Fundación Cinco Palabras

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CINCO PALABRAS DE PILAR VÁZQUEZ

Pilar Vázquez

Guionista y presentadora
Licenciada en Ciencias de la Información con Máster en Marketing y experta en Protocolo. Comenzó a trabajar en TVE como Coordinadora de Programas ejerciendo diferentes labores como coordinadora, guionista, realización de reportajes, entrevistas y responsable de casting. En 1995 fundó Producciones PVL donde se desempeña como asesora de comunicación para empresas. Además, ha diseñado, realizado y producido campañas institucionales con estrategia de medios y organización de eventos, así como el estudio y viabilidad de proyectos audiovisuales. En la actualidad, es personal fijo de TVE donde trabaja como periodista y presentadora en Saber y Ganar.

Las Cinco Palabras del mes de noviembre de Pilar Vázquez son ...

Estimados escritores y escritoras solidarias, con el objetivo de fomentar la diversidad de criterios y enriquecer la evaluación de los relatos participantes, hemos decidido implementar un sistema de rotación de jurados. A partir de ahora, iremos cambiando periódicamente a los miembros del jurado, permitiendo así que diferentes expertos en el ámbito literario aporten sus perspectivas y conocimientos a lo largo del concurso.
Esta medida busca garantizar una mayor variedad de enfoques y opiniones, brindando a los participantes una evaluación más amplia y equitativa de sus obras literarias. Creemos firmemente que la inclusión de distintos criterios en la selección de los ganadores contribuirá a reconocer y premiar una mayor diversidad de talentos literarios.

Agradecemos sinceramente a Moisés Rodríguez su valiosa contribución hasta el momento y por su disposición a formar parte de este proceso de rotación. Su experiencia y criterio han sido fundamentales para el éxito del concurso hasta ahora.

Extendemos nuestra invitación a otros expertos en el ámbito literario que deseen formar parte del jurado en futuras ediciones del concurso.
Confiamos en que la implementación de este sistema de rotación de jurados fortalecerá la calidad y la imparcialidad de la evaluación de los relatos participantes.

Hoy compartimos con gran alegría la emocionante noticia de la incorporación de un nuevo miembro al jurado de nuestro concurso literario. Nos complace anunciar que Pilar Vázquez se ha unido a nuestro distinguido panel de expertos en el ámbito literario. Pilar aporta una vasta experiencia y conocimientos en el campo de la literatura, lo cual enriquecerá aún más la evaluación de las obras participantes.
Su trayectoria en el mundo de las letras nos brindan la confianza de que su participación como jurado será de gran valor para el proceso de selección y reconocimiento de los talentos literarios presentes en este concurso.
Damos las gracias a esta magnífica periodista y gran persona por aceptar esta responsabilidad y por su disposición a contribuir con su criterio y experiencia en la selección de los relatos solidarios.
Confiamos en que su incorporación al jurado elevará aún más el prestigio de nuestro concurso literario y brindará a los participantes una oportunidad única de ser evaluados por un panel de expertos de renombre.

GRACIAS PILAR VÁZQUEZ

Escribe tu relato solidario siguiendo las siguientes normas.

1. Extensión máxima 100 palabras. 

2. No se cambiará la posición de las palabras.

3. No se modificará el género ni el número de las palabras proporcionadas.

* Se eliminarán los relatos que no cumplan las normas.

NOTA: Nos reservemos el derecho de la publicación de los relatos. Se eliminarán relatos ofensivos o insultantes hacia cualquier país, pueblo, animal o personal que puedan herir la sensibilidad del lector.

¿Quieres que tu relato solidario participe en nuestro concurso?

La Asociación Cinco Palabras, desde su nacimiento en 2013, ha puesto a disposición del público el juego literario de microrrelatos de Cinco Palabras. Cada semana se publicaban en su página web cinco palabras regaladas por alguna personalidad relevante para la Asociación para que los escritores solidarios escribieran sus relatos según las siguientes reglas:

1. Incluir las cinco palabras publicadas semanalmente a través de la web – manteniendo el orden en que se han ofrecido – sin modificar género ni número

2. Extensión máxima: 100 palabras

3. Idioma: español

Este juego literario ha sido una herramienta para dar difusión, no solo a los propios escritores y sus relatos, sino también a las causas mensuales con las que la Asociación ha estado colaborando. En marzo de 2023 la Asociación Cinco Palabras se transforma en la Fundación Five Words, que pretende dar continuidad a la labor realizada por la Asociación en sus 10 años de vida, manteniendo su Misión de “Hacer un mundo más digno a través del Arte”. En coherencia con este objetivo, la Fundación Five Words (en adelante, la Fundación) pone en marcha este concurso de microrrelatos, para fomentar la escritura y promocionar a los escritores que, a su vez, con sus relatos, ayudarán a la difusión de las causas solidarias mensuales de la Fundación. El Concurso mantendrá las reglas del juego literario antes detalladas y constará de dos fases: mensual y final. La primera edición de este Concurso dará comienzo el día 1 de abril de 2023 y finalizará a las 23.59 horas del 29 de febrero de 2024 (hora peninsular española). El premio está dotado con 5000 euros, distribuidos de la siguiente forma: 

2.000 € en metálico

para el ganador

3.000€ para una causa solidaria

que el ganador elija

La participación en el Concurso implica la plena aceptación de las bases que a continuación se detallan.

176 comentarios en “CINCO PALABRAS DE PILAR VÁZQUEZ”

  1. Tan cerca

    Un hombre dedicó su vida a buscar el mayor tesoro del universo. Incansable recorrió los 5 continentes, por tierra, por mar y por aire. Cuando le preguntaban por qué lo hacía, él esbozaba una sonrisa y continuaba. Un día halló un extraño árbol cuyas enormes raíces asomaban sobre la tierra y se extendían por kilómetros. Examinó cada una de ellas y eso le llevó años. Llegó al final y encontró enterrado un cofre que abrió con dificultad, ya que sus manos estaban temblorosas por los años y también por la emoción. Dentro halló un dibujo infantil del planeta tierra.

  2. La ventana estaba abierta entrando el rumor del jardín, se sentaba en su mesa sintiendo el tiempo pasar, siempre volvía, como idea obsesiva…las olas… un olor de la infancia, a aquella hoja, en ella encontraba la felicidad, cual si fuera un pirata con su tesoro, aparecía una sonrisa ante todo lo que sucedía en esa superficie blanca, reino sin materia, ideas escritas rodeadas de garabatos inacabados, todas eran las raíces que daban frutos tiernos y dulces, se sentía en la tierra de las posibilidades imaginadas, nacido en su planeta, dando infinitas vueltas en torno al sol de la creación…

  3. María Elena Torrealba

    Raíces
    La puerta se cerró y el ascensor comenzó a bajar. Sabía que llevaba sobre sí, su más preciado tesoro. Su sonrisa dibujaba un sueño alcanzado. Se había dedicado a desarrollar y fortalecer las raíces, aferrándose de nuevo a la tierra.
    Los grandes lujos del planeta no podían compararse con algo tan esencial como poder caminar de nuevo.

  4. HÉROES ANÓNIMOS
    Su vida no ha sido fácil. Como si de un tesoro se tratara, esconde la sonrisa en lo más profundo de su ser, allí donde el alma echa sus raíces de esperanza. La reserva para ocasiones muy especiales y para la gente buena que pasea por la tierra tratando de embellecer un planeta que a veces se desploma bajo las calamidades que lo azotan periódicamente.
    Hoy es un gran día y su sonrisa se despliega generosa entre las comisuras de sus labios para agradecer a los voluntarios de ADAVI la inauguración de una nueva escuela en Gambia.

  5. Su Tesoro

    No lo pensó dos veces,había encontrado su tesoro y regresó por él.
    Dejó atrás las comodidades de su vida y buscó refugio entre ellos que tenían casi nada pero lo tenían todo.Todo lo que tiene y ofrece una sonrisa franca,amplia, tan blanca…capaz de encandilar hasta al mismo sol.
    Sin dudarlo, echó raíces en esa tierra,pequeño paraíso para su alma,remanso de civilización.
    Y en aquella agreste aldea perdida en el gran planeta se encontró a si mismo y también a ellos,sus habitantes, y fue feliz.

  6. DIOSES EN BUSCA DE RESPUESTAS

    Dicen que una vez alguien lanzó una pregunta al aire durante una reunión de dioses antiguos.
    – ¿Cuál es el mayor tesoro que anhela el ser humano?
    Enseguida una sonrisa se dibujó sobre la faz de un enérgico dios belicoso. Acto seguido emitió su respuesta.
    –Las mismas raíces del hombre dictaminan que la tierra es su bien más perseguido, siempre lucharán por tener un pedazo más, aniquilarán a cualquier adversario sobre el planeta para lograr ese fin.
    El Dios que había lanzado la pregunta lo miró incrédulo.
    –Te equivocas –respondió una diosa tan hermosa como sabia– Es el amor.

  7. EN UN RINCÓN DE SU MEMORIA

    El paso del tiempo le había hecho olvidar muchas cosas, demasiadas. Sin embargo, su tesoro más preciado se mantenía impertérrito ante los achaques de la enfermedad. Aquella sonrisa permanecía anclada en su memoria. Jamás la olvidó. Ya no recordaba sus raíces, tampoco su propio nombre o lo que había desayunado; las caras de sus nietos se le antojaban extrañas y se sentía forastero en la tierra que le vio nacer. Cerró los ojos y juntos viajaron a cualquier otra parte. Al fin y al cabo, ella siempre fue de otro planeta.

  8. ROSA ANA LLAVATA SOLER

    EL REGALO.

    La maestra les había prometido que iban a encontrar un tesoro. Primero les pidió inhalaran largo y profundo. Después, que dibujaran una sonrisa en su rostro. Luego, que imaginaran que de la planta de sus pies les crecían unas raíces que se adentraban en el corazón de la madre Tierra.
    Todos, paso a paso, siguieron las indicaciones. Y aunque era la primera vez que María hacía una meditación guiada, descubrió que su maestra no mintió: bien enraizada, logró sentir cómo bombeaba el corazón del Planeta. Era una cadencia armoniosa que le otorgó paz en medio de tanto ruido.

  9. “Fatídica Quimera”

    Exhausto y famélico, Elcano esperaba tembloroso sobre la cubierta de la nao Victoria. Tres años de expedición y doscientos treinta y dos hombres muertos, culminaban con la llegada de dieciocho supervivientes y del ansiado tesoro de especias que los embarcó hacia el infierno. Ninguno de ellos era capaz de esbozar siquiera una leve sonrisa. El mar les había robado el apego a la vida y a sus propias raíces.
    -¡Tierra a la vista! Se oyó gritar.
    Los primeros marineros que dieron la vuelta al planeta persiguiendo la fatídica quimera de Magallanes, impávidos, vislumbraron el puerto de Sanlúcar en el horizonte.

    1. LUNA LLENA
      Se hace tarde, ha anochecido y el tesoro no aparece. Observa las decenas de hoyos realizados, las raíces desgarradas por la pala y la tierra amontonada. Esboza una sonrisa burlesca, una mueca de autodesprecio; se siente como un puerco hozando desquiciado sin encontrar la anhelada trufa. Otra vez se ha dejado engañar, pero en esta ocasión su codicia tendrá consecuencias más graves de las habituales. Le habían advertido de la ferocidad de los lobos en esa parte del planeta, más no quiso atender a razones e introdujo despreocupado las fatales coordenadas en el GPS de su nave. ¡Auuuuuuh!

  10. ROSA ANA LLAVATA SOLER

    EL REGALO.

    La maestra les había prometido que iban a encontrar un tesoro. Primero les pidió que inhalaran largo y profundo. Después, que dibujaran una sonrisa en su rostro. Luego, que imaginaran que de la planta de sus pies les crecían unas raíces que se adentraban en el corazón de la madre Tierra.
    Todos, paso a paso, siguieron las indicaciones. Aunque era la primera vez que María hacía una meditación guiada, descubrió que su maestra no mintió: bien enraizada, logró sentir cómo bombeaba el corazón del Planeta. Era una cadencia armoniosa que le otorgó paz en medio de tanto ruido.

    1. ¿Será que inspiraran largo y profundo? Sinceramente, pienso que lo de «inhalar» lleva a un equívoco perverso. Y más tratándose de una maestra y de un grupo de inocentes infantes.

      1. Nelson Acevedo Betancourt

        No veo ningún equívoco. El relato es muy completo y redondo. Era una meditación guiada: obvio, una inhalación larga y profunda. Lea bien por favor.

  11. El tesoro escondido

    Con cuatro años emprendí mi primera vuelta al mundo.
    No es fácil encontrar buen terreno para esconder un tesoro. El bancal de almendros, junto a la casita de los abuelos, era suelo duro, pero había que probar. El pico pesaba tanto como yo e hice caer el botijo de la rama en la que se refrescaba; se me borró la sonrisa: otra vez me declararían culpable. El agua escapaba por una grieta, junto a las raíces y desaparecía bajo la tierra reblandecida: era mi oportunidad.
    Un año después, completé la vuelta al planeta. Mamá recuperó su tesoro.

  12. Cerca

    — ¿Ya te vas, tan temprano?
    — Tengo que descansar, mañana trabajo.
    — ¿Quién dice que aquí no descansarás bien?
    — Quizás extrañe mi cama.
    — No te preocupes, tesoro, te abrazaré toda la noche.
    — ¿Y el desayuno?
    — Yo te lo preparo.
    — Podría ser.
    — ¡Esa sonrisa quería ver!
    — No te acostumbres.
    — Tú tampoco a mi desayuno entonces.
    — Digo que no soy una enamoradiza, como tú.
    — Yo lo que quiero es alguien con quien sentar raíces.
    — Qué complicado.
    — Me temo que ya no se encuentra gente así en esta tierra.
    — Quizás en otro planeta.
    — Esperaba que estuviera más cerca.
    — ¿Qué tanto?
    — ¿Unos centímetros?
    — Ya veremos.

