tenía poquísimo tiempo para llegar. Navegó hasta África, donde enfermó gravemente. Debilitado, arribó tardíamente a Belén cuando todos huían de Herodes. Regresó abrumado, relatando su fracasado periplo desde un pétreo sofá, acariciando el suelo barroso. Desde entonces, cuando alguien llega tardíamente a una cita, se dice que llegó en la hora tica.
EL DESCUIDO
Experimentaran, en menos de novecientos metros, un desgaste físico mayor que en una maratón, relataba mi tío a viva voz.
Sus hijos escuchaban atentamente. Harían por primera vez, el recorrido que él hacía consecutivamente por diez años.
-Anticipen con tiempo el movimiento de la testa para evitar las cornamentas…
Desde el balcón, alquilado para la efímera ocasión y acomodado en un pequeño sofá, pese al bullicio, un niño escuchaba jugando con su pie y empujó involuntariamente un tiesto con flores que rebotó directamente en el suelo…
Por esquivarlo, ninguno, ni mi tío ni mis primos, vio llegar a los toros.
ZOZOBRA
Cuando empezó su emigración, la maratón de dificultades y retos por superar se proyectaban apabullantes. Pero no lo detuvo nada.
Sus hijos y principal motivación, quedaron con su abuela. El tiempo transcurrió y paulatinamente la familia se cansó de esperar noticias y preguntar.
Atrás quedaron la selva, los coyotes, el desierto, los infelices fallecidos por el camino; dos extradiciones fronterizas consecutivas y finalmente, la cárcel por «reincidente»…
Recuerda el desvencijado sofá, sentado con su abuela la madrugada de su partida. Su mochila, en el suelo fuera de la celda, guarda la foto familiar…
Hoy nadie le dice qué puede esperar.
ZOZOBRA
Cuando empezó su emigración, la maratón de dificultades y retos por superar se proyectaban apabullantes. Pero no lo detuvo nada.
Sus hijos, la principal motivación, quedaron con su abuela. El tiempo transcurrió y paulatinamente la familia se cansó de esperar noticias y preguntar.
Atrás quedaron la selva, los coyotes, el desierto, los infelices fallecidos por el camino; dos extradiciones fronterizas consecutivas y finalmente, la cárcel por «reincidente»…
Hoy recuerda el desvencijado sofá, sentado con su abuela la madrugada de su partida. Su mochila, en el suelo fuera de la celda, guarda la foto familiar y nadie le dice qué puede esperar.
Mis disculpas, hice unas correcciones.
SENTIR EL CIELO.
Eugenio despertó por sorpresa en Maratón. Sus hijos le habían prometido un último viaje, sin exponerle demasiados detalles. Llevaba tiempo deseando visitar Grecia, cuna de la civilización. Pero la enfermedad le postró en el sofá sin poder salir a correr, adherido en aquella ridícula silla de ruedas que detestaba.
Mientras los tres desayunaban, le anunciaron a Eugenio que por fin participaría en su carrera soñada: desde allí hasta Atenas. Le enseñaron su nueva silla de ruedas. Los dos chicos le acompañaron durante el recorrido, al llegar a la meta Eugenio sintió el suelo como si fuese el cielo.
Queridos Seres
Solo quiero que sepáis que formáis parte de una maratón de enredijos que me provocan oscilaciones vitales. Y, pensar que os alimenté como a hijos… Ocupáis espacio en mi lóbulo frontal, acomodados en el tiempo, aparentando una conformidad insana. Descansáis rendidos en el sofá de la sinrazón, apenas a un metro y cincuenta y ocho centímetros del suelo, donde extendiéndome alcanzo a palpar lo injusto de vosotros.
Me habéis abandonado en un laberinto de curvas rasantes por las que divago a solas.
Queridos Seres.
¡Qué difícil me lo ponéis!
Pero… Os espero en la salida.
Atenta Mente.
Doble vida
Me bajé del taxi que llevaba cuarenta minutos atascado en el tráfico y sorteé el resto de los autos como si estuviera en una maratón. Aun así, llegué tarde a retirar a mis hijos del colegio. Que puedo decir, el tiempo vuela cuando haces lo que amas…
Caí rendido en el sofá, mientras mi esposa preparaba la cena y reía con los niños, pero yo no escuchaba nada. Mis pensamientos seguían bajo el suelo de esa cabaña abandonada donde se encontraban mis trofeos, saboreando cada momento, cada grito, cada súplica. Sabía que la vecina sería perfecta para mi colección.
DUDA
¿Pronta para la maratón? La pregunta de mis hijos me hace despertar: apenas el tiempo de tomar un café, agarrar mi abrigo del sofá y levantar del suelo los juguetes tirados.
