Fundación Cinco Palabras

logo fundación 5 palabras

CINCO PALABRAS DE PAFF

PRIMER ACTO FLORIDA FOUNDATION (PAFF) es una organización sin ánimo de lucro cuya misión es fomentar el acceso y la participación en diversas expresiones culturales, alimentando la creatividad, el intercambio y el diálogo.
Se esfuerzan por preservar y difundir el patrimonio cultural, apoyar a los artistas, promover eventos culturales y proporcionar recursos educativos. Su objetivo es capacitar a las comunidades y defender la diversidad cultural como un derecho humano fundamental, promoviendo el entretenimiento, el aprendizaje y la exploración. Un aspecto fundamental de ese objetivo es generar trabajo para artistas latinos en Estados Unidos, acercar el idioma y la cultura de las diferentes nacionalidades hispanas al resto de las comunidades, generando la integración y llevando a cabo proyectos conjuntos.
Las fundadoras son Carolina Laursen, Queca Gordillo y Nuria Ferrer Muñoz-Seca.
Carolina Laursen es actriz, escritora, directora y profesora de teatro, donde ha cosechado éxitos y varios reconocimientos.
Queca Gordillo es actriz y productora, y previamente desarrolló su carrera profesional dentro del mundo del Marketing.
Nuria Ferrer es actriz, escritora y periodista. En el ámbito del periodismo aporta una larga y fructífera trayectoria.
Entre sus miembros hay escritores, actores, directores, productores, periodistas, diseñadores y amantes del arte en general.

Las Cinco Palabras del mes de enero de PAFF son ...

GRACIAS A PAFF

Escribe tu relato solidario siguiendo las siguientes normas.

1. Extensión máxima 100 palabras. 

2. No se cambiará la posición de las palabras.

3. No se modificará el género ni el número de las palabras proporcionadas.

* Se eliminarán los relatos que no cumplan las normas.

NOTA: Nos reservemos el derecho de la publicación de los relatos. Se eliminarán relatos ofensivos o insultantes hacia cualquier país, pueblo, animal o personal que puedan herir la sensibilidad del lector.

¿Quieres que tu relato solidario participe en nuestro concurso?

La Asociación Cinco Palabras, desde su nacimiento en 2013, ha puesto a disposición del público el juego literario de microrrelatos de Cinco Palabras. Cada semana se publicaban en su página web cinco palabras regaladas por alguna personalidad relevante para la Asociación para que los escritores solidarios escribieran sus relatos según las siguientes reglas:

1. Incluir las cinco palabras publicadas semanalmente a través de la web – manteniendo el orden en que se han ofrecido – sin modificar género ni número

2. Extensión máxima: 100 palabras

3. Idioma: español

Este juego literario ha sido una herramienta para dar difusión, no solo a los propios escritores y sus relatos, sino también a las causas mensuales con las que la Asociación ha estado colaborando. En marzo de 2023 la Asociación Cinco Palabras se transforma en la Fundación Five Words, que pretende dar continuidad a la labor realizada por la Asociación en sus 10 años de vida, manteniendo su Misión de “Hacer un mundo más digno a través del Arte”. En coherencia con este objetivo, la Fundación Five Words (en adelante, la Fundación) pone en marcha este concurso de microrrelatos, para fomentar la escritura y promocionar a los escritores que, a su vez, con sus relatos, ayudarán a la difusión de las causas solidarias mensuales de la Fundación. El Concurso mantendrá las reglas del juego literario antes detalladas y constará de dos fases: mensual y final. La primera edición de este Concurso dará comienzo el día 1 de abril de 2023 y finalizará a las 23.59 horas del 29 de febrero de 2024 (hora peninsular española). El premio está dotado con 5000 euros, distribuidos de la siguiente forma: 

2.000 € en metálico

para el ganador

3.000€ para una causa solidaria

que el ganador elija

La participación en el Concurso implica la plena aceptación de las bases que a continuación se detallan.

279 comentarios en “CINCO PALABRAS DE PAFF”

  1. INMACULADA JIMÉNEZ CAMPOS

    Despedida

    La imagen de los BARCOS en el puerto deportivo, que se veía desde la ventana de aquella OFICINA, me hacía recordar aquellos veranos cuando navegábamos durante días. Yo experimentaba una sensación única, era una mezcla de fuerza embravecida y calma que solo la MAGIA del mar podía ofrecer.
    Dando el último sorbo al CAFÉ, la voz de la MUJER me trajo de nuevo a la realidad y me di cuenta de que aquellos días ya no volverían. Firmé el contrato de venta y me despedí sin mirar atrás.
    No regresaría jamás a aquel pueblecito costero donde fui inmensamente feliz.

  2. ISLA BONITA

    Su mente era una isla bonita alimentada por BARCOS de experiencias. La OFICINA era pequeña. El CAFÉ lo mantuvo despierto. La noche invocaba a la MAGIA y los mundos se creaban en Isla Mágica, donde todo era posible.

    Su MUJER no entendía que no recordase lo que acababa de hacer o que perdiera las llaves en un simple trayecto. No lo entendió durante veinte años y ahora, recién divorciado, cuando acababan de publicar su primer libro, tampoco lo entendería.

    No lloró la pérdida, solo se refugió en su isla y continuó creando vida.
    Una que no tenía miedo a vivir.

    Enero 2024 – Ibán J. Velázquez, autor de Fuegos Fatuos, antología de lo Increíble.

    1. JUAN LUIS CHANGARI

      Buenos días. Excelente relato. Solo deberías revisar el orden de algunas palabras, creo que podes corregirlo y reenviarlo, me parece que es posible, compañero. Saludos

  3. Beatriz Irene Álvarez Rodriguez

    UNA ROSA Y UN CAFÉ
    Sobre la cubierta de los barcos, arropados por los claros de la luna, se escriben historias de grandes amores; tras la puerta de cualquier oficina se fraguan en secreto otras tantas. Pero solo la magia de una rosa de tallo largo y un rico café entre dos, logró que una mirada fuera capaz de penetrar su alma. Así la enamoró ese hombre aquella tarde de frío invierno. 60 años a su lado y 59 rosas secas perpetúan hoy aquel amor.
    Sola, sentada frente a un humeante café, veo a aquella mujer -mi madre-, esperando la rosa del día.

  4. Maria Pilar de Frutos

    FELIZ AÑO
    El trabajo pendiente estaba allí, separado en montones que, colocados como barcos pidiendo la entraba a puerto, esperaban su momento en la oficina. Como todos los años parecía que el mundo se acababa y era necesario dejarlo todo terminado. Su mirada iba desde los papeles al reloj, angustiada, deseando que todo desapareciera por arte de magia.
    El tercer café del día tuvo efecto espinaca en Popeye, una mujer organizada como ella no se dejaría amedrentar. Tacita a tacita se puso manos a la obra con decisión y terminó con tiempo de sobra de desear a todos Feliz Año.

  5. SER YO MISMA.
    Hoy elevé las anclas de los barcos de tu rechazo y mi despecho. Los vi alejarse a la deriva y desaparecer en los cajones de una oficina en el Paseo de los Melancólicos de Madrid, abandonada y olvidada en el tiempo. Entonces sentí por fin la magia y la libertad de ser yo misma, y me preparé un café, orgullosa.
    Ya no soy tu Mujer.
    ¡Que bien se siente eso!

  6. ANA MARIA MARTÍNEZ CAÑAVATE

    EVASIÓN

    Desde mi ventana veo corretear los niños que juegan en el parque, diviso los barcos que viajan a ver las ruinas romanas. Me aislo de la oficina por momentos, la melancolía me embriaga, quién se marchara de aquel local de cifras y letras, donde el murmullo de los compañeros desentona una vez más mi día. Me marcho de viaje con los turistas, me dice mi cabeza, y la magia se desata de nuevo.
    Ese aroma a café, me hace centrarme, tengo que entregar el balance al final de la mañana, no puedo fallarle a esa mujer, mi jefa.

  7. DERIVA

    Es la hora de quemar los barcos y jamás volver a este océano lleno de preocupaciones. Estoy cansado de estar encerrado en la oficina ante una pantalla que solo me genera frustración y recelo por la vida. Tan solo quiero disfrutar de la sencillez del hogar. Sentir la magia de tomar café acurrucado en el sillón abrazado por el calor de las brasas, mientras mi hijo juega en el salón y mi mujer cocina. Surcaría mi propio mar, con un oleaje parsimonioso, lleno de gratos momentos y siendo el capitán de mi galeón. Aunque vaya rumbo a la deriva…

  8. Daniel Javier Martínez

    SUEÑO AMERICANO.
    Todas las mañanas veía los barcos partir, desde su oficina del ayuntamiento. En realidad, eran embarcaciones improvisadas, con las que aquellos jóvenes intentarían cruzar el mar. Pero todos, incluso los que emprendían la aventura, tenían la certeza de que solo un acto de magia los haría llegar con vida a la otra orilla.
    Una mañana, mientras degustaba un café, vio a su hija montarse en una de aquellas balsas. Bajó corriendo, trató de impedir que se fuera, pero ella le recordó que ya era una mujer.
    Le prometió, eso sí, que volvería.
    Treinta años después, todavía la espera.

  9. Marinero

    Entre barcos, naufragando,
    su soledad es su casa,
    gris oficina sin alma,
    sin magia, música o calma,
    que ahoga, pero no abraza.

    Su presente en esa casa
    es un triste desayuno,
    un café en taza sin asa,
    un recuerdo inoportuno.

    Su vida es como esa casa
    sin aljibe y sin balcón…
    cuando cae la ilusión,
    muere de sed el futuro.

    Y se va volviendo oscuro,
    sin mujer, patio, ni flores,
    puro abismo, techo y muro,
    mar vacío, sin colores.

    ¡Pobre casa sin terraza,
    sin balcón y sin aljibe,
    en la que ya nadie vive,
    porque casi nadie pasa!

    1. “TRÁMITES”

      Como los barcos varados en el puerto, la cola oscilaba de un lado a otro en aquella oficina municipal. La urgencia de los trámites variaba en cada caso: familias pendientes de una ayuda que les permitiera respirar, viudas desamparadas viviendo al día o personas sin recursos, a las que ya solo les quedaba esperar que se hiciera la magia. Apuró el café para apaciguar los nervios. Su turno había llegado. Extendió el formulario tembloroso. Cuando sus ojos se encontraron con la mirada amable de la mujer de la ventanilla, supo que su suerte por fin iba a cambiar.

    2. Todos los días veía pasar barcos desde la ventana de su oficina.Eran inmensos cruceros cargados de turistas que, como por arte de magia,surcaban los mares uniendo grandes distancias,muchos países,varias culturas.
      Tomó un sorbo del café caliente que sostenía en sus manos y se quedó pensando en si misma.
      Ella era una mujer sola y su mundo giraba alrededor del trabajo.Cerro intensamente los ojos y algo cambio aquel día…Se imaginó enamorada…,entonces alzó el teléfono y sacó pasaje para Alta Mar.

  10. A CONTRACORRIENTE

    En uno de los barcos del puerto deportivo tenía instalada lo que él llamaba «oficina».
    Tras aquel golpe en la sien, la amnesia atrapó sus recuerdos y los hizo volar. Su cara apareció en todos los canales de televisión. Maestro del ilusionismo, consagró su mayor truco de magia al desaparecer de la faz de la tierra evitando ser arrestado.
    Modificó su apariencia, cruzó el océano e inició una nueva vida que caducó a los trece días cuando, al recoger un café en el bar Destino, la mirada a la deriva de aquella mujer, su primera víctima, lo reconoció.

  11. EL BECARIO.

    Respira hondo.
    Siente la brisa sobre su rostro pálido.
    Observa cómo los barcos pesqueros vuelven a puerto, satisfechos.
    Mira el reloj con desprecio.
    La hora se acerca con cada tic-tac del segundero.
    La oficina ya habrá abierto.
    Los buitres de sus compañeros le están esperando.
    La envidia carcome cada sala, cada esquina.
    — La magia del becario. — Susurran entre risas.
    No le intimidan, pero ni tiempo tiene para fingir una sonrisa.
    Como de costumbre, se sirve un café en la taza que su mujer le regaló las navidades pasadas.
    — “Serás lo que tú decidas.” — Lee con tono afligido, devastado.

  12. María Sofía Abarca

    ONDISONANTE

    Contempló los BARCOS recién pintados. Parecían pinturas rupestres sobre la piedra del puente que era su hogar. Vivir en la calle no le quitaría los sueños. Aquella intemperie se volvió su OFICINA de dibujo y su puerto. El frío se transformó en el mar.
    Hacía espectáculos callejeros para ganar algunas monedas: trucos de MAGIA con dos perros que había entrenado y con quienes compartía lo poco que tenía.
    Un día, le convidaron un CAFÉ: fue una MUJER que lo vio buscando en la basura.
    Sorbió y recordó sus pinturas: sosteniendo la taza pudo escuchar el sonido del mar.

  13. Francisco Zamora Gómez

    NÚMEROS DE SAL

    —No eran más que barcos de papel en un océano estrecho —musitaba Daniel con la mirada perdida, aún en la oficina. ¿Qué podía hacer él? ¡Ni que se pudiera hacer magia y burlar a la ciencia!

    De repente volvió en sí. Ya eran las seis y no podía concentrarse. El artículo debía estar listo para final de tarde. Se sirvió un café mientras se abofeteaba las mejillas. Echó el azucarillo y, ¡vaya!, al observar los efectos de la física en su taza, le fue inevitable volver a acordarse de aquella mujer.

    ¿Por qué demonios sabría su nombre?

  14. Rubén Álvaro Lorenzo

    CONMIGO ESTÁIS

    Aún recuerdo a mi querido abuelo Pepe enseñándome a hacer barcos de papel en su humilde oficina, en aquella blanca casita de Cazalla de la Sierra. Era pura magia con aroma a café. Siempre ante la profunda mirada de mi querida abuela Pepa, una maravillosa mujer de tierna piel.

    Hoy, gracias a todas sus enseñanzas, soy un hombre bueno.

  15. SUS CARTAS

    Hay barcos que navegan
    sobre la misma línea del horizonte;
    broches uniendo cielo y tierra.

    Hay cartas escritas
    desde cualquier oficina sin ventanas
    donde no existe la magia
    y el café se queda frío
    en las manos de una mujer,
    que es broche
    uniendo cielo y tierra.

    Hay cartas que se escriben
    sin esperar respuesta… sin aspirar a nada;
    y aun así se escriben
    para que el corazón descanse.

    Y ella,
    sin ventanas
    sin divisar barcos en el horizonte,
    escribe por si se hace la magia…
    o por si no.

    Escribe por si alguien lee
    y entre líneas la entiende.

  16. todo

    La piscina se llenó de cientos de barcos de papel y seguían multiplicándose. Desde la Oficina comprobé las cámaras de seguridad con la esperanza de pescar al culpable pero no habían grabado nada inusual durante el tiempo que duró ese extraño truco de magia. A la mañana siguiente, mientras preparaba el café, lo entendí todo. El poder para caminar sobre las aguas sin hundirnos. La obsesión de los hombres por las sirenas. El llanto de mujer que naufraga sin querer adivinar dónde está el engaño. Y la proa desde la que suplicaba perdón el pirata despechado.

  17. Laura Carvias Carrillo

    «Él se fue en un barco, como siempre»

    María observa el trajín de los barcos desde la ventana de la oficina naviera. Como por arte de magia tiene una taza en las manos que se lleva a los labios. «Puaj», piensa, «es una tila». Pero claro, no le iban a poner un café acompañando el certificado de defunción, la mierda de indemnización pactada «por su bien» y la recomendación de ir cuanto antes, «porque tarda», a pedir la pensión de viuda a la Xunta. «¿Más esperas?», murmura con rabia, «joder, Manuel, si llevo veinte años siendo la mujer de tu vida y esperándote para empezar a vivir».

  18. A contracorriente
    Los barcos se alejaban, perdiéndose en la niebla. Había sido muy afortunada al poder montar su oficina allí. Tecleando en su portátil, recorriendo el mundo y volcando sus aventuras y desventuras en vídeos, blogs y ese nuevo libro que iba a publicar. Podría parecer cosa de magia, cómo había sido capaz, en menos de un año, de darle un vuelco a su vida. Dio un último sorbo al café y puso el punto y final en el documento de Word. La mujer contempló satisfecha el resultado de su duro trabajo y subió a cubierta. Su próximo destino la estaba esperando.

  19. BARCOS

    La vista de los pequeños cuadros de BARCOS en la antigua OFICINA del destartalado edificio, me transportó súbitamente a otro lugar. El humo era tan denso que acabó sumiéndome en la intrigante y misteriosa MAGIA de aquel día en el CAFÉ del puerto. Sentado allí, mirando tras el cristal del enorme ventanal a los agotados marineros faenar con los aparejos de pesca casi vacíos, no podía ni siquiera imaginar que, la tímida niña que pasó ante mí con la mirada fija en el suelo, más tarde se iba a convertir, sin yo saberlo, en la MUJER de mi vida.

  20. Elena Iriondo Gonzalez

    LA DESAPARECIDA
    Su hijo pequeño se entretenía haciendo barcos de papel. Concentrado, el chaval se mordía el labio inferior, absorto en la tarea.
    La oficina estaba desierta. Manuel sentado en su escritorio, observaba la magia de aquellas manitas regordetas, que, con una insistencia férrea, intentaban hacer barquitos.
    Algo se le agolpó en el pecho y en vez de llorar, le dio un trago a su café. De inmediato recordó aquel que preparaba su mujer. La vio con su bata azul y los cabellos alborotados, ofreciéndole una taza. «Ojalá vuelva a casa», murmuró con el fervor de una plegaria.

  21. EL BARCO DEL FUTBOLISTA
    El barco era grandilocuente, excesivo en su lujo, tenía hasta una oficina acondicionada para que su dueño, un jugador de futbol que apenas había aprendido a escribir su nombre, pudiera aparentar que era también un hombre de negocios y que no solo hacía magia con los pies. La máquina de café era como una nave espacial futurista y nadie la usaba por miedo a quedar en ridículo, hasta que llegó aquella mujer seria y llena de formalismos y tecnicismos, que aceptó uno solo y largo mientras les leía los cargos por fraude a la Hacienda Pública.

  22. EL GUIONISTA SOÑADOR
    ¿Y si aquel barco que veía desde la ventana de su oficina fuese uno pirata? ¿Y si un Errol Flynn con su hilera de hormiguitas por bigote atracara a la puerta del edificio y lo tomara como rehén de mentirijillas, llevándolo por los mares del sur en un crucero lleno de magia, improvisado y salvaje? Miró el café frío e insatisfecho como su realidad. La imaginación le ayudaba como guionista, pero le hacía sentir que su vida era vulgar y anodina. Se consoló pensando que a la mujer de Errol también le había pasado lo mismo. La vida real frustra.

  23. MARINERO COMPROMETIDO
    Luchaba para que el barco se mantuviera en la ruta, aunque le parecía que ya había perdido el rumbo hacía horas igual que la conexión con la oficina de la naviera. Rezaba como nunca lo había hecho pidiendo a todos los dioses y santos que hicieran su magia y aquella brizna zarandeada no se hundiera. La tormenta era de las épicas, de las que luego cuentas a tus amigos en el café y piensan que exageras. Mirando la foto de su mujer, se acordó de que le había prometido llegar puntual a la cena esa noche, no podía naufragar.

  24. COMO UN BARCO PRISIONERO
    Se sentía como un barco a la deriva en aquella oficina que lo aburría y lo desesperaba. Se culpaba de haber desbaratado la magia de su juventud repleta de sueños inocentes. Se levantó a por un café tan negro y turbio como el presagio de una cruel lectora de manos. Envuelto en bruma de autocompasión no se fijó en la mujer que le tendía el platillo con los dulces tiernos, no vio la salida que ella le ofrecía con sus ojos enamorados. Y allí siguió encerrado como un prisionero tan pobre que no tenía ni grilletes.

  25. Detrás de una ventana

    Todos los días veía pasar barcos desde la ventana de su oficina.Eran inmensos cruceros cargados de turistas que, como por arte de magia,surcaban los mares uniendo grandes distancias,muchos países,varias culturas.
    Tomó un sorbo del café caliente que sostenía en sus manos y se quedó pensando en si misma.
    Ella era una mujer sola y su mundo giraba alrededor del trabajo.Cerro intensamente los ojos y algo cambio aquel día…Se imaginó enamorada…,entonces alzó el teléfono y sacó pasaje para Alta Mar.

  26. Tránsito

    La flotilla de barcos de papel bajaba victoriosa por la escalera de la oficina del transitario. La anónima limpiadora, sentada plácidamente en el sofá del recibidor de la planta baja, recordaba la magia de Mickey, el aprendiz de brujo, con las escobas y los cubos en la película «Fantasía». Mientras degustaba su último café allí, contemplaba la avanzadilla de los cuatro mil barquitos (ocho paquetes de folios) arrastrados por el tsunami que el emboce de retretes y urinarios provocaba.
    Miró el reloj: las seis en punto.
    La anónima mujer de la limpieza acababa de jubilarse. Ya no podrían despedirla.