  13. Echó un último vistazo al tesoro antes de enterrarlo, una sonrisa desdentada iluminando su rostro. Había escogido un buen sitio, sin raíces de árboles ni flores cercanas. Lo depositó cuidadosamente y arrastró el montículo de tierra para cubrirlo. Ya estaba hecho. Nadie podría encontrarlo. Entonces, oyó las voces lejanas de sus padres, instándola a darse prisa. La niña se sacudió las manos en los pantalones y corrió hacia ellos. La nave espacial ya estaba lista: era hora de volver a su planeta.

  14. Manuel González Casaus

    AVENTURAS

    Cuando era pequeño soñaba con grandes aventuras, surcando mil mares como un pirata en busca del tesoro y luchando contra fantásticos monstruos que nos amenazaban. Cada vez que recuerdo mi feliz infancia, no puedo evitar asomar una nostálgica sonrisa. ¡Qué lejos quedan esos ingenuos sueños! Ahora, con el paso del tiempo, mi corazón aventurero ha plantado raíces en mi corazón, y mi principal aventura se ha transformado en el cuidado de nuestra Tierra. Hay otro tipo de monstruos que la amenazan. Ya nos están avisando, o tomamos medidas y nos concienciamos, o dentro de poco tendremos que buscarnos otro planeta.

  15. SABIA, SABÍA QUE ERA SAVIA

    Salí corriendo sin equipaje, esquivando miradas, escondiendo un tesoro entre mis prendas ajadas. Sabía que me perseguirían, por eso puse alas a mis suelas gastadas.
    Ya lejos, a salvo, abrí la caja de madera tallada donde guardaba toda sonrisa inocente, capaz de echar raíces en nueva tierra. Pensé que cada una -la virginidad de un rostro infantil al recibir alimento, la gratitud de una madre emocionada, el candor desprendido de una anciana desdentada…-, repito, cada sonrisa, azotada por los vientos de la necesidad, había brotado sabia en el desinteresado compartir de humanidad que alumbraría la savia de un renovado planeta.

  16. Dolores Sanabria García

    DEVASTACIÓN
    La mamá de mi vecino nunca lo llamaba por su nombre. Era su tesoro. Él, desde bien chiquito, hizo las mayores tropelías siempre con una sonrisa. Igual arrancaba de cuajo una planta, dejando las raíces al aire, huérfana la tierra, que ponía trampas para animales en el bosque. Voy a acabar con la vida en este planeta, me dijo un día cuando lo sorprendí con otros compinches destrozando un campo de amapolas con una segadora. No dije nada a nadie. ¿Quién iba a creer que vi claramente en sus ojos de fuego que estábamos ante una invasión alienígena?

  17. YURY TERESA FORERO JIMENEZ

    Primavera
    Tengo un primo que es un tesoro, cuando demora días sin venir a verme, lo llamo, siempre aparece con una bella sonrisa; nunca se ha casado, le he visto varios amores, que se pierden en la tranquilidad de su alma. A veces pienso que debería plantar raíces, para que crezcan niños enamorados como él, que amen la tierra; siembra muchas plantas, cuida sus animales, tiene un pedacito de tierra, lo tiene bien cuidado y lo ama, se ve siempre lindo; le duele hasta la muerte de un insecto, muchas veces me dice… que ha visto llorar el planeta.

  18. Cerezo

    Descubrió el tesoro y en su cara brotó una sonrisa. Las raíces se advertían vivas, agarradas con fuerza a la tierra dura dentro del cuenco de barro. Algún antiguo viajante habría traído la maceta con el afán de dar un toque hogareño al pelado paisaje marciano. Era una recuperación, porque no había ya otro planeta al que volver.

  19. Tesoro

    Con el mapa del tesoro y una sonrisa en la cara cavó sin descanso, sacó lozas y raíces. El montículo de tierra creció a idéntica velocidad que el hueco. Transcurridas tres mil noches con sus días, cedió el fondo y el cavador cayó a una atmósfera violácea repleta de luciérnagas. Era el planeta dentro del planeta. Y reinaba la paz.

  20. Abdul.
    Abdul machacaba con destreza los granos de cereal convirtiéndolos en harina. Al pronto preguntó a su madre:
    —¿Mamá yo tengo algún tesoro?
    Amina, sorprendida, se giró hacia Abdul que la miraba con sus grandes ojos en espera de la respuesta.
    —Tienes el más valioso de los tesoros cariño, tu sonrisa.
    —¿Mi sonrisa?
    —Si cariño, con ella conseguirás llegar donde quieras, lograrás que todo el mundo conozca y respete nuestras raíces, las de un pueblo que cuida de la madre tierra. Y debes conseguirlo, porque hay personas que están empeñadas en acabar con todos los recursos de nuestro malherido planeta.

  21. Albert Bustillo Ruiz

    La búsqueda.
    Estaba a punto de cumplir con su obsesión, encontrar aquel tesoro que le llenaba de ilusión.
    Mientras seguía celosamente las pistas del mapa, una amplia sonrisa se dibujaba en su cara.
    Sobre la equis, un roble centenario. Se armó con una pala y atacó sus raíces, cavó y removió tierra. Desenterró un viejo arcón que no contenía ni un solo doblón. En su interior, una curiosa mención: «Más rico que el oro te hará el saber que el querer es poder, y la mayor riqueza es aprender a respetar nuestro planeta».

  22. CANICA

    Su mano, puro nervio, escondía su mayor tesoro, la canica con la que jugaba durante los pocos años en que fue niño. Ya opaca, sin color, ni brillo, todavía lograba arrancarle una sonrisa fugaz que alejaba brevemente la angustia vital que le perseguía, angustia que se clavaba como raíces ya secas y quebradizas, en su estomago. Sólo el primer llanto de su recién nacido, logró abrir su mano y soltar la pequeña esfera que quedaría olvidada en la polvorienta y estéril tierra seca.

    Mi vida, tendrás un sitio en el planeta y será mejor que mío, te lo prometo

  23. REGALO

    Aquel individuo era un tesoro. Su insignificante figura de payaso torpe arrancaba una sonrisa a los niños. No podía quitarles la pena, pero sí hacer que se olvidaran de ella por unos instantes.
    La magia que desprendía hundía sus raíces en un largo aprendizaje; en una experiencia vital, a veces gozosa a veces dolorosa, que le había enriquecido el espíritu por su actitud sincera y generosa. En su madurez, recogía los frutos como si hubiera labrado una tierra fértil. Dibujaba dicha y fantasía con sus manos. Disfrutaba y contagiaba su risa franca, algo que le hacía parecer de otro planeta.

  24. Francisco Javier García Blázquez

    LO QUE AMO

    Salvaguardo mis más preciadas pertenencias, ni joyas ni dinero, seres queridos, amigos y mi más preciado tesoro; tu sonrisa, de todo aquello que perturbe nuestro bienestar, esforzándome para cada día hacer nuestras raíces más recias; tú, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros amigos, nuestra tierra que cultivarla me sabe dulce el sudor porque ahí estáis con vuestro cariño, tu amor de esposa e hijos, todos los buenos momentos vividos y toda la ayuda en las dificultades. No escatimo esfuerzo en preservar y batallar por todo mi mundo que me rodea, mi planeta con vuestras lunas.

  25. Transformación

    Desde que la enfermedad lo había postrado, ella preparaba las comidas y se las llevaba a la cama.
    —Tesoro, aquí está el café—decía, con una sonrisa, apartando las ramas que crecían en el cuerpo de su esposo.
    Las raíces perforaban el colchón y ella las cercenaba para evitar que alcanzaran la tierra. Hasta que un día, lo encontró aferrado al suelo como cualquier vegetal del planeta.
    Estaba radiante, lleno de hojas.

  26. Angel Toribio Sevillano

    GÉNESIS
    Llegaron a la Tierra con una misión: desenterrar el tesoro que llevaba oculto varios miles de años. A pesar de tener las coordenadas precisas, el terreno había sufrido muchos cambios y tardaron varios días en encontrarlo. La preocupación, palpable en el rostro de los miembros de la expedición, mudó en sonrisa mientras extraían las raíces del viejo manzano. Después, las depositaron en una vasija con tierra singular y abandonaron el planeta, inerte desde hacía siglos. Para culminar la obra restaba trasplantarlas en el planeta nuevo; donde habían dispuesto un auténtico paraíso habitado por una pareja de especímenes humanos.

  27. Francisco Javier García Blázquez

    LO QUE AMO

    Salvaguardo mis más preciadas pertenencias, ni joyas ni dinero, seres queridos, amigos y mi más preciado tesoro; tu sonrisa, de todo aquello que perturbe nuestro bienestar, esforzándome para cada día hacer nuestras raíces más recias; tú, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros amigos, nuestra tierra que cultivarla me sabe dulce el sudor porque ahí estáis con vuestro cariño, tu amor de esposa e hijos, todos los buenos momentos vividos y toda la ayuda en las dificultades. No escatimo esfuerzo en preservar y batallar por todo mi mundo que me rodea, mi planeta con vuestras lunas.

  28. SEÑORITO CAPRICHOSO
    Le pregunté a mamá por qué lo que nosotros tirábamos a la basura, era un tesoro para esa familia, que con una sonrisa lo recogía del contenedor. Ella dijo que todo echaba raíces si encontraba una buena tierra, pero creo que se refería a algo muy distinto que plantar las peladuras de manzana en las macetas de geranios. Me habló de la necesidad de compartirlo todo, para que en cualquier lugar del planeta hubiera las mismas oportunidades. Sentí vergüenza por ser tan caprichoso y no he vuelto a pedir nada que no sea tesoro necesario.

  29. CANICA

    Su mano, puro nervio, escondía su mayor tesoro, la canica con la que jugaba durante los pocos años en que fue niño. Ya opaca, sin color, ni brillo, todavía lograba arrancarle una sonrisa fugaz que alejaba brevemente la angustia vital que le perseguía, angustia que se clavaba como raíces ya secas y quebradizas en su estomago. Sólo el primer llanto de su recién nacido, logró abrir su mano y soltar la pequeña esfera que quedaría olvidada en la polvorienta y estéril tierra seca.

    Mi vida, tendrás un sitio en el planeta y será mejor que mío, te lo prometo.

  30. INMACULADA JIMÉNEZ CAMPOS

    VENERACIÓN POR MI PEÑA

    Me gusta viajar a mi bella Ciudad de Antequera. Lo primero que hago, cuando llego, es buscar con la mirada a mi querida Peña de los Enamorados. Para mí es un TESORO muy especial y cuando la veo en mi cara se dibuja una SONRISA, además un sentimiento de bienestar y bienvenida recorre mi cuerpo y algo me dice que llegué a casa.
    Son mis RAÍCES, me siento parte de esta TIERRA, por mis venas corre la sangre andaluza y me hace sentir la mujer más orgullosa de nuestro maravilloso PLANETA.

  31. Miguel Angel Zarzuela Ramírez

    DE GATOS Y DESPISTES SIDERALES

    Tristemente, verificaron que tal tesoro no existía. Se les borró la sonrisa de ilusión cuando comprobaron que solo había habitantes poco evolucionados, raíces, agua, tierra, contaminación y felinos corrientes.
    Concluyeron que no es cierto que tengan siete vidas y se marcharon dejándolo todo destrozado. Habían decidido visitar el pequeño planeta azul para confirmar ese rumor que corría por la galaxia y, decepcionados, volvían a casa.
    Y todo por la maldita canción de Antonio Flores incluida en aquella cápsula que, la verdad sea dicha, se presta a confusión.

  32. El tesoro

    No resultaría fácil desenterrar aquel tesoro. Me animé con una sonrisa y comencé a profundizar hasta las raíces, removiendo la tierra con toda mi energía y mi fuerza. No imaginaba que en cincuenta años aquel árbol pudiera crecer tanto. Por fin toqué un material duro: era la caja de galletas. Tiré con fuerza y la extraje. Luego como si de un ritual se tratara me senté y la abrí. Y entonces un ligero movimiento se dejó sentir bajo mis pies. El planeta se resentía mientras mi pequeña pandora mostraba los oscuros secretos de mi pasado…

    ©lady_p

  33. EL PLANETA ROJO

    Luisa desplegó sobre la mesa el mapa del tesoro que le había regalado su abuelo. Como cada mañana al despertar y con una sonrisa, seguía las marcas de colores y las pistas descritas en ese papel tostado que siempre la conducían al mismo sitio: al patio trasero de casa, a las raíces del gran abedul donde su abuelo escondía una pequeña caja de metal cubierta de tierra que, cada día, contenía algún objeto diferente. Desenterró con afán la caja y al abrirla, encontró el dibujo de aquel planeta de color rojo al que viajarían cuando él volviese del hospital.

  34. Transformación

    Desde que la enfermedad lo había postrado, ella preparaba las comidas y se las llevaba a la cama.
    —Tesoro, aquí está el café—decía, con una sonrisa, apartando las ramas que crecían en el cuerpo de su esposo.
    Las raíces perforaban el colchón y ella las cercenaba para evitar que alcanzaran la tierra. Pero un día lo encontró aferrado al suelo como cualquier criatura vegetal del planeta.
    Estaba radiante, lleno de hojas.

  35. Elizabeth Susana Gil

    Memorias
    José pasó la vida entera buscando un tesoro, pero ya su ancianidad corría hacia él sin pausa y con prisa, recordando a su consciencia que no había logrado el objetivo. Apenas esbozaba una sonrisa al mirar el calendario gastado que se jactaba de su cuenta regresiva. Decidió que en ese tiempo que quedaba volvería a sus raíces, a tocar la tierra de su infancia y a enterrar en ella todos los recuerdos que había cosechado recorriendo el planeta. Ese sería el legado para otro buscador… más afortunado que él.