Y salgo a entrenar. Corro, 10 km, 15, 20… un último esfuerzo para llegar a la meta… ahí está, ya la veo… unos pocos pasos más y estoy… en la puerta de la biblioteca titubeo, dudo, me pregunto: ¿cuántos libros son necesarios para una maratón de lectura?
El Linaje
El reloj retumbaba con la quinta campanada anunciando la caída de la tarde. Ana, ansiosa, espera el resultado de la prueba de embarazo. Recordó todo lo que hizo para ser la mejor en la maratón. El gran sacrificio fue el renunciar a tener hijos, cerrando así su linaje; pues todo su tiempo se había desvanecido en los entrenamientos. Luchó por esta decisión durante años a pesar de la presión de sus padres y la sociedad. Sentada en el sofá, escuchó el eco de la sexta campanada resonando por el suelo de la habitación como una sentencia: la prueba era positiva.
Resisto
Consciente de esta maratón interminable, me entregué de pronto a la herencia de mis errores. Soy uno más de los tantos hijos del tiempo, arrastrado a la fuerza por un río de mentiras y sueños ajenos. Ahora que estoy solo, tendido a un costado del sofá de mi casa, pienso en verdades más sinceras: quizás estoy siendo demasiado exigente conmigo mismo. Después de todo, el suelo que me rodea sigue siendo de madera, y no de fría y húmeda tierra.
La meta.
Eran años de un maratón diario. El horario y esfuerzo de sus dos trabajos, más el de cuidadora de su
madre, el de madre de sus hijos y el de gerente de su hogar, le habían pasado factura.
Apenas disponía de tiempo para disfrutar unos minutos del cálido abrazo de ese sofá que quedaría
esperándola.
No logró alcanzarlo. Su brazo extendido hacia él, y su mano abierta a dos palmos del mismo, indicaban
que ese era su destino. Se había desplomado en el suelo.
Ahora nadie podía preguntarse quién recogería a sus retoños. Ni cuándo.
Futuro
Tras una maratón de arduo trabajo, llego a casa a descansar. Mis hijos me reciben con un abrazo, y tras cenar y conversar, me acuesto y me pongo a soñar. Mientras duermo, veo cómo pasa el tiempo. Cada uno de mis pequeños creció y tuvo ese futuro que tanto querían. Pero… ¿Qué hay de mí? Soy esclavo del trabajo, me pesan los grilletes de la responsabilidad, no soy libre… pero ellos sí. Tras despertar, me levanto del sofá, y comienza un nuevo día. El ciclo se repite, pero, por el futuro de lo que amo, no caeré al suelo.
PERDÓN SUPLICANTE
Desde mi infancia, observaba a mi madre enfrentando la vida como si fuera una maratón. Con tres hijos que alimentar por su cuenta, dejó de lado muchas cosas. El tiempo no le permitía saber si éramos felices o no. En mi caso, no lo era. En el colegio sufría una constante agresión física por parte de mis compañeros. Hoy contemplo a mi madre sentada en el sofá, suplicándome perdón con su mirada, como lo ha hecho desde que me arrojaron desde el tercer piso del colegio y una vez en el suelo nunca más pude ponerme de pie.
La lección
Siempre había sido sedentario, pero de repente decidió que al día siguiente haría historia. ¡Y seguro que la haría! Correría una maratón. La primera. Sus hijos estarían orgullosos de su espíritu deportivo. Eso creyó. Qué mejor lección podría darles. Era solo cuestión de tiempo convertirse en su héroe. Llegado el momento, seguro que le tomaría menos de cinco horas. La televisión lo transmitiría en directo. Desde el sofá lo verían. Y así fue, corrió, llegó, cayó. Y sus hijos vieron que en el suelo quedó el cuerpo ya sin el espíritu deportivo. Hizo historia. La primera. La última.
!Alegraos, Vencemos¡
Comienzan los Juegos Olímpicos y Paco está ansioso por ver el Maratón. Esa carrera que realizó y completó varias veces en su vida. Que les inculcó esa pasión a sus Hijos, pero que ahora era Tiempo de otra forma, de Sofá ,paz, tranquilidad, de sentir el Suelo del hogar.
Resistiendo la vida
Me golpea la maratón del viento, del sol, de la lluvia y de las emociones. Todas ellas dejan pequeños hijos en mi piel, en mis huesos, en mi sentir y dentro de mi corazón. Con el paso del tiempo, estos hijos crecen, dándome un rol, y así, sin saber por qué todas estas huellas en mí, me tumbo en el sofá de mi existencia, allí resisto, pero caigo, el suelo me motiva, me empuja a continuar. Entonces, me limpio la tierra de la piel y del rostro, levanto la cara y con temerosas lágrimas me lanzo nuevamente a la vida.