  27. JESÚS CABRERA HERNÁNDEZ

    NO ME GUSTA PERDER

    Le preguntaba a mi hijo por qué siempre perdía jugando al “hundir la flota” y claro, no sabía cómo explicarme que colocar los barcos muy cerca los unos de los otros no era la mejor de las estrategias, al menos para mí. Llegaba de la oficina y desplegaba mi magia; calentaba un café y me ponía a jugar contra el ordenador, primero, luego contra él. No tienes piedad ni compasión, le decía mi mujer, pues me derrotaba una y otra vez. ¡Lo siento, mami, pero Capitán Haddock solo hay uno! murmuró.

  28. María José Manceras Vargas

    TIEMPOS DE MAR Y CAFÉ

    Un hombre observaba los barcos con nostalgia, en la oficina del puerto, anhelando la magia de la libertad en alta mar. Un aroma a café lo transportaba a tiempos pasados, cuando una mujer le esperaba con una sonrisa cálida. Pero ahora ella ya no estaba. Un día esa magia desapareció y con ella, la alegría de su vida. Sin embargo, una mañana mientras tomaba su café, una brisa marina le acarició el rostro, y en ese instante supo que ella estaba allí, en el horizonte. Entonces cerró los ojos y se dejó llevar por la corriente, hacia un reencuentro eterno.

  29. Miguel Angel Zarzuela Ramírez

    LA PRÁCTICA

    Pasaba las horas y los años contemplando los barcos atracar y desatracar desde su oficina con vistas al puerto. Esos tránsitos aliviaban el tedio en el que vivía sumergido, y le permitían ensimismarse ajeno al mundo.
    Pero aquella rutina sempiterna se vio interrumpida por la magia de un café casual con la mujer menos esperada. Enfocado siempre en el ir y venir de las naves, llevaba diecinueve años mirándola sin verla… Abandonó al fin la oficina y la práctica del puerto se convirtió en su compañera en el crucero del resto de su vida.

  30. Abracadabra
    A él le gustaban los barcos desde pequeño. Cuando tenía un tiempo libre en la oficina, miraba en internet fotos de viajeros. Para él era como magia, era la aparición de un mundo maravilloso, intoxicante como el aroma del café recién hecho.
    Un día, harto de sólo soñar, se decidió a hacer un viaje en barco. Le avisó a su mujer y a su jefe. Partió sin ella, sin él, sin equipaje, sin destino final. Dicen haberlo visto por países tropicales y otros, por paisajes desérticos. Lo cierto es que nunca volvió a soñar; ahora, vive.

  31. Manuel González Casaus

    AVENTURA FRUSTRADA
    Siempre había querido dedicarme a recorrer mundo, pero mi carácter timorato me hizo aceptar un cómodo empleo como contable. Quizá esa secreta frustración fuese la razón por la que cada tarde, al salir de la Oficina, acudía al puerto a contemplar los barcos. Observar el trasiego de pasajeros me transportaba a un mundo de magia y aventura que anhelaba protagonizar. Una tarde, sentado en el café, se me acercó una misteriosa mujer. Su intensa mirada invitaba a seguirla, y allí, ocultos en el muelle, nos abrazamos con pasión. Se escabulló de repente, dejándome el corazón roto y la cartera vacía.

  32. Amándote tanto

    A aquel puerto ya no llegaban BARCOS. La OFICINA estaba desolada, no había nadie alrededor. Una empresa multinacional, vacía. Ya nadie en el mundo se sentía atraído por aquella ciudad portuaria.

    De un segundo a otro la radioactividad había hecho que todo perdiera su MAGIA. Sólo un hombre seguía amando ese lugar, decidiendo quedarse a pesar de las advertencias.

    Marta –pensó, tomando su CAFÉ –vuelve a mí, MUJER.

    De pronto, Marta apareció frente a él.

    –Ven conmigo, amado mío, ya es hora.

    Y dejando caer su taza, tomó a Marta de la mano y caminó hacia la luz.

  33. Adriana Noemí Funes

    Desengaño
    Guardaba todos los barcos de papel que me hacía mi padre cada vez que volvía de viaje. Mi madre y yo rebosábamos de felicidad en esas ocasiones.
    Recién pasada la adolescencia supe que toda su vida había trabajado en una oficina de correos. La magia de sus relatos estaba en cómo adornaba historias ajenas.
    Mi héroe cayó el día en que lo vi en un café con una mujer desconocida. Intercambiamos miradas a través de la ventana y comprendí, instantáneamente, sus ausencias sin viajes. Lo odié con todas mis fuerzas.
    Fue su viaje más largo, nunca más volvió.

  34. ANTONIO CABALLERO DE LA TORRE

    El puerto estaba abarrotado de barcos y los nazis estaban por todas partes. Desde la ventana de la oficina en la que se había escondido no conseguía identificar el que tendría que llevarle hasta su destino.

    Voy a necesitar un truco de magia, pensó, para encontrarla y conseguir subir a esa embarcación.

    Un destello llamó su atención, procedía del único café del embarcadero. Aquella mujer le miraba desde el pequeño espejo que utilizaba para maquillarse.

  35. Antonio Olmos Belmonte

    Barcos, majestuosas criaturas de madera y viento, se mecían en el puerto visible desde la grisácea oficina donde ella trabajaba y soñaba. La magia de un suspiro escapaba de las páginas de informes y se colaba en el aire denso. En la pausa del café, sus ojos, refugio de un encanto secreto, se encontraron. La otra mujer, antes invisible entre sombras de papeles, emergió como un faro en la penumbra laboral. Sus silencios eran hechizos, y su presencia, la esencia que convertía lo ordinario en extraordinario. Campanilla rescató a Wendy del tedio y juntas, viajaron a Nunca Jamás.

  36. Natalia Catalá Durán

    CADA LOCO CON SU TEMA
    Observar los barcos desde la oficina invitaba a soñar.
    —¡Atención!, zarpa el primero de la mañana con rumbo sur, apuesto que hacia mi querida Casablanca.
    —Preferiría navegar para Escandinavia y experimentar la magia de las auroras boreales.
    Durante la pausa del café, el contable se imaginaba en Seychelles con la secretaria, que se infiltraba a hurtadillas en sus fantasías.
    A la directora le daba igual el destino, solo deseaba escapar de su agonizante matrimonio.
    El informático, en secreto, ansiaba diluirse en la masa anónima del pasaje y desplegar sin timidez la mujer que llevaba dentro.

  37. María José Manceras Vargas

    TIEMPOS DE MAR Y CAFÉ

    Un hombre observaba los barcos con nostalgia, desde la oficina del puerto, anhelando la magia de la libertad en alta mar. Un aroma a café, lo transportaba a tiempos pasados, cuando una mujer le esperaba con una sonrisa cálida. Pero ahora, ella ya no estaba. Un día esa magia se desvaneció, y con ella, la alegría de su vida. Sin embargo, una mañana mientras tomaba su café, una brisa marina le acarició el rostro. En ese instante, supo que ella estaba allí, en el horizonte. Entonces, cerró los ojos y se dejó llevar por la corriente, hacia un reencuentro eterno.

  38. Amándote

    A aquel puerto ya no llegaban BARCOS. La OFICINA estaba desolada, no había nadie alrededor. Una empresa multinacional, vacía. Ya nadie en el mundo se sentía atraído por aquella ciudad.

    De un segundo a otro la radioactividad había hecho que todo perdiera su MAGIA. Sólo un hombre seguía amando ese lugar y había decidido quedarse a pesar de las advertencias.

    Marta –pensó, tomando su CAFÉ –vuelve a mí, MUJER.
    De pronto, Marta apareció frente a él.
    –Ven conmigo, amado mío, ya es hora.
    Y dejando caer su taza, tomó a Marta de la mano y caminó hacia la luz.

  39. LA COMPASIÓN DE NEPTUNO

    Un BARCO a la deriva
    sin timón ni dirección.
    Un cayuco como OFICINA
    buscando una vida mejor.

    Trabajan remando juntos,
    luchando contra el mar.
    Trabajan desesperados,
    a la orilla intentan llegar.

    Pero las olas, caprichosas
    les alejan del destino
    ¿acaso no tienen derecho
    a que les den asilo?

    Neptuno, por compasión:
    obra ante ellos tu MAGIA.
    Permítelos vivir,
    concédelos tu gracia.

    Y el Dios de los mares oyó
    y les devolvió a la orilla.
    Una manta y un CAFÉ
    y esperanzas contenidas.

    Una sirena hecha MUJER
    les recibió con una sonrisa:
    Ha sido un placer.
    Y se fue cual pitonisa.

  40. LA COMPASIÓN DE NEPTUNO

    BARCOS a la deriva
    sin timón ni dirección.
    Cayucos como OFICINA
    buscando una vida mejor.

    Trabajan remando juntos,
    luchando contra el mar.
    Trabajan desesperados,
    a la orilla intentan llegar.

    Pero las olas, caprichosas
    les alejan del destino
    ¿acaso no tienen derecho
    a que les den asilo?

    Neptuno, por compasión:
    obra ante ellos tu MAGIA.
    Permítelos vivir,
    concédelos tu gracia.

    Y el Dios de los mares oyó
    y les devolvió a la orilla.
    Una manta y un CAFÉ
    y esperanzas contenidas.

    Una sirena hecha MUJER
    les recibió con una sonrisa:
    Ha sido un placer.
    Y se fue cuál pitonisa

  41. El mago retirado

    Echaba de menos los barcos, más que nada los cruceros. Allí había hecho fama y carrera. Ahora, sentado en su oficina recordaba esos días de gloria.
    –¿Que hiciera magia?
    Ese llamado lo desconcertó. Querían que volviera a los escenarios.
    –No, yo ya no estoy para esas cosas. Ahora soy un tipo serio.

    Terminó su café y sacó a su mujer de la galera. Hoy tenía ganas de ir a cenar con ella.

  42. María Elena Torrealba

    LETRAS NADA MÁS.

    Al igual que los barcos que se desvían de su curso, ese día no llegó a la oficina, prefirió pasar de largo mientras leía los letreros de la ciudad. La magia de sus pensamientos hizo que las letras adquirieran un valor especial, aunque las conocía desde niña, siempre le resultaban inalcanzables. Al sentarse en el café de costumbre, la creatividad de su mente se disparó, llenó aquel cuaderno en blanco que por años guardaba en su bolso. Sin cambiar su historia, se sintió una mujer de letras; a la vez el empleado recogía un juego de Scrabble de la mesa.

  43. SUEÑOS
    El hombre miraba los BARCOS a través de la ventana de la OFICINA y suspiraba. Un día tras otro, un mes tras otro, un año tras otro. Su compañera de trabajo a veces le decía que soñara, que los milagros existen. “Hay que creer”. Pero el hombre la ignoraba y a veces hasta esbozaba una sonrisa burlona. Un día, en un descanso, ella se acercó de manera misteriosa. “Ud. tiene razón, la MAGIA no existe. Pero no se demore tanto en terminar su CAFÉ , que estamos prontos a tocar tierra”, dijo la MUJER encaminándose hacia la cubierta.

  44. Desde la costa observaba los barcos que llegaban y partían. Luego de la oficina siempre volvía a casa. Hoy no. Creyó que el aire de mar tal vez aclararía sus pensamientos como por arte de magia. Se sentó a la mesa del parador y pidió un café.
    Pagó la cuenta, y mas resuelta que de costumbre, se paró para irse. Hablando sola caminaba hacia la parada del autobús.
    – ¡Sos o no sos una mujer con los ovarios bien puestos!

    1. Desde la costa observaba los barcos que llegaban y partían. Luego de la oficina siempre volvía a casa. Hoy no. Creyó que el aire de mar podría aclarar sus pensamientos como por arte de magia. Se sentó a la mesa del parador y pidió un café.
      Pagó la cuenta, y mas resuelta que de costumbre, se paró y se fue. Hablando sola caminaba hacia la parada del autobús.
      -¿¿Eres o no, una mujer con los ovarios bien puestos??-

  45. ENVUELTA FELICIDAD

    De niño amaba la playa, no por las olas y la arena, sino por los barcos que me compraban y se deshacían crujientes en mi boca. Eran la felicidad absoluta. Ni siquiera sé porque les llamaban así, mi padre les decía los cucuruchos planos. Nada en mi oficina actual tenía esa magia que añoraba de la niñez y que se me había escurrido quien sabe en qué momento. Hasta que un día de hastío, entró ella, ofreciendo café negro en varios termos, y con mis barcos envueltos en prolijo celofán. Ella, con mi felicidad envuelta, ella sería mi mujer.

  46. El tiempo
    Aun recuerdo cuando era un niño, jugando con mis amigos en el arroyo que la lluvia formaba con barcos de papel, o con palitos de paleta que así veíamos, y ahora tras la ventana de mi oficina veo la lluvia caer incesante, entonces llega la magia y regresa el recuerdo de aquellos días, me levanto lentamente y camino a lo largo de pasillo y me preparo un buen y merecido café, de regreso sigo en la penumbra de mi pensar, esbozando una sonrisa pienso en mi mujer, en mi esposa, que la veré siempre al final del día.

  47. ARROJO

    Dedicada a rutinarias tareas administrativas, a ratos Marta solía levantar la vista para observar los movimientos de los barcos en el muelle desde la oficina de su empresa. Esta había prosperado como por arte de magia comerciando con café a escala mundial. Los directivos eran, todos ellos, hombres orientados aparentemente a la maximización de beneficios. Un buen día, Marta se dijo que debía reorientar su vida. Abandonó su empleo y, uniendo su ilusión a la de otra mujer que se avino a arriesgar un modesto capital, constituyó una sociedad cafetera que terminaría siendo reconocida como adalid del comercio justo.

  48. Los barcos en la lejanía traen recuerdos de antiguas rutas en cuyas bodegas se transportaban plata, esclavos y especias. Nada más lejos de la realidad en el interior de uno de ellos hay una oficina donde se trabaja 24 horas al día…
    ¡Forman magos en tiempo express, preparados para llevar con su magia regalos a todos los niños del mundo en el día de Reyes!
    Uno de ellos absorbe un café, mientras observa múltiples rutas en su móvil, es un… No, esperad… una maga jefa, la mujer al cargo de la gran multinacional «Ilusión a los niños».

    ¡Nenes a la vista!

  49. Con Esfuerzo y Optimismo (CEO)

    Es cierto eso que dicen: “Ningún mar en calma hizo experto a un marinero”. Durante años he llevado barcos a buen puerto sin pisar cubierta alguna; en realidad hablo de mi oficina, que es un mar de papeles y problemas y aunque más de una vez pensé que necesitaría magia, esa idea se iba con un café amargo y largas horas de trabajo. Hoy me han nombrado directora ejecutiva y seré la primera mujer en el puesto. Las tempestades fueron difíciles, aún más, los cantos de sirena que me pedían abandonar.

  50. Jose Cordero González

    En el lecho marino

    En el hielo se hallaban varados los barcos en los que navegábamos; el frío era gélido, aun encontrándonos en la oficina del capitán con la calefacción encendida. Al observarme en aquel espejo, me estremecí; la magia de la juventud se había ido apagando en mí. El olor a café invadía toda la estancia, de la cual conseguí huir saliendo a proa. Estoy harta —me dije dejando caer una foto al lecho marino—; ya no soy esa mujer. Y allí me abandoné dejándome consumir por el frío del ártico y los recuerdos de una juventud inacabada.

  51. Dolores Sanabria García

    SUEÑOS
    Cuando era niña vivía entre barcos. Mamá me llevaba a menudo a la oficina del puerto donde trabajaba. Desde las ventanas, veía bullir a los estibadores, las cargas y descargas, el orgullo de los nombres pintados en algunas panzas de embarcaciones. La pausa a media mañana para el desayuno y la magia del aroma del café que activaba mi imaginación con viajes y aventuras. Capitana de un barco, ese era siempre mi deseo de fin de año. Y ya mujer, al frente de una editorial especializada en libros de viajes, sonrío. Los sueños tienen mil formas de cumplirse.

  52. UN CORAZÓN DE ESPUMA
    Los barcos con sus sirenas roncas se saludan al cruzarse y me distraen desde la ventana de la oficina. Vuelo entonces a la magia que se produjo aquel día cuando vi ese corazón de espuma sobre mi café. Al levantar la cabeza supe que la camarera era la mujer de la foto. Juan había intentado presentármela varias veces, para mitigar supongo, el dolor del abandono de Julia. La había conocido en el curso nocturno de contabilidad. Sonrío al recordar su cara de sorpresa al ofrecerle el puesto vacante de contable. Amo sin reservas a Juan. Siempre consigue hacerme feliz.

  53. Noelia Antonietta

    Alienación

    Barcos extranjeros llegan a la costa. Hay ofertas de mar, de tierra, de sangre. Se puede comprar en cualquier moneda el llanto devaluado de la gente, sus pocas esperanzas. En la oficina el vendedor asoma al balcón, saluda a la multitud enardecida. Se imagina vítores.
    —No hago magia —ruge, y se vuelve a esconder.
    Sorbe un trago de café que le sabe horrible. Levanta el teléfono para exigir explicaciones. Al cabo de un rato, una mujer ingresa con la cabeza gacha.
    —No queda más que lo barato en las góndolas —dice—. Y aun así nadie compra, señor presidente.

  54. Lilian Elizabeth Parada Hernández

    – Vengo por cinco barcos – se oyó la voz en toda la oficina de correos.
    Era un salón con altas, blancas y heladas paredes al estilo colonial que contenía, además de cierta magia enigmática, tres escritorios y tres sublimes empleados.
    El primero dijo: – Siéntese y tome una taza de café –
    La mujer encrespada dijo: – ¿Dónde están?
    El segundo dijo: – Ahí – señalando con el dedo índice a un escritorio.
    – Entonces me los llevo – dijo ella.
    El tercero dijo: – No, porque faltan los equipajes.
    – Me los llevo así – dijo ella. Los tomó y se fue.

  55. Hortensia Márquez Chapa

    El tiempo

    El tiempo se va
    sobre barcos de papel y tinta.

    La vida juega al escondite
    y nos muestra solo unos minutos,
    esos que se quedan indelebles en la memoria.

    En la oficina,
    uno foto y un silencio
    hacen la magia de enseñar lo que ya no está,
    lo que se fue y no vuelve.
    Y luego
    vuelves a tu rutina de café en la máquina.

    Me visto ahora de mujer madura,
    recordando con añoranza
    la niña que nunca se fue.

  56. Rosa Ríos Sastre

    SOLIDARIDAD

    Como cada mañana, corría por el muelle envuelta en una espesa niebla, la misma que se filtraba entre los barcos.
    Mi pensamiento estaba lejos, en la pequeña oficina donde se había decidido todo. Antes de comenzar la campaña, daba vértigo.
    Era necesario hacerlo, pero parecía más la magia de un prestidigitador que el trabajo de un puñado de personas esforzadas.
    Fue entonces cuando surgió la idea del café solidario que todos aceptamos y aquella mujer, voluntaria recién llegada al grupo,
    propuso cómo organizarlo para recaudar fondos para nuestro proyecto. Una popular cantante colaboró y animó la velada.
    Fue un éxito.

  57. Enamorado de ella

    Mi rutina mañanera consistía en jugar a la guerra de barcos en aquella mísera oficina de empleo perdida de la mano de Dios, donde casi nunca había nada que hacer, y nadie pedía cuentas de nada. Pero un día, como por arte de magia, todo cambio. Estaba en la máquina del café cuando apareció la mujer más maravillosa que había visto en mi vida: guapa, elegante y con un no sé qué, que cuando me dijo que estaba despedido por jugar en horas de trabajo mi reacción fue darle las gracias: Hoy sigo en el paro enamorado de ella.

  58. María Elena Torrealba

    LETRAS NADA MÁS.

    Al igual que los barcos que se desvían de su curso, ese día no llegó a la oficina, prefirió pasar de largo mientras leía los letreros de la ciudad. La magia de sus pensamientos hizo que las letras adquirieran un valor especial, aunque las conocía desde niña, siempre le resultaban inalcanzables. Al sentarse en el café de costumbre, la creatividad de su mente se disparó, llenó aquel cuaderno en blanco que por años guardaba en su bolso. Sin cambiar su historia, se sintió una mujer de letras; al mismo tiempo, un empleado recogía el juego de Scrabble de la mesa.

  59. Irma Dennis Luna Campoy

    AUDAZ

    Los veo. Los veo todo el tiempo a la deriva, cómo barcos en altamar sin timón, sin capitán, sin veleta.
    Los veo en la oficina, clic aquí, clic allá; entre luz azul y papeletas amarillas.
    La magia del asombro se ha escabullido entre las rendijas de la rutina sistemática del ahora y siempre tan lejos del mañana.
    Lo veo en mi, frente al espejo sosteniendo mi cafe.
    Mujer de edad a la que al parecer ya se le fue la vida dicen, pero hoy más que nunca se que quiero vivir.