  36. Francisco Castro Videla

    Del diario de Alexander Volkov. Soyus TMA-13. 26/12/1991

    A 2000 kilómetros de altura es la misma. No se ha transformado dramáticamente de un día al otro. La hora de Moscú es la misma hora de Moscú.
    Se ve igual: vasta, llena de penas, pero llena de esperanza. Nuestra madre, nuestro tesoro… desde acá arriba tan limpia su sonrisa, tan vacía de guerra y muerte. Sus raíces de tierra y ríos siguen ahí, acaso sin dar cuenta de Nuestro Glorioso Siglo.
    Ni capitalistas, ni comunistas… solo un planeta – ¿qué dirían mis viejos profesores del Instituto si les dijese que aquellas cosas no se ven desde el espacio?

  37. UN RUEGO DE PERDÓN

    El tesoro se encontraba a salvo. Postrera sonrisa y suspiro de alivio templando el cuerpo. Próximo a las raíces del viejo sauce, bajo esa tierra que le vio crecer, quedaría preservado para siempre.
    El planeta seguirá girando. Habrán de pasar cientos de años; quizá miles. Ningún reconocimiento quedará en pie después de tantas crueldades; tampoco el viejo sauce. Junto al lugar donde un día estuvieron sus raíces, la urna de acero blindado permanecerá intacta. En su interior un ruego de perdón y una promesa. Si Dios sigue ahí fuera, tal vez se apiade y permita que lo volvamos a intentar.

  38. Nelson Acevedo Betancourt

    Aplauso
    Era bellísimo ese relato anterior. Un tesoro de narración. Simuló una discreta y plácida sonrisa. Sí, era como para plantar raíces de disfrute y amor a la lectura en los niños. Y que la tierra también cantara la bella copla. Es más, que se expandiera más allá del planeta. Podría ser una primavera eterna. No tuvo más remedio que darle un aplauso. Vendría otro mes de desquite.

  39. LA LARGA ESPERA

    En la sala de espera, Sofía empezó a pensar en todas las cosas que dejaba a medias. Su TESORO era un pequeño bordado que nunca acabaría. Recordó la SONRISA de su nieta, de su familia y RAICES, las que le dieron las fuerzas para continuar en esta TIERRA de ilusiones rotas y promesas falsas.
    El corazón le bombeaba con ímpetu. El dolor en el pecho era la señal: su tiempo en este PLANETA expiraba.
    Veinte minutos más tarde convulsionaba aun esperando en la sala de urgencias. Sin ayuda. Pensó en el puñetero bordado antes de cerrar los ojos.

    Noviembre 20233 – Ibán J. Velázquez, autor de Fuegos Fatuos, antología de lo Increíble.

  40. Beatriz Irene Álvarez Rodriguez

    MI TESORO
    La soñé lucero de un amanecer entre nubes de ilusión y esperanza; brillante luz que al nacer iluminó mi cielo, transformando mi mundo, llenándome la vida. La niña de mis ojos alberga un tesoro en su limpia mirada y sonrisa de gloria. Se hizo mujer y en compañía de un amor la vi partir para echar raíces fuertes y profundas, sembrándose en otra tierra; aun en la distancia danza a mi derredor cual graciosa bailarina. Es la hoguera que abraza y abrasa con sutileza los últimos sueños de mi existir. ¿Qué madre en este planeta no comprende mi sentir?

  41. Susana Esteban Aranda

    TRATA
    Sus grandes y brillantes ojos infantiles tenían perpetuada la mirada del miedo.
    Su piel de ébano y su inocencia, eran un codiciado tesoro para los depredadores.
    Hace tiempo su sonrisa se borró del rostro.
    Madou, con llanto ahogado en el corazón, odió sus raíces.
    Arrancado de su familia, humillado, dolorido, desgarrado, deseaba estar bajo tierra.
    Sucios dalasi del vicio blanco provocaban su sufrimiento diario.
    Gritos mudos.
    Madou huyó, sin rumbo, hasta caer polvoriento, desfallecido y sin aliento en el camino.
    Boca de harina.

    Un joven adulto de mirada serena, está feliz al otro lado del planeta.
    Madou, cooperante, salva niños.

  42. Fátima Chamorro Merino

    Un pequeño Big Bang

    No había tesoro mayor que la sonrisa de aquel hijo que tardó en nacer, en mirar fijo y en hablar. Esperó tantos años a que echara raíces en la tierra estéril de su útero, que no le importaron los meses de quietud absoluta en el lecho, ni el dolor inhumano de un parto seco que se prolongó durante tres días y que, tras el estallido final, terminó por alumbrar un planeta diminuto y cálido, su planeta. Fue sol y agua, aire, arrullo… y la risa se abrió paso entre los labios del niño y brotó, al fin, como una flor.

  43. José Enrique Colino Heredero

    REFUGIADO
    -Despierta tesoro, es hora de levantase.
    Babú abrió sus inmensos ojos negros regalándome una delicada sonrisa empapada de ternura y esperanza. Ya hemos dejado atrás aquellos amargos episodios de extrañeza y desconfianza de sus primeros días en casa. Babú empieza a echar raíces aquí, en su nuevo hogar, lejos de su tierra en aquel lejano lugar del planeta atenazado por la guerra, la desolación, el dolor y el hambre.
    Desde la ventana lo veo salir de casa con su mochila a la espalda camino de la escuela, todo un hombrecito que ha traído una renovada luz a mi vida.

  44. «¿Letras del tesoro, acciones, bonos del estado?» Con una amplia sonrisa, Juan le preguntó a su esposa dónde prefería invertir parte de los dos millones que acababan de recibir en herencia. «También podríamos invertir en bienes raíces o en criptomonedas», continuó.

    Carmen escuchaba en silencio, sin mirarle, mientras removía con la azada la tierra del huerto. Juan seguía enumerando todas las cosas que podrían hacer con su reciente fortuna. En un momento, ella dejó la azada, se secó el sudor de la frente, lo besó y dijo: «Invirtamos en hacer más habitable el planeta, Juan, solo eso, solo eso.»

  45. La Inversión

    «¿Letras del tesoro, acciones, bonos del estado?» Con una amplia sonrisa, Juan le preguntó a su esposa dónde prefería invertir parte de los dos millones que acababan de recibir en herencia. «También podríamos invertir en bienes raíces o en criptomonedas», continuó.

    Carmen escuchaba en silencio, sin mirarle, mientras removía con la azada la tierra del huerto. Juan seguía enumerando todas las cosas que podrían hacer con su reciente fortuna. En un momento, ella dejó la azada, se secó el sudor de la frente, lo besó y dijo: «Invirtamos en hacer más habitable el planeta, Juan, solo eso, solo eso.»

  46. Rafael Blasco López

    Al viejo marino apenas le quedaban fuerzas para impulsarse en la mecedora. Como un naufragio en el océano de su mente, sus recuerdos llegaron con la espuma de cada ola, mostrando los restos del ansia por el tesoro que nunca encontró. Ahora vendería su alma al Diablo del mar por volver a navegar bajo las estrellas. Un rayo de sol iluminó su sonrisa forzada; pensaba que sus raíces se extendían por los siete mares, y la tierra solo era un minúsculo espacio del planeta Su pipa cayó al suelo justo cuando escuchó el graznido de una gaviota por última vez.

  47. Querido Sam:
    Mi tesoro, no imaginarás el tiempo que me tardé en escribir esta carta. Valoro cada momento en el que te veo ya que me contagias tu hermosa y radiante sonrisa. Te contaré un poco sobre mí. Las raíces de mi familia me han condenado a ser una persona introvertida y seria pero también con los pies en la tierra. Tal vez demasiado. Aprecio todo lo que has hecho por mí aunque todavía no lo sepas. Te seguiría a cualquier lugar del planeta con tal de que, algún día, supieras quién soy.

    Te amo eternamente.

    X

  48. Doblones en la huerta

    Soñé el tesoro en todo su esplendor, al fondo de un hoyo cavado junto al estanque de la huerta. Doblones brillando al sol me cegaban. Era yo, con once años, no el Jim de la novela. La parcela hortícola sustituía su isla.
    Al despertar salté de la cama con una sonrisa de triunfo y corrí al galpón de las herramientas. Saqué una de las palas y excavé con frenesí alrededor del estanque. Solo encontré raíces nutriéndose en la tierra.
    Ningún cofre y nada de oro. Exhausto, pensé que en todo el planeta no encontraría un solo doblón.
    Abandoné. Decidí desayunar.

  49. René Alberto Aragort Arangú

    El verdadero tesoro
    En lo más subrepticio del mundo existía un tesoro enterrado en lo más insondable. Allí habitaban seres humanos de gran bonhomía. La mayor riqueza de ellos era su unión y solidaridad; pero, deseaban a toda costa ese galardón. Ellos esbozaban sonrisa perenne. Habían echado sus raíces en un pueblo centrado en el amor. Los pobladores emprendieron una búsqueda épica, sorteando obstáculos y peligros. Al encontrar semejante premio sus corazones se llenaron de alegría. Pero, decidieron dejarlo en lo más profundo de la tierra pues, sabían que el amor era lo más valioso que existía para ellos en el planeta.

  50. Isaac Courel Valcarce

    El viejo bucanero
    Después de toda una vida recorriendo los siete mares, el pirata se retiró al recóndito islote donde guardaba su tesoro, fruto de tantos abordajes a veleros enemigos, de tantos saqueos de ciudades costeras del Caribe. Una sonrisa de dientes renegridos iluminaba su rostro ajado por los cierzos. La cueva hundía sus raíces hasta las profundidades de la Tierra. Salió de allí y prendió la pipa con el chisquero, le dio un manotazo al loro para cambiarlo de hombro y se percató de que era el hombre más acaudalado y solitario del planeta. Se le borró la sonrisa.

  51. He cambiado. Cuando llegué al pueblo lo primero que hice fue entrar al bar El Tesoro. Mi caballo — Sonrisa — y yo necesitábamos refrescarnos después de varias jornadas de andar. Lo llamé así por ese afán que tiene la gente de nombrar las cosas por su opuesto; a mí me decían Raíces, pues no permanecía mucho en la misma tierra y si hubiera sido posible habría cabalgado todo el planeta. Resultó que te encontré en el bar, mi tesoro, eché raíces en esta tierra y aunque Sonrisa nunca cambió su mala cara, ahora llamo a las cosas como son.

  52. El tesoro más preciado
    Cae de rodillas cuando encuentra el tesoro. Respira profundo y dibuja una sonrisa: en ese valle moribundo echará raíces. Después de recorrer los confines de la Tierra y sobrevivir a la devastación del planeta, el oro más preciado está en sus manos. Hunde su brazo en las semillas de trigo guardadas en un silo subterráneo. Él y los suyos volverán a comer pan.

  53. Un regalo inesperado
    Pidió un robot metálico que hablaba. «Lo siento, tesoro, no tenemos dinero ―dijo su madre―, pero puedo darte algo más hermoso que también habla». Cuando recibió el regalo, se le torció la sonrisa. «¡Esto no habla!», protestó. Era un pequeño sauce para plantar en el jardín. A regañadientes hundió las raíces en la tierra húmeda. Con el tiempo creció su interés por la botánica y se dedicó a sembrar árboles para proteger el planeta. Hoy recuerda a su madre bajo la sombra del sauce que le habla y lo sosiega con los susurros de su follaje.

  54. Ídolos muertos
    Encandilado por el brillo monetario, no ve el tesoro natural. Ensordecido por el tintín del dinero, no escucha el palpitar de la vida. Su sonrisa solo responde al balance de una cuenta digital. Arranca las raíces de la Tierra y las vende al mejor postor, porque el mercado es su rey. Acepta sus leyes tiranas en nombre de la libertad cuando es su insensible esclavo. Después de devastar el planeta, minará la Luna o colonizará Marte. Obsesionado consigo mismo, invierte una fortuna en su longevidad. Se cree un dios, pero es solo un mortal que idolatra billones de cifras muertas.

  55. BLANCA EVA HERNÁNDEZ GALA

    TABLA RASA

    De nuevo en la casa que me vio nacer. Trato de desenterrar el tesoro de la estrenada sonrisa que me devuelve el espejo, el mismo que ahora observa cómo recupero mi cetro interior y pinto mis raíces, cansadas por todo ese tiempo baldío dedicado a una relación de idas y venidas que sólo había cercenado mi crecimiento como persona. No llores más, mujer, me digo; que tu sufrimiento sea maestro de tierra nueva. Toca pisar suelo firme, en esos patios de tu infancia, llenar poquito a poco la mochila de ilusión y ponerte el planeta entero por montera.

  56. UN DIA PARA TODA LA VIDA
    Seguíamos el curso del arroyo El Sauce hacia su naciente buscando el tesoro de la trucha arco iris. Reinaba la sonrisa en nuestros rostros, caminábamos emocionados contra la corriente sorteando troncos caídos y vegetación. Asombrados vimos cómo, las raíces de aquellos árboles en el borde del cañadón, sobresalían de la pared natural de tierra, como sosteniéndola por encima nuestro. Imágenes de un fantástico y hermoso planeta, escenario de confrontación y equilibrio entre los poderes de la naturaleza, nos regalaba ese interminable día de verano en Tupungato, Mendoza. Un día para toda la vida.

  57. LA HUIDA

    -TESORO
    -¿Si mama?
    -Tesoro, tenemos que irnos, le dijo con una SONRISA. Recoge tus cosas. En silencio. Recuerda, no hagas ruido.
    – ¿Puedo llevarme a mi osito Boni?
    – Claro
    – ¿Donde vamos?
    – Donde no borren nuestras RAÍCES
    – Mamá, ¿no hay lugar en la TIERRA , mejor dicho, en el PLANETA , donde podamos estar sin que nos obliguen a huir?
    – Si cariño, pero aún es pronto para ir allí. Papá nos espera, pero le prometí no rendirme.
    – ¿Por eso nos guiña un ojo desde el cielo?
    – Eso es. Cada estrella que ves es un «sms» que nos envía para recordarnos…
    – ¿ que nos quiere?
    – Exacto

  58. TRAMPOSO
    Escondimos nuestro tesoro debajo del álamo grande, el que está cerca del camino de entrada. Recuerdo que papá nos miraba cavar con una sonrisa, negando con la cabeza.
    Entonces no sabíamos nada sobre los álamos, ni de sus raíces que forman redes bajo la tierra, que se enlazan, avanzan, pueblan el planeta de sus retoños.
    Recién lo comprendimos aquella mañana gris, cuando escuchamos el grito de nuestro vecino, del otro lado de la cerca. Pala en mano entre los viñedos, levantaba triunfal nuestro tesoro, sucio de barro. Yo creo que el viejo árbol se reía bajo la lluvia.

  59. Jardines por donde quiera, alfombrados de un verde uniforme que te infunde paz y limpieza, ¡si, limpieza del alma! Es imposible admirar tal hermoso tesoro y sentirte intranquilo e inmundo. Alzas la vista y el espectáculo se torna aún más hermoso, esbozas una sonrisa: una multitud de jóvenes que, en libertad e incluso ajenos a un mundo caótico, pasean algunos en total calma y otros a pasos redoblados para su próxima lección. Están echando raíces en esa tierra fecunda de su propio planeta. Por esos rincones, que en algún momento extrañaran intensamente, la vida universitaria es irrepetiblemente única.

  60. RIQUEZA ANCESTRAL

    Aquel tesoro que heredó le produjo la mejor sonrisa, pero también un pedazo de amargura antigua. Siempre había querido estar en contacto con el suelo, con las raíces de sus ancestros. Pero esa tierra solo tenía enormes gusanos sedientos, hierbajos secos y grandes pedruscos. Cogió la lágrima polvorienta recién nacida y la guardó en el corazón; en el compartimento donde habitan los amores que no se pueden volver a abrazar. Agarró la azada y emuló a sus antepasados, arañando encorvado ese trocito de planeta. Luego cedió el terreno para construir una escuela, su difunto abuelo fue su mejor alumno.

  61. ¿QUÉ HACES CUANDO SE TE MUERE UN HIJO QUE ESTÁ VIVO?
    Mi tesoro más grande siempre han sido mis hijos, Inés y Santiago. Se me ha borrado un poco la sonrisa desde que Santiago nos ha dejado. Parece como si se hubiera cortado las raíces de tajo, cuando decidió caminar solo sobre la tierra. Desde que partió, el planeta nunca me había parecido tan hostil y extenso como ahora.
    Yo lo sueño de niño, intento abrazarlo, pero se me escabulle. En el día pronuncio su nombre por dentro.
    ¿Qué haces cuando se te muere un hijo que está vivo?

  62. TU TESORO

    Un día te dije que me contaras cuál era tu mayor tesoro. Yo lo defendería con uñas y dientes. Te pregunté qué era lo que hacía que apareciese esa sonrisa que no quería dejar de mirar. No me contestaste y ahora ya no puedes hacerlo. Sé dónde se hunden tus raíces, la tierra que las cuida. Deja que me quede para que soñemos juntos ese planeta al que no querías llegar tan pronto. Permíteme que me tumbe a tu lado y te cuente yo cuál es mi mayor tesoro.

  63. SUSURROS SOBRE EL MAR

    El mar se revuelve impetuoso tras las embestidas de la embarcación. Me aferro al abrazo de madre, como un tesoro escondido. Ella dibuja una sonrisa en su rostro y continuamos respirando sudores ajenos. Me cuelgo de su pecho lechoso y tibio aferrándome a las raíces de mi tierra, que se vuelven invisibles tras cada amanecer. Los días pasan sin contemplación. El espacio se vuelve sofocante. En el camino, cuerpos silenciosos son arrojados al agua sedienta, me pregunto si seremos las siguientes. Madre permanece inerte, con el pecho seco al aire, mientras el planeta llora mi indefensión, yo lloro lo desconocido.

  64. Se revolvió inquieto tras estudiar el plano que atribuía al pirata Morgan la existencia de un tesoro enterrado en Panamá.
    Lo había adquirido en un mercado a pie de calle, cuyo propietario era capaz de seducir a las gentes con su sonrisa cómplice.
    «Busca las raíces de la tierra», revelaba el pergamino.
    Si no hubiera sido por las instrucciones previas jamás hubiese averiguado que el enigma descansaba en el portento de su imaginación.
    Revirtió el tiempo para sorpresa del planeta, conversó con Vasco Núñez de Balboa y atravesó el istmo ocupando su lugar en la historia.

  65. Como un tesoro preservo la sonrisa desde la trinchera en la que el odio echó raíces, esperando que se desancle de la tierra al fin y para siempre, y que invada el planeta un amor que se parezca a una infinita laguna azul en un desierto y lo llene de flores, colibríes, arco iris y niños que nunca más teman al oscuro estruendo de las bombas.

  66. Lisardo Fernández Conde

    ES ELLA

    El tesoro tenía que estar cerca.
    Nos tumbamos al pie del gran árbol, feliz con ella al lado. Miró al cielo. Repentinamente, con una enorme sonrisa, de un salto se levantó.
    – ¡Es aquí!
    Comenzó a cavar entre las raíces. Un agujerito, un hoyo, una galería, finalmente una enorme oquedad. Irradiaba una cálida luz que iluminó un paraíso subterráneo.
    Tomó mi cara entre sus manos y me besó.
    Supe que el tesoro era Ella. Madre Tierra, nuestro planeta.
    Me desperté, solo, al pie del gran árbol, junto a un montoncito de tierra fresca del que brotaba una flor.

  67. Visita

    Lo encontró enfermo en una esquina una noche de tormenta. Le dio tratamiento y lo llamó Tesoro, porque conseguía arrancarle una sonrisa todas las mañanas. De noche, dormía en su cama y, durante el día, se enrollaba al sol sobre las vastas raíces del ombú que crecía en el patio. Fue una visita temporal, de esas que no se ven seguido en la Tierra y que no podemos conservar, porque otros las requieren. Llegado el verano, bajaron de su planeta a buscarlo.

  68. Leire Verdugo Periáñez

    Nueva Era

    Desconocía que, aquello que tenía ante sí, fuera el tesoro más preciado del universo.
    Con suma delicadeza, desterró la esencia de la naturaleza. La agónica tensión se evaporó, su cuerpo se relajó y en su rostro se dibujó una súbita sonrisa. Tenía unas raíces tan minúsculas que únicamente eran visibles al ser atravesadas por los rayos solares, aunque del tamaño suficiente para cultivar vida, pero esta vez fuera de la Tierra.
    Tras el cambio climático y la sobrepoblación humana, se trataba del último ser del reino vegetal en el planeta.
    Una nueva era estaba a punto de comenzar.

  69. JARDINERO IMPROVISADO
    Nada más llegar a casa, extrajo con sumo cuidado de la mochila el tesoro que le habían confiado. Con una sonrisa ilusionada y un dulce canturreo, lo plantó en una maceta que tenía en el balcón. Enseguida, vio cómo echaba profundas raíces en la tierra fértil, y empezaba a crecer y a verdear. Puso todo su cariño y paciencia en cada riego, hasta que una multitud de flores exóticas surgieron en tromba de su cabellera. Entonces, con un susurro de campanillas, la muchacha le comunicó que estaba lista para abandonar la maceta y regresar a su planeta.

  70. ENREDADA EN TU PELO

    En la cajita bajo llave de la mesa de noche guardo el único TESORO que tengo. Tus mechones de bebé me devuelven la SONRISA en los peores momentos que me están venciendo. Nadie creía que tuviera un hijo de pelo rubio, pero las RAÍCES van algunas generaciones más allá. Ahora me aferro a ellos y a tu recuerdo como el árbol a la TIERRA, a tus fotografías, tus palabras; imagino tu imagen en movimiento, el timbre de tu voz, tus gestos. Nada tiene sentido desde que te encontraron en la acera en un charco de sangre; vivo en otro PLANETA.

  71. UNA BUENA IDEA
    El mayor tesoro que guardaba en su corazón era el recuerdo de la sonrisa de su madre, que quedó enterrada junto a su padre cuando este murió. Temeroso de que con el tiempo pudiese olvidarla, no se le ocurrió nada mejor que regarla con las lágrimas que le robaba a su madre cuando la mujer estaba demasiado triste para darse cuenta. Su idea fue un éxito y la sonrisa comenzó a echar raíces por toda la tierra y a brotar en los lugares más insospechados del planeta. Ahora somos multitud los que podemos disfrutar de ella.

  72. Eduardo García Martínez

    Meses después del funeral de su abuela, llegó una carta al buzón de María:
    «Te lego nuestro mayor tesoro. Ve a…»
    Una sonrisa se dibujó en su rostro al identificar la caligrafía de su yaya.
    Partió al alba hacia el pueblo en busca de aquella misteriosa herencia escondida junto a las raíces del naranjo. Excavando en la tierra, Maria encontró un arcón. Dentro, varios diarios; entre ellos, el de su abuela y el de su madre, a quien el cáncer se la llevó prematuramente.
    Emocionada, leyó: «Para mi hija, la luz más brillante del planeta».
    Esa tarde, compró un cuaderno.

  73. Redes de vida
    «Caminamos sobre un tesoro», terminó su ensayo con una sonrisa. Había descubierto que las raíces de los árboles y las micorrizas se comunican bajo tierra. Colaboran entre sí, comparten nutrientes y agua, advierten de sequías y otras amenazas. Conservan al bosque con vida, porque el todo los sostiene a ellos mientras que los humanos vivimos aislados jactándonos de nuestra altura, compitiendo por los recursos del planeta y destruyendo la simbiosis que nos sustenta. Decidió emular su inteligencia y extender la red mundial de científicos, activistas y ciudadanos para combatir las plagas humanas: el egotismo, la codicia y la ignorancia.

  74. Una aventura equinoccial

    Lope soñó con un tesoro y se despertó con una amplia sonrisa que amargó al mirar a su alrededor. Cuando decidió emprender aquel viaje, creía que su destino era arrebatarle a El Dorado el metal noble de las entrañas y así traerse de vuelta una vida nueva y más alta. No podía decirse que se hubiera equivocado del todo: estaba vivo gracias a las raíces que le arrancaba de cuajo a aquella tierra hostil, contando las jornadas hasta que vinieran a rescatarlo desde cualquier punto del planeta.

  75. Despedidas

    Absorta en una marea de discusiones incomprensibles, observé como mis padres arrebataban del patio a mi compañera arbolada.
    Desnudándola por completo, la caída de sus hojas dejó al descubierto mi tesoro más preciado: una flor seca escondida entre sus rugosos recovecos.
    Esbozando una sonrisa forzada, los adultos trataron de distraerme mientras arrancaban sus raíces violentamente. Aún estando vulnerable por la tempestad, se arraigó a la tierra y susurró en una brisa que ella no quería moverse de allí. Mi planeta entero se derrumbó cuanado vi a mi abuela entrar al geriátrico del que no la volvería a ver salir.

  76. GRACIAS

    ¡Buenos días, tesoro! – digo al espejo con una sonrisa.

    Hoy mi vida despierta en La Habana.
    Mis raíces, mi pasión, mi hogar y mi trabajo soy yo.
    Durante el tiempo que desee, transcurre mi hábitat en Cuba. Ahora es esta tierra la que quiero sentir, explorar y disfrutar para continuar transmitiendo qué me inspira y emociona cada lugar que tengo el privilegio de vivir.
    Así conozco este planeta, recorriéndolo según el aire que me baila en el instante.

  77. Unión
    Ámbar paso la tarde buscando el tesoro de chocolates escondido en el jardín. Resignada y frustrada se fue a la habitación. Ana corrió tras ella para consolarla. Las lágrimas, no tardaron en llegar. En segundos, Ámbar se refugió en los brazos de su hermana; una sonrisa en el rostro se le dibujó. Desde sus corazones brotaban raíces que recorrían sus extremidades hasta llegar a la tierra. Ambas parecían unirse como si fueran un majestuoso árbol. Y, por tan solo un minuto, el Planeta se detuvo en ese eterno abrazo.

  78. PEQUEÑA ESFERA

    El puño tenso escondía su tesoro, la canica con la que jugaba durante los pocos años en los que pudo ser niño. Ahora opaca y sin brillo, aún lograba arrancarle una sonrisa que alejaba por un instante la tristeza que, como una maraña de raíces secas y quebradizas, tupía su corazón. Todo cambió con el primer llanto de su criatura. Su mano se relajó y la pequeña esfera impactó en la polvorienta y estéril tierra seca. Allí quedaría olvidada para siempre.

    Mi vida, ocuparás tu lugar en el planeta y será mejor que el mío, te lo prometo.

  79. De nuevo la alegría

    Estaba solo. Nadie lo escuchaba. Nadie lo quería. Siempre de aquí para allá, sin idea ni rumbo. Como si continuamente buscase algo. Un tesoro, sí, eso buscaba tenazmente. A menudo lo tenía delante pero nunca lo veía. Es más, lo llevaba consigo. La tristeza y el pesar impedían que lo encontrase. A veces, las menos, parecía querer aflorar y dibujarse en su rostro. Hasta que, por fin, apareció la sonrisa. Y paró. La alegría perenne en su cara le hizo echar raíces. La tierra que sintió como propia, le hizo saber que no pertenecía a otro planeta.