    ¡Vivir!

    Aunque sea muy poco, aunque sea muy breve.

  60. Entre olas y café

    Aquella mañana de temporal extremo la totalidad de los barcos se encontraban en puerto. Desde la oficina del Práctico, Juan era testigo de la virulencia de los elementos. Algunas de las olas alcanzaban los siete metros de altura; el viento rondaba los cien quilómetros por hora. Un auténtico espectáculo de fuerza y magia, en descomunal movimiento de vida. Esto hizo que se sintiese uno con el Cantábrico. Apenas se habían producido incidentes. Imaginó que pudieran darse durante la noche. Fue justo cuando sintió la imperiosa necesidad de tomar un buen café y llamar a su mujer

  61. Enamorado de ella

    Mi rutina mañanera consistía en jugar a la guerra de barcos en aquella mísera oficina de empleo perdida de la mano de Dios, donde casi nunca había nada que hacer, y nadie pedía cuentas de nada. Pero un día, como por arte de magia, todo cambió. Estaba en la máquina del café, cuando apareció la mujer más maravillosa que había visto en mi vida: guapa, elegante y con un no sé qué, que cuando me dijo que estaba despedido por jugar en horas de trabajo, mi reacción fue darle las gracias: hoy sigo en el paro enamorado de ella.

  62. SER

    Los barcos habían sido mi debilidad desde pequeña.
    Me gustaba disfrutar del mecer de las olas y el sol en mi cara, recostada en la proa.

    Ahora mi vida transcurría entre la casa y la oficina.
    Quería sentir nuevamente esa magia que había experimentado de niña.

    Era tiempo que eso cambiara. Tenía que darle un vuelco a mi vida.
    Los recuerdos daban vueltas en mi mente diciendo a viva voz, que todavía podía lograrlo.

    Bebi el ultimo sorbo de café y sali a la calle a ser la mujer que quería ser.
    Libre.

  63. María Soledad Gómez

    Aquellos BARCOS del Mediterráneo nunca salieron de su cabeza, pese a trabajar más de diez horas en la OFICINA. No había MAGIA sobre el ordenador, ni ilusión en los documentos que lo rodeaban; solo CAFÉ y algunos bocadillos capaces de amenizar la jornada. Su cuerpo residía en Madrid, pero su mente nunca dejó atrás el pueblo. Una MUJER había sido el motor del cambio, una dama que a los pocos meses se escapó sin dejar rastros. Ahora solo le quedaba la añoranza de tiempos pasados, y una buena lista de pagos pendientes, que lo unían al banco.

  64. UNIÓN

    Los medios de transporte, el muelle, los barcos, la ciudad entera… todo estaba vigilado para impedir la huida de una inocente,
    perseguida por una ley injusta.
    De pronto, desde la oficina de la gran torre de control, sólo se pudo observar cómo las pantallas de los ordenadores se llenaban
    de solidaridad silenciosa, de magia magistral: una multitud indiferenciada de personas, familias completas con niños, jóvenes y
    ancianos, con el rostro cubierto, se apiñaban haciendo imposible el reconocimiento de identidad.
    El agente al cargo, sonriente, preparó café y le extendió una taza a la mujer sentada a su lado, cómplice callada.

  65. DECISIÓN

    Se incorporó como pudo, recogió los rotos dibujos de barcos que se esparcían por el suelo de la habitación. El marido acababa de salir para la oficina. No le resultaba suficiente golpearla cuanto quisiera, tenía también que destruir lo que más amaba, su liberadora afición a dibujar, lo que en la vida más le satisfacía porque al igual que la magia actúa en un niño para hacerle olvidar sus penas, así ella escapaba de su miserable existencia. Respiró profundamente. Se preparó un café convenciéndose de que, aunque fuera una mujer sin trabajo, encontraría la manera de escapar de aquel infierno.

  66. El mar es lo único que se ve desde esta ventana. Infinito.
    De pequeña me preguntaba qué pasaba con los barcos que llegaban al horizonte. ¿Caían? ¿Dónde? Me parecía graciosa la idea de que existiera una oficina para atender barcos caídos al horizonte. A lo mejor, Peter Pan llegaba a su rescate haciendo que volaran con su magia.
    Desde el hospital sigo pensando en dónde van las velas del horizonte mientras bebo el café de esta mañana. Me queda poco tiempo, lo sé, lo puedo sentir. Mi cuerpo no aguantará mucho más. Pronto me encontraré con mi mujer.

  67. Mirar los barcos bailando al son del oleaje, me relaja; quisiera volar desde esta oficina a uno de ellos. Pero no puedo. Estoy varado en esta ventana que solo me permite creer en la magia. Y sé que existe. Lo creo. La siento. Mientras, tomo un café junto a la ventana buscando el horizonte, imaginando mi mar entre tus sábanas. Mi mente se balancea, mis ojos se cierran, mis manos empiezan a temblar. Y llegas tú, mujer, para calmar mis anhelos. El calor de tu piel me transporta al punto de partida. Y siento el movimiento de tus ojos buscándome.

  68. Alicia Manzanares Jiménez

    SERIAL TURCO

    El suelo estaba tapizado de azul.
    Multitud de BARCOS de papel navegaban por aquellas imaginarias aguas.
    Los archivadores permanecían con sus bocas abiertas reclamando los documentos que les habían sido sustraídos.
    ¿Quién podría ser el culpable del caos que reinaba en la OFICINA?
    Las cámaras no testimoniaban ninguna presencia. ¿MAGIA?
    El ruido de la cafetera me devolvió a la realidad y el intenso aroma del humeante CAFÉ despertó mis sentidos.
    En el quicio de la puerta una MUJER sonreía con suficiencia y poderío.
    – ¿Ves? Cumplí mi promesa, dijo.
    Ahora todo lo tuyo me pertenece. Ya conoces la salida. A.M.

  69. jesús alberto cabrera hernández

    SE VENDE

    Ya queda menos para cerrar esta maldita jornada de lunes, pero ni contando la colección de barcos de papel que tengo repartidos por toda la oficina, logro ver que las agujas de ningún reloj pasen más rápido. Si por arte de magia el minutero corriera más de lo normal pero no, al contrario, parece que los cronógrafos se tomaron un termo de café, van más lentos que un caracol con muletas. La solución que da mi mujer, cansada de esperarme cada noche con la cena fría es repetirme una y otra vez: “vende La Relojería”.

  70. JESÚS CABRERA HERNÁNDEZ

    CAÍNA Y CAFÉ

    Mi tío Dionisio era un gran marinero. Viajó por todo el mundo en diferentes barcos y atracó en cientos de puertos. Comenzó en una pequeña oficina junto a su padre, en Cartagena, pero pronto se enroló en un carguero que hacia la ruta de las Américas. Allá donde el barco fondeaba, repartía la magia que solo él sabía administrar y acompañado de su sonrisa despachaba gramos del mejor “café” colombiano en la calle. Su mujer, una negra bien chusca y elegante, nos visitó ayer.
    Nos dio ánimos, sí… pero ella se fue y nosotros no.

  71. Cristina García Vacas

    NAVÍOS AZAROSOS
    Al despertar Laura oyó a Carlos decir “Buenos días, cariño” y su enervación llego hasta el colmo. Ella había pasado la noche en vela sintiéndose igual que los habitantes de barcos pesqueros en un vendaval y él solo podía aportar esa fórmula de saludo tan manida, como si aquella noche no hubieran tenido una batalla naval. Laura no contestó y se fue a la oficina cerrando con un portazo que sonó a despedida. Laura pensó que los trucos de magia para sostener esa relación habían terminado mientras saboreaba su café cotidiano que hoy le sabía agrio ¡Era una mujer nueva!

  72. JESÚS CABRERA HERNÁNDEZ

    SE VENDE

    Ya queda menos para cerrar esta maldita jornada de lunes, pero ni contando la
    colección de barcos de papel que tengo repartidos por toda la oficina, logro ver que las
    agujas de ningún reloj pasen más rápido. Si por arte de magia el minutero corriera más
    de lo normal pero no, al contrario, parece que los cronógrafos se tomaron un termo de
    café, van más lentos que un caracol con muletas. La solución que da mi mujer,
    cansada de esperarme cada noche con la cena fría es repetirme una y otra vez:
    “vende La Relojería”.

  73. Los barcos de papel inundaban aquel día la oficina, esperando impcientes que, por arte de magia, algún cliente entrara por la puerta a solicitar nuestros servicios de investigación privada.
    El olor a café inundaba la sala cuando sonó el timbre de la puerta y entró la mujer más extravagante que jamás había visto hasta ese momento.
    – Es aquí para solicitar un detective privado?

  74. El mismo mar

    Aquella mañana los barcos aún no habían traído olas a la orilla. Me resultó extraño, pues cada viernes los veía llegar desde la ventana de la oficina, tan puntuales en su balanceo. Aquel movimiento sereno traía calma hasta estas cuatro paredes y la magia invadía cada recodo de la sala del café. Me quedé mirando como quien espera una vida entera en la proa. Y entonces la voz de mi jefe me sacó de allí para decirme que una mujer había aparecido muerta en el mar, que no vendría el contenedor de los viernes con nuestra mercancía.

  75. Eduardo García Martínez

    Lo que las olas arrastran

    Hace años que había perdido la fe, pero aquel día llegaron varios barcos… Uno le llamó especialmente la atención.
    Quien ha sufrido un adiós violento y brusco nunca pierde la esperanza.
    Abandonó la oficina portuaria, necesitaba comprobarlo.
    ‘La Magia del Océano’ era el nombre de la pequeña embarcación que avanzaba hacia el puerto.
    El café se derramó por el pantalán.
    ¡No podía ser!
    Desembarcó una mujer. Se echó a sus brazos, con lágrimas en los ojos.
    —He vuelto.
    Pero aquella no era su mirada. Era como si el mar, en su infinita crueldad, le estuviera gastando una broma.

  76. Encuentro inconsciente
    Comenzó el día mirando los barcos del puerto. Soñaba con recorrer el mundo como capitán. No era muy probable para un huérfano que vivía en la calle. Pero con ocho años los sueños no tienen límites.
    Al pasar Oficina Náutica, se entretuvo esperando que alguien le diera unas monedas después de verlo hacer los trucos de magia que había aprendido.
    Una mujer que tomaba café sentada en su escritorio, lo llamó. —Toma. Anda a comprarte unos bollos —le dijo.
    —El bebé que dejé en aquella iglesia tendrá su edad —pensó.
    No sabía que lo era.

  77. EL DORADO
    05/07/2.001: BARCOS. Era el asunto del tercer mensaje que vi, al consultar mi mail en la oficina. Lo ignoré y seguí revisando: Facturas, publicidad… Y de nuevo el término BARCOS encabezando un mensaje. Me pudo la curiosidad, lo abrí y solo una palabra en el cuerpo: Magia. Era un enlace, así que pinché y surgió la web de un café del barrio, donde una mujer sentada en una mesa sonreía y me invitaba a ir allí. Hoy, 13/11/2.002, comprendí el sentido de esos asuntos: Atravieso en barco y con mi suegro el océano Atlántico, en busca de la ciudad perdida.

  78. Noventa
    En uno de los barcos hundidos del acuario había una oficina de reclamaciones y varios peces esperando para poner una queja. En la sección de artículos de magia encontró un conejo que sacaba hombrecitos con frac de una chistera y en la de aves tropicales un loro que tomaba café jamaicano y contaba historias de piratas en versión subtitulada. Se acercó al mostrador y pidió dos delfines que no hicieran mucha espuma. La mujer contestó que llevándose media docena regalaban el Pequod, Moby Dick, al mismísimo Ahab, y una bañera de noventa para meter a todos dentro.

  79. Encuentro inconsciente
    Comenzó el día mirando los barcos del puerto. Soñaba con recorrer el mundo como capitán. No era muy probable para un huérfano que vivía en la calle. Pero con ocho años los sueños no tienen límites.
    Al pasar por la Oficina Náutica, se entretuvo esperando que alguien le diera unas monedas después de verlo hacer los trucos de magia que había aprendido.
    Una mujer que tomaba café sentada en su escritorio, lo llamó. —Toma. Anda a comprarte unos bollos —le dijo.
    —El bebé que dejé en aquella iglesia tendrá su edad —pensó.
    No sabía que lo era.

  80. Pedro Martín Felix Mory

    LA MUJER MAS HERMOSA DEL PERU

    Cuando mi papito Pedro me llevaba de la mano a su trabajo, el Periódico La Crónica, allá en la antigua Lima, me entretenía haciendo pequeños barcos de papel mientras lo esperaba a que saliera de su oficina, de niño para mi ese sitio estaba lleno de magia, de noticias y relatos increíbles, allí los trabajadores bebían tremendas dosis de café y hablaban como locos de muchas historias fascinantes, así como la gran noticia de una joven mujer impresionantemente bella de la costa peruana que llego a convertirse ese año de mi infancia en la primera Miss Señora Mundo del Perú.

  81. Carlos A. A. Duque

    ENAMORADOS

    Hoy contemplo con detalle un lindo atardecer,
    y noto sendos BARCOS danzando en un vaivén,
    se golpean enamorados sin uno al otro conocer,
    por un no sé cómo y por supuesto un no sé quién.

    Atrás en mi OFICINA desde la opaca ventana,
    bien ratifico aquel romance de nunca terminar,
    me muevo insistente levantando la persiana
    y ver la MAGIA que está a punto de estallar.

    En la mañana procuro la escena contemplar,
    pero me asombro que uno ha sido abandonado,
    me sirvo un CAFÉ para este trago amargo aceptar
    y a lo lejos una MUJER navegando el amor robado.

  82. Martín Almagro Mandado

    PRESAGIOS OSCUROS

    Algunos patrones los llaman barcos, pero no son más que maltrechos trozos de plástico flotantes.

    Mamadou tirita junto a sus primos en uno de ellos, ignorando que desde una oficina lejana han dado órdenes de impedirles tomar tierra. Hombres oscuros en la noche oscura rezan, se persignan, confían en alguna suerte de magia que les permita seguir a flote unas horas más. Hombres oscuros, con presagios oscuros como el carbón, como el café, como el coltán.

    El barco zozobra, el plástico cruje; y los sueños de Mamadou vuelan ahora junto a su mujer y sus hijos, de vuelta a casa.

  83. PERSONALIDAD

    Llegó, hace diez años. Se aventuró y se reinventó. Desde su oficina, podía ver a los barcos zarpar del puerto de pasajeros, más grande del mundo. Era una noción de magia, lo había logrado. Cuando no tenía que ir a trabajar, podía levantarse a cualquier hora. Los cruceros se ven desde su balcón. El amanecer le sugería un café y sus binoculares. Y parada en su balcón observaba el firmamento, en busca de ovnis. Mujer, audaz y resiliente, y también un poco excéntrica. Sí, así es ella.

  84. YURY TERESA FORERO JIMENEZ

    Escondida en los Bongos
    A sus cincuenta años no había visitado EU, ahora todas las tardes veía los barcos desde la terminal, y pensaba meterse de polizón en unos de esos barcos; todas las situaciones las asfixiaban el triste trabajo de oficina de doce horas, la apesadumbraban; el no poder ver a su hijo, el único que daba magia a su vida, la entristecían. Llegó a casa tomo su Café, se miró al espejo, y vio esa mujer morena soñadora, y conquistadora que amaba. Volvió a repasar el Plan.

  85. Fátima Chamorro Merino

    SED DE VUELOS

    Más allá de la ventana, siempre abierta, las velas blancas de los barcos se mueven como alas de gaviota que oxigenan la monótona respiración de la oficina. Durante unos instantes los papeles pendientes parecen querer volar hacia ellas en un juego de magia aérea.
    El café está frío. Y la mujer se lo traga con la misma repulsión con la que mira esas páginas que debería haber llenado de poemas y que se obstina en doblegar con estimados clientes y muy señores míos.
    Resignada, teclea una nueva dirección comercial mientras su mente pajarea libre entre las crestas de espuma…

  86. Raúl Ortiz Fernández

    CON EL PAN DURO DE AYER

    Con el pan duro de ayer, hago barcos que navegan en un mar de leche. En enero hay poco trabajo y desayunar en la oficina no es mala opción para pasar el rato. Usando la magia de mi imaginación, creo una tormenta de café soluble y remuevo con la cucharilla para que los barquitos zozobren en el Triángulo de las Bermudas y…
    Entra el jefe. Me mira de soslayo y le explico. Se mete en su despacho murmurando: «Mujer tenía que ser…».
    Me pregunto qué cargamentos de vinagre llevarán los transatlánticos de los jefes en sus desayunos.

  87. Llegó, hace diez años. Se aventuró y se reinventó. Veía los barcos que zarpan, del puerto de pasajeros más grande del mundo. En su oficina, meditaba: esa era una noción de magia, lo había logrado. Cuando no tenía que ir a trabajar, podía levantarse a cualquier hora. Los cruceros se ven desde su balcón. El amanecer le sugería un café, y sus binoculares. Y parada en su balcón, observaba el firmamento, en busca de ovnis. Mujer, audaz y resiliente, y también un poco excéntrica. Sí, así es ella.

  88. Mario miraba absorto el calendario que colgaba de la pared .El mes de julio dejaba ver la fotografía de unos BARCOS que parecían flotar sobre aguas cristalinas. Los imaginó dispuestos a liberarle de las cuatro paredes de aquella oscura OFICINA . Inclinó la cabeza, resignado, para centrarse en las facturas, recolocándose las gafas, dispuesto a hacer MAGIA con la contabilidad de este trimestre. A través de la cristalera pudo ver a Alma ,preparándose el CAFÉ de las once en punto. Su MUJER lo miró mientras daba un sorbo al capuccino y supo que ese verano tampoco habría vacaciones en Ibiza.

  89. Angel Toribio Sevillano

    LA NIÑERA

    Miles de barcos de papel surcaban el cielo en dirección a su oficina. «Parece cosa de magia», musitó embelesado mientras tomaba café frente al ventanal. Aquellas preciosas obras de arte, hechas con pósits de colores, parecían zapar desde su barrio. Abrió de par en par las ventanas y la sala se inundó de pequeñas embarcaciones flotantes. Al azar atrapó una verde y reconoció la letra de su hija en la nota escrita: «Papá, no trabajes tanto y vuelve a casa a jugar conmigo, por favor». Atónito, pensó de inmediato en la extraña mujer que acababan de contratar como niñera.

  90. La roca oculta

    Muchos barcos encallaron y naufragaron en este lugar. Según el folleto de la oficina de turismo, la causa es una monumental peña rocosa, solo insinuada por la espumilla que las olas forman a su alrededor. Pertrechados con aletas, gafas y linternas, la monitora nos señala dónde podemos hacer la inmersión. Como por arte de magia aparece la enorme mole pétrea. A un lado, descansa un pecio, y más allá, una fragata. No lo soporto y vuelvo a la superficie. Bebo el café que otra mujer me ofrece. Me aterra mi probable porvenir, el de una encallada vejez.

  91. Uróboro Montevideano

    En el Puertito del Buceo descansan los barcos al atardecer. En un barco la oficina del capitán se cierra hasta el próximo día. En la oficina todavía gira el disco que pinchó más temprano. En el disco viven mil canciones que hablan de la magia del amor. En una de esas canciones se menciona a la camarera que trabaja por la tarde en el Café Brasilero. En el Café Brasilero una mujer lee un libro al lado de la ventana. En la portada del libro, el Puertito del Buceo.

  92. Jaime León Martel

    CINCO SUEÑOS

    No solía recordar lo que soñaba, pero cuando lograba hacerlo, estos eran míticos, valían como cinco sueños en uno.

    Al sumirse en su ensoñación, desde una orilla, avizoró en el horizonte una hilera curva de enigmáticos barcos dorados. En pleno sueño recordó que temprano debía trabajar y abrir su oficina, empero la magia que vivía lo envolvió nuevamente. Luego, notó que las naves se le acercaban, teniéndolas próximas percibió un penetrante aroma a café. Del primer barco descendió una mujer de belleza hipnótica, traía una taza humeante en la mano, caminó hacia él, lo beso, y él despertó.

  93. EL OCASO

    Contemplan la llegada de los barcos a través del sucio ventanal de la oficina. Cuando acaba la jornada, el mar, el sol y el cielo les ofrecen un espectáculo gratuito: la magia dorada del ocaso. Se preparan un café, se cogen de las manos y piensan en el barco del hijo que nunca regresará. Parece un buen momento para marchar también. Pero los cielos andan conspirando para que se queden. La mujer vuelve a poner los somníferos en el cajón de las pastillas. ¿Y si esperamos a mañana? Últimamente cada atardecer es más bello que el anterior.