  80. SUS DIFÍCILES TRECE

    Los niños de la isla desierta ya no se aplicaban en la búsqueda del tesoro. Como propuesta lúdica, habían desenterrado tantas veces aquel cofre… La influencia de Eida sobre los demás resultaba categórica. Su contagiosa sonrisa de antaño mudó a un gesto disconforme: de los que echan las raíces en el hastío. En una tierra perdida, los incentivos son determinantes para mantener los ánimos intactos. El primer desamor tampoco la ayudó. Pasaba las noches en vela mirando las estrellas. Una, le importaron poco las luces de aquel barco en el horizonte: ella deseaba salir del planeta.

  81. Gabriela Chiri Vargas

    No era su tesoro, pero sí el único motivo de su desdentada sonrisa: la única semilla que, aseguraba, había brotado del extinto árbol del tiempo. De ella crecería un bonsái, cuyas raíces crecerían infinitamente una vez sembrada en la tierra. Nadie le creyó.
    Tras cumplir su deseo de ser enterrado con ella, pasaría poco tiempo antes de que las raíces atravesaran la superficie del otro lado del planeta, dando inicio al apocalipsis. Solo él sabía que el tesoro no era la semilla que nos dejaría sin tiempo, sino el tiempo que teníamos antes de que ella acabara con él.

  82. RUBÉN ÁLVARO LORENZO

    HAMBRE REAL

    “Érase una vez un príncipe que pretendió a una patata como su futura reina, ofreciéndole todo su tesoro. Ésta, que venía de familia humilde, le correspondió con su tierna sonrisa. Era obvio que las raíces de ambos eran completamente opuestas. Pero ello no sería obstáculo en esta tierra, ni en este planeta. Se casaron y fueron muy felices”.
    Mientras la abuela, que simulaba no tener apetito, les contaba este cuento a sus dos nietos, éstos comían las peladuras de una patata. Eran tiempos de posguerra, tiempos de hambruna.

  83. PERCEPCIÓN ERRÓNEA

    Se decía que poseía un gran tesoro, pero jamás le vi esbozar una sonrisa. Viajaba siempre solo, sin echar raíces, sin familia, desaparecía y volvía a nuestra tierra. Me intrigaba, no podía comprender que siendo rico no fuera feliz. Un día me pudo la curiosidad, lo abordé al cruzamos en la escalera. Supe que gastaba su dinero colaborando en proyectos para socorrer a los necesitados, pues, según él, no había mayor riqueza que la solidaridad compartida en este planeta que habitamos.
    Su rostro inexpresivo era una máscara que ocultaba el peso del dolor producido al ser testigo de tanta carencia.

  84. Montse Vias Pejo 15 de noviembre de 2023 a las20:54

    El tesoro de la Toscana

    De rodillas en el suelo bajo aquel gran árbol por unos instantes el tiempo se paró, ambos admiraban fascinados el tesoro por fin encontrado y una amplia sonrisa se dibujaba en sus rostros.
    Seguían excavando, sus manos tocaban las raíces que serpenteantes se abrían camino bajo la tierra húmeda.
    Hay cientos de tesoros por todo el planeta, musitó Elisabeth.
    El simplemente la miró y le sonrió con sumo cariño.
    En sus miradas era evidente la atracción que sentían el uno por el otro, además de esa gran complicidad que los arrastraba a la búsqueda de maravillosos tesoros y grandes aventuras.

  85. Mª Victoria Borrell Velasco

    Retiro el barro de mis pies antes de acomodarme en la hamaca, comienza el vaivén de mi inquietud. Pienso que nuestro tesoro es el colorido de la milpa amarilleando frente al jacal saturado de telas. Veo los hilos enredados en torno a la cintura de mi madre. Su sonrisa difumina la preocupación en mis ojos. Solo ella sabe que las raíces salvadas sostendrán nuestra identidad y nuestro futuro. Por eso se clava cada amanecer sobre la tierra, para tejer y vender. Antes de la próxima cosecha mi diploma en comercio digital la convertirá en la mujer más dichosa del planeta.

  86. MOTÍN

    El barco zarpaba en busca de un tesoro escondido en una pequeña isla mar adentro, después de que el capitán encontrará un mapa que indica el paradero. Con una gran sonrisa mientras chupa unas raíces de regaliz, el doctor le había dado un ultimátum para que dejase la pipa, divisa la tierra en la que en una de sus playas está enterrado lo que lo debía convertir en uno de los más ricos del planeta. Lo que no sabe es que no es el único en el barco con el mismo plan.

  87. Encontrando Respuestas
    Cuando el pequeño Kebba preguntó por el tesoro, el abuelo le regaló una sonrisa y dijo: “Bajo las
    raíces que se hunden en la tierra y el cielo, hallarás aquello que anhelas”. Confundido, vagó sin
    descanso por la aldea tratando de descifrar esas palabras. Horas más tarde, llegó junto al árbol más
    antiguo del planeta, como lo llamaban los ancianos, y se dejó caer agotado. Los rosas y amarillos
    del atardecer llamaron su atención y, al alzar los ojos al cielo, vio las ramas del baobab creciendo
    como raíces hacia el firmamento. Enigma resuelto, pensó.

  88. Sofía Burguera Fernández

    Lo indeleble.

    Ahí estaba, deslumbrado, mirando con nostalgia el cielo. ¡Menudo tesoro! Por muy mal que vaya la sociedad, por muchas guerras que acontezcan, por mucha tragedia que nos ensombrezca…¡siempre será el mismo cielo! Y de repente, la luna le regaló una sonrisa y las estrellas le cantaron con la voz de los grillos. De pronto, se sentó en unas robustas raíces, que desde la tierra le regalan vida. Estas sostenían con fervor los árboles que le vieron crecer y que lo verán morir. Y de repente, comenzó a valorar el planeta que la vida le había regalado.

  89. LA OBRA DE ARTE
    El tesoro estaba oculto y se ha encontrado. Todos, imaginando un mundo mejor, con la sonrisa irradiaron luz.
    Se exploraban los límites del entendimiento expandiéndose como ramas que tejieron red de sabiduría y abrazaron el universo entero. Raíces extendidas de árbol ancestral que se hundieron con cuidado en la profundidad del tiempo, abrazando la Tierra con amor, anclando su propósito en la solidaridad.
    Un legado que trasciende, un mensaje de unidad que inspira a todos a cultivar la empatía, que transformará este Planeta que tanto desea ser curado por el jardín floreciente de la bondad humana.”

  90. Angel Toribio Sevillano

    COMPLEMENTARIOS
    Manuela tiene alzhéimer, un inquebrantable empeño en desenterrar el tesoro que escondió junto a su hermano en el jardín y una sonrisa inagotable. Lo que no tiene Manuela es alguien que la cuide.
    Al finalizar su trabajo en la residencia, Samuel, que carece de raíces en esta lejana tierra, saca de la taquilla los complementos que ha ido comprando en el chino de la esquina y baja a ver a Manuela. Como dos niños repletos de ilusión se disfrazan, se pintan motivos bucaneros y se aventuran en la búsqueda del cofre… mientras el planeta, impasible, continúa su movimiento de rotación.

  91. Maria Pilar de Frutos

    Ayudar al débil
    Mamá, ¿te enseño un tesoro? me dijo mi hija entusiasmada mientras una sonrisa iluminaba su pequeña cara. Las palabras fluían por su boca a mil por hora: Hace unos días vi un bulto en el jardín que parecía pedir socorro, me acerqué y descubrí unas raíces que luchaban por salir. No lo dudé, quité un poco de tierra para liberarla y mira, ya han empezado a germinar unas pequeñas ramitas que regaré y, así, llegaran a ser una gran planta que viva en nuestro planeta. He ayudado a hacer el mundo un poco mejor, ¿verdad mamá?

  92. Ayudar al débil
    Mamá, ¿te enseño un tesoro? me dijo mi hija entusiasmada mientras una sonrisa iluminaba su pequeña cara. Las palabras fluían por su boca a mil por hora: Hace unos días vi un bulto en el jardín que parecía pedir socorro, me acerqué y descubrí unas raíces que luchaban por salir. No lo dudé, quité un poco de tierra para liberarla y mira, ya han empezado a germinar unas pequeñas ramitas que regaré y, así, llegaran a ser una gran planta que viva en nuestro planeta. He ayudado a hacer el mundo un poco mejor, ¿verdad mamá?

  93. Trinidad García Martín

    UN DÍA FELIZ
    Un día frío y lluvioso llamó a mi puerta un hombre de aspecto desaliñado, correcto y educado en el trato. Me pidió que le diera una limosna para comer. Le dije que haría algo mejor. Le preparé un bocadillo caliente.
    — Muchas gracias, me lo voy a comer aquí mismo. Es usted un tesoro —
    Me regaló una honesta sonrisa sentado en la escalera como si hubiera echado raíces. Cuando terminó recogió su paraguas de la maceta con tierra, que usábamos los vecinos, y dijo:
    —Me voy feliz. Si en este mundo todos fuesen como usted, este planeta sería una auténtica belleza.

  94. Trinidad García Martín

    RECUERDO DE MAMÁ
    ¿Por qué lloras mi pequeño ángel? —Porque no encuentro mi tesoro—
    ¿Qué es eso tan valioso que has perdido? ¿Una pintura? —No— ¿una moneda? —No— ¿Hace mucho que te falta? —Si— Pues dime qué es y lo buscaremos. —Es un cuento que mamá me escribió antes de irse al cielo—
    ¿Será este? Una sonrisa de oreja a oreja —Sí— Estaba echando raíces debajo del armario.
    —El cuento dice que la tierra es el planeta donde vivimos, que las estrellas son las almas de las personas que esperan a sus seres queridos, y que algún día nos encontraremos para brillar juntos.

  95. Trinidad García Martín

    ¡MENUDA SORPRESA!
    Unas hermanas mellizas jugando en el río encontraron un tesoro. Una cajita brillante medio enterrada. La sacaron y la sonrisa se les apagó porque faltaba la llave para abrirla. De repente decidieron seguir escavando, llegaron a unas raíces que envolvían algo… una cadenita. Ambas tiraron con fuerza y lo que vieron las dejó perplejas. Otra caja más grande, la abrieron. Estaba llena de tierra y algún que otro animalillo inofensivo. La vaciaron y allí estaba la llave. Abrieron la caja pequeña y encontraron un pergamino dentro que decía: “Tu planeta os necesita, cuidarlo como vais a cuidar esta caja”

  96. Naufragios
    Expatriada de sus brazos, Malena tuvo que acostumbrarme a ser emigrante de la piel de aquel farero que conoció un verano, cuando no esperaba ya tesoro alguno. Ningún exilio es fácil pero el de su sonrisa le produjo un desamparo áspero e insalvable.
    Sin raíces y como una errante nómada se embarcó en toda clase de navíos que nunca tocaron tierra. Arrió banderas, colonizó fracasos y navegó por todos los mares, también los de la luna.
    Años después permanece en el mar, observando el faro en el éxodo de una isla desierta que no saldrá nunca en ningún mapa.

  97. EXPLORADORES
    En esta ocasión no esperábamos localizar ningún tesoro, quizás en forma de yacimiento de neodimio. Sí albergábamos la esperanza, felizmente confirmada, de hallar vida inteligente. Nada más posarnos en la superficie, ese simpático ser se ha aproximado a la nave exhibiendo una afable sonrisa. Sin duda ha pretendido darnos la bienvenida representando a sus congéneres, cuyas raíces genéticas difieren tanto de las nuestras. Una vez obtenidas las imágenes de rigor, hemos abandonado la Tierra y nos dirigimos a otro planeta situado a quince años luz. En el preceptivo informe hemos consignado: “Los terrícolas son cuadrúpedos de apariencia inofensiva”.

  98. COSMONAUTAS
    Mi misión era encontrar un tesoro, un nuevo hogar para la raza humana. La mía era la travesía 79, cómo todas las anteriores era solitaria y sin viaje de regreso. Todos éramos voluntarios de los diversos rincones del orbe, con una franca sonrisa por ser parte de esta última epopeya humana.
    Nuestras raíces se remontaban a los primeros cosmonautas de países que eran un recuerdo en la historia de nuestra Tierra, pero todos compartíamos un leve sentimiento de vergüenza por aquellas generaciones que con su descuido habían llevado al extremo de la extinción a nuestro viejo Planeta.

  99. IMAGINO, LUEGO EXISTO

    ¿Por qué se resignó a que el tesoro de los piratas permaneciera enterrado para siempre? ¿En qué momento su sonrisa se volvió algo premeditado? ¿Dónde quedó esa época en que se alimentaba de su imaginación como raíces sedientas de la tierra húmeda? Había dejado sus sueños esposados a la sensatez. Los sustituyó por metas. Se había escapado de su planeta mágico. Quien dice que es imposible apartarse de uno mismo está equivocado. Deseó tener la posibilidad de pedirle perdón a aquel niño. De poder volverse a perder. ¿Por qué madurar significó subordinar la imaginación a la realidad?

  100. Años de inocencia
    Enterró su tesoro junto a su árbol favorito, un roble alto y grueso que trepaba para contemplar el firmamento y las estrellas. Expandió la sonrisa. Nadie descubriría su secreto bajo las raíces. Echó más tierra.
    Con los años se olvidó del árbol, del planeta y del cosmos infinito. Cuando arrancó el roble porque le obstruía la salida más cercana a la autopista, encontró un poema borroso en una cápsula del tiempo, que empezaba así: «Entre tus ramas protectoras yo sueño…». No pudo recordar ni imaginar el resto. Los árboles y los niños habitan otro universo.