  94. Ignacio Hormigo De la Puerta

    Poeta de incógnito

    Por fuera era un tipo normal, pero dentro de él las palabras zumbaban como un enjambre de abejas furiosas.
    Los barcos son pájaros del mar, volando a ras de ola, pensaba mientras terminaba de redactar un informe en la oficina.
    Hay más magia en una mirada que en todos los parques de atracciones del mundo, se decía, apuraba el café y corría para no perder el cercanías.
    Una mujer es una montaña, un río, una tierra donde echar raíces, escuchaba en la cama sentenciar a una voz en su cabeza. Ponía el despertador a las siete y apagaba la luz.

  95. Begoña SÁEZ SÁEZ

    EMPLEADA COMPETENTE

    En aquella empresa, me contrataron para impulsar la venta de barcos de poca eslora. Y, también llevaba asuntos de oficina, bancos y contabilidad. Sólo alguno de mis jefes valoraba la carga de trabajo que llevaba, sin saber que hacía magia también y en cada descanso del trabajo, en aquellos valorados ratos de café, de los que alguien catalogaba como pérdida de tiempo, yo, como mujer, era capaz de seguir estudiando el caso de ese cliente que se quedó a un paso de comprarse el barquito e idear ese descuento que le iba a llevar a decidir la adquisición.

  96. Begoña SÁEZ SÁEZ

    SIMPLE VENDEDORA

    En aquella empresa, me contrataron para impulsar la venta de barcos de poca eslora. Y, también llevaba asuntos de oficina, bancos y contabilidad. Sólo alguno de mis jefes valoraba mi carga de trabajo, sin saber que hacía un poco de magia y en cada descanso del trabajo, los valorados ratos de café, ésos que alguien catalogaba como pérdida de tiempo, yo, como mujer, era capaz de seguir estudiando el caso de ese cliente que se quedó a un paso de comprarse el barquito e idear el descuento que le iba a llevar a decidir la adquisición.

  97. Oficina General de Necesidades y Urgencias

    Armando Barcos era el primero en abordar a la oficina y el último en zarpar; nadie se explicaba cómo, pero las redes de su escritorio atrapaban como sardinas las necesidades y urgencias que llegaban con esperanza de pronta resolución. 

    La mayoría eran simples: café, albaricoques, una doble puesta de sol en Gibraltar. Algunas pedían excentricidades como guindas encurtidas en limonada servidas en un bombín. 

    Entre la marea de pedidos, reconoció los trazos de una mujer que necesitaba más tiempo. 

    Hundido en lóbrego silencio se tomó el día libre, compró un ramo de flores y visitó la tumba de su madre.

  98. INMIGRANTES

    Cuando bajaron de los barcos, era una mañana de agosto glacial en Buenos Aires. Luego de pasar por la oficina de Migraciones, el empleado hizo, de puro bruto tal vez, la magia de asignarle a su padre una nueva identidad. Llegaron desde Vilafranca siendo Oliván y cuando bebieron el primer café caliente en el conventillo de la calle San José, ya se llamaban Lobán. Sentada entre sus hermanos, la niña mujer que cuarenta años después se convirtió en mi abuela sonrió al fin sin miedo y se juró a sí misma que nunca más volvería a atravesar el mar.

  99. MULTIVERSO

    Difusos aparecían los barcos que surcaban hacia la salida portuaria. No podía evitar verlos a través del ventanal de mi oficina. La magia del aroma del café, brindado unos minutos antes por la amable mujer que se encargaba de la cocina, me provocaba un cálido sopor en el largo recreo de mis tareas.

    Me concentré nuevamente en el multiverso que venía testeando. En él los barcos eran naves vikingas, y la oficina inmensidad oceánica azul. La magia del café ahora hidromiel. Y la mujer mi captora, la temible Brunilda. Sin rastros de amabilidad. Aquí solo soy una esclava. ¿Cómo volveré?

  100. • Barcos
    • Oficina
    • Magia
    • Café
    • Mujer
    Encuentro inconsciente
    Comenzó el día mirando los barcos del puerto. Soñaba con recorrer el mundo como capitán. No era muy probable para un huérfano que vivía en la calle. Pero con ocho años los sueños no tienen límites.
    Al pasar por la Oficina Náutica, se entretuvo esperando que alguien le diera unas monedas después de verlo hacer los trucos de magia que había aprendido.
    Tomando café, sentada en su escritorio, se encontraba una mujer. Lo llamó. —Toma. Anda a comprarte unos bollos —le dijo.
    —El bebé que dejé en aquella iglesia tendrá su edad —pensó.
    No sabía que era él.

  101. Encuentro inconsciente
    Comenzó el día mirando los barcos del puerto. Soñaba con recorrer el mundo como capitán. No era muy probable para un huérfano que vivía en la calle. Pero con ocho años los sueños no tienen límites.
    Al pasar por la Oficina Náutica, se entretuvo esperando que alguien le diera unas monedas después de verlo hacer los trucos de magia que había aprendido.
    Tomando café, sentada en su escritorio, se encontraba una mujer. Lo llamó. —Toma. Anda a comprarte unos bollos —le dijo.
    —El bebé que dejé en aquella iglesia tendrá su edad —pensó.
    No sabía que era él.

  102. ME ESTABAS ESPERANDO

    A las 6 de la mañana de ese martes, en el puerto solo se oía el sonido de los barcos zarpar. “Un día más en la oficina”, pensó María.
    Nada le hacía pensar que recordaría este día como el momento exacto en el que la magia llegó a su vida.
    El sonido del microondas, que había terminado de recalentar el café, le sacó de sus ensoñaciones. Y justo entonces llegó. La puerta se abrió y una mujer de aspecto angelical entró por ella.
    – Me estabas esperando – confirmó con una sonrisa.

  103. MAGIA

    Una reproducción con unos barcos de velas blancas hinchadas al viento es el único pedazo de cielo que veo desde mi oficina sin ventanas. Luego de despertar a los chicos, ayudarlos a vestirse, prepararles el desayuno y dejarlos en la escuela a las 8:30, tengo que llegar aquí a las 9:00, fresca e impecable como si todo fuera un pase de magia. Me sirvo un café recalentado y renuevo mi promesa de terminar mi maestría y de tener una oficina con ventanas.
    Y de llegar a sentarme un día en una silla del directorio.
    Y de seguir siendo mujer.

  104. Casi un bestiario
    Cayendo la tarde, cuando ya ni la música, ni los vídeos, ni los pasabocas rescatan del tedio, de las actividades estériles y las conversaciones inocuas, imagina embarcarse hacia puertos desconocidos en barcos de papel, que salen directamente de la oficina. Sin mucha magia en realidad, navega sobre los largos y vaporosos cabellos con aroma de café de esa mujer que, con demasiada calma lo empuja hacia la noche y ríe de su terror a la rutina de la próxima jornada.

  105. Café

    Evoca aquella tienda en la que adquirió hace tiempo los barcos en botella que decoran el living. Era un puesto pequeño a una cuadra de la oficina en que trabajaba. Dos jóvenes hacían magia en la entrada y repartían volantes. Los volantes decían: Será el café más caro de tu vida, pero tendrás la eternidad. Se ríe, con ironía, por haber regateado. Compró adornos para remediar la incomodidad de gastar mucho y volver vacío. La mujer recibió el pago tan sorprendida que apenas pudo llenar la taza sin volcar. Los siglos no perturban el recuerdo que guarda de su rostro.

  106. Otro viaje
    Los barcos ya estaban prontos para zarpar. Uno al lado del otro, esperaban el turno de las sirenas
    que anunciaban de a una cada despegue del puerto. Todos los turistas estaban a bordo, seguían las
    instrucciones de la azafata y el capitán. Desde la oficina, a través de los ventanales, quienes
    controlaban los radares vieron zarpar el primero, el más chico, y unos metros detrás zarpó el
    segundo. A sus costados la magia de las aguas fueron despliegues de espuma efervescentes. En el
    café que la mujer revolvía producía el mismo efecto de las ondas danzantes de los mares
    ondulantes.

  107. ¡El NIÑO!

    Aquel invierno, cruzaron tormentas, que mutaron a borrascas y terminaron siendo ciclogénesis, provocando el naufragio de todos los BARCOS que navegaban por aquellas procelosas aguas, cuyas imprevisibles corrientes mantenían en vilo a la OFICINA intercontinental de meteorología. Estudiaron todas las variables y algoritmos. Únicamente les faltaba hacer MAGIA. Todos los expertos -sustentados únicamente a base de CAFÉ- se encerraron sin éxito durante meses, hasta que una tarde, irrumpió en aquel templo del saber una MUJER desesperada, gritando enloquecida ¡¡el niño, el niño!! Atónitos, giraron en redondo y gritaron todos al unísono ¡EL NIÑO! Esa la causa : )

  108. Oficina General de Necesidades y Urgencias

    Armando Barcos era el primero en abordar a la oficina y el último en zarpar; nadie se explicaba cómo, pero las redes de su escritorio atrapaban como sardinas las necesidades y urgencias que llegaban con esperanza de pronta resolución.
    La mayoría eran simples: café, albaricoques, una doble puesta de sol en Gibraltar. Algunas pedían excentricidades como guindas encurtidas en limonada servidas en un bombín.
    Entre la marea de pedidos, reconoció los trazos de una mujer que necesitaba más tiempo.
    Hundido en lóbrego silencio se tomó el día libre, compró un ramo de flores y visitó la tumba de su madre.

  109. Rafael Rodríguez de la Torre

    Hogar profanado

    Jessica despertó como todas las mañanas, asomándose a la ventana panorámica que aspiraba a contener todo el horizonte dibujado en alta mar. El fuego del amanecer era roto tímidamente por la silueta de los pequeños barcos que zozobraban en el puerto. Aquella luminosa habitación se había convertido en una suerte de oficina desde que el teletrabajo invadió su vida, pervirtiendo hasta el último rincón y rompiendo la magia de los escasos ratos de intimidad. El delicioso aroma a café recién hecho era el mejor momento del día; sólo entonces volvía a ser una mujer libre e ilusionada.

  110. PERSONALIDAD

    Llegó, hace diez años. Se aventuró y se reinventó. Veía los barcos que zarpan, del puerto de
    pasajeros más grande del mundo. En su oficina, meditaba: esa era una noción de magia, lo había
    logrado. Cuando no tenía que ir a trabajar, podía levantarse a cualquier hora. Los cruceros se ven
    desde su balcón. El amanecer le sugería un café, y sus binoculares. Y parada en su balcón,
    observaba el firmamento, en busca de ovnis. Mujer, audaz y resiliente, y también un poco
    excéntrica. Sí, así es ella.

  111. Gabriela Bertolotti

    SILLA CON MAR
    Harta de esperar horas, fijó la vista en el cuadro de la pared mugrienta. Una playa serena, barcos en el horizonte, un cielo azul descascarado.
    “Raro”, pensó.
    Se levantó con esfuerzo, su cuerpo tronó desvencijado como la vieja silla de oficina. Acercó su nariz a la imagen: olía a mar, indudablemente.
    “Extraño”, pensó.
    Giró la cabeza canosa hasta apoyar la oreja. Escuchó gaviotas graznar y olas golpear la arena.
    “Magia”, pensó.
    _¿Un café?_interrumpió la secretaria.
    _Sí, gracias_ respondió la mujer mientras se recogía con gracia el cabello dorado y se acomodaba el traje de baño azul brillante.

  112. Sergio Palavecino Herrera

    Titulo: Contar barcos, contar ovejas.

    ¿Cuántos barcos pudiste contar? ¿¡Solo tres!? Desde la torre sur han contado diecinueve
    ¡Qué te quedaste dormido! ¡Es una broma! Acércate a la oficina de inmediato, tenemos que
    hablar…
    Se acabó. Me quité el uniforme y dejé mi puesto en la torre de control. De inmediato y
    como por arte de magia me encontré en una mesita del café Rimbaud. Sentada frente a mí
    una mujer me hablaba en una lengua extranjera. Creo que me invitaba a recorrer la ciudad.
    Deseaba acompañarla, pero me reflejé en una cucharita y me vi desnudo.

    Desperté justo a tiempo para continuar contando barcos.

  113. Juan Luis Changari

    El péndulo
    Era muy joven aún y esa entrevista debía ser trascendental para mí. Por su realismo, me detuve en un cuadro marítimo con barcos, mientras observaba cada detalle de la oficina. Sobre el escritorio, un péndulo oscilaba constantemente y me preguntaba: ¿Cuál sería la magia que lograba que se moviera solo? La secretaria me ofreció un café por la espera, lo cual acepte con gusto, realmente lo necesitaba. Ella por fin llego y me levante a saludarla. La mire fijamente a los ojos, poniendo toda mi atención. El péndulo pareció detenerse, sabía que aquella mujer definiría mi futuro inmediato.

  114. Naufragio

    Navegando desde mares lejanos los barcos vencedores retornan de una riesgosa travesía bélica.
    El capitán de la flota, apoltronado en la cabina, oficina sustituta del comando terrestre, espera concluir pacíficamente la ruta marítima,dejando atrás dramáticas y sangrientas batallas. Sus fantasías de naufragio están en su propia bitácora. En la profundidad oceánica un ancla imaginaria amarra sus pies en bancos de corales. Sus heridas sangrantes atraen cardúmenes grisáceos ávidos por devorarlo. La magia luminosa del mundo se despliega repentinamente ante sus ojos anhelantes. El café humeante dibuja la silueta de la mujer amada. Próximo puerto y morada.

  115. Insólito matrimonio
    El espejo de aguas sostiene barcos flotando delante de los ventanales de mi oficina doméstica. La veo salir del agua, hasta la cintura, enseñándome un hermoso toples. Exhibe una brillante sonrisa, me saluda con la magia del movimiento de su cola plateada de pez y se zambulle. De repente un aroma de café invade suavemente mi olfato: mi mujer vuelve de la natación en el mar.

  116. Lluís Miracle i Collmalivern

    Noche de invierno

    Detrás de la ventana, con el cristal empañado, observaba como llovía. A lo lejos se divisaba el puerto, con las idas y venidas de las luces de los barcos. Allí, en la oficina, a cubierto de las inclemencias del tiempo, parecía cosa de magia estar saboreando un café humeante, mientras compungido veía aquella mujer del kiosco, con abrigo y guantes, que aguantaba el paraguas como podía.

  117. PEDIR CON FUERZA
    Salía al porche y veía zarpar los barcos. Le daban unas ganas inmensas de pasar por la oficina de embarque. Cruzar mares. Recalar en los lugares que el abuelo narraba. Creer y hacer realidad la magia de sus palabras. Conocer los inmensos campos de café y las plantaciones de caña de azúcar dónde crecieron sus antepasados. Danzar como sus ancestros. Convertir en realidad aquellos deseos e ilusiones de las que hizo partícipe a los suyos.
    Pensaron que eran fantasías de niña, pero cuando se convirtió en mujer, voló, navegó y realizó su sueño a pesar de las dificultades.

  118. Los Puentes de Gloria.

    No se veía diferente, pero algo crecía en su interior, ¿por qué le pasaba eso ahora? ¿Por qué a ella? Había puesto todos los medios para no verse en esa situación, pero al igual que los barcos zarpan con una hoja de ruta, a veces transitamos por aguas misteriosas, desconocidas, que nos hacen variar el rumbo marcado. Aquel día en la oficina, Gloria dejó de creer en la magia, ya no encontraba reconfortante el calor del café que sostenía en sus manos, hoy era una mujer distinta a la que fue ayer y estaba aterrada por ello.

  119. Aquella mañana fría y lluviosa me perdí en los barcos que surcan los mares de mi memoria, aquellos que me llevan lejos de esta oficina que me oprime el alma a diario, esos que me permiten regresar a la magia que desprende tu mirada, como destellos de una bengala, donde me hundo sin remedio, como la galleta mojada que se rompe y cae en el café. Siempre fuiste mi mujer soñada, siempre fuiste mi persona anhelada.

  120. Esther Naveiro Sobrado

    Cambios
    Desde que me trasladé a esta poliédrica ciudad, ya no veo barcos desde la ventana de mi flamante oficina. Lo que entonces era inmensidad azul, profundidad y velas henchidas por el viento, ahora es vastedad gris de edificios modernos de hormigón y cristal.
    Acepto con bastante naturalidad los cambios que mi vida errante exige. No obstante, en el devenir incierto de mi existencia, hay cosas que permanecen inalterables: la magia protectora de una taza de café y la imagen que me devuelve el espejo de una mujer libre de ataduras y nostalgias.

  121. GUERRAS
    Pequeños barcos flotaban en el plato del abuelo; la flotilla del hambre según mi abuela. Quienes han sobrevivido a una guerra saben de lo que hablo. Mi abuelo jamás abandonó esa costumbre por muy sabrosa que fuera la sopa que cocinaba la abuela en su «oficina de intendencia».
    En el frente, combatían el frío y el miedo con agua caliente teñida con mondas de patatas y tropezones de pan rancio, la magia de la imaginación hacía el resto. No obstante, en la sobremesa de trinchera, a falta de café y de la mujer amada, el abuelo rumiaba sus lágrimas.

  122. Jesús Jiménez Reinaldo

    NAUMAQUIA

    Este lunes luzco un luminoso bronceado.
    —¿Quién se ha pasado el fin de semana jugando a los barcos? —inquiere la lengua más hiriente de la oficina.
    Antes me sentía expuesto a la maldad de los demás y me sonrojaba. Ahora no es que haga magia: simplemente aplico las técnicas que me enseña mi psicóloga. Me dirijo a la máquina de café y saco uno. Sonriendo, los encaro uno por uno sin dejar de removerlo. La mujer estaría más que encantada conmigo.
    —Es que mi marido es capitán… —respondo, mientras van cambiando irremisiblemente del verde chillón al negro muerte.

  123. MANUELA DEL ROMANO

    *Ingeniería emocional *

    Ya no nos mentimos.
    Ya no somos barcos a la deriva, esclavos de nuestras emociones.
    En esta oficina gracias al Big Data convertimos nuestra huella digital en inteligencia decisoria: nada de mariposas, nada de magia del primer encuentro, nada de salir a tomar un café para ver si fluye.
    Ahorro de tiempo para encontrar el hombre o la mujer que más nos conviene.
    Un amor postizo, pero infalible. Una receta personalizada contra ligues estériles y con bajo fallo. Nos deshumanizamos para encontrar el match perfecto, sin ser esclavos del libre albedrio.
    El homo sapiens está superado.

  124. Maria Ester Pastor Orea

    LOS PUENTES DE GLORIA
    No se veía diferente, pero algo crecía en su interior, ¿por qué le pasaba eso ahora? ¿Por qué a ella? Había puesto todos los medios para no verse en esa situación, pero al igual que los barcos zarpan con una hoja de ruta, a veces transitamos por aguas misteriosas, desconocidas, que nos hacen variar el rumbo marcado. Aquel día en la oficina, Gloria dejó de creer en la magia, ya no encontraba reconfortante el calor del café que sostenía en sus manos, hoy era una mujer distinta a la que fue ayer y estaba aterrada por ello.

  125. El genio del café
    Desde la ventana atisbo los barcos en el horizonte. Deseo navegar hacia destinos recónditos y escapar de la oficina, pobre de magia e inspiración. Me sirvo un café y froto mis manos en el tazón para calentarme. ¡Del interior emerge un genio quien me concede tres deseos! Exploté en el medio del recinto: «¡Quiero viajar lejos, tener dinero y jamás volver a esta oficina de mierda!». El genio se desvaneció y detrás de mí apareció mi jefa, una mujer severa, inflexible, ¡desalmada!: «Veré que puedo hacer con tus requerimientos», sonrió cínicamente.

  126. El demonio offshore
    Poseía hoteles, barcos y empresas. En la oficina de impuestos no entendían cómo se las agenciaba para reducir sus ganancias y pagar una miseria. «No es magia ―dijo la nueva superintendente mientras bebía un café―. Deben pensar como criminales. Adopten el rol de abogado torcido, contador corrupto, consultor sucio… Sobornen, compren influencias, codéense con asesinos y narcotraficantes. Y jamás piensen en los vulnerables de la sociedad que necesitan educación, salud y un techo para vivir. Cuando los vean morir, no sientan ni pena ni remordimiento», instruyó la mujer.
    Embestimos finalmente al demonio offshore de la codicia.

  127. Cristóbal Crespo García

    Lluvia
    Tras las gotas que se deslizan por el cristal de la ventana sólo puedo ver y pensar en barcos. Escapo del sórdido trajín de la oficina con la mirada prendida en la magia de cada gota. Hacerme a la mar. Aferrarme a la caña del timón. El aroma de una taza de café humeante que llega desde el pasillo no acierta a desbancar el sabor a sal de los rociones en mi cara. Mi jefe no me comprende, pero ella sí. Al fin y al cabo, la mar es también mujer.

  128. Elizabeth Susana Gil

    Catástrofe
    Los barcos encallaron en mi oficina del tercer piso durante el tsunami, entonces pensé que hasta
    la desgracia tiene su magia. Mientras respiraba agitado exhalando el miedo, me pareció sentir
    un aroma a café muy estimulante. Una bella mujer me ofrecía la infusión desde la barandilla de
    un navío encallado, suplicando la rescatara de la ola salvaje… pero aquellas ventanas reforzadas
    para posibles catástrofes …no se rompieron.

  129. PURA CORTESÍA
    Aquí estoy, mirando los barcos de vela que motean el horizonte teñido de azul. Llevo dos meses sin pisar la oficina a causa de una cadera rota, y la dulce magia de los primeros días sin obligaciones se esfumó hace tiempo. En otras palabras, me aburro soberanamente. Doy un sorbo al café y mordisqueo los bordes de una galleta. Mi mujer odia que haga eso: dice que parezco un ratón. Yo soy más educado que ella, así que nunca le digo que parece una bruja. Y sigo mordisqueando mi galleta mientras ella sale volando montada en su escoba.

  130. Ángel Muñoz Jiménez

    MUTANTE

    «No habitaba barcos, sino bancos.
    Rutina de oficina, zafia,
    sin magia.
    Las flores sin agua, lacias.

    Y, de pronto, los bancos fueron barcos;
    la oficina olvidó su rabia.
    Aquel beso me elevó del suelo.
    Era color café su pelo
    -mujer en celo-
    y aquellos tierno labios vuelo,
    caminos hacia el cielo.
    Versos para caminar por el espacio,
    despacio.
    Cápsula especial para dos en compañía».

    Con la mano izquierda exprimiendo la entrepierna, la derecha levantada haciendo cuernos, sincopaba Much, frente a las cámaras, el rap que le lanzó a la fama…

    «cuando aún me llamaban Juan
    y trabajaba en Caixabank».

  131. manuela del romano

    *Ingeniería emocional*

    Ya no nos mentimos.
    Ya no somos barcos a la deriva, esclavos de nuestras emociones.
    En esta oficina gracias al Big Data convertimos nuestra huella digital en inteligencia decisoria: nada de mariposas, nada de magia del primer encuentro, nada de salir a tomar un café para ver si fluye.
    Ahorro de tiempo para encontrar el hombre o la mujer que más nos conviene.
    Un amor postizo, pero infalible. Una receta personalizada contra ligues estériles y con bajo fallo. Nos deshumanizamos para encontrar el match perfecto, sin ser esclavos del libre albedrio.
    El homo sapiens está superado.

  132. EMILIO GAROZ BEJARANO

    Los barcos que veía zarpar desde la ventana de su oficina le trasladaban a aquel lugar cargado de magia donde el aroma del café se pegaba a la piel como el perfume de una mujer

  133. Thays Santos de Fez

    HOGAR

    “Barcos, aviones, coches y una infinidad de pasiones decoran mi oficina. Escribo aquí y allí, donde sea, pero no a cualquiera.

    Escribir es adentrarme en mi burbuja de sentimientos y expresión. La que también he descubierto a través de mi voz, quebrantándose mientras rompo mis prejuicios.

    Lugar en el que instalo mi magia, se hace hogar y, solo cuando confío así, soy capaz de experimentar emociones tan inolvidables, que convierto en relatos”.

    Estas palabras acaban de ser escritas en una servilleta mientras tomo café y espero a la mujer organizadora de la próxima presentación de mi libro.

  134. MARTES CON SABOR A CAFÉ

    Los barcos varados en el puerto se mecían de forma hipnótica por el temporal; ese invierno estaba siendo bastante crudo. Sin embargo, los lugareños no perdían la sonrisa ni el entusiasmo. Cómo le gustaría a Víctor abandonar la oficina desde la cual los divisaba y dejarse llevar por la magia de quienes hacen lo que quieren y no lo que deben hacer. Su vida se reducía a resolver los problemas de otros mientras los suyos se acumulaban entre deseos postergados y sueños incumplidos. Bebió un sorbo de su café, ya frío, y frunció el ceño. ¡Tan amargo como su mujer!

  135. Ana Martínez Naveiro

    TODO LO QUE NUNCA FUI
    Me desperté aquel día en el apartamento del puerto, y vi pasar durante horas los barcos sin vela junto a los pingüinos, que con grandes relojes pero sin tiempo, cargaban su maletín hacia alguna oficina. Me acecharon de nuevo los fantasmas de la responsabilidad y el sacrificio, que hace años sepultaron mis ansias de lucha por un mundo mejor. Ahora, tan solo me queda sumergirme en las historias de paisajes exóticos, planetas remotos y seres fantásticos, cuya magia es remplazada bruscamente por un café solo, servido en las manos frías y agrietadas de una mujer que ya no me ama.

  136. Alberto Cotillas Revilla

    VERSE
    Desde niña dibujaba un barco en la esquina derecha de cada hoja del cuaderno verde que su padre le trajo de la oficina una tarde invernal de copos sobre los cristales.
    Con el dedo pulgar pasaba las páginas eligiendo la velocidad de las imágenes. El movimiento era vida y magia para ella.
    El paso de los años no hizo desaparecer la ilusión de verse dentro de sus historias animadas de escasos segundos. En un almanaque iba en un galeote pirata, en las servilletas de un café dio la vuelta al mundo en un velero; libre, vigorosa, mujer.

  137. Alberto Cotillas Revilla

    VERSE
    Desde niña dibujaba barcos en la esquina derecha de cada hoja del cuaderno verde que su padre le trajo de la oficina una tarde invernal de copos sobre los cristales.
    Con el dedo pulgar pasaba las páginas eligiendo la velocidad de las imágenes. El movimiento era vida y magia para ella.
    El paso de los años no hizo desaparecer la ilusión de verse dentro de sus historias animadas de escasos segundos. En un almanaque iba en un galeote pirata, en las servilletas de un café dio la vuelta al mundo en un velero; libre, vigorosa, mujer.

  138. Estefani Cantalini Alfonzo

    RUTINAS

    Hoy, igual que siempre, mis pensamientos son como barcos que navegan por los siete mares, sorteando peligros mientras explora nuevos destinos cada que arriba a un puerto. En cambio, mi humanidad yace en la oficina como autómata, lidiando con sus quehaceres laborales, sin magia, sin vida, esperando la señal para beber del elixir llamado café ¿Con qué fin? No hay un propósito, pero a veces, cuando tomo café, logro reconectar mi mente con mi cuerpo y recuperar por ratos esa esencia que me identifica como mujer y que a menudo se pierde ante las rutinas del día a día.

  139. MARIA FELISA EGUIZÁBAL FERNÁNDEZ

    Sed
    Dejo fluir mi río, aunque el cauce baje seco. No navegan barcos como antaño.
    Me pierdo entre los papeles de la oficina con la mente puesta en esos ríos que recuerdan su origen y vuelven a brotar y a vivir…
    Y veo mi cauce abundante que riega la frondosidad que le rodea, con la magia que me lleva de la mano entre el humeante aroma del café de las 11. Cierto.
    Pero, me creo que, aunque hoy baje seco, mañana bajará con mucho caudal y no habrá mujer que lo impida.
    ¿Sueño con un río? No. Busco llenar mi cauce.

  140. José Ramón del Valle González

    DOLOR VIRTUAL

    Estaba absorto contemplando a los BARCOS en la bahía, cuando lo sorprendió aquel terrible dolor de muelas.
    No lo pensó mucho y, cerrando su OFICINA llegó a la consulta dental para extraerse todas las piezas.
    Al cabo de dos meses exhibió una perfecta prótesis que por arte de MAGIA le hizo desaparecer la molestia. Sin embargo, el CAFÉ caliente que le brindó la MUJER, le quemó la encía y entonces, quitándose la prótesis la guardó en el bolsillo izquierdo de su camisa. Ahí mismo, encima de la tetilla volvió a sentir el dolor punzante que no pudo soportar.

  141. El mundo da vueltas
    Arriban barcos atiborrados de pasajeros hambrientos. «No son refugiados», sentencia la oficina de migraciones. Quieren desaparecer su «molesta» existencia en un acto de magia. Nos tildan de comunistas y hasta terroristas por ofrecerles mantas y café. Para algunos es suficiente un mandato que suprime el derecho a migrar ―aunque se sufra hambruna y violencia extrema―.
    Pienso en mi abuela, una mujer pobre que migró de Europa a América, porque tenía hambre. Las rutas han cambiado porque el mundo gira, pero la fragilidad humana permanece igual. Espero que el hambre no me pille a mí en alguna vuelta.

  142. María Moreno López

    La mujer en el otro lado de la sala

    A decir verdad, nunca he sido muy aficionada a los barcos. Así que no sólo sorprendí a mis compañeros de la oficina cuando acepté la propuesta; también me sorprendí a mí misma. Uno me preguntó si tenía fiebre, y otros se rieron, diciendo que probablemente había acudido a una curandera para deshacerme de mi fobia al mar. Yo también reí, y murmuré: «Sí, debe ser cuestión de magia».
    Distraída, removí el café con una cucharilla. Si os soy totalmente franca, el motivo de apuntarme es más complejo.
    Todo se debe a la mujer sentada al otro lado de la sala.

  143. Nelson Acevedo Betancourt

    SEGUIR EL ENFOQUE
    Se cargan de sueños. Como barcos de aceros invencibles remontan penosas tormentas, por ellas su oficina navega: locaciones, ensayos, demoras, llamadas perdidas, angustias, retos. Y !!PAFF!! Sucede la magia: en la ilusión apagada se encienden las luces. La cultura no se extravía, actorales por cientos aprenden su oficio.
    La escena necesita repetirse: la taza de café derramada salió bastante bien, aunque aquella mujer experta en artes escénicas, sin excusas, desde un extremo del proscenio reconviene: <>

  144. Nelson Acevedo Betancourt

    MANTENER EL ENFOQUE
    Se cargan de sueños. Como barcos de aceros invencibles remontan penosas tormentas, por ellas su oficina navega: locaciones, ensayos, demoras, llamadas perdidas, angustias, retos. Y !!PAFF!! Sucede la magia: en la ilusión apagada se encienden las luces. La cultura no se extravía, actorales por cientos aprenden su oficio.
    La escena necesita repetirse: la taza de café derramada salió bastante bien, aunque aquella mujer experta en artes escénicas, sin excusas, desde un extremo del proscenio reconviene: <>

  145. Nelson Acevedo Betancourt

    MANTENER EL ENFOQUE
    Se cargan de sueños. Como barcos de aceros invencibles remontan penosas tormentas, por ellas su oficina navega: locaciones, ensayos, demoras, llamadas perdidas, angustias, retos. Y !!PAFF!! , sucede la magia: en la ilusión apagada se encienden las luces. La cultura no se extravía, actorales por cientos aprenden su oficio.
    La escena necesita repetirse, la taza de café derramada salió bastante bien, aunque aquella mujer experta en artes escénicas, sin excusas, desde un extremo del proscenio reconviene: ! A ver si se relajan! ! mejor tómese una antes que todas se derramen!,… el «seguidor» también derrama fuera de foco.

  146. Ana Grecia Sandoval

    NOMBRES

    Cuando pasó por la calle Barcos alados siempre recuerdo aquel miércoles de junio. Estaba fuera de la oficina dirigiéndome al bar Magia por gotas cuando la vi cruzando hacia un café cercano llamado Oportunidades contadas. Era una mujer de aspecto común y a la vez no.

    Mis pies, sin pensarlo, se movieron. Desde ese día mis escapadas por alcohol se volvieron escapadas por café; y aunque el idilio fue corto, no dejó de ser maravilloso.

    Eso sí, a diferencia de los nombres de las calles y establecimientos, el mío es bastante simple mientras que el de ella es sumamente hermoso.

  147. CELESTE

    «Al final de la Avenida de los Barcos», respondió un joven vestido de oficina. Había dejado de utilizar móvil, como si por arte de magia la hubieran desubicado de época. «Mientras las personas estén para preguntarles», pensaba. Ahora sus amigas le hacían de celestinas. El café que escogió su cita hacía esquina y ella enseguida lo tomó como una premonición -por eso de que en las esquinas convergen dos lados de una misma cosa. «De esta mujer me enamoro». No era la primera vez que lo decía, pero ¿y aquello de que lo último que se pierde es la esperanza?

  148. Destrezas
    —Bien, para cerrar nuestro simposio anual, los nuevos candidatos expondrán ante el comité sus superpoderes y convendremos quién formará parte del mismo.
    Pase el primero. Sean breves.
    —Gerardo, 61 años, refloto barcos hundidos en el mar, desde cualquier profundidad.
    —Obsoleto. Siguiente.
    —Sofía, 33, calculo los metros cuadrados de cualquier oficina.
    —Poco práctico. Siguiente.
    —Rushie, 45, descubro cualquier truco de magia.
    —¡Siguiente!
    —Francisco, 74, puedo descafeinar el café sin tocarlo.
    —Útil. Lo pensaremos.
    —Blanca, 22, consigo que la gente quiera llevar la ropa que llevo.
    —Claro, mujer, ¿me vas a decir que también opinarán lo que opines?
    —Obviamente.
    —¡Al comité!

  149. Sara Noriega Turatti

    UN BARCO Y MI CAFÉ

    Con una punzada en el pecho, retiré la vista de la foto de Catalina apoyada en la estantería. Ella, mi esposa, había fallecido recientemente.

    Miré las maquetas de BARCOS de la estantería de mi OFICINA. Cogí el del medio y descubrí que del mástil asomaba un papelito que rezaba: «La MAGIA está en ti. Empápame».

    Miré el CAFÉ que humeaba en mi escritorio. Pedí el deseo y arrojé el papel dentro. La taza comenzó a temblar. Dos brazos desnudos asomaron por sus bordes, seguidos de una cabellera pelirroja. La esbelta figura se irguió. Ahí estaba la MUJER más extraordinaria. Catalina.

  150. Luis Martínez Abarca Martínez

    TRABAJO RUTINARIO
    De entre los barcos que había capitaneado, este era singular: su hogar, oficina, familia y razón de ser. Muchos consideraban que hacía magia con escasísimos recursos. Para él era lo cotidiano. Aquel día no fue diferente. Tras el café matutino, la tripulación planificó la jornada. El resultado, al anochecer, no fue excepcional: dos hombres, tres niños, una mujer embarazada, salvados de una muerte segura.
    No se sintieron orgullosos, en parte porque nadie podría asegurar que veinte años después, entre aquellos rescatados, estarían un campeón olímpico, un premio Nobel de literatura y el descubridor del remedio contra el cáncer pulmonar. Inimaginable.

  151. Oficina General de Necesidades y Urgencias

    Armando Barcos era el primero en abordar la oficina y el último en zarpar; ni la magia explicaba cómo, las redes de su escritorio pescaban –como a sardinas– las necesidades y urgencias que llegaban con esperanza de pronta resolución. 

    La mayoría eran simples: café, albaricoques, una doble puesta de sol en Gibraltar. Algunas pedían excentricidades como guindas encurtidas en limonada servidas en un bombín. 

    Entre la marea de pedidos, reconoció los trazos de una mujer que necesitaba más tiempo. 

    Hundido en el silencio se tomó el día libre, compró un ramo de flores y visitó la tumba de su madre.

  152. OLVIDO

    Nos quedábamos horas mirando al puerto, viendo los barcos faenar. Aquel banco se había convertido en nuestra oficina pues le tranquilizaba y le hacía recordar lo que su mente poco a poco iba destruyendo. Me regalaba sus historias de cuando era una rapaza en un idioma que solo yo entendía, mucho trabajo después de una dura postguerra haciendo magia con lo que les daban.
    Con el café en una mano y la infusión en la otra, las 12 en punto en invierno, las 10 en verano. Hoy, sola en ese banco, recuerdo aquella mujer que tanto me dio mientras olvidaba.

  153. Rosa Ana Ramos Giráldez

    EL VESTIDO AZUL

    «¿Es que nadie va a coger ese teléfono?» Pensó, con su mirada borrosa por una lágrima
    inesperada, intentando que aquel timbre no se llevara su ensimismamiento, procurando no ver
    entre los barcos en el horizonte un vestido azul que le dijera que, definitivamente, se iba.
    Después de tantos años de trabajo en aquella oficina de una planta veintisiete, agradeció el
    regalo de, si es que se iba, poder despedirla en la distancia, sin explicaciones, sin miradas de
    culpa, sin reproches, intentando olvidar la magia de aquel primer café en el que, sin saber ni
    cómo, se enamoró de otra mujer.

  154. Rosa Ana Ramos Giráldez

    EL VESTIDO AZUL

    «¿Es que nadie va a coger ese teléfono?» Pensó, con su mirada borrosa por una lágrima
    inesperada, intentando que aquel timbre no se llevara su ensimismamiento, procurando no ver
    entre los barcos en el horizonte un vestido azul que le dijera que, definitivamente, se iba.
    Después de tantos años de trabajo en aquella oficina de una planta veintisiete, agradeció el
    regalo de, si es que se iba, poder despedirla en la distancia, sin explicaciones, sin miradas de
    culpa, sin reproches, intentando olvidar la magia de aquel primer café en el que, sin saber ni
    cómo, se enamoró de otra mujer

  155. CONFESIÓN.

    – Maniatadas a los mástiles de los barcos, sabíamos que nuestros días acabarían entre oficinas y calabozos, ¿Quieres saber nuestro crimen? La magia. Contrabandear los estimulantes granos de café entre los grupos mormones de las colonias americanas fue nuestro mayor éxito, esa bebida está prohibida para ellos, ¿no lo sabías? pero la verdad es que eran adictos a nuestro producto, incluso más que yacer con una de nosotras, quién lo diría… de prostitutas a contrabandistas con bolsillos llenos, si te lo digo como mujer, no hay nada que con ingenio no podamos hacer –, y sonrió con malicia haciendo estremecer al inquisidor.

  156. Rafael Peralta Torrecilla

    LÁGRIMAS SOBRE BLANCO

    Disfrutaba contemplando los barcos navegar desde la ventana. Aquel día no fue a la oficina. Ni siquiera recordaba cuando lo hizo por última vez. Sin saber cómo, casi por arte de magia, sus días quedaron reducidos a aquella habitación blanca de sábanas y batas blancas. Su única relación con el exterior la conformaban la ventana, el olor del café negro llegado desde el pasillo y la visita diaria de aquella mujer que, tirando de su silla de ruedas, se acercaba cada tarde hasta su cama para obsequiarle con sus besos bañados en lágrimas.

  157. MAGIA EN EL MUELLE

    La mañana lluviosa y oscura apenas dejaba ver los barcos que atracaban en el muelle desde la oficina portuaria. Tras los cristales empañados, divisó cómo se apeaba un hombre alto y demacrado. Vestía una larga gabardina negra, portaba una maleta y sujetaba su sombrero frente al viento endiablado. Sin duda, era el artista del espectáculo de magia que esa noche programaba el teatro local. Frente a la ventana, apuró el último sorbo de la taza de café humeante, mientras presenció, atónita, cómo la mujer que acompañaba a aquel personaje anacrónico desaparecía en la bruma.

  158. OCASO

    El día que la Muerte vino a por mí, el tintineo de los cabos que chocaban contra el mástil de los barcos me recibió al salir de la oficina, conformando la banda fúnebre más sofisticada jamás escrita. Sumido en la belleza hipnótica que desprendía el paisaje, dejé que la magia del puerto se adueñase de mi alma. Lo último que iban a captar mis sentidos era el tórrido aroma a café recién hecho; justo después, la mujer a la que había abandonado no mucho tiempo atrás me embistió sin previo aviso, blandiendo el puñal que sellaría mi destino para siempre.

  159. Juan Tinahones García

    LA SIRENA
    Aquel puerto abarrotado de barcos impedía el amarre de nuestro pequeño paquebote. Por más que nuestro comandante, o lo que fuera, contactaba con la oficina del práctico del puerto para que nos diera la oportunidad de atracar entre tanta nave que pertenecían a las empresas navieras más importantes, era casi una cuestión de magia mantener a nuestra pequeña embarcación entre tanto petrolero, crucero, cargueros e incluso remolcadores con su chuf, chuf gruñón colocando a cada nave en su sitio. Mientras apuraba mi café desde la cubierta, pude ver entre aquel ambiente tan gris del puerto a aquella enigmática mujer.

  160. LIsardo Fernández Conde

    CUESTIÓN DE PRÁCTICA

    Observa los barcos tras los ventanales de la oficina desde donde dirige el tráfico marítimo. Entran, atracan, permanecen y se van en un fluído baile naval. Parece magia, pero detrás hay mucha experiencia, muchas noches de café y estudios, muchas horas de navegación.
    Un gran trabajo. Una práctica excelente. Esa mujer es la mejor de cualquier puerto.

  161. Muamar Kadafi Quiñonez Moreno

    Café de Von Kármán

    Se sienta y mira cómo los barcos de papel surcan los arroyos sobre el asfalto, distingue su antigua oficina en otras infancias. Baja la mirada y la magia de aquellos tiempos tiene que navegar sobre los vórtices Von Kármán de su café, pequeños veleros que se hunden y, más tarde, entre tragos, son arrastrados por la mujer hasta su boca, sirven de costa sus labios donde sus sueños infantes reposan varados.