  101. José María Díaz Gil

    LA VIDA EN UNA LATA DE GALLETAS

    Mi abuela llevaba siempre consigo una vieja lata de galletas donde guardaba sus recuerdos. Decía que su mayor tesoro, era una desgastada foto de su boda con la sonrisa de Ernesto, su marido durante más de 50 años.

    Esos pequeños objetos fueron las raíces de las que surgió una feliz vida y unida familia.

    Conservaba especialmente, una bolsita con muchas lágrimas y un puñado de tierra, donde enterró a su amor.

    Con la lata entre los brazos y mirando al cielo, soñaba con reencontrarse con Ernesto en otro planeta, otro mundo, y volver a ver su sonrisa.

  102. MOTÍN
    En aquella hermosa isla en la que, siglos atrás, un pirata bien hubiera podido enterrar un tesoro, se libraba ahora una batalla decisiva. Con aquel rostro que desconocía la sonrisa, el comandante del regimiento comunicó a la tropa que, ante la falta de suministros, en adelante todos deberían alimentarse de las bayas y raíces que obtuvieran escarbando la tierra. Una noche, mientras los oficiales devoraban un estofado de carne enlatado al otro lado del planeta, no contaban con que el suculento aroma llegaría hasta las tiendas de los soldados. Los hechos subsiguientes terminarían alterando el curso de la guerra.

  103. VOLUNTARIOS
    “La isla del tesoro” fue el primero, niños y adultos lo recibieron con lógica suspicacia. Semanas después llegó “Pinocho”, que despertó ya alguna sonrisa curiosa. Ambos, versiones ilustradas y resumidas procedentes de donaciones realizadas por bibliotecas del Reino Unido, ideales para iniciarse en el idioma inglés. Como sala de lectura construimos una nueva choza, quitando primero las raíces que asomaban del suelo y apisonando luego la tierra. Ayer recibimos “El Principito”, obsequio de una biblioteca de Edimburgo. Todos anhelan conocer ya ese planeta habitado por un rey que tal vez guarda cierto parecido con el jefe del poblado.

  104. Alicia Manzanares Jiménez

    Brujería

    Tapo mis oídos para no escuchar sus gritos.
    ¡Logrado!
    Mi TESORO, voy diciendo mientras en mi cara dibujo una complaciente SONRISA y froto mis manos pensando en el próximo brebaje.
    Tengo ya todos los ingredientes, incluidas las RAÍCES de mandrágora (nota mental: oficiar un ritual de agradecimiento al perro que consiguió arrancarlas de la TIERRA)
    No estoy segura de los efectos de la pócima, pero si la receta es acertada acabaré de un sorbo con los males que destrozan el PLANETA.
    Por una vez, y sin que sirva de precedente, experimentaré qué se siente al ser una bruja buena.

  105. De Mamá:

    En cuanto lo tuvo en sus brazos, supo que el tesoro de su vida sería su sonrisa, que las raíces de su alma se enterrarían bajo la tierra que él pisara y que él sería el planeta que orbitaría noche tras noche, día tras día, de forma inexorable y sempiterna.

  106. LADY MADRID
    Entendió en aquel instante que ningún collar de diamantes ni ningún broche de oro blanco le haría TAN feliz como el tesoro sentimental que le llenaba de orgullo: ver la sonrisa de la persona que más quería, su abuela, el motivo por el cual dejó siempre la vergüenza aparcada ante las cámaras, desde que con determinación decidió que estudiaría interpretación, como ella le decía «quien tiene vergüenza ni come ni almuerza, tú adelante siempre, nena, teniendo claras tus raíces eh?!». Laia sabía que su tierra era Cataluña, no obstante, tampoco se iba a otro planeta, sólo a Madrid.

  107. DILUVIO
    –¡Vamos, tesoro! –dijo la anciana, acariciándole la cabeza amorosamente. El amor de los abuelos, es un amor que no necesita expresarse con palabras; una de las pocas verdades inmutables de la vida y, tal vez la única.
    La niña respondió con una sonrisa mientras intentaba cruzar el campo empozado, saltando entre las raíces de los árboles que asomaban por el agua. Se soltó de la anciana y de un salto, aterrizó sobre un pequeño montículo de tierra seca. Más allá de esa diminuta isla, se extendía un planeta completamente anegado.
    Otro pecado…, otro diluvio, pensó la anciana.

  108. Volver a empezar
    La nave dobló a la esquina. Huyó a toda velocidad. Nos habían robado un tesoro invaluable. Mi compañero de guardia inmóvil. Yo con una estúpida sonrisa. Pues sabía que nos correspondía el castigo máximo. Debía escapar. Ese objeto era el sustento de las raíces culturales de nuestra civilización. Miré hacia la vitrina que, estando vacía, reflejaba una vieja fotografía de la Tierra, el antiguo planeta donde todo comenzó. Hoy ya nadie lo recuerda, y es usado como depósito. Tomé la nave espacial del museo, y partí. Algo me decía que aquel mundo volvería a brillar.

  109. Identidad
    – ¡Papá!
    – Dime tesoro. Contestó él con una sonrisa.
    – Tengo que hacer una redacción sobre mis raíces y no sé muy bien qué es eso. ¿Es lo de contar que somos de fuera?
    – En parte sí, aunque no es lo más importante. Creo que deberías escribir sobre nuestra familia, quienes eran, lo que hacían, nuestras costumbres y bueno si, sobre nuestra tierra, ese lugar tan especial de donde venimos, donde vivíamos antes…
    – Pues yo de eso no tengo ni idea, yo he nacido aquí. Lo que tú llamas “nuestra tierra” es para mí otro planeta.

  110. Vacaciones inolvidables
    Encontraron el diario del pirata Cassidy en un mercadillo de Londres por casualidad, husmeando entre cajones, como diversión de un domingo estival. Después de numerosos estudios, de días de excavaciones por una isla del canal de la Mancha descubrieron el tesoro. Lola vio dibujarse una sonrisa en el rostro fatigado de Carlos debido al trabajo de romper raíces con la azada y sacar tierra a palazos. Por fin habían llegado al botín recabado por los mares del planeta. ¡Qué desilusión, el cofre estaba vacío! Todo había sido un juego de la agencia de turismo para animar la estancia.

  111. Ayer conocí a Julián.
    Julián es un detectorista que recorre las playas con su detector de metales en busca de un tesoro.
    Cuando el detector pita, Julián cava. Su sonrisa es mayúscula cuando encuentra un anillo de plata.
    Sus raíces son humildes y su pensión limitada, así que este hobby además de tenerlo entretenido, le llena la panza.
    En su afán por explorar, me explicó que quiere buscar en otro tipo de tierra, porque el oro en la playa en invierno se acaba.
    Este planeta está lleno de riquezas y para encontrarlas, solo hay que tener paciencia y experiencia.

  112. Prana

    Todo cambió cuando la respiración de los bosques se llevó la estupidez y la ignorancia y nos dimos cuenta del tesoro que llevábamos con nosotros; nuestra paz interior, nuestra quietud. El silencio.
    Entonces fuimos capaces de observar la sonrisa de los árboles y también su sufrimiento. Sumergidos en sus raíces vimos la red que tejían y fundiéndonos con la tierra que las abrazaban, empapándonos en ella, absorbimos sus sabios nutrientes; comprendimos.
    Así conseguimos que éste nuestro Planeta siguiera siendo nuestra casa común, nuestro hogar. Sentada en lo alto del arcoiris, Pachamama renovaba aliviada el aliento verde de la vida.

  113. EL ABUELO

    En un mundo donde reinaba la destrucción, Mía buscaba un tesoro perdido: la sonrisa olvidada de su abuelo. Siguiendo un mapa que él dibujó cuando todavía era una niña, desenterró un cofre bajo el roble centenario que daba cobijo al patio de su antigua casa. Su interior albergaba una fotografía de su abuelo y una nota en su reverso:

    “Cuida las raíces que sostienen nuestro mundo”.

    Con lágrimas en los ojos y tierra en las manos, Mía comprendió su misión. Cada árbol plantado significaba más que madera y oxígeno, era un guiño a su abuelo, era esperanza para el planeta.

  114. SEMILLAS

    Llevaba su tesoro igual que llevaba su sonrisa generosa, alegre y sincera desde que entendió que de nada hubiese valido tantos años lejos de su pueblo, de sus raíces, si no era capaz de hacer llegar la voz, el grito de auxilio de los suyos, a esta nueva tierra.
    Luchar con la fuerza del conocimiento, ayudar con el trabajo y la palabra. Esa era su misión en el planeta. Puso punto y final a su columna y posó la vista sobre la planta que lucía en su ventana. Las semillas, ahora florecidas, que hicieron el camino con ella.

  115. AÑO 3.000
    ¡Acabo de encontrar un tesoro! gritaste con una gran sonrisa dibujada en tu rostro, dejando entrever las raíces de ese diente que asomaba por tu encía. Después seguiste excavando con las manos y desalojando la tierra que cubría tu hallazgo, para finalmente levantar entre ellas una pequeña bola. Era de color gris y estaba muy deteriorada: Achicada por un lateral, las sombras oscurecían una mitad desértica y vacía. ¿Qué es? pregunté intentando dar algo de valor al objeto y a la situación. ¡Nada mamá!, me respondiste. Parece un planeta de los que existían hace muchos años!!!

  116. Antonio Sanchez Dotor

    REGRESO.
    Llevaba más de mil años viajando a través del espacio, viajando en busca de recursos para su especie, recursos que para su gente significaba el mejor TESORO. Dentro de su nave apenas recordaba la SONRISA de la gente a la que quería, a la gente que había dejado atrás y que no volvería a ver jamás, pues cuando regresara, todos ellos habrían muerto. Pero por fin tenía a la vista aquello que tanto añoraba, aquel punto azul en el infinito, ese diminuto punto donde se encontraban sus RAÍCES, aquel lugar que llamaban TIERRA, estaba de vuelta en su querido PLANETA.

  117. A Punto De Despertar

    Mientras soñaba caminaba por calles sin magia ni color de repente, un arco iris en el cielo se dibujó, posaba su luz sobre un vivero lleno de vida, aromas y verdor ella, su tesoro descubrió. Se colmó de paz, esperanza y su sonrisa recuperó, sus manos las raíces de un bamboo acarició, sintió una conexión luego, despertó y exclamó:
    -¡La tierra es mi planeta, mi casa, mi refugio y proveedor, sin ella no existo yo!

  118. LAS VIDAS OLVIDADAS
    Despertó, como todas las mañanas, añorando encontrar un valioso tesoro que pudiera devolverle la sonrisa perdida. De raíces indígenas, trabajar la tierra era todo lo que había heredado de sus ancestros. No sabía vivir de otra manera. La lluvia los había olvidado, y la sequía no había perdonado.
    Al final del día, convertida en un manojo de hambre, frío y esperanza, rogó a su Dios que no se olvidara también de ella y de su pueblo, como el Planeta entero parecía haberlo hecho, sin importarle sus tesoros, su sonrisa, sus raíces, ni la misma tierra que abrazamos en cada pisada.

  119. CUANDO LOS SAUCES SANGRAN

    Nací con una única misión: proteger el tesoro de mi pueblo. Me deshacía en la más brillante sonrisa cada vez que alguien me preguntaba por él. Estaba orgullosa. Pero aprendí de la peor manera que las palabras hermosas enconden oscuridad y pudren hasta las más profundas raíces. Me robaron, nos robaron. Me arrancaron sin misericordia el corazón y ahora marcho de mi tierra, ese bosque que me vio nacer, derramando lágrimas amargas. La venganza ha de cobrarse… Aunque vague por este miserable planeta hasta el fin de mis días.

  120. SIRIO
    No hay lágrima que albergue tal tesoro, ni sonrisa que pueda guardar tu olor. Los recuerdos se aferran por echar raíces en mi memoria, pero el tiempo, inexorable y cruel, hace crecer la hierba sobre la tierra en la que duermes. Alegraste cada mañana con el vaivén de esa cola inquieta, el repicar de tus cuatro patitas sobre el suelo y el corazón perfecto dibujado sobre tu pelaje. Y ahora, desde la estrella más brillante que te dio tu nombre, observas mis andares huecos por este planeta vacío de tus ladridos.

  121. REGALOS
    No, no soy tu tesoro ni el de nadie. No me pidas una sonrisa cuando así me denominas. Sabes que mis raíces son otras más sencillas y relacionadas con los valores personales y que no tienen nada que ver con el oropel que es común a ciertas personas.
    Hay apelativos que me cuesta relacionar. Para mí un tesoro es el que nos regala la tierra, el sol o la luna día a día o el respeto que le debemos al planeta y que deberíamos cuidarlo precisamente como ese «tesoro» que se nos ofreció para que lo tuviéramos en valor, siempre.

  122. Nostalgia del futuro
    Altas horas de la madrugada, todos roncan plácidamente. Salgo de la tienda de campaña, un alienígena se acerca demasiado para la poca confianza que tenemos. Posa un gran baúl a mis pies, me guiña lo que sería uno de sus tres ojos. Se va, camina raro, algo así como el Charlot. Abro el baúl y contemplo el tesoro; a escasos metros el ser se sube a su platillo, pero antes se vuelve para enseñarme una sugerente sonrisa. Tengo raíces suficientes como para desprenderme de todo esto, pienso sin creerme. La Tierra merece ser este planeta en el que amábamos vivir.

  123. Trisomía 21
    Un tesoro es un regalo. El mío es Gominola. Aunque su verdadero nombre es Candela, yo prefiero Gominola. Ella no lo sabe, pero en la azotea quiero pedirle que seamos novios. Allí podemos abrazarnos. Sin reprimendas. Como cualquier pareja. Creo que me enamoró su sonrisa o su hablar ceceante. Gominola es pecosilla. Y risueña y amorosa. Nos conocimos cuando su familia cambió de barrio. Según Gominola, para echar raíces. Desde entonces, quedamos a escondidas. Cuando llegue, hincaré mi rodilla en tierra, le ofreceré una alianza y le estamparé el beso que llevo días ensayando. Seguro que el planeta entero aplaudirá.

  124. Dicen
    «Water is a treasure, el agua es un tesoro», nos explican en la escuela del poblado.
    Lo dicen con una sonrisa dibujada en la cara. Como si yo no lo supiera, como si no fuera cada día con el pozal hasta el arroyo, donde recojo un agua con sabor a raíces. Raíces que se clavan en la tierra empapada y que vuelven a salir de la turbidez para estallar florecidas en la superficie líquida.
    Dicen que en otros lugares del planeta el agua corre como un bello cristal. ¡Como si no hubiera belleza en los pétalos de mi remanso!

  125. Recambio
    Un cachazudo anciano escarba su tabaquera como un tesoro. La ansiedad por su resuelta partida es inmensa. Una enigmática locomotora se acerca. La recibe con una afectuosa aunque nerviosa sonrisa.
    Se abre camino por un neblinoso y caótico andén donde muchas almas se resisten a partir. Temen perder sus sombras y raíces.
    En tanto, el abuelo franquea esa confusión. Con decisión avanza sobre una aterciopelada tierra hacia un sibilino tren incongruo con este planeta. Lo envuelve un ilimitado éxtasis de sosiego y munificencia.
    En ese instante, cercano a la estación, una joven madre abraza alucinada a su recién nacido.-

  126. Nuria Miguel Minguela

    EL OLVIDO

    Como quien busca un tesoro Amina encontró su muñeca, la de la sonrisa triste, entre los escombros de su casa en la franja de Gaza, entre las raíces desgarradas de la vieja higuera, sepultada bajo la tierra. A su alrededor los vivos enterraban a sus muertos, para poder seguir luchando como siempre habían hecho. Pero los muertos, humillados, masacrados durante décadas de genocidio, clamaban justicia. Agarrados de las manos formaban ya una cadena que abrazaba toda la extensión del planeta.

    Por eso era tan importante para Amina salvar a su muñeca, para que no cayese también en el olvido.

  127. RIMANDO DESEOS.
    Tengo cinco deseos guardados muy adentro. Podría callarlos, pero si no los digo reviento. Suspiro por el inmenso tesoro de esa mirada sincera que adoro. Quiero la sonrisa infantil que sosiega penas y contagia risas. Ansío las buenas raíces para vivir feliz y comer perdices. Anhelo habitar una hermosa tierra en paz y sin guerras. Y, si no es mucho pedir, sueño con un planeta liberado de racismo y de falsos profetas.

  128. SOLICITANTE DE ASILO
    Un cielo nuevo sobre mi cabeza, al que le he solicitado sea mi techo y el tesoro que descubra.
    Un piso bajo mis pies, al que le he solicitado me sostenga.
    Gente diferente, que habla como yo, pero diferente.
    Un clima distinto al de donde provengo, al que le he solicitado una sonrisa para poder adaptarme.
    Mi familia, mis raíces.
    La tierra de mis ancestros.
    Miedo, esperanzas.
    Amigos: los nuevos y los de siempre.
    Solicito un descanso merecido.
    El recuerdo del país donde he nacido.
    La visión del país que me ha acogido.
    Un nuevo planeta dentro de mí.
    Solicito quedarme.
    Soy solicitante.

  129. Pablo Aníbal Del Rosario Tosco

    Alzaste la cabeza después de haber llorado una eternidad. Habías comprendido al fin el auténtico valor del tesoro que llevabas contigo, y eso te hizo esbozar una gran sonrisa en tu rostro humedecido. Te pusiste en pie lentamente, luchando contra la resistencia de las raíces invisibles que te ataban con fuerza a la tierra seca y polvorienta. Diste un paso vacilante y luego otro. Caminaste, cada vez con más confianza; luego corriste veloz, sintiendo el viento en la cara. Una zancada tras otra te impulsaron hacia delante por la superficie del planeta, que ya no parecía tan inhóspito ni solitario.

  130. Anhelo verte

    ¡Ya son doce meses sin verte! aquellos momentos cuando tus pequeños dedos sujetaban mi mano ahora son sólo recuerdos, no lo sabías pero fuiste el gran tesoro de mi vida. ¡Ay, hija mía! daría todo por regresar un instante al pasado para contemplar tu inocente sonrisa; un accidente de tráfico difuminó tu alma y empujó vilmente a tu cuerpo para que se hundiera en las sucias raíces del subsuelo, tus ojitos yacen recubiertos de polvo, herrumbre y tierra mientras cruje mi corazón porque no encontrará a ninguna niña como tú sobre el planeta.

  131. Manuel Gómez García

    Ante la firme tempestad imperante, las sombras fueron testigos de cómo enterré mi tesoro. Entre rostros pálidos y borrosos no fui capaz de apreciar sonrisa alguna. La paranoia se apoderaba de mí aquella mañana tan macabra, como si fuese engullido por un alma oscura. Escalofríos incesantes recorrían mi ser mientras atisbaba como la lluvia revelaba las raíces de la tierra. Meditando pensamientos absurdos me encontraba, intentado buscar una respuesta, un camino que me permitiera reencontrarme con la mujer más bella del planeta: el suicidio.

  132. POLVO DE ESTRELLAS
    MILAGROS PEREIRA

    Ayer, el hambre era mortal.
    Pero cuando miré hacia arriba, la mata estaba tan cargada que no se veía el cielo.
    —¡Eres mi tesoro más preciado! —le dije.
    Sé que me escuchó, porque se desprendió un aguacate y cayó a mis pies. Entonces, con una sonrisa abracé su tallo y besé sus raíces.
    Con los labios embadurnados de tierra, di gracias a Dios por ser parte del planeta azul, del sol, de la Vía Láctea, de Andrómeda…
    ¡Mi mata de aguacate y yo, somos polvo de estrellas!

  133. No en mi nombre

    Le supliqué que no se fuera, pero soltó mi mano y se esfumó en la estación. Lloré. Lloré por mi tesoro perdido, por esa sonrisa que no volvería a ver. No al menos en mucho tiempo, no con esa inocencia intacta.

    Las raíces de mi nación se nutren de guerra y hoy mi hijo marcha a luchar, a morir y a matar por una tierra que ni conoce, ni le pertenece. No hay lugar en este planeta que se cobije de los horrores de los hombres. ¿Es que acaso nadie nos va a parar?

  134. David R. Yáñez Eulate

    Reconciliación
    Los peregrinos se postraron al llegar al santuario. Cerraron los ojos y se disculparon con
    la madre por sus pecados. Pasaron horas cumpliendo este ritual y luego abrieron los ojos
    y contemplaron el tesoro que les rodeaba: bosques y montañas; lagos y ríos; animales en
    el aire, en el suelo y en el mar; belleza infinita: la sonrisa de la madre.
    Tras años luz de recorrido, por fin llegaron a sus raíces: la Tierra, el planeta de sus
    ancestros. Sintieron el agradable calor de su regazo y sus almas quedaron en paz: «Nuestra
    madre nos ha perdonado».

  135. Especial
    Iba apurada, si perdía el turno tendría que esperar unos meses más. Lo tomó como un regalo, hoy en día tener una relación tan buena significaba poseer un verdadero tesoro. Y quería regalarle su sonrisa, una con todos los dientes, pero para eso deberían sacarle hasta las raíces, en tan mal estado tenía la boca que le daba verguenza. Tragame tierra, pensaba cada vez que reía poniendo en evidencia la falta de algunos dientes. Sin embargo, todo cambiaría, sólo tenía que apurarse un poco más, llegar a tiempo, aunque el planeta se pusiera patas arriba.

  136. Mariana Martínez Pallarés

    Mi Principito farero
    Tesoro, más que tu sempiterna sonrisa, me fascina cómo, pese a tus raíces ahogadas de sufrimiento, con tu desbordante optimismo y extraordinaria fortaleza floreces ante la adversidad infundiendo esperanza a cuantos abandonamos nuestra tierra en tinieblas.
    Tu penetrante mirada constituye la luz que, dando la espalda a la ambición, la vanidad, la avaricia, a tanto egoísmo y violencia, nos guía ciegamente hasta otear la esencia de la vida: el Amor.
    Sí, hijo mío, con tu marcha dejaste una imborrable estela más allá de tu planeta.

  137. Mariana Martínez Pallarés

    ¿El mejor día de mi vida?

    – ¡En marcha! ¡A por el TESORO! –gritó mi tío.
    La SONRISA cómplice de mi prima me obligó a despegarme a regañadientes de la consola para unirme a la expedición.
    Anduvimos por la orilla del río entre risas y canturreos hasta llegar a un árbol monumental con imponentes RAÍCES que, sobresaliendo de la TIERRA, parecían querer abrazar a todo el PLANETA.
    Allí, hace hoy una década, en un minúsculo boquete de aquel descomunal tronco, descubrí una brújula con una nota: «Este es el comienzo de una gran aventura… ¡FELIZ 8 CUMPLEAÑOS!».
    Ese fue.

  138. Mariana Martínez Pallarés

    El Divulgador

    Sé que hay un tesoro oculto tras su enigmática sonrisa.
    Sus raíces lo delatan y lo atan a una tierra fértil, a un planeta que, regado durante siglos con las vivencias de sus antepasados, florece al fin.
    Reconozco en él al fruto esperado y habrá de esparcir su grandeza de espíritu como semillas al viento.

  139. Mariana Martínez Pallarés

    Al otro lado de la ventana

    – Tesoro, esa siniestra sonrisa mientras arranca y engulle las raíces de la tierra… ¡no es propio de un ser de este planeta!
    – Tú echa la cortina y déjalo hacer, cari.

  140. De otro planeta

    Recogió delicadamente su pequeño tesoro del alféizar y lo contempló con una sonrisa de satisfacción. Dos hojas más. Extrajo la planta con cuidado de no dañar las raíces, la colocó en la nueva maceta y añadió tierra hasta cubrir el cepellón. Crassula ovata. Siempre le había parecido irreal, como de otro planeta; «como yo», pensaba divertida.

    Unos días después, al ir a regar su suculenta, sólo halló una nota en la ventana. Aunque no conocía aquellos caracteres, pudo interpretarlos al momento: «Debido a un el error logístico, no disponíamos de suficientes plazas en este viaje. Lamentamos las molestias. Volveremos pronto».

  141. Lo que no hallé me liberó.

    Pasé muchos años de mi vida intentando encontrarlo, y cuando llegué al fin, no lo hice. No había tal tesoro, al menos no como yo lo esperaba.
    “Cuanto más des más tendrás” dijo el presunto custodio, con su piel morena, ojos negros inmensos y una sonrisa dibujada en su rostro.
    “Hecha tus raíces en esta tierra, que es hoy tu planeta, y tendrás abundancia verdadera”. Prosiguió.
    ¿Eso es todo?, pensé.
    “Si”, respondió y guiñó un ojo.
    De repente, comprendí. Él me había dado la clave para vivir una vida de abundancia en armonía con la tierra. ¡El tesoro!

  142. Título: En la consulta

    —Silvia, ¿hiciste la lista con tus motivos para ser feliz?
    Mientras asiente con la cabeza, saca del bolso que agarra con desesperación un papel arrugado donde solo hay escritas dos palabras: Mi tesoro.
    —No encontré más —dice con una sonrisa intentando disimular su nerviosismo.
    —Es un comienzo.
    Ella juega con su pelo porque sigue sin poder mantener la mirada a su psicólogo.
    —Mi hijo y su inocencia son las únicas raíces que me anclan a esta tierra.
    —Silvia, es un gran motivo.
    —Pero no sé si será suficiente para dejar de sentirme así y querer mudarme a otro planeta.

  143. REINAS DE LA MAREA

    En el mar profundo y sombrío las reinas de la marea buscan un tesoro. Su sonrisa brilla como un faro en la noche. Ellas son mujeres fuertes, con raíces profundas en la tierra y corazones sintonizados con el pulso del planeta, que saben que su arte es esencial, no material. Un arte que solo revela su belleza a quienes tienen la mirada del artista, que capturan la perspectiva única que la pintura puede otorgar.
    —¿Qué ves en ese lienzo? —le pregunta una a otra, mientras admiran su obra.

    —Veo la esencia del mar —responde ella, sonriendo.

  144. Sasha Lozano Martínez

    Un último tesoro
    Llevaba los últimos tres meses obsesionado con la misma isla. Aseguraba con convicción que era exactamente en aquella cala donde se encontraba el ansiado tesoro, y no en ninguna otra. Todos pensaban que se había vuelto loco; los años le estaban pasando factura, pero él seguía obstinado, con una sonrisa en el rostro.
    Bebiendo su brebaje de raíces, el capitán observaba desde la proa cómo aquel viejo corría de un lado a otro enérgicamente, excavando en la tierra con sus desgastadas manos. Aunque recibió burlas de toda la tripulación, el plan avanzaba según lo previsto. Pronto volvería a su planeta.

  145. José Miguel Segura Martín

    Burlar el hambre
    Con la alegría y el brillo en los ojos que suelen mostrar aquellos que han encontrado un tesoro, el joven Omar expande toda su sonrisa blanca mostrando a su madre las raíces que ha encontrado en las lindes del bosque. Su madre comprende su alegría pero le explica que ya pueden conseguir de la tierra las excelentes hortalizas que, acompañadas con un poco de carne obtenida en los bosques, no necesitan machacar durante horas en los grandes morteros de madera para burlar el hambre. Que el planeta tiene suelos generosos y abundante agua para regarlos.