  162. EL AMOR
    Miraba serenamente el trasiego de los barcos entrando y saliendo de los muelles. Había dejado trabajo pendiente en la oficina pero no le importaba, podía esperar.
    La magia del amor permanecía en su corazón. En la barra de un bar del malecón esperaba con un café en sus manos y ansiedad en su alma.
    Una vida juntos y la separación de tan solo unas semanas le había parecido eterna.
    Ensimismado, pensando en toda la felicidad vivida, no reparó de su presencia. Su mujer apareció en las escaleras del ferry como si del sol entre las nubes se tratase

  163. José María Díaz Gil

    AMOR DE PAPEL

    Veo como todos los días, a la misma hora, te sientas en una mesa de la cafetería para desayunar.

    Mientras se acerca el camarero, te entretienes doblando servilletas y, entre tus dedos, surgen frágiles barcos de papel.

    Desde mi oficina, observo como haces magia con tus manos a la espera que dejen a tu lado una humeante taza de café.

    Tras pagar tu consumición, dejas ese barco y sales a la calle.

    Mujer desconocida, quisiera tener el valor de acercarme para decir: “Te Amo” y navegar a tu lado…

    Esperando ese día, dejare esta nota sobre tu figura de papel.

  164. EL MAR DE MAURO

    «¿Qué quieres ser de mayor, Mauro?» pregunta el abuelo.
    Los pensamientos llegan atropellados a la mente del niño, como los barcos al puerto.
    «Pues, no quiero trabajar en ninguna oficina» le contesta, muy seguro. Y continúa: «Me gustaría dedicarme a la magia o algo así».
    El abuelo, sorbiendo el café, suelta una carcajada.
    Después, suelta hasta la taza, cuando el nieto, como impregnado del mismo mar, le lanza la más tierna y azul de las miradas, diciendo: «A veces creo que quiero ser mujer”.

  165. Simpático

    He atravesado países haciendo autostop, sobrevolado bosques enteros en vuelo sin motor, vivido en BARCOS durante meses. He dado a mi vida el valor, apenas, de unas cuantas monedas, enfrentándome a criminales, mafias, guerrillas y matones. Y ahora, en esta OFICINA de correos de barrio, noto cómo tiembla la mano con la que entrego el paquete, y mi saliva se consume como por arte de MAGIA, solo con saber que, por fin, me he decidido a invitar a un CAFÉ a la funcionaria del mostrador, la más hermosa MUJER que he visto a lo largo y ancho del mundo.

  166. LOS MARES DE MI MEMORIA

    Aquella mañana fría y lluviosa me perdí en los barcos que surcan los mares de mi memoria, aquellos que me llevan lejos de esta oficina que me oprime el alma a diario, esos que me permiten regresar a la magia que desprende tu mirada, como destellos de una bengala, donde me hundo sin remedio, como la galleta mojada que se rompe y cae en el café. Siempre fuiste mi mujer soñada, siempre fuiste mi persona anhelada.

  167. Erlantz Rodríguez Gude

    Sentido

    Solitario, hastiado y al filo de los cuarenta, se enroló como marino mercante en uno de los barcos de la compañía local. Huía del tedio de la oficina, desertaba de su vida. Pero la aventura marítima no iba a resolver su desazón como mera magia. Y asimiló que la verdad, la plenitud, residía en un café con mamá de vuelta a casa, en el amor compartido con una mujer.

  168. Roberta Cristina Dos Santos De Moura

    LA MUSA INSPIRADORA

    Entre los barcos, un hombre solitario establecía su oficina flotante. Cada tarde,
    como magia predecible, percibía el cautivador aroma a café. De repente, ella
    emergía: una misteriosa mujer que compartía su historia. En ese rincón náutico,
    entre hojas y olas, se tejía un hechizo único. Las palabras de la mujer, como velas
    desplegadas, llevaban al navegante a mares desconocidos de creatividad. Cada
    encuentro, un capítulo en la travesía de dos almas entrelazadas por el café y la
    magia de sus relatos. La musa inspiradora.

  169. DANIEL ROMERO ARMAS

    SU SONRISA
    Allí me encontraba una vez más, observando los barcos atracados en el viejo muelle desde la ventana de mi oficina. Soñando con surcar ignotos océanos y vivir aventuras. Añorando tiempos mejores en los que una desconocida magia impulsaba mis fantasías.
    Cierto es que jamás cumplí ninguna, pero al menos rondaban mi mente. Ahora, sin embargo, he perdido hasta mi imaginación. Faltaba algo en mi vida. La soledad es una compañera ideal para compartir el café, pero nada más.
    Pensaba en ello cuando entró la mujer más hermosa que jamás había visto y descubrí que era su sonrisa lo que necesitaba.

  170. Desencajar

    ¿Dejar todo?
    ¡Es una locura!!
    Locura es vivir así. La vida de otro, encerrado en la rutina que oprime y lastima.
    ¿Dejar todo? ¿La ciudad? No hay más nada ahí.
    Saltar. Sentir la brisa, las olas y el mar sin barcos.
    Hace falta valor. El coraje necesario para atravesar con miedo la vida.
    La playa pasó a ser su oficina, sus sueños su ocupación. La libertad su única agenda. Hallar la magia en el sonido del viento.
    No necesitaba más. Un sueño, una página en blanco y un café para elevarse. Vivir lo que le queda de vida. Sentirse mujer.

  171. Desencajar.

    ¿Dejar todo?
    ¡Es una locura!!
    Locura es vivir así. La vida de otro, encerrado en la rutina que oprime y lastima.
    ¿Dejar todo? ¿La ciudad? No hay más nada ahí.
    Saltar. Sentir la brisa, las olas y el mar sin barcos.
    Hace falta valor. El coraje necesario para atravesar con miedo la vida.
    La playa pasó a ser su oficina, sus sueños su ocupación. La libertad su única agenda. Hallar la magia en el sonido del viento.
    No necesitaba más. Un sueño, una página en blanco y un café para elevarse. Vivir lo que le queda de vida. Sentirse mujer.

  172. AMOR A LA HORA DEL CAFÉ

    No era la primera vez que Miguel intentaba seducir con el arte de la papiroflexia. Aquel día modeló un par de barcos diminutos para llevárselos a la oficina. Esperaba conseguir con ellos la magia necesaria para atraer a Laura.
    Solía observarla mientras tomaba su café matutino: siempre lo liquidaba en unos pocos sorbos efímeros. Debía actuar antes de que se llevara el vaso a la boca. Pasó a su lado, simuló que tropezaba y dejó caer un barquito sobre el líquido negro.
    Cuando tan apreciada mujer lo miró, Miguel le mostró dos entradas para el cine.
    Ella sonrió. Él suspiró.

  173. INÉS PAULINA SIMONS

    MAGIA

    La niña contempla los barcos entrando y escapando del puerto en la bahía de Torrealta. Desde la oficina de su padre, atento al conteo de las naves que llegan o parten, la chiquilla cree que algún hechizo ha convertido el paisaje en un acto de magia.
    El delicioso aroma del café que la mujer le trae a su padre la saca de su ensueño. Pero los barcos nunca más serán meros barcos y el paisaje atardecido nunca más será solo una bahía adonde llegan y parten los barcos, desdibujados en la vaporosa y traslúcida niebla que baila sobre el mar.

  174. Rosa Gómez Gómez

    Como pompa de jabón
    Sentada frente al cuadro de los barcos se sintió rara, ya no le parecía tan bello. La oficina tenía un aspecto decadente: cortinas, archivadores, estanterías y su mesa, todo estaba igual después de veinte años.
    La magia aún se mantenía, necesitaba verlo salir, tan apuesto, tan atento, como solo él podía ser, besaba tan bien.
    Esperó y salió un hombrecillo mezquino, de tez flácida, pelo teñido y olor añejo. Llevaba una taza de café, y sin mirarla, se dirigió a ella: «ah, la mujer de la limpieza. Ponte con mi despacho, espero a una nueva becaria»

  175. BARCOS DE PAPEL
    Como ligeros barcos de papel nos deslizamos sobre la bulliciosa corriente humana. El pequeño Näel nos espera en la oficina de adopción. Doce preciosos kilos de pura magia. Me pregunto si intuirá la inmediatez de nuestra llegada y si agitará en el aire sus pequeñas manitas color café. Quizás lo haga. Me gustaría. Observo de reojo a mi mujer. Voluntad en movimiento. Su mirada arde. No me preocupa. Está de mi lado. Los dos vamos a una. Con todo. Hacemos lo correcto.

  176. Declive

    Como BARCOS varados, así era el transcurrir de sus días, monótono y previsible como el trabajo de OFICINA; las sorpresas, los detalles, la chispa habían ido cubriéndose con una capa de indiferencia, densa, como el polvo, y la MAGIA genuina, la que solo sabe desatarse por los asuntos de amor, se solapó por las arcadas de la rutina, como astros en un eclipse. Ya ni el CAFÉ sabía amargo, ni las sonrisas eran dulces, solo hubo lágrimas confundidas con la lluvia, ruido de ecos rotos en estancias ahora vacías, recuerdos inconexos pixelados con antiguos aromas de hombre y de MUJER.

  177. Sheila Mirka Viviana Vettorazzi

    Transiciones

    A sus ancestros los trajeron hacinados en las bodegas de los barcos. Un viaje maldito al encierro. Él también es un esclavo, piensa mientras limpia los cristales de la oficina. La imagen que reflejan le resulta desagradable. Cierra los ojos. Después, abre la ventana. Inspira el aire salobre. Paladea su magia. Ah, el mar, camino de fuga desde un destino sudoroso de cacao, café, trapos sucios hacia otras tierras donde ser lo sueña. Allí mirará sus pechos en el espejo de un cuarto lujoso, los acariciará con sus largas uñas nacaradas y será lo que siempre fue: mujer.

  178. No supe. Aprendí.

    Llegué con ojeras y dos barcos cargados de lágrimas a la hoy fría oficina bancaria de tu corazón solicitando me fiaras una vez más la magia de tu querer. Pero harta de mis mentiras solo me ofreciste la merecida indiferencia y café amargo como mi amarga estupidez.
    Te subestimé como persona, te menosprecié como amante, te humillé como mujer.
    Se acabó mi crédito a fondo perdido; buscaré en los contenedores, mendigaré en calles, plazas y bares hasta que mi cuerpo rebose amor sincero que te serviré en copa larga aunque tú ya no estés.

  179. Mariana Martínez Pallarés

    Mar adentro

    Dos barcos a la deriva, es lo que somos tú y yo.
    Atrás quedaron las intensas jornadas de oficina buscando el reconocimiento de completos desconocidos.
    Atrás quedó también la envolvente magia que paulatinamente fue abriendo nuestras almas en este clandestino café, donde cada viernes nos permitíamos un prolongado brake. Justo en esta mesa, un día, manteniendo tu mirada, me descubrí como mujer. Y tú lo supiste, vaya que sí…
    Ahora, tu mente octogenaria navega sin rumbo mientras la mía, aún lúcida, busca la forma de alcanzarte, cogida a tu mano.

  180. EMILIO GAROZ BEJARANO

    PINTURA.
    Los mástiles de los barcos se recortaban contra los rayos de sol que entraban en la oficina, acariciando la magia de las motas de polvo y tostando, como café, el cuerpo de la mujer que se encontraba tendida en el diván.

  181. Salvador Ontiveros García

    Acercamiento mortal

    Lola y Juan, a pesar de descansar juntos, nunca se conocieron.
    Sus hijos se han visto hoy en el puerto, al bajar de dos tristes barcos amarrados.
    Él siempre decía que no se allegaría en su vida a una anarquista. A ella le repugnaban los tipos remilgados con aires de oficina. Los dos cumplieron con sus palabras y deseos, ignorantes de que la magia es un pájaro libre y de que la muerte también tiene consecuencias.
    En el café del velatorio de sus padres, una mujer y un hombre se saludan por segunda vez esta mañana, para siempre.

    1. Salvador Ontiveros García

      Acercamiento de piedra
      Petra y Pedro, a pesar de descansar juntos, nunca
      se conocieron.
      Sus hijos se han visto hoy en el puerto, al bajar
      de dos tristes barcos amarrados.
      Él siempre decía que no se allegaría en su vida a
      una anarquista. A ella le repugnaban los tipos
      remilgados con aires de oficina,
      Los dos cumplieron con sus palabras y deseos,
      ignorantes de que la magia es un pájaro libre y de
      que la muerte teje cunas.
      En el café del velatorio de sus padres, una mujer
      y un hombre se saludan, por segunda vez esta
      mañana, para siempre.
      CORRECCIÓN

  182. Carmen Naveiro Sobrado

    Precariedad
    Tres barcos en línea en la bocana del fondeadero. Los veo, y es un milagro porque el vapor empaña los cristales de este simulacro de oficina en donde yo, discontinua más que fija, tengo la suerte de pasar la mañana. Observo a Mario, estibador y fijo, que apila los palés como la oscura gobernanta apila los adjetivos, con malicia. Ni la magia negra de la supuesta maga puede disolver el oxímoron, ni el muro alzado por Mario nos impide a los precarios acodarnos y sorber café y esperar, esperar … Quizá entre algo hoy dice, zumbón, no te hundas, mujer.

  183. BARCOS

    De Europa partieron los barcos que llevaron miseria, muerte y dioses ajenos.
    Del sur vuelven barcos con su carga de muerte y miseria. Y dioses ajenos.
    La oficina sólo sirve para llevar la estadística de los muertos y sobrevivientes en cada travesía.
    Hoy logró arribar un barco. Parece magia para lo que es apenas una cáscara de nuez a la deriva en un mar tormentoso.
    Ingreso el número de viajeros muertos. Entre la marea de cuerpos color café, se debate una mujer aferrándose a una esperanza. Está a punto de dar a luz.
    Esta vez el barco devolvió vida.

  184. EXTRAÑA PASAJERA
    La hilera de barcos frente al puerto de Ashdod, parecía interminable. Desde mi oficina, percibía la magia de sus formas estrafalarias. Sobre la cubierta del navío más cercano (un crucero de lujo ya anclado) tomaba café una mujer ataviada con una túnica extemporánea. Abrí la computadora para averiguar la procedencia, pero no figuraba. Me acerqué al ventanal, y ya la guardia portuaria había rodeado a la pasajera. Ella se arrojó al agua, desnuda; yo alcancé a ver su cola bajo las nalgas cerúleas y los pechos cubiertos de escamas…

  185. Víctor Valdesueiro Bernabé

    ANÓNIMAS
    Uno de aquellos BARCOS que se difuminaba en el horizonte buscando un futuro mejor, se llevó a papá y nos trajo miseria e incertidumbre.
    Mamá limpiaba una OFICINA tras otra, pero su MAGIA no multiplicaba panes ni peces; así que a final de mes pasaba días completos con un simple CAFÉ.
    Por las noches, cuando pensaba que todos dormíamos, se daba el lujo de llorar en silencio.
    Era su momento y nunca la interrumpimos.
    Ahora en la escuela me hablan de mujeres escritoras, científicas o políticas, pero nunca de anónimas heroínas como ella. La MUJER más valiente del mundo.

  186. Otra vez

    No tenía ni puñetera idea de cartas náuticas, de islas ni de barcos. ¿Por qué se habría dejado meter en este embolado? Siempre sucede lo mismo: un payaso en una oficina señala tu nombre… y te tocó. Se rompen el equilibrio y la magia de tu hábitat, de tu guarida, del lugar donde escribes sereno entre volutas de humo y aroma a café.
    Una vez más, es su mujer la que lo saca de su ensimismamiento enfurruñado «Venga Indiana, haz la maleta, que ya sabes que luego te lo pasas pipa».

  187. INÉS PAULINA SIMONS

    Aroma de café

    Barcos que llegáis a este puerto frente a mi oficina, traedme la magia de una taza de café en manos de esa mujer morena de boca roja y dientes relumbrantes.

  188. Helga Vázquez Regueira

    AMOR IMPOSIBLE

    Aquel día se propusieron ir al antiguo astillero del varadero. Se adentraron por todos sus habitáculos. Encontraron libros de contabilidad y catálogos de barcos de lujo. Por fin, en la última oficina, se produjo la magia una antigua máquina expendedora de café reinaba la sala. Ella con su cámara captó instantáneas desde ángulos imposibles, convirtiendo aquel viejo objeto en una obra de arte. Él se dio cuenta, aquella mujer era puro talento. Se sintió tan minúsculo, que le entró miedo, y pensó que alejarse de aquella inteligencia innata, era lo único que podía hacer para sentirse un hombre de valía.

  189. Marina Hernández Martín

    EL CAFÉ, SIN AZÚCAR.

    Aún hoy no sé por qué tu recuerdo caminaba por el puerto, dejando atrás los barcos de pescadores.
    Miré desde la ventana de la oficina, pero la magia desaparece al atardecer envuelta en negros nubarrones. Ni siquiera el aroma del café, siempre cómplice de mi memoria, pudo devolverme el taconeo sinuoso de aquella mujer que, una noche sin luna, me arrebató el mar embravecido.

  190. Fantasía

    Cada día veo pasar los barcos desde la ventana de la oficina. El gran ventanal parece un cuadro y yo lo miro anhelando hacer un poco de magia, la justa para encontrarme en su proa degustando una taza de café, sentado junto a una mujer interesante. La misma que me ignora a sabiendas que bebo los vientos por ella y al mismo tiempo me invita a visitarla cada día con claras intenciones: Alberto venga usted a mi despecho para que le dicte…

  191. INÉS PAULINA SIMONS

    Raulito

    Raulito es muy imaginativo. Vamos al museo. Ojeamos cuadros llegados de Galicia. De pronto, saca una pintura. Se la queda mirando. Se vuelve hacia mí, sonriendo. –“Mirá tía, son barcos pirata. Tienen una calavera dibujada a babor. Por las troneras asoman los cañones. Las velas desplegadas indican su próxima partida”. Como por arte de magia, Raulito se convierte en un pirata regresando con pesados tesoros arrancados a naves vencidas en un abordaje final.
    Nos bebemos un café humeante, servido por una mujer. El pan con manteca que lo acompaña quiebra sus sueños en pedacitos, como si fuera un puzzle.

  192. Francisco Javier García Blázquez

    MI ESPERADO HIJO

    El puerto una vez más despedía a innumerables barcos, desde su oficina el muelle parecía un enjambre donde la magia de pescadores, mercancías y comerciantes se hacía mostrando bullicio y un encanto que en ningún otro lugar puede darse. Bien temprano apetece un café y recordar a su mujer pendiente de dar a luz hacía de esa mañana una de las tantas en la que miras al horizonte y das gracias a Dios por tu dicha. Y ya la mañana avanzada entre facturas y albaranes, una llamada esperada “Cariño he empezado a tener contracciones”.

  193. Atendia mientras la guiaban por el escenario. Estaba nerviosa, por fin sería bailarina.
    -Ok…-Guiaron sus manos hasta la maqueta – Esto son los barcos. Cuando los señalices, gírate a la izquierda. Tres pasos al frente y te sientas. Estarás en la «oficina». Diego te ayudará. Tras el truco de magia, cuentas 5 y bailas. Al terminar, Diego te traerá la silla, el café y se sentará a tu lado. El director miró sus ojos nublados, deseando ver en ellos lo que no podían transmitir. -Tan hermosa mujer-…un ligero temblor de manos ajenas lo desconcentró -tranquila, lo harás bien.

  194. Atendía mientras la guiaban por el escenario. Estaba nerviosa, por fin sería bailarina.
    -ok- Guiaron sus manos hasta la maqueta. -Estos son los barcos, cuando los señalices, gírate a la izquierda. Tres pasos al frente y te sientas. Estarás en la «oficina». Tras el truco de magia, cuentas 5 y bailas. Al terminar, Diego te traerá la silla, el café y se sentará a tu lado. El productor observó sus ojos nublados, deseando ver en ellos lo que no podían transmitir. – Hermosa mujer…-pensaba- hasta que un ligero temblor de manos ajenas lo desconcentró. Tranquila, lo harás bien.

  195. Víctor Valdesueiro Bernabe

    CAUTIVOS.
    Fuera de lugar, como una flota de BARCOS en mitad del desierto.
    Cautiva en una prisión de piel y huesos, tan deprimente como una OFICINA sin ventanas.
    Condenada a ser lo que no era, porque alguien había elegido lo que debía ser.
    Así era su vida.
    Pero como en todo cuento, apareció un hada madrina y con su bisturí mágico hizo ciencia con sabor a MAGIA.
    Con sabor a comer perdices.
    Todas las mañana toma un CAFÉ frente a una MUJER liberada y segura. Después se levanta y se mira por última vez en el espejo.

  196. Montserrat Castillo Montijano

    Título: La ensoñación excesiva.
    Aquella niña tan pequeñita observaba tras el ventanal de su casa, los barcos surcar el mar. Seleccionaba aquellos que llamaban su atención, e imaginaba las personas que viajaban en ellos. Este pasatiempo perduró durante años, ya que era la única vía de escape cuando llegaba de la oficina, tras largas horas de trabajo. Pensaba en la magia que albergaba cada uno de sus pasajeros, junto con un café en mano. Era una mujer muy creativa, que ansiaba, desde lo más profundo de su ser, escapar de su rutinaria y estresante vida, y formar parte de las historias de aquellas personas.