  146. CRESCENCIA BERNA TORRES

    SUEÑO

    María amaneció con una extraña sensación. En su sueño había visualizado un tesoro, pero no lograba recordar ni dónde ni qué.
    Se miró al espejo. Su amplia sonrisa era cómplice de algún misterio que no acertaba a despejar. Respiró pausadamente, hizo silencio
    profundo y escuchó cada latido de su corazón evocando sus raíces.
    ¿Hacia dónde dirigir sus pasos? Pareciera que la tierra que la vio nacer reclamaba su retorno.
    Preparó un maletín ligero y marchó.
    María estaba nerviosa. No recordaba el paisaje de sus primeros años. De pronto un asombro profundo la invadió como si habitara otro planeta bien cuidado.

  147. Angel Toribio Sevillano

    GÉNESIS
    Llegaron a la superficie terrestre con una misión: desenterrar el tesoro que llevaba oculto varios miles de años. A pesar de tener las coordenadas precisas, el terreno había sufrido muchos cambios y tardaron varios días en encontrarlo. La preocupación, palpable en el rostro de los miembros de la expedición, mudó en sonrisa mientras extraían las raíces del viejo manzano. Después, las depositaron en una vasija con tierra singular y abandonaron el planeta, inerte desde hacía siglos. Para culminar la obra restaba trasplantarlas en el planeta nuevo; donde habían dispuesto un auténtico paraíso habitado por una pareja de especímenes humanos.

  148. Ismael Rodríguez Montenegro

    LA EQUIS MARCA EL TESORO

    El pirata llegó a la equis marcada en el mapa. Allí estaba su tesoro esperándole, bajo tierra. Mostró su desdentada sonrisa, relamiéndose por todo lo que iba a poder hacer con lo que encontrara dentro. Cavó hasta que lo desenterró y en su interior encontró, muy bien empaquetadas, un puñado de raíces. Las plantó en la tierra siguiendo las instrucciones que le habían dejado. Y volvió a sonreír, pensando en todas las frutas que podría conseguir y en el bien que a su pequeño planeta le iba a hacer.

  149. Desde arriba

    Aunque no pudieran expresarlo de otra manera, casi todos sabían que el legado que les dejaba era mayor que un tesoro. Los rostros de la multitud estaban iluminados con una sonrisa, ya que la experiencia que vivieron con aquella visitante los había estremecido hasta las raíces. Ella debía continuar su viaje y no podía llorar, pero podía darse por satisfecha al observar desde su nave su contribución a una zona desfavorecida de la Tierra. La educación, la medicina y la alimentación recibirían mayor atención. Desde el espacio, pudo ver con orgullo la belleza del planeta.

  150. La pérdida.
    El día en que desapareció Lanas, el agujero de tu ombligo se metió hacia adentro hasta el infinito. El abuelo lo rellenó con un misterio tan enorme que no dejó sitio para nada más. Te contó que existía en algún lugar remoto un tesoro escondido. Su sonrisa y sus manos que, convertidas en raíces, escarbaban la tierra, acompañaban aquella historia que narraba las aventuras de Lanas por todo planeta.
    Y, aunque has desentrañado el juego, sigues convencida de que un día aparecerá moviendo el rabo, con el tesoro entre los dientes y lo depositará a tus pies lleno de babas.

  151. ÚLTIMO RECONOCIMIENTO

    La capitana detuvo la nave y les mostró el tesoro que había encontrado: un mundo reluciente y azul, rebosante de formas de vida. No hubo en la tripulación rostro sin sonrisa, ni aleta cardial sin desplegar: ¡era perfecto! Claro que, antes de echar raíces en aquel nuevo hogar, debía bajar a tierra para un último reconocimiento.
    El planeta apenas había completado una rotación cuando regresó. Nadie osó preguntarle qué era lo que había visto abajo. Estaba taciturna y, lo que es peor, su aleta cardial aparecía totalmente replegada.
    La nave viró el rumbo hacia la vasta oscuridad. Una vez más.

  152. FANTASÍA

    —Mi tesoro… —susurró la criatura.
    Acariciaba el anillo con la sonrisa contenida y la mirada estremecida. Del aro dorado brotaban raíces invisibles que la atrapaban, estrujándola hasta asfixiar su cordura.

    Ocurrió en otra era, en una tierra perdida en la memoria de las montañas; en un mundo de fantasía dentro de un libro. Y ese libro atrapaba de igual manera, conteniendo las sonrisas y estremeciendo las miradas de miles de momentos íntimos a lo largo y ancho de todo un planeta.

  153. SUEÑOS

    Aquella tarde en la terrraza donde tomábamos café, le hice la pregunta. ¿Cuál es secreto para que en tus planes haya siempre un tesoro? Ella con una sonrisa contestó que sus intenciones y sueños llevaban siempre valores conectados a sus raíces.

    Por eso, con el horizonte natural frente a sus ojos al salir de la reunión sobre el cambio climático de la Tierra, confió en la disposición y fortaleza interna del hombre para lograr salvar al planeta en unidad y compromiso.

    Supo entonces, que todo había quedado en sus manos.

  154. La felicidad.
    Buscamos incesantemente la felicidad en todas partes, arriba y abajo, por todos lados como si fuera un tesoro que hay que escarbar para encontrarla, y muchas ocasiones solo basta que se refleje en tu rostro, ¡sí!, una sonrisa que nos alegre el alma para saber que ahí está lo que buscamos, y que, sin duda, no necesitas sacar las raíces de la tierra para encontrarla; caminaras, correrás y hasta te arrastraras alrededor de la tierra, pero no la encontraras en ninguna parte, solo basta mirar hacia dentro de tu ser, ¡porque venimos a ser felices!

  155. MARIA FELISA EGUIZÁBAL FERNÁNDEZ

    Ocupas
    Llega un mal pensamiento tras otro. Quieren convertirse en mi tesoro. No dejo que se alojen. Parecen ocupas de una casa que, como parásitos la destrozan. Les dedico una bonita sonrisa y les invito a irse. Si se resisten, visualizo una escoba de mijo, dura y resistente, y los echo a la basura. No permitiré que echen raíces.
    Los malos pensamientos pueblan la Tierra. Si se pudiera aprovechar su energía, podríamos alumbrar todo el planeta y ahorrar en cualquier otro recurso.
    Dejo mi espacio para los buenos, los que crean endorfinas, generan risa y alegría.
    ¿Quién se suma al experimento?

  156. AMPARO

    No tuve que surcar mares, ni excavar playas, ni siquiera leer un triste y arrugado mapa para que me encontrara contigo, mi tesoro.

    Siento que desde siempre, ahí está tu sonrisa, cálida y sincera, que me ancla al pasado con esas raíces imborrables que solo proceden de momentos felices, de compartir pasado y familias, de buscar juntas las mismas cosas.

    Y así quiero continuar hasta el fin de los días, hasta que desaparezca la tierra, sabiéndome parte de algo único que no es fácil de encontrar en todo el planeta.

  157. Preludio del fin.

    Al pueblo todos llegaban arrogándose la propiedad del gran tesoro. Extranjeros rapaces, empresarios timadores, políticos codiciosos invadieron el lugar desconociendo a sus habitantes ancestrales. A la machi Neuen le robaron la sonrisa. Sus profundos ojos azabaches vaticinan la destrucción de sus raíces ancestrales. Su tierra y su pueblo están en peligro. Vienen por el litio y por el agua. No importa a qué costo. El brillo de ese oro blanco encandila y ciega de forma tal que nos impide ver el despojo, el saqueo, la destrucción y el inminente peligro para el planeta y la humanidad.

  158. -Tesoro-

    El viejo profesor me dio un ejemplar de «La isla del tesoro».
    -Ya estás preparado – dijo con una sonrisa.
    Tomé el libro entre mis manos como quien respira por primera vez y corrí a sentarme sobre las raíces de un baobab.

    En cuanto comencé a leer sentí que la tierra palpitaba bajo mis pies. Me parecía increíble comprender al fin todas las palabras cuando sólo unos meses antes, en aquella aldea de Gambia, apenas habían terminado de construir la escuela.

    Yo tenía ocho años y el planeta era, de pronto, un lugar mejor.

  159. Rubén Rodríguez Fernández

    SALIDA DE EMERGENCIA

    “Tesoro; isla. Sonrisa; rabia. Raíces; negro. Tierra; entierro. Planeta; espacio”.
    La psicoanalista anota las respuestas de Juan al ejercicio de asociación libre de palabras. Su cliente le parece cada vez más siniestro. Antes de irse, este va al baño. Clara suspira deseando su marcha inmediata. Tras una demora considerable, la psicoanalista lo llama. Al no responder abre la puerta. Juan, tendido sobre la bañera, le implora repetir el ejercicio anterior desde la misma. La terapeuta objeta que antes tiene que hacer uso del servicio. Juan sale al pasillo. Sola ya dentro, Clara echa el pestillo y escapa por la ventana.

  160. Coral Guisado Peñuela

    La esperanza no se perdió

    Es abrir la puerta y encontrarme con mi mayor tesoro. Ella siempre me recibe con una gran sonrisa, e independientemente de cómo haya sido mi día, tiene el poder de levantar mi ánimo.
    Esta vez no necesité esperar, la niña ya estaba preparada para marchar. Sus tristes ojos me recordaron a mis raíces y a mi tierra, aunque ya estaba muy lejos de ella.
    Al encaminarme hacia la puerta mi mirada refleja esperanza, no importa el lugar del planeta al que nos dirijamos o cuantas fronteras tengamos que cruzar, sigo en busca de un lugar donde poder sembrar su felicidad.

  161. Coral Guisado Peñuela

    La esperanza no se perdió

    Es abrir la puerta y encontrarme con mi mayor tesoro. Ella siempre me recibe con una gran sonrisa, e independientemente de cómo haya sido mi día, tiene el poder de levantar mi ánimo.
    Esta vez no necesité esperar, la niña ya estaba preparada para marchar. Sus tristes ojos me recordaron a mis raíces y a mi tierra, aunque ya estaba muy lejos de ella.
    Al encaminarme hacia la puerta mi mirada refleja esperanza, no importa el lugar del planeta al que nos dirijamos o cuantas fronteras tengamos que cruzar, sigo en busca de un lugar donde poder sembrar su felicidad.

  162. La red de sonrisas

    Planté en el jardín un árbol en su honor. Un tesoro a partir de las semillas de su sonrisa. Las raíces se hundieron profundamente en la tierra y debieron extenderse bajo el suelo y los océanos por todo el mundo, pues al cabo del tiempo descubrí árboles idénticos en distintos continentes. La semilla de su sonrisa se convirtió en regalo global, llevando alegría a rincones inesperados del planeta.

  163. Mi Gran Hallazgo

    Yo, investigador de grandes enigmas de la humanidad, inicio la búsqueda del mayor tesoro que guarda el ser humano, inspirado por una pista encontrada en una inscripción antigua funeraria donde intuyo que dicho tesoro se halla detrás de mi sonrisa. Después de mucha observación y autoconciencia entiendo que ésta, alimenta mi gozo y alegría de vivir, la sonrisa me retorna a un estado original donde yo como ser humano vivo mas conectado a mis raíces, con la tierra y desde ese estado natural, es mucho mas sencillo sentirme en unidad con todos los que habitan el planeta.

  164. María José Manceras Vargas

    La raíz del sustento de Alozaina

    Cada día Alejandro mima su tesoro más preciado, muy codiciado en todo el mundo. Poda los olivos con esmero mientras se dibuja una sonrisa de satisfacción en su cara. Elimina las varetas, pequeñas ramas , que si se dejan restarán vigor al árbol, debilitando las raíces.
    Alejandro y los habitantes de Alozaina, cuna de la aceituna de mesa aloreña, procesionan por sus calles a San Isidro Labrador, patrón de los agricultores y el campo, para pedir que los cielos abran la fuente eterna de lluvia; que riegue la tierra, tan necesaria para el planeta.

  165. María Esther Cabrera García

    Superhéroes

    Mi madre dice que soy su mayor tesoro, el mio es la sonrisa que pone cuando ve mis dibujos cada día.
    Ayer pinté el árbol gigante que hay en la plaza de mi barrio, no me salieron bien la raíces que salen de la tierra pero a mamá no le importó y lo colgó con los demás dibujos en el corcho que hay delante de mi cama. Hoy me estoy dibujando con los otros de este pasillo, estamos luchando contra un súper malo de este planeta que no se ve, y que nos ha encerrado en este Hospital.

  166. María José Manceras Vargas

    La raíz del sustento de Alozaina

    Cada día Alejandro mima su tesoro más preciado, muy codiciado en todo el mundo. Poda los olivos con esmero mientras se dibuja una sonrisa de satisfacción en su cara. Elimina las varetas, pequeñas ramas, que si se dejan restarán vigor al árbol, debilitando las raíces. Alejandro y los habitantes de Alozaina procesionan por las calles a San Isidro Labrador, patrón de los agricultores y el campo; para pedir que los cielos abran la fuente eterna de lluvia, que riegue la tierra, tan necesaria para el planeta.

  167. EXTERIOR, NOCHE

    Cuando el provecto labriego que laboraba indolentemente en las infinitas tinieblas vislumbró el portentoso tesoro, esbozó una sonrisa impropia de su consuetudinaria ataraxia. Bajo un tortuoso nogal de abisales raíces columbró la vaga silueta de un muchacho arrellenado sobre la azabachada tierra del agro. Según el anciano labriego se acercaba corriendo al distendido zagal el entorno iba decolorándose según apercibía en él la abstracción de su propia mocedad.

    Finalmente llegó. Le miró. Se miraron largo rato, en silencio, sin prisa, estaban solos en el planeta. Se pronunció una sola palabra.

    “Papá”.

    Y, veinte años después, el sol volvió a salir.

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