  197. Tamara Jiménez Quirós

    EL PAÍS DE LAS NIÑAS

    En el país de las niñas, todos aquellos temores a un futuro en femenino, habían naufragado cual barcos a la deriva en medio de una tempestad. La prisión del hogar, albergaba ahora una oficina de sueños en la que la que ellas podían escribir; tejiendo magia con palabras llenas de todo aquello que sus ancestras debían callar. Así, café en mano, escribían plasmando las voces de las que ya no están; escribían por las que fueron silenciadas. En el país de las niñas, ahora más que nunca, anónimo tiene nombre de mujer.

  198. Renacer
    Quedaba lejos aquella niña de ojos verdes que soñaba con escapar en alguno de los barcos que veía desde la ventana del internado. Las esperanzas de convertirse en cantante se esfumaron tras años limpiando una oscura oficina; cambió la magia de los escenarios por una paga segura. Los desengaños amorosos se mezclaban en su memoria con el olor a humo de tabaco, el miedo y el sabor de un café amargo. Ahora, ya una mujer olvidada, encontró una nueva ilusión en mitad del callejón: no pararía hasta que aquellos gatos la quisieran como a una madre.

  199. Judit García Noé

    Mujer con suerte

    Kamali vislumbra a lo lejos uno de esos barcos abarrotados de pasajeros que se creen afortunados por pasar unos días lejos de la oficina entre mar, cócteles y espectáculos de música o magia. Mientras, ella amamanta a Siyabonga y reza sin cesar para que la endeble patera en la que flotan hacinados con cuarenta desconocidos no naufrague. Sueña con un techo para su bebé y una taza de café caliente; está famélica y congelada. También atemorizada y afligida por abandonar a su familia en la miseria, pero agradece, al menos, su oportunidad. Definitivamente, ella sí es una mujer con suerte.

  200. Mario Juan Cismondi

    Mario Juan Cismondi

    Esperando
    Se preguntó por qué ese cuadro con barcos en una oficina de esa ciudad mediterránea. Tal vez la añoranza del mar para quien dispuso colgarlo ahí, pensó. O quizá conservar el recuerdo de alguna aventura amorosa a bordo de un velero como los pintados. ¿Quién sería? La magia de la espera ociosa le hizo imaginar historias fantásticas. Vaya uno a saber, se dijo. El café se había enfriado durante esas elucubraciones. Por fin se abrió la puerta. Ingresó una mujer con una sonrisa acogedora, que le tendió una mano. Se la estrechó. Parece que fue el decorador, concluyó para sí.

  201. MONTSERRRAT PÉREZ MARTÍNEZ

    DONDE LA INSPIRACIÓN TE ENCUENTRE

    El mar meciendo las olas, el vaivén de los barcos, los azules del horizonte… El ventanal ofrecía, en vano, un paisaje idílico. La inspiración no llegaba. Pronto terminaría su excedencia laboral y volvería a la oficina. «Recitaré algún conjuro invocando a las musas a que obren su magia… O mejor me preparo otro café», pensó. Se detuvo ante la puerta de la cocina. Su mujer mecía a su hija en un suave vaivén. Sonriendo, alzó la vista dejando la estancia inundada del azul de sus ojos. Las palabras comenzaron a amontonarse en los dedos del escritor, presurosas por ser escritas.

  202. Violeta Alonso Mañanes

    El relajante tintineo de los barcos amarrados y las risas jóvenes de ciclistas y patinadores entran por la ventana de la renovada oficina de la banca mallorquina.
    Claro, situada en pleno Portixol, una pequeña Los Ángeles, se había rodeado de locales modernos con muebles a medio lacar. Innovaban fingiendo antigüedad. Y nuestra sucursal, por órdenes de arriba, ahora tenía zona para trabajo «co-working» y cafetería.

    -Enseguida ocurre la magia -le digo a mi clienta «guiri» con plan de negocios e ilusión que perder, mientras imprimo los papeles de su crédito.- ¿Otro café, mujer? Invita la casa.

    En realidad, pagaría ella.

  203. Maite Vieco Martínez

    Por puro placer

    Observo los barcos del puerto de Algeciras. La oficina de inmigración queda cerca, me han dicho. Pero todavía es pronto, no tolero más desprecios, el terror me paraliza. El frío del camión frigorífico en el que he agonizado durante horas sigue instalado en cada poro de mi piel. Mi apacible vida se ha vuelto una pesadilla. Lejos queda la magia del desierto donde nací, el intenso aroma del café que me envolvía cada mañana y la risa de mi adorada mujer. Y pensar que hay quien cree que abandono todo lo que me importa, por puro placer.

  204. Helga Vázquez Regueira

    AMOR IMPOSIBLE

    Aquel día se propusieron ir al antiguo astillero del varadero.
    Se adentraron por todos sus habitáculos.
    Encontraron libros de contabilidad y catálogos de barcos de lujo.
    Por fin, en la última oficina, se produjo la magia, una antigua máquina expendedora de café reinaba la sala.
    Ella con su cámara, captó instantáneas desde ángulos imposibles, convirtiendo aquel viejo objeto en una obra de arte. Él se dio cuenta, aquella mujer era puro talento.
    Se sintió tan minúsculo, que le entró miedo, y pensó que alejarse de aquella inteligencia innata, era lo único que podía hacer para sentirse un hombre de valía.

  205. Helga Vázquez Regueira

    AMOR IMPOSIBLE

    Aquel día se propusieron ir al antiguo astillero.
    Se adentraron por todos sus habitáculos.
    Encontraron libros de contabilidad y catálogos de barcos de lujo.
    Por fin, en la última oficina, se produjo la magia, una antigua máquina expendedora de café reinaba la sala.
    Ella con su cámara, captó instantáneas desde ángulos imposibles, convirtiendo aquel viejo objeto en una obra de arte. Él se dio cuenta, aquella mujer era puro talento.
    Se sintió tan minúsculo, que le entró miedo, y pensó que alejarse de aquella inteligencia innata, era lo único que podía hacer para sentirse un hombre de valía.

  206. Pasa en la vida

    A través de la ventana los barcos, se divisaban lejos, presumiendo de ser prósperos bosquejos.

    Pero aquí estaba todo tan complejo.

    – Sea breve, por favor. – Replico, sentada en la roída oficina entre lágrimas y con la voz cortada.

    Ella le hecho una mirada de arriba, abajo hasta el infinito. La magia no surgió.

    – Tienes fortaleza, el final lo determinará tu astucia y sabiduría. – Respondió mientras observaba como se enfriaba su aguachento café.

    Seguidamente; ella; “la miseria” giro y se alejó dejando a la mujer con un colosal desafío por enfrentar.

    1. Querida Analía, te escribo esto con todo el respeto del mundo: si aún puedes editar el relato, mejor que corrijas los errores. Es que el contenido es muy chulo y sería una pena que se perdiera por la ortografía o la puntuación.
      Tras una raya (no guión, no hay espacio), y para la explicación del diálogo, si es un verbo dicendi va minúscula: «—Sea breve, por favor —replicó (con tilde), sentada en la…»
      Además sería «Ella le echó (sin h y con tilde) una mirada de arriba abajo (sin coma).
      De nuevo «…tu astucia y sabiduría —respondió mientras observaba cómo (con tilde).
      Seguidamente, (coma, no punto y coma) ella, «la miseria» (comillas de codo) giró (con tilde).

  207. Humanidad navegante
    La tarde se ha vuelto distinta. Te hundes en la maltrecha silla cincelada por tu anatomía y la gravedad. Te abordan los recuerdos de los barcos desahuciados a los que solías auxiliar en el Mediterráneo, de los días en los que tu oficina era la cabina de un viejo pesquero herrumbroso, de las miradas que traspasaban las fronteras lingüísticas y transmitían la magia de la esperanza, de las jornadas interminables donde la marejada evitaba que los posos del café sellaran tu destino, de las lágrimas salobres de la mujer que te bendecía por regalarle otro amanecer…

  208. Maite Villán Fernández

    Su mirada perdida en la pantalla seguía unos barcos que surcaban el borde superior como si del horizonte se tratara. Mientras, la oficina desaparecía como por arte de magia. El olor a café elevó su mirada por encima de las gafas. Había una mujer sacando uno de la máquina. Continuaba el desfile. Un buque de guerra capitaneado por su jefa, un galeón con la bandera de su hipoteca, su sobrepeso navegando en un carguero que apenas se movía… De repente una lancha fueraborda pilotada por su“ex” aceleraba para precipitarse por la esquina del monitor y estrellarse contra la mesa. Sonrió.

  209. REPRESENTACIÓN DE LOS MUCHOS MUNDOS

    En un universo comanda barcos corsarios y en otro dirige una oficina, eso porque en un universo vive en el año 1691 y en otro vive en el año 2025 —ya lo ves, el tiempo es relativo—. En un universo vuela sobre nidos de dragones con su magia de hechicero y en otro universo vuela sobre metrópolis con el poder de la ciencia y propulsores iónicos. En todos los universos prefiere el té más que el café; pero eso sí, hay universos en los que es hombre y hay universos en los que es mujer.

  210. Rubén Rodríguez Fernández

    REDENCIÓN
    Maldijo su sueño por pisar suelo europeo; el progreso consistía en una carrera infinita contra el tiempo.
    Ahora retornaba en un barco, observando el rumbo sinsentido de otros barcos. En su castellano, hurtado a los turistas por la medina de su ciudad, leyó un poster de una oficina turística que rezaba “siente la magia”.
    El café de máquina revolvía al ritmo del crespado mar, sus bilis, a lo cual se sumaba el hecho de sentirse rodeado de aquella gente aborrecible.
    Mientras vomitaba en ese instante, una mujer extranjera sujetó su frente. Entonces lloró. Solo importaba aquel gesto ya.

  211. REPRESENTACIÓN DE LOS MUCHOS MUNDOS

    En un universo comanda barcos corsarios y en otro dirige una oficina, eso porque en un universo vive en el año 1691 y en otro vive en el año 2025 —ya lo ves, el tiempo es relativo—. En un universo vuela sobre nidos de dragones con su magia de hechicero y en otro universo vuela sobre metrópolis con el poder de la ciencia y propulsores iónicos. En todos los universos prefiere el té más que el café; pero eso sí, hay universos en los que es hombre y hay universos en los que es mujer.

  212. CERTEZAS
    Los barcos llegaban de lugares que ya no resultaban remotos. Nostálgica, miraba el puerto desde su oficina; la magia del incierto derrotero de las embarcaciones se había perdido allá por el siglo XX. Decidida a escapar del espanto de lo certero, salió a buscar refugio en algún antiguo café. Caminó por el barrio de Retiro hasta llegar a la calle Corrientes; casi corría al cruzar la Avenida 9 de julio. Infinitas cuadras parecían separarla del lugar donde había pasado tantas tardes de los coloridos años 80. Se sentó en la mesa del fondo a la izquierda y se miró en el espejo, desde donde la observó una mujer que no era ella. Lloró la certeza de lo perdido.

    1. Me encantó, escribo mucho de bares, de nostalgia, de exilio, y tu forma de hacerlo, sin apenas contar la historia,e pareció excelente. Soy argentina también. Mis felicitaciones.

  213. El final

    Decidí viajar al pasado. Viejas fotografías, como barcos cargados de recuerdos, reviven a un compañero de oficina que amé en silencio. La magia del papel sepia me retrotrae también a las veladas artísticas en un viejo café, rodeada de gente y sintiéndome sola. A pesar de haber sido una bella mujer, cada noche un enorme espacio vacío habitaba mi cama. Revivo el sentimiento de frustración por no haber logrado hacer realidad el amor con el que siempre soñé. «Nadie sabrá cómo viví ni de qué modo envejecí», pienso mientras comienzan a arder agendas, cuadernos de poemas y fotos.

  214. Adriana Isabella MESIANO

    MI GRAN AMOR

    Grito tu nombre y corres, con los pies inestables como barcos en una tormenta. La oficina me alejó de tí por largas horas, pero ya estamos juntos, la magia de esa mirada color café desbarata el tiempo perdido. Tus brazos me envuelven y giramos, mientras te digo al oído que eres ese gran amor que siempre soñé, la mujer de mi vida. «¡Cuánto te pareces a tu madre!», pienso mientras te llevo a dormir y te arropo en la cuna.

  215. Tengo bolsas llenas de los barcos de papel que hace compulsivamente en casa, en la consulta o en la oficina cuando no tengo con quién dejarlo.
    Le fascinan las grullas como a un niño la magia, pero no puede. Se las hago yo. Las mira como un gato a un juguete. Las rompe, las ahoga en café y las contempla retorcerse. Luego, intenta comérselas. Se atraganta.
    Fui su mujer, soy su enfermera. Fue mi compañero, es mi condena y me tortura la culpa cuando sueño que no llego a tiempo, que se asfixia, que lo entierro y nadie sospecha.

  216. Miguel Fernández Rey

    TARJETA ROJA
    Indignación. El conflicto se agrava, asaltan barcos comerciales en el mar Rojo. Pasión. En la oficina discuten por la tarjeta roja del partido del siglo jugado esta semana. Magia. Los deseos navideños del Santa Claus rojo se olvidan y ocultan hasta diciembre. Falacia. En el café lamentan la discriminación masculina por los excesos de la liberación de la mujer. Hipocresía. En la guerra del mes un ejército ejecuta, mediante un genocidio, un declarado derecho a defenderse. Repulsión. Miles de niños muertos y miles de niños sin futuro. Impotencia. No nos importa. Decepción. La masa grita ¿sacaron tarjeta roja?

  217. PILAR DIAZ MORENO
    30 de Enero 2024 – 13:26 h

    ATENEA

    La batalla de barcos le apasionaba y con una buena tormenta era apoteósico. La anciana guerrera desde su oficina, ejercía a diario la magia de la destrucción.
    Con el primer café, la mujer decidió el futuro de las naves mientras desmigaba lentamente el bizcocho en su tazón, luego aplastó todo con la cuchara y removió el mejunje hasta que se desbordó, agarró con las dos manos el cuenco y lo engulló con fruición, ¡flota eliminada!
    Al mediodía liquidaría sin piedad a todos los cazabombarderos que su hija pinchaba con un tenedor y revoloteaban hasta que ella abría su boca desdentada.

  218. Hugo Álvarez Zúñiga

    SIMPLICIDAD
    Lo complicado aleja la felicidad. Se da cuenta de ello cuando gira la cabeza y ve los barcos a través de la ventana de su oficina. No dejan de ser ingenios diseñados por humanos, pero poseen un halo de magia, un aroma a libertad tan perceptible como el olor a café barato que emana de la máquina expendedora. La mujer que está sentada a su lado no se fija en ellos, no aparta la vista de la pantalla de su ordenador, absorta en la complejidad de su trabajo.
    Lo simple aporta felicidad, y allí están ellos, complicándolo todo.

  219. Pilar Díaz Moreno

    ATENEA

    La batalla de barcos le apasionaba y con una buena tormenta era apoteósico. La anciana guerrera desde su oficina, ejercía a diario la magia de la destrucción.
    Con el primer café, la mujer decidió el futuro de las naves mientras desmigaba lentamente el bizcocho en su tazón, luego aplastó todo con la cuchara y removió el mejunje hasta que se desbordó, agarró con las dos manos el cuenco y lo engulló con fruición, ¡flota eliminada!
    Al mediodía liquidaría sin piedad a todos los cazabombarderos que su hija pinchaba con un tenedor y revoloteaban hasta que ella abría su boca desdentada.

  220. Isabel María Lobato Jiménez

    Segunda oportunidad
    Cada mañana miraba pasar los BARCOS desde la OFICINA. La MAGIA del mar, acompañada por el CAFÉ recién hecho le recordaban cómo conoció a aquella MUJER extraordinaria.
    Gabriela era psicóloga.
    – Sanaré tu corazón, te lo prometo.
    Y cumplió. Durante un largo año se sometió a terapia con ella. Cada lunes por la tarde le escuchaba y aconsejaba. Derribó todas sus resistencias, rompió todos sus diques e hizo resurgir al artista que vivía agazapado y temeroso en su interior.
    Desde entonces salvaban juntos a artistas inseguros o desahuciados. Ella los rescataba y él los hacía renacer al arte.

  221. Barcos de papel

    Desde la ventana de mi oficina los veo flotar, están ahí, surcando los canalillos que estampó la reciente y copiosa precipitación. Puedo observar la magia y rapidez con que aquella niña puede montarlos, ninguno de ellos naufraga. Mientras bebo mi café, con gran melancolía, voy recordando aquellos soplos de felicidad cuando, con mi pequeña hija, luego de cada aguacero, repetíamos una y otra vez esa flota papelera para que bordearan las empapadas calles. Mi chiquilla, en estos momentos, ya es toda una mujer.

  222. Los barcos descansan en el puerto mecidos por la marea como dulces bebés tras un berrinche.
    Terminados los trámites en la oficina, los días restantes le parecen innecesarios. Observa un
    trozo de hierba fresca entre sus dedos, ignorando el lejano ruido etílico de sus compañeros de
    tripulación. Su mirada no puede evitar perderse en el infinito horizonte azul del que acaba de
    ser escupido. Siente esa magia que le hace desear regresar. Si por él fuera, al amanecer
    bebería un café recién hecho y embarcaría. En tierra firme no le espera nada, más que el
    recuerdo de cierta mujer.

  223. Judith Bariain Mendivil

    Todos los barcos tienen su oficina, pero no todas son como creemos. Las de los cruceros sí que son como las que imaginamos. Pero ¿cómo creen que es la de un bote de pesca donde van un par de marineros en busca de sustento para su familia? La de Luis el pescador desprende magia, construida sobre un bidón de gasoil y con una taza de café en la mano para entrar en calor escribía las cartas más hermosas para su mujer. Lo sencillo si está lleno de amor será donde salgan las letras y documentos más inspiradores.

  224. Ultramar.

    Había prometido no volver a hablar de barcos, pero estando en aquella oficina que había evitado por años, mi discurso sólo podía girar en torno a ellos, en torno a uno: “Ultramar”.

    Lo que pedía era imposible, era suplicar por magia a un mundo que tenía poca en reserva, pero era mi única opción. A la urgencia de a los que se nos acababa el tiempo no le iban los pragmatismos. El hombre frente a mí envolvió su taza de café con las manos y levantó una mirada inesperadamente llorosa. “Llevo años esperando que una mujer cruce esa puerta”.

  225. TENGO MIEDO

    Si pienso en lo que tanto me preocupa, aflora la angustia.
    Desvío la mirada del televisor y observo a los marineros amarrando los barcos. Sé que ellos no serían capaces de cometer atrocidad alguna.
    Salgo de la oficina para darles instrucciones.
    – ¡Jefa, diciéndolo así de seria asustas! – dice Noé.
    Entro de nuevo y se esfuma la magia. Las imágenes de la tele me azotan nuevamente. Ni sorbiendo el café consigo tranquilizarme.
    Caras de presos terroristas hacen que mi subconsciente declare: El hombre da mucho más miedo que la mujer.
    Sé que somos poderosas, pero me aterran. Me hacen sentir frágil.

  226. Cecilia de Lourdes Salazar Ruiz

    SOBREVIVIENDO

    Cada mañana, sudorosos, en las manos unas hojas de papel, un carboncillo y una cajita de tachuelas; apenas, llegaban al malecón cinco amigos, cinco niños. Los ojos atentos a los barcos, a una sonrisa turista para ofrecer el servicio allí o en una oficina cercana. ¡Una fotografía!, ¡una fotografía para que recuerdes este día!, decían. Una cara en breves rasgos, en segundos. Pura magia, su talismán.
    Al atardecer regresaban, con los bolsillos cual campanillas a tomar un dulce café, más dulce aún cuando aquella mujer los servía.

  227. CHANTAJE

    —Veo que le gustan los barcos —dijo el sindicalista mirando un cuadro de la oficina del director.
    —¿Barcos?, se trata de la tragedia sufrida por la fragata Medusa pintada por Géricault. Es una reproducción a tamaño real.
    El director se desplomó en la silla.
    —Esta vez ni un golpe de magia le salvará.
    —Siempre he creído que acabaría de esa forma, enredado entre los brazos y las piernas de un puñado de descerebrados que hundirían mi empresa.
    —¿Y qué propone?
    —Puede que tomar un café con una bella mujer como la suya pueda hacerme cambiar de opinión.

  228. Cecilia de Lourdes Salazar Ruiz

    SOBREVIVIENDO

    Cada mañana, sudorosos, en las manos unas hojas de papel, un carboncillo y una cajita de tachuelas; apenas, llegaban al malecón cinco amigos, cinco niños. Los ojos atentos a los barcos, a una sonrisa turista para ofrecer el servicio allí o en una oficina cercana. ¡Una fotografía!, ¡una fotografía para que recuerdes este día!, decían. Una cara en breves rasgos, en segundos. Pura magia, su talismán.

    Al atardecer regresaban, con los bolsillos cual campanillas a tomar un dulce café, más dulce aún cuando aquella mujer los servía.

  229. Cecilia de Lourdes Salazar Ruiz

    SOBREVIVIENDO

    Cada mañana, sudorosos, en las manos unas hojas de papel, un barboncillo y una cajita de tachuelas, apenas, llegaban al malecón cinco amigos, cinco niños, Los ojos atentos a los barcos,, a una sonrisa turista para obrecer el servicio allí o en una oficina cercana. !Una fotografía!, !una fotografíapara que recuerdes este día!, decían. Luego una cara en breves rasgos, en segundos. Pura Magia, su talisman.

    Al atardecer regresaban, con los bolsillos cual campanillas, a tomar un dulce café, más dulce aún cuando aquella mujer los servía.

  230. CASA DE MUÑECAS
    MILAGROS PERIRA

    Entre los barcos que zarparon de Barcelona, iba ella para interpretar a “Nora” en la obra de Ibsen.
    Mientras, el barco surcaba el mar, recordaba la infidelidad de su marido en la oficina.
    Triste, mirando la magia del mar, decidió tomar un café.
    Una mujer acercándose le dijo:
    —¡Hola! Soy actriz y soy “Nora” en la obra de Ibsen.
    Ella sorprendida, le contestó:
    —¡Somos dos “Noras”!
    Ahora, sus labios despiertan sobre olas de pasión inexploradas.

  231. Ana Marina Donnari

    EN MARES DE GUERRA
    Ana Marina Donnari

    En la silenciosa oficina de la empatía,donde los corazones son barcos a la deriva en un mar de conflictos, Sofia, mujer de esperanza, fraguaba magia en cada taza de café.
    Entre informes de desolación, sus ojos reflejaban el peso de la guerra. Un día, con su café en mano, lo ofreció a almas marcadas por la batalla. El calor del gesto hizo que las murallas del dolor se desmoronaran. Palabras de consuelo fluyeron como ríos de solidaridad. Aquel brebaje se volvió el lazo que unió a corazones heridos, recordándoles que, en la oscuridad, la luz de la compasión siempre resplandece.

  232. METAMORFOSIS
    En la lejanía del océano, se podían visualizar enormes barcos sin rumbo, como si se estuvieran escabullendo de algún conflicto, quién sabe, quizá buscando su destino, como acostumbraba a proceder ella, sentada en la silla de su vieja oficina, ubicada en un antiguo edificio, esperando como por arte de magia las respuestas a todas sus preguntas, humedeciéndose los labios con un agridulce café que tomaba todas las tardes al mismo horario. Esa mujer que muy en el fondo, encerrada en su capullo, esperaba una metamorfosis para un día poder salir al mundo y ser feliz.

  233. Joimar Coromoto Rivero Meza

    Encanto

    Veían barcos en la ciudad de Cartagena; él tenía que volver a la oficina, pero la
    magia de aquel momento se lo impedía. Terminaron la tarde en una terraza,
    disfrutando del café, mientras su teléfono no paraba de sonar. Aquella misteriosa
    mujer lo tenía cautivado, tanto que cuando despertó, su jefe lo miraba con
    desaprobación, pues ya su hora de descanso había pasado.

  234. AMPARO LOPEZ MARZAL

    GALEONES
    Las proas de los dos barcos dormitan recostadas la una sobre la otra. Amanece y hebras de sol entretejen los contornos de la oficina, derramando la magia de los renacimientos sobre patas de mesa, reposabrazos y cables de wifi. El primer café se le enfría entre las manos a la mujer que mira hacía las obras del metro desde la ventana del octavo piso. Las máquinas han parado, la gente se detiene, hasta el tráfico parece silenciado ante los restos emergentes de los galeones, sepultados por siglos en las entrañas marinas de la ciudad.

  235. ÉFIRA

    En el océano de recuerdos, los barcos de papel navegaban desplegando sus historias a ávidos oídos. Mas, entre ellos, uno resplandecía, símbolo del lazo padre-hija, fruto de confidencias tejidas en esa oficina. Hablaba de días de magia, de risas que serpenteaban entre juegos de infancia. Y así, cada alborada, el padre velaba en la ribera, enfrentando la taza atestada con ilusiones hechas café, diluyéndose en un regusto amargo al compás del tic-tac. La calma se quiebra con el teléfono; su mujer, urgente, anuncia el estado de Rose. Suspirando, se despide del navío de papel, prometiendo regresar como cada amanecer.

  236. Maria Cristina Nemtanu

    Esperando

    Papá solía decir que las personas eran parecidas a los barcos: pierden el rumbo, se hunden, emprenden viajes… Nunca lo había entendido hasta que hoy, sentada en mi oficina, me ha venido a la mente como por arte de magia. Quizá se deba a que hoy me siento un poco así: tocada y hundida, sin saber hacia dónde dirigirme. Miro mi reflejo en el cristal de la ventana y veo los ojos color café de una mujer muy triste, de un barco que da tumbos de puerto en puerto esperando encontrar un lugar al que llamar hogar. Siempre esperando.

  237. Los barcos del puerto siempre han fascinado a Carlos desde su oficina.
    Los mira pasar, soñando con aventuras fantásticas. Un día, se dio cuenta de algo insólito: una dama estaba de pie al borde del puerto.
    Levantó la mano y, con un grácil gesto, los navíos empezaron a moverse solos, como por arte de magia. Carlos, sorprendido, tomó un sorbo de café y vio a la misteriosa señora sonreír antes de volatilizarse en el aire.
    Desde ese día, cada vez que Carlos ve los barcos, recuerda aquella silueta mágica, y la asocia a la enigmática figura de la mujer.

  238. IMENA

    Todavía se estremecía Imena cuando veía los barcos a través del ventanuco de la pequeña oficina en la que estaban tramitando su petición de asilo. Acostumbrada al maltrato que había sufrido durante tantos meses en aquel campamento en medio de la selva, pensaba que alguna clase de magia muy poderosa tenía que haber intervenido para que aquellas personas desconocidas la hubieran rescatado de aquel mar embravecido en el que estuvo a punto de morir ahogada. Una lágrima de agradecimiento se le escapó cuando, ofreciéndole una taza de café caliente, aquella joven mujer le dijo sonriendo: tranquila, todo irá bien.

  239. Sueños de cristal

    De pequeña articulaba con mis manos ligeros barcos de ilusiones para después liberarlos en la generosa boca del manantial. Mi oficina era el valle y la jara que acariciaba mis cabellos y más allá mis caderas. Mi vida era magia.
    Ahora derramo sin darme cuenta el café sobre el dosier de la última auditoria, mientras aprieto con fuerza la taza y sondeo a través de la venta aquellas lejanas montañas, encerrada en la Torre de Cristal preguntándome ¿qué hago aquí? ¿Dónde quedaron mis pies descalzos horadando la orilla del río? Supongo que hacía falta una mujer.

  240. Sueños
    Todo empezó con pequeños barcos de papel, hechos en secreto en la oficina, después del trabajo, a medida que crecía la flota. Nadie se dio cuenta. La magia tomó forma en sus sueños velados; litros de café lo mantenían despierto; ya no volvía a casa, en medio de una frenética construcción naval. La mujer, que ni siquiera se dio cuenta, salió corriendo asustada ante esa mirada vacía. La última imagen que tuvieron los compañeros al entrar en la oficina, en el décimo piso, fue una profusión de pequeños barcos y una ventana abierta al mar en el horizonte.

  241. Mi padre amaba los barcos. Domingo de por medio íbamos a navegar con Mirta.
    Había dejado a mi madre por Mirta, su secretaria.
    Los sábados me llevaba a la fábrica de hielo. Era el gerente. Cuando se llevaba una bolsa, la pagaba.
    Yo dejaba la oficina y recorría la planta, viendo a los hielos girar en un embudo gigante. Era casi magia.
    Ese sábado fuimos a almorzar con Verónica, su nueva secretaria, a The Embers. Pidieron café.
    Dejamos a la mujer en su casa. Mi padre, en el asiento del conductor, se giró:
    –No le cuentes a Mirta –dijo.

  242. Sasha Lozano Martínez

    Costa de Asser
    Aún recuerdo cuando aquellos feroces barcos atracaron en las costas de Asser. Yo discutía con mi hermano en su oficina, planificando cuál sería nuestro siguiente movimiento. De un momento a otro, las calles se inundaron de terroríficos gritos. La ciudad se envolvió en un pánico sordo, y las plazas se vaciaron como por arte de magia. Aquel alboroto había provocado que nuestros mapas quedasen inservibles, al caer la jarra sobre la mesa y empaparse por una espesa capa de café. Salimos a la calle principal, y nos encontramos con la peor de nuestras pesadillas: aquella mujer seguía viva.

  243. o soy muy amigo de los barcos, de hecho, me aterra el mar. Quizás porque mi abuelo fue pescador y un día de faena desapareció y con él desaparecieron muchas respuestas que me atormentaban desde niño. Una compañera de la oficina me hablo de una pitonisa que podría ayudarme. Tampoco soy de los que creen en la magia pero no perdía nada por intentarlo. Los posos del café podrían contener respuestas a todas aquellas preguntas que me habían atormentado desde pequeño. Aquella mujer podría despejar las incógnitas que no me dejaban avanzar.

  244. Mariana Martínez Pallarés

    Mar adentro

    Dos barcos a la deriva es lo que somos tú y yo.
    Atrás quedaron las intensas jornadas de oficina buscando el reconocimiento de completos desconocidos.
    Atrás quedó también la envolvente magia que paulatinamente fue abriendo nuestras almas en este clandestino café, donde cada viernes nos permitíamos un prolongado break. Justo en esta mesa, un día, manteniendo tu mirada, me descubrí como mujer. Y tú lo supiste, vaya que sí…
    Ahora, tu mente octogenaria navega sin rumbo mientras la mía, aún lúcida, busca la forma de alcanzarte, cogida a tu mano.

  245. María del Mar del Valle

    CAMARADERÍA
    Aquel temporal tenía los barcos amarrados al puerto desde hacía días. Sus tripulantes, como quienes cumplen con rigor su horario de oficina, mataban el tiempo en el bar, criticándolo todo y maldiciendo su suerte por no poder salir a faenar.
    —El jornal no llega por arte de magia —se quejaban.
    Demasiado café, demasiada cerveza, demasiadas palabras huecas. ¿Qué extraña inercia le llevaba a estar continuamente con sus compañeros de trabajo?
    —Me voy a casa, con mi mujer —exclamó Antonio de repente— voy a decirla que la quiero.

  246. David Celis Borbolla

    NADA QUE PESCAR

    Él miraba esos enormes barcos, todos turísticos. Contemplaba aquella especie de asedio a través de una ventana de su casa, desde donde se dedicaba a escribir a modo de oficina. Invadían el mar de su niñez, amenazantes, como si del ejército espartano se tratara, aparecido por arte de magia negra; negra como el café que tomaba, o el vertido de esos cruceros.
    Su mujer entró. Sus brazos lo rodearon.
    ―Madre mía ―dijo ella―, cada día hay más.
    Él era hijo de pescadores.
    “Aquí ya no hay nada que pescar, pero hay mucho que escribir”, pensó.

  247. INCÓGNITAS

    No soy muy amigo de los barcos, de hecho, me aterra el mar. Quizás porque mi abuelo fue pescador y un día de faena desapareció y con él desaparecieron muchas respuestas que me atormentaban desde niño. Una compañera de la oficina me hablo de una pitonisa que podría ayudarme. Tampoco soy de los que creen en la magia pero no perdía nada por intentarlo. Los posos del café podrían contener respuestas a todas aquellas preguntas que me habían atormentado desde pequeño. Aquella mujer podría despejar las incógnitas que no me dejaban avanzar.

  248. Teníamos veinte años cuando nos conocimos. Éramos niños que soñaban con viajar a bordo de barcos, limusinas y elefantes. Todavía creíamos que podíamos elegir no conformarnos con un trabajo de oficina, que podríamos vivir del humo y los sueños.

    Con los años perdimos la inocencia, pero ella nunca perdió su magia.

    La recuerdo como en una película que pudiera rebobinar cuando quisiera, sentada en un bar de los que huelen a café y panceta. Se apartó el pelo de la cara y, mirándome en silencio, sopló despacio su taza humeante. Al instante supe que quería que fuera mi mujer.

  249. EL RITUAL
    Todos los días, a las cinco de la tarde, llegaban los barcos pesqueros al puerto. Desde la oficina portuaria, donde consignaba las capturas del día, observó el revuelo de las gaviotas y pensó en la magia de cada atardecer. Sorbió un trago de café y disfrutó con la visión a través de su ventana: la estela dorada guiaba las embarcaciones hasta tierra firme. Un último rayo iluminaba la silueta de la mujer que como siempre aguardaba en la dársena. El marinero saltaba de la barca y se abrazaba a ella.
    Entonces musitaba que el mundo era bello.

  250. CAMBIOS

    Teníamos veinte años cuando nos conocimos. Éramos niños que soñaban con viajar a bordo de barcos, limusinas y elefantes. Todavía creíamos que podíamos elegir no conformarnos con un trabajo de oficina, que podríamos vivir del humo y los sueños.

    Con los años perdimos la inocencia, pero ella nunca perdió su magia.

    La recuerdo como en una película que pudiera rebobinar cuando quisiera, sentada en un bar de los que huelen a café y panceta. Se apartó el pelo de la cara y, mirándome en silencio, sopló despacio su café humeante. Al instante supe que quería que fuera mi mujer.

  251. Coral Guisado Peñuela

    La belleza del terrorífico mar

    Siempre que miro por la ventana observo el puerto lleno de barcos, las vistas desde mi oficina llenan el día de magia.
    Pensaba que hoy no sucedería nada nuevo, pero justo a la hora del café una mujer me pidió contemplar el mar desde mi despacho, se paró frente a la ventana y murmuró:
    —Es una pena que todos miremos el puerto pero nunca veamos a nadie zarpar.

  252. Crepúsculo marino

    El cielo se oscureció y el sol se cambió por la luna. Las siluetas flotando en la orilla se han oscurecido. Las luces de los barcos amarrados en el puerto brillan. El ruido del viento resuena por el callejón. Dentro de la oficina, la magia del atardecer resuena a través de la ventana. Un reflejo, o una sombra difusa, reluce en la taza de café frío. Fuera, sentada en un rincón, una mujer canta. Su voz melancólica persigue la melodía de las olas. El eco se lleva sus palabras y se pierden en el silencio eterno de la noche.

  253. Los barcos de Málaga han fascinado a Carlos desde su oficina. Los mira balancearse de derecha a izquierda, como un metrónomo, soñando con una vida más emocionante. Un día, una desconocida cayó del cielo al borde del puerto; ella es harina de otro costal. Ella levantó la mano y, con un gesto grácil, los navíos empezaron a moverse solos, por arte de magia. Carlos, sorprendido, tragó su café y vio a la dama sonreír antes de desvanecerse en el aire. Desde ese día, cada vez que ve los barcos, recuerda aquel momento mágico y la asocia con esa mujer magnífica.

  254. El sol se alza iluminando toda Venecia. Una vista impresionante de los canales dorados de la ciudad para comenzar el día. Desde el Puente de Rialto, se observan todos los barcos que cruzan la ciudad para llevar a sus dueños al trabajo. Cuando Marta entra en su oficina ve a Marco, pero algo le arrebata la mirada: un misterioso tatuaje blanco en su cuello negro. Le explica que se trata de magia negra y que solamente puede desaparecer si bebe un café preparado por una mujer. Marta ríe y se pregunta cómo su jefe era tan dependiente de él.

  255. HEKA
    Los barcos surcaban el mar tras la ventana, igual que las lágrimas su rostro. No las sentía, como si su cuerpo no estuviese ahí y el timbrazo del teléfono de la oficina no hubiese materializado una broma del destino. En bucle se repetía las palabras de su esposa: “no llevas solo el nombre, cariño, tú eres magia”. De pronto, una mano suave y el olor a café que caracterizaba a su suegro tiró de él. “Ya es la hora”. Se giró lentamente, como un autómata, para enfrentarse al féretro donde el cuerpo de una mujer gestante esperaba la despedida.

  256. Esperanza:

    Los barcos de la laguna se empujan violentamente unos a otros. Han pasado cuatro semanas desde que la situación meteorológica no ha mejorado en Venecia. La mayoría de las tiendas están cerradas. Por eso las familias se quedan en casa. No hay nadie en las taquillas de la oficina de venta. Creo que los habitantes esperan un soplo de magia para salir de esta situación apocalíptica. Solamente quieren ir a tomarse un café como lo hacían antes y esperar a que la mujer que los saludaba les volviera a sonreír.

  257. Esperanza

    Los barcos de la laguna se empujan violentamente unos a otros. Han pasado cuatro semanas desde que la situación meteorológica no ha mejorado en Venecia. La mayoría de las tiendas están cerradas. Por eso las familias se quedan en casa. No hay nadie en las taquillas de la oficina de venta. Creo que los habitantes esperan un soplo de magia para salir de esta situación apocalíptica. Solamente quieren ir a tomarse un café como lo hacían antes y esperar a que la mujer que los saludaba les volviera a sonreír.

  258. LA ANTEÚLTIMA PAZ

    Si existieron barcos durante la evacuación, nunca lo sabré. No estuve allí y no queda a quién preguntar.
    Mi oficina queda en el sexto piso de una exclusiva torre junto al puerto de Buenos Aires.
    Cada día, desde la terraza, podía observar al sol dejarse arrastrar bajo el oleaje hasta desaparecer. Aquella magia era tan simple pero al mismo tiempo tan especial para mi.
    Y ahora, que saboreo este último y necesario café, mientras aquella ola apocalíptica tapa la luz del sol, pienso en mi mujer y en su perfume, que me brindan la tan anhelada paz.

  259. El sudor y la humedad hierven y lentamente surgen para imprimirse en la ventana del metro. Como imponentes barcos en un mar embravecido se sacude cuando salen hombres homogéneos con trajes de oficina allí. Me dolían los pies con esos tacones nuevos holladosque estaban aplastados impíamente bajo los elegantes zapatos de cuero masculinos.

    ¡Revivido! De pronto me siento acariciado y soleado por esa hora dorada del aire. Con magia, vuelo a un lugar reservado sólo para nosotros. Un café en mis palmas, reflejando mis labios rojos, sentir los nuevos tacones me hacen ser más mujer.

  260. Agua negra de tinta ondula alrededor de los barcos, presionando placenteras caricias de cariño. Solo una permanece inmóvil, sin tocar.

    La oficina ruinosa, con cemento cubierto de musgo y ventanas destruidas, parecía el navío. Ni siquiera el suave aleteo de las hojas verdes puede alterar la magia muerta que emite el edificio.

    No hay diferencia con el bullicioso café a cinco kilómetros de distancia, con una iluminación reluciente y clientes amables. Sin embargo, cuando la última mujer se marcha, este lugar también regresa a aguas olvidadas.

    Aunque sean objetos, ¿no parecen humanos?

  261. JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ MARTÍNEZ

    NOÉ

    Cada mañana aparecían decenas de barcos encima de las mesas de trabajo , también sobre las impresoras, las fotocopiadoras… aquella oficina parecía un astillero. No era cosa de magía, todos sabían que el armador de aquella flota era el vigilante nocturno. Los comentarios durante el rato del café eran de lo más burlesco. Claudia, la única mujer del departamento, también aportaba lo suyo : “Últimamente al que pilla por banda lo achicharra con lo de las borrascas y el cambio climático ese…”

    Ajeno a la chanza, salió a la calle. Chispeaba… Se le atropellaban los malos presagios.

  262. Espejismo
    Los barcos se salían suavemente en del puerto, visibles desde la gran ventana de la oficina donde Diego trabajaba. En su escritorio, los documentos se apilaban, pero su mente estaba en otra parte, cuando de repente ocurrió la magia, había encontrado la inspiración para terminar su libro. Poco después, se tomó un momento para prepararse un café durante la impresión de su obra final. Estaba pensando en la reacción futura de su mujer cuando supo que había escrito este libro sobre su vida. Diego sonrió y no podía esperar a llegar a casa para contárselo.

  263. Paula Andrea Sierra Diaz

    lAmar
    Como en un barco en altamar Aira se sentía en un eterno naufragar. Cada día se preguntaba si de esto se trataba la vida, instalándose como de costumbre en su oficina de malestar se acomodaba para quejarse del mundo mezquino. En ese cinismo que acostumbraba a habitar y fingiendo no darle importancia a nada afirmó automáticamente olvidar la magia que le permitiría salir de altamar. Su impulso matinal la dirigió a preparar café y viendo su reflejo sonrió, pero esta vez no se reconoció. Sin más tuvo la certeza de no ser más esa mujer que se negaba a amar.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *