Fundación Cinco Palabras

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CINCO PALABRAS DE AIXA VILLAGRÁN

Aixa Villagrán

Actriz de cine, teatro y televisión, y ganadora del Premio Especial de Interpretación del Festival Cannes Series por su actuación en Vida Perfecta.

Actriz sevillana de cine, teatro y televisión. Estudió interpretación en el estudio del actor Juan Carlos Corazza y en la escuela de Patricia Reyes Spíndola de México, ingresando allí en la compañía de teatro del Centro Nacional de las Artes.

Desde su primer largometraje, Carlos contra el mundo hasta hoy, podemos destacar Mataharis, Rosé et Noir, Mortadelo y Filemón: Misión salvar el planeta, Amador, Kiki, el amor se hace, María (Y los demás), Donde caben dos, Loco por ella y En los márgenes. Entre sus actuaciones teatrales podemos señalar Yerma, La extraña pareja, Érase un vez de David Trueba y Río Seguro y Luciérnagas de Carolina Román, y Los cien hijos del presidente de Juanma Pina. 

En televisión ha participado en series como Los hombres de Paco, ¿Qué fue de Jorge Sanz?, Allí Abajo, Derecho a soñar y Vida Perfecta.

Tiene varias nominaciones a diversos premios y en 2019 consigue el Premio Especial de Interpretación del Festival Cannes Series por su actuación en Vida Perfecta.

Actualmente podemos verla en La chica de Nieve y en La Mesías.

Actualmente podemos verla en La chica de Nieve y en La Mesías.

El viernes 27 de octubre, Julieta Martialay, directora de Fotogramas, moderó una charla con Macarena García, Carmen Machi, Ana Rujas, Lola Dueñas, Gracia Olayo y Aixa Villagrán, a la que asistieron nuestra presidenta Mar Olayo y la tesorera de la fundación, Amparo Lezcano. Aixa no dudó en apoyar nuestra labor solidaria con sus Cinco Palabras.

Fue un plcer coincidir también con Soledad Olayo y Georgina Cisquella.

 
 

Las Cinco Palabras del mes de diciembre de Aixa Villagrán son ...

GRACIAS AIXA VILLAGRÁN

Escribe tu relato solidario siguiendo las siguientes normas.

1. Extensión máxima 100 palabras. 

2. No se cambiará la posición de las palabras.

3. No se modificará el género ni el número de las palabras proporcionadas.

* Se eliminarán los relatos que no cumplan las normas.

NOTA: Nos reservemos el derecho de la publicación de los relatos. Se eliminarán relatos ofensivos o insultantes hacia cualquier país, pueblo, animal o personal que puedan herir la sensibilidad del lector.

¿Quieres que tu relato solidario participe en nuestro concurso?

La Asociación Cinco Palabras, desde su nacimiento en 2013, ha puesto a disposición del público el juego literario de microrrelatos de Cinco Palabras. Cada semana se publicaban en su página web cinco palabras regaladas por alguna personalidad relevante para la Asociación para que los escritores solidarios escribieran sus relatos según las siguientes reglas:

1. Incluir las cinco palabras publicadas semanalmente a través de la web – manteniendo el orden en que se han ofrecido – sin modificar género ni número

2. Extensión máxima: 100 palabras

3. Idioma: español

Este juego literario ha sido una herramienta para dar difusión, no solo a los propios escritores y sus relatos, sino también a las causas mensuales con las que la Asociación ha estado colaborando. En marzo de 2023 la Asociación Cinco Palabras se transforma en la Fundación Five Words, que pretende dar continuidad a la labor realizada por la Asociación en sus 10 años de vida, manteniendo su Misión de “Hacer un mundo más digno a través del Arte”. En coherencia con este objetivo, la Fundación Five Words (en adelante, la Fundación) pone en marcha este concurso de microrrelatos, para fomentar la escritura y promocionar a los escritores que, a su vez, con sus relatos, ayudarán a la difusión de las causas solidarias mensuales de la Fundación. El Concurso mantendrá las reglas del juego literario antes detalladas y constará de dos fases: mensual y final. La primera edición de este Concurso dará comienzo el día 1 de abril de 2023 y finalizará a las 23.59 horas del 29 de febrero de 2024 (hora peninsular española). El premio está dotado con 5000 euros, distribuidos de la siguiente forma: 

2.000 € en metálico

para el ganador

3.000€ para una causa solidaria

que el ganador elija

La participación en el Concurso implica la plena aceptación de las bases que a continuación se detallan.

180 comentarios en “CINCO PALABRAS DE AIXA VILLAGRÁN”

  1. Manuel González Casaus

    HOY ES PERFECTO

    Estaba agotada. Después de doce horas subida a los tacones, me dolían hasta las uñas de los pies. Pensé que me sangraba una oreja, pues ya no soportaba el peso de los pendientes heredados de mi abuela. Y además, llevaba una carrera en las medias desde el tobillo hasta la cadera. Sentada por fin en el coche que nos llevaba hasta el hotel, un graffiti en una pared llamó mi atención: “Hoy es perfecto”, decía. Comprendí que tenía razón. Sonreí, mientras acariciaba mi pulsera de pedida y apoyaba la cabeza en mi recién estrenado marido. Empezaba nuestra luna de miel.

  2. RETRATO
    Despeinada, con las uñas rotas y una oreja partida. Parecía quejarse de un tobillo. Su cara era un grafiti de sangre y maquillaje corrido. Salí tan rápido del coche, que perdí una pulsera. No me pena. Era un regalo de él y ella era mi retrato agente.

    1. Con uñas y dientes defendíamos nuestros derechos. La embestida del gobierno respondía claramente a los intereses de la clase dominante. A los obreros nunca nos prestó su oreja. Éramos miles en la protesta, 800 según el noticiero. Pasacalles, banderas, cánticos, coparon la gran avenida. Nos quedó la sensación de victoria. Al otro día el ministro nos convocó para negociar.
      Mi tatuaje en el tobillo reza lo que aquel grafiti en las paredes de la universidad y me guía a toda hora: el presente es de lucha. La pulsera de mi bisabuelo falangista llevaba grabado:
      Muerte al rojo.

  3. RUBÉN ÁLVARO LORENZO

    LOVE

    Huyendo giré hacia el Callejón de la Amargura, cuando me crucé con un gato que me preguntó: “¿Son mis uñas las que te arañan o son las tuyas?” Mientras no dejaba de mirarme fijamente, movió una oreja y no tardaría en restregarse cariñosamente por mi tobillo izquierdo, dando más credibilidad a lo que estaba aconteciendo.
    Al levantar la mirada, vi un grafiti que ponía: “LOVE”. Tras un repentino silencio, volvió a preguntármelo. Cruzando mis brazos observé la pulsera que yo llevaba puesta y que ponía: “Unidad de Salud Mental”. Entonces, aquel gato se despidió diciéndome: “Confío en ti, valiente”.

  4. Un hombre feliz
    Jamás conocí a un hombre más feliz. Era un bicho raro. Tenía uñas manicuradas, un anillo en la oreja y un tatuaje en el tobillo de un Buda sonriente. Cada mañana era un día nuevo, sin importar el ayer. No arrastraba ni penas ni resentimientos, su pasado era irrelevante. Dedicaba su tiempo a pintar grafiti, cantar o recitar en la calle, lo que le naciera en el momento. No tenía identidad ni un ego que construir: vivía como los pájaros, libre. Llevaba una pulsera de zinc indestructible con un número y una instrucción: «Llamar aquí en caso de amnesia».

  5. Rafael Peralta Torrecilla

    El muro

    Pasaban los días en el suelo, sentados contra aquel muro. Él usaba sus largas y mugrientas uñas para rascar, sin ninguna prisa, la oreja derecha de su chucho despeluchado. El animal, con más sometimiento que cariño, dejaba caer su cabeza sobre el tobillo gris ceniza de su araposo dueño. Su fotografía era un grafiti de carne y hueso. La mirada ausente de él, permanecía fija sobre la deshilachada pulsera de tela que lucía en la misma muñeca con la que acariciaba al can. En su inscripción podía leerse: «Para el mejor papá.»

  6. Estaba nerviosa y con sus habituales tics, comía sus uñas y tocaba constantemente su oreja derecha. Su tobillo izquierdo le dolía cada tanto como un recordatorio de su condena.
    Pero hoy sería distinto, hoy por fin su obra iba a ver la luz. Ese graffiti que tanto trabajo le había costado se descubriría. Representaba un par de alas, como esa libertad que tanto anhelaba y que injustamente se le había quitado. Pero la pulsera electrónica la lastimaba, le quitaba el sueño y parecía decirle que faltaba mucho aún, mucha lucha, mucha espera para poder volar.

  7. PIDE UN DESEO
    Tenia tierra seca bajo sus uñas, y una oreja lastimada . Se acurrucó contra mi tobillo como si me conociera. Tuve el impulso de acariciarla, pero temí asustarla.
    De pronto saltó sobre el muro descascarado y caminó sin dudar sobre los ladrillos gastados.
    “Si no hay amor, que no haya nada entonces alma mía, no vas a regatear” decía el grafiti de la banda de rock.
    Fue entonces que vi mi pulsera de semillas en su mano derecha. Me sonrió con sus dientes de leche.
    _Hola mami_ dijo.
    Y supe que la estrella fugaz había cumplido.

  8. Historia de Amor

    Estaba dispuesto a defender el amor con “Uñas y Dientes” . Reconocía la culpa y aceptaba el “tirón de oreja” que le había dado su novia, que enojada, le había cerrado bruscamente la puerta en la nariz golpeando con el filo de la misma su tobillo, cual dolorosa yapa.
    Fue un triste Adiós, pero él no se daría por vencido…
    Desplegó frente al balcón de su amada, un enorme grafiti que decía : “Te Amo…Perdóname” …y esperó…
    La ventana se abrió dejando caer una pulsera, que llevaba amarrado un mensaje que decía : “ Yo también te Amo…Perdóname”… y bajó…

    Analía Sosa

  9. Otoño en Berlín

    La anciana clava las uñas, con el esmalte mordisqueado, en la oreja de fieltro del señor Potato.
    Luego, intenta rascarse el tobillo fantasma que, como al Capitán Garfio, la diabetes pirata le robó. Ya estuvo a punto de perderlo antes: aquel muchacho no dejaba de darle tirones para que se bajara del muro y se olvidara del grafiti: «Derribadlo».
    Le aprietan las esposas, pero en las muñecas no ve más que una pulsera plastificada con el nombre de una desconocida. La chica policía alemana, además de vestir bata blanca, es torpe: ha detenido a la grafitera equivocada.

  10. María Elena Torrealba

    Gracias por darme una mano.
    Se montó en el andamio con la esperanza de mostrar su talento. Tomó el espray, cerró los ojos sintiendo como su mano se mudaba de piel y sus uñas se envejecían. Sobre la pared comenzaron a nacer caras de mujeres con tan solo una oreja, una pierna con rodilla triangular y tobillo muy delgado, un caballo, un toro, una lámpara, una ventana y un niño en brazos. Al abrir los ojos y observar el grafiti había dibujado lo imposible, el Guernica.
    La mano del genio permanecía sujeta a su brazo y la pulsera se trasformó en cicatriz.

  11. Toda una obra de arte
    Tenía finas manos de pianista, con uñas largas y cuidadas. Sus ojos de gato, maquillados de forma ídem, acompañaban con donaire la suave sonrisa de sus labios borgoña. En su oreja derecha, un arete dorado en la parte superior del lóbulo destacaba sobre la melena de ondas negras. El artista dio los últimos toques al tobillo, haciendo como si se estuviera calzando sus delicadas manoletinas. Estaba a punto de suceder. El grafiti se iluminó y la joven salió de él. Dándole las gracias al artista, se ajustó su pulsera más ancha, que se mezclaba con los brazaletes, y se marchó.

  12. ESPLENDOR EN LA HIERBA
    Después de la tarta consiguió escabullirse; sola con su libro y las chicharras.
    La sangre bajo las uñas acababa de delatar al asesino cuando empezó a notarlo: mayúsculas, vocales y exclamaciones abandonaban su lugar en la página y, formando una fila, avanzaban marciales hacia su pulgar, continuando brazo arriba. Le hicieron gracia las cosquillas cuando llegaron a su oreja. Su tobillo lucía realmente elegante con el grafiti de eñes a modo de pulsera.
    A eso de las seis, Adriana salió al porche y descubrió horrorizada que tía Carmen se había quedado dormida encima de un hormiguero con la boca abierta.

  13. Sentido Común

    Salud solo existía y vivía naturalmente hasta que un buen día su entorno cambió; el viento una ola gigante formó, la atrapó y al mar la lanzó. Ella, con sus uñas de una plataforma se aferró y ahí permaneció. En la oscuridad observó; en el silencio el sonido su oreja agudizó de pronto, en su mente se manifestó cómo funciona todo y al instante una segunda ola a la arena la devolvió. Para recordar lo que le sucedió, su tobillo adorno con la siguiente inscripción: ¡ sé coherente! luego, un grafiti en forma de pulsera utilizó para su divulgación.

  14. Lujurias
    Una mujer de uñas rojas me da la llave. Cuando llego a la habitación, escucho ruido y apoyo una oreja en la puerta. Entreabro y veo un tobillo desnudo elevado sobre la cama. Cierro de inmediato. Recuerdo el grafiti de la esquina: labios hinchados y las palabras «Templo del Amor Prohibido». ¿Me habré equivocado de hotel? Vuelvo a la recepción y pregunto quién es la mujer que ocupa mi cuarto. «Es su regalo de bienvenida». «¡Pero si estoy casado!», respondo. En ese instante recordé la pulsera en el tobillo, la que se pone mi señora cuando está lujuriosa.

  15. Beatriz Irene Álvarez Rodriguez

    FELICIDAD
    Corría como el viento tras patear cualquier lata que se atravesara, con el cabello suelto haciendo de las suyas; uñas mordisqueadas, una sola oreja con zarcillo, rodillas y codos raspados; de vez en cuando un dedo, una mano o un tobillo hinchado. Más que una niña parecía un viejo grafiti roído por el tiempo, la intemperie o el mismo vandalismo de barrio. Una pulsera de mamá insistía en recordarme mi nombre, como si para jugar los chicos necesitáramos identidad. Extraño esa genuina felicidad donde todo se reduce a un patio de recreo, un parque, plaza o la misma calle.

  16. LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON
    Mi cuerpo tiembla, una gota helada cae sobre mi cuello. Huele a una mezcla de podrido, orines y heces. Escribo mi nombre y el año en la pared encalada con las uñas. Pego mi oreja y oigo a una rata correr.
    Me encaramo a la reja, el grillete del tobillo derecho me frena, pero llego a ver un grafiti en el exterior: despierta. Me fallan las manos, resbalo y me golpeo en la nuca.
    Despierto con las sábanas empapadas de sudor, mi reloj de pulsera dice que llego tarde. Me duele la cabeza, al tocarme noto un fuerte golpe.

  17. Laura Carvias Carrillo

    Esa maldita pared
    Se mira las manos haciendo presión para no acabar aplastada en esa maldita pared. Las uñas rojas recién hechas. El tipo del coche negro jadea en su oreja y ella solo piensa, «venga campeón, acaba ya, que tú puedes». Un último empujón, veinticinco euros en el bolsito y algo pegajoso resbalando por su pierna hasta el tobillo. No se vuelve, sigue leyendo el grafiti en la pared. «Vivir es lo único urgente», pone. La misma frase de su pulsera, regalo de Tatiana «la búlgara» muy fan de Jarabe de Palo. «¡Ay! Pau, no será esta vida», piensa, subiéndose las bragas.

  18. ARTE EFÍMERO

    La primera vez que me topé con él dibujaba la Gioconda sobre el pavimento. Sus bien formadas uñas exhibían los colores de las tizas que empleaba. Su oreja y tobillo derechos exhibían sendos abalorios procedentes de su lejana tierra africana. Volví a verlo otras tardes. En el cestito, siempre pocas monedas. Me atreví a pedirle que pintara un grafiti de tema libre sobre la persiana de mi tienda. Como se negó a que le pagara, disimuladamente le metí en el bolsillo mi pulsera de oro. Y ahí sigo un año después, representada como cuando tenía veinte menos.

  19. Ana ya no es canguro

    Ana se soplaba las uñas recién pintadas de azul cuando sintió un picor en la oreja. Tuvo que usar el hombro para rascarse y, al hacerlo, se le escurrió el móvil del sofá al suelo. Con las manos en alto, lo vio hundirse junto a su tobillo entre las blancas arenas movedizas de las fibras de la carísima alfombra.
    Pablito canturreaba en su habitación. Ana decidió pedirle ayuda, pero, al entrar, dio un grito al ver el grafiti a rotulador por todas las paredes. Pablito la tomó de la mano, miro su muñeca y le dijo:
    —¿Te pinto una pulsera?

  20. VIVE, RÍE, SUEÑA

    Se miró las uñas, la mugre acumulada de varios días. Avergonzado, recordó a su madre cepillándole amorosamente los pies, apoyó la oreja en el cristal: un silencio absoluto dentro del local, apenas el tic tac de un reloj.
    De una patada rompió el vidrio, el tobillo se dobló, un dolor agudo que debió ahogar. Mientras guardaba las joyas en una bolsa y antes de que sonara la alarma, vio un grafiti frente al agujero de la ventana “Vive, ríe, sueña”.
    Corrió con el botín, solo esperando que no fuera detectada la pulsera electrónica.
    Sin vivir, sin reír y sin soñar.

  21. Cuestiones de actitud
    Cuando despierta se da una ducha con un gel aromático. Se afeita a la perfección y se pule las uñas. Se corta los pelos de la nariz y extrae la cera de una oreja. Liberado de mugre y secreciones se viste con un pantalón hasta el tobillo y una chaqueta de lino, la última moda traída por Primark. Sale a la calle e ignora el grafiti vulgar y los olores de la ciudad. Esconde su pulsera de oro falso cuando llega al metro.
    Aunque viva en el barrio más pobre de la urbe, él, en el fondo, es un príncipe.

  22. NUNCA ES TARDE
    Esconde las manos en los bolsillos para ocultar sus uñas mugrientas. Con el gorro de lana, cubre su oreja derecha atestada de pendientes. Estira el pantalón para tapar el tatuaje del tobillo. Observa satisfecho cómo pasa inadvertido entre la muchedumbre. Funciona. Las señoras ya no se aferran a su bolso. Sonríe. Se detiene frente al grafiti con el que destrozaron aquel escaparate y, cabizbajo, decide volver al centro de menores. Entonces, cubo y esponja en mano, regresa. La dependienta le observa recelosa. Sin mediar palabra, él comienza a frotar, mientras su pulsera de oro repiquetea alegre anunciando un nuevo comienzo.

  23. Mudanza
    Volví con esa costumbre de comerme las uñas en estos días. Estuve pintando en donde hasta ahora era nuestro hogar, y aprovecho cada viaje para continuar con la mudanza “hormiga”. Por el retrovisor veo mi rostro y estoy salpicado hasta la oreja, incluso las siento en el tobillo. La vorágine de la vida disfraza esa inseguridad de no tener un techo propio y observar aquel grafIti, me hizo reflexionar. Tengo los brazos cansados y el reloj pulsera me pesa, debería sacármelo realmente. Aun me resuena como un eco aquella frase escrita en la pared: “Yo ya desperté, ¿y usted?”.

  24. Francisco Javier García Blázquez

    REINA DEL BARRIO

    Lucía protegía sus uñas con marfil, en su oreja lucía un bonito pendiente de plata como amuleto y en su tobillo una esclava de oro que sonaba al caminar avisando a los hombres de la presencia de una mujer indomable. Cada mañana pasaba un buen rato sentada junto a una ventana desde donde podía ver un gran grafiti colorido en un edificio cercano y se colocaba una pulsera de cuarzo como signo de distinción y poder. Ella era la reina del barrio, quien controlaba la droga que entraba y quien amasaba el dinero de los esclavos al “caballo”.

  25. DOS CUERPOS

    Uñas que arañan la suave piel
    una oreja ajena pulsa la pared
    indaga insidiosa sonidos de hotel
    dos cuerpos sinuosos a merced.

    El uno del otro para aprender
    que desde el lóbulo al tobillo
    se pueden sentir mujer a mujer.
    Tu grafiti en la piel es un cuchillo

    que me lanza a lo pleno de tu ser.
    No hay cruel pulsera que aprisione
    ni los pulsos, ni los latidos del querer
    ellas se adoran, la verdad se expone.

    Dos almas, dos brasas encendidas
    dos corazones en nada espectadores
    dos que publican verdades escondidas
    dos miradas que se rinden en amores.

  26. MALÉFICO DOMINIO

    Entre las uñas restos de ADN no humano. Una oreja amputada y tatuado en su tobillo izquierdo el mismo grafiti pintado en la pared; un demonio con cuernos. Sobre el torso desnudo una pulsera a modo de corona de espinas incrustada en uno de sus senos.
    -Tiene todos los ingredientes de un ritual macabro.
    -Sí, pero la científica no relaciona ese ADN con ningún animal conocido.
    -Hoy le retiran la sedación.

    -¿Puede oírnos?- Con una fuerza sobrehumana agarró el brazo del comisario. El mal ocupaba su cuerpo y estaba hambriento. La humanidad sucumbió en las tinieblas de un maléfico contagio.

  27. Madres de Plaza de Mayo

    ¿Qué vamos a hacer ahora con el estado de sitio? Yo voy a tomar las armas y seguir buscando a mi hija. No tengo fusil ni sé disparar, pero ¿sabe qué?, las uñas son un arma; si yo hablo y otro escucha entonces, una oreja es un arma; vea este tobillo hinchado de estar parada, también es un arma; un grafiti que dice “30.000 desaparecidos” es un arma; el pañuelo blanco es mi escudo y esta pulsera con el nombre de mi hija me dice “¡a la carga!”, todos los días.

  28. La insumisa
    No dejaba de morderse las uñas y frotarse el lóbulo de la oreja izquierda. Los nervios se habían apoderado de ella. Aquel examen era demasiado difícil y la chuleta se le había caído por dentro del pantalón al tobillo. ¡La iban a descubrir! Además su situación podía agravarse si llegaban a saber que la tarde anterior había estado pintando grafiti por todo el barrio: “Fuera exámenes inútiles”. Estaba harta, ella se quedaba en blanco y no demostraba sus conocimientos. Y lo peor es que ahora perdería la pulsera que su madre le había prometido por el aprobado.

  29. CONTENDIENTES

    Llegó con las uñas bien afiladas, le picaba la oreja por la ansiedad de saber si conseguiría robarle el show. Daba por seguro de que no le llegaría ni al tobillo por mucho grafiti que había colocado en los sitios más estratégicos del lugar. La pulsera de color rojo fuerte la delataba, el todo incluido podría por deducción alejarla de no conseguir ese objetivo claro para la que había venido. La oponente se había alojado en un pequeño hotel con una habitación con cocinilla.

  30. PARAISO

    Rachid se quitó la mugre de debajo de las uñas. Para embarcar, había que ir limpio. La oreja enjabonada, el tobillo reluciente. Que si pasa algo en el viaje… La madre contiene las lágrimas cundo mira el grafiti de lo que parece el paraíso. “Pinta siempre, hijo”
    En el último instante, se arranca la pulsera. “Para que te proteja”
    El naylon no resiste. En cuanto hacen aguas, se quiebra en dos mitades.
    Rachid no sabe hacía donde cae la costa. Olvidó marcar el camino y tampoco puede regresar.
    Lejos, la pintura escurre pared abajo. La madre aúlla de dolor.

  31. Presentimiento

    “Qué lindas uñas tienes”
    Dirigía su atención hacia mis manos, afortunadamente no a mi cara.
    Una oreja la tenía al descubierto y olvidé mis aretes; no hubiese querido pasar como descuidada.
    Usaba minifalda, pero no miraba mis piernas, ni siquiera mi tobillo.
    Me dije “este hombre sabe como cortejar a una mujer”, y no confiaba en él.
    No vi ni un grafiti, que hubiese podido tomar como señal, de lo que sentía.
    Él no observaba mi cabello, sino, mi ropa y mis joyas.
    Ese fue el inicio del fin, ¿qué hombre te pregunta, si tu pulsera es de Cartier?

    1. De Pulseras y Despedidas

      El recuerdo de sus dedos sin uñas por intentar aferrarse a cualquier baldosa para retrasar lo inminente, los gritos de ella no paran de sonar en su única oreja funcional, la imagen vívida de él arrastrándola del tobillo por el suelo para alejarla de quien juró protegerla toda su vida. Sangre tiñe la pared como grafiti alrededor de un hombre totalmente golpeado y herido. Sin embargo, este no deja de mirar su mano, la cual tiene una pulsera rosa con ositos, y mientras se iba desvaneciendo, prometió que iba a volverla a encontrar.

  32. QUIZÁS
    ¿Cómo olvidar sus caricias o el sensual juego de sus uñas recorriendo lentamente mi piel desde el lóbulo de mi oreja derecha hasta mi tobillo izquierdo para, desde allí, saltar a la pierna derecha y ascender sinuosamente erizando el vello de mis extremidades?
    En ocasiones, aumentaba maliciosamente la presión de sus dedos dibujando sobre la dermis un fascinante grafiti carmesí.
    Desapareció de mi vida dejándome, a modo de despedida, una esclava abrazando mi maléolo, una pulsera que desafía cualquier ley física conocida pues no hay forma humana de extraerla.
    Sueño con que, quizás, algún día, regrese a por ella.

  33. UNA MÁS

    Me seguían. Llevaba desde el metro con aquella sensación y ya no me quedaban uñas que roer. Escuché un ruido a mi izquierda y me aparté la capucha para dejar que mi oreja pudiera percibir mejor los sonidos. Ahí estaban los pasos, cada vez más cerca. Agarré las llaves con fuerza y eché a correr. Él también corrió. Justo antes de llegar a mi portal, me torcí el tobillo, pero lo ignoré de la misma forma que unos chavales que pintaban un grafiti ignoraron que estaba viviendo una pesadilla.

    Al día siguiente, sólo encontraron de mí mi pulsera.

  34. Sus ovaladas y cuidadas uñas, pintadas de fuerte y sexi rojo, nada se parecían a las mías, quebradizas y faltas de color por el constante
    uso de lejía. Sólo le veía una oreja de la que pendía un ópalo brillante. Me fijé en su tobillo fino y esbelto sobre un zapato de tacón alto; desconsolada, dirigí los ojos hacia los míos, hinchados por el trabajo. No podía evitar la comparación. Yo era un grafiti apresurado y chapucero, pensé, ella la imagen preciosa de una diva que había venido al mundo con una pulsera de oro, yo con la muñeca desnuda.

  35. Que bonitas uñas más bien pintadas llevaba siempre. Nada tenían que envidiar a su piercing en la oreja izquierda que lucía con desparpajo. Ni por supuesto al tatuaje que tenía en el tobillo derecho, ¡que preciosidad! Parecía un auténtico grafiti de cualquier artista callejeo bohemio de París.

    Desde hacía tiempo no le suponía nada lucir su pulsera del Camino de Santiago. Si, también tenía una parte espiritual importante, que le había cambiado la vida y pese a que sabía que la sociedad no la entendía. Se encontraba radiante de felicidad. Sintiéndose segura de ella misma. Encontrándose en un maravilloso momento.

  36. INMACULADA JIMÉNEZ CAMPOS

    TESS

    Mientras me retiraba el esmalte de UÑAS decidí que iba a llamar a Celeste y pedir cita para hacerme ese tatoo tan especial para mí. Me quité el auricular de la OREJA y dejé de escuchar la música que me hacía pensar en ella. Dudaba de si el TOBILLO era el lugar idóneo para llevar su huellita que parecía un GRAFITI, pero en realidad, creía que la muñeca sería la zona más visible para mí y así poder llevarla como la PULSERA más valiosa.
    Ahora, además de llevarla en mi corazón estaría tatuada en mi piel para siempre.

  37. Miguel Angel Zarzuela Ramírez

    EL GRAFITERO Y SU CUERPO

    Se quitó la máscara de la cara y colocó un pitillo entre sus labios. Ensimismado mirando la obra casi acabada, se rascaba satisfecho (con esas uñas tan sucias, oreja izquierda y sien; con la punta del pie, el tobillo derecho) mientras exhalaba humo despacio. El grafiti era descomunal, un trabajo insuperable.
    Ya detenido, le pusieron una brida a modo de pulsera que atenazó sus dos muñecas y, mano de policía en cabeza, entró en el coche.
    Pagó la fianza, salió libre, colgó el grafiti en YouTube y ganó con él lo suficiente para el trasplante.

  38. Elena Iriondo Gonzalez

    EL GRAFITI DE DIOS

    Le enterró las uñas en la cabeza con tal fuerza, que sintió la carne del hombre desgarrándose. El agresor se cubrió el oido sangrante, aullando de dolor. Ella aprovechó para salir corriendo. El bosque era denso y no vio la raíz que brotaba del suelo. Tropezó y se lastimó el tobillo. Tirada sobre la tierra húmeda, miró el cielo. Las estrellas le parecieron más luminosas que nunca. «Es el grafiti de Dios», murmuró. Se quitó la pulsera con su nombre y se la puso en el bolsillo. «Por si muero, para que me identifiquen», pensó.

  39. «El Hallazgo de una Quimera»

    Nervioso, tiró el cincel y usó las uñas para quitar la tierra bajo la colosal piedra. Puso la oreja sobre ella, y golpeó con fuerza, para confirmar sus sospechas. Cuando retiraron las cubiertas del sarcófago, tomó la linterna de su tobillo y quedó estupefacto al contemplar aquel cuerpo vestido de oro y piedras preciosas. Con un spray de grafiti, meticulosamente marcó el perímetro para preservar tan fantástico descubrimiento. Una pulsera tallada que portaba la momia, confirmó que estaban ante la tumba perdida del faraón Ahmose I. Entonces, lloró como un niño, embargado por la alegría de hacer realidad aquella quimera.

  40. LA PULSERA ROJA
    Hace ocho meses que me dejaron por teléfono. Londres me esperaba sin pretensión alguna. Pero aquella última noche y no sé si fascinado por mis uñas decoradas con cuadros de Van Gogh, me besó cerca de mi oreja. El autobús rojo de dos pisos llegaba. Cada tobillo me temblaba hasta el punto de casi desplomarme. Subí. A través de la ventanilla pasó fugazmente el grafiti “Niña con globo”, era la señal, por fin era libre de mi pasado. Mi pulsera roja de siete nudos había funcionado.

  41. Uñas surcando el cielo, abren heridas mudas.
    Gigante musculoso quiere apartar las nubes.
    Escucha en su oreja fiestas de pequeños.
    En su tobillo un grillete con una larga cadena.
    Nunca podrá salir de la azulada Tierra.
    Ya ha asimilado las músicas y las risas.
    Ve en los ríos barcos que transportan riquezas.
    Se acercó a un muro gris, un grafiti decía:
    «Seres mitológicos jamás volaréis»
    Gigante musculoso con sus alas olvidadas
    a su espalda plegadas y una pulsera
    donde están inscritas su memoria y sus hazañas:
    libro de una infinita biblioteca
    retenida junto a él por muchos otros mitos…
    ¡Volad!

  42. Uñas surcando el cielo, abren heridas mudas.
    Gigante musculoso quiere apartar las nubes.
    Escucha en su oreja fiestas de pequeños.
    En su tobillo un grillete con una larga cadena.
    Nunca podrá salir de la azulada Tierra.
    Ya ha asimilado las músicas y las risas.
    Ve en los ríos barcos que transportan riquezas.
    Se acercó a un muro gris, un grafiti decía:
    «Seres mitológicos jamás volaréis»
    Gigante musculoso con sus alas olvidadas
    a su espalda plegadas y una pulsera
    donde están inscritas su memoria y sus hazañas:
    libro de una infinita biblioteca
    retenida, junto a él, muchos otros mitos…
    ¡Volad ya!

  43. Dolores Sanabria García

    HIJO
    Es complicado, hijo mío, cortarte las uñas. Pon la oreja y escucha mi voz. Te hablaré de la lagartija en tu tobillo. De cómo intentaste ocultarla debajo del calcetín. Tu hermana hizo el dibujo para el tatuaje. Sí, lo sé, es muy buena. Ahí está, en el muro del patio, el grafiti que pintó para ti con letras grandes: MI HERMANO QUERIDO. Y pájaros y mariposas volando de un árbol.
    ¡Ya está! Ahora cogeré las cuentas de la pulsera que rompiste sin querer. Sé que es muy difícil, que no controlas. Lo sé. Pero mamá está aquí para arreglarlo.

  44. Dignidad retratada

    El fondo era un mar embravecido que azotaba los acantilados penetrando en pequeñas calas, como uñas afiladas que defendieran su existencia. Sentí que alguien tiraba de mi oreja para felicitarme, cuando dibujaba un tobillo a la figura femenina que aparecía en primer plano. Era mi hijo que no se había olvidado de mi cumpleaños. Observó el grafiti, preguntó por qué la joven sostenía una pulsera de oro
    en el aire. Es la argolla arrancada de la muñeca, símbolo de libertad, la emancipación de adornos atribuidos a la mujer para infantilizarla.
    Las de mi generación aún necesitamos expresar nuestro histórico silencio.

  45. Asi soy
    En sus uñas las señales ineludible del discuido; sin embargo, su oreja jamás ha sido receptora de comentarios malsanos al respecto.
    A menudo, se le ve caminar por estas calles como si arrastrara una gran bola atada a su tobillo. Y, como en un grafiti, expresa su desenfado
    luciendo una llamativa y sonora pulsera para abrirse paso, diciendo; «¡Aqui estoy, así soy!»

  46. Señora Delgado

    – Clavé mis uñas en su torso cuando él me susurró al oído todo lo que tenía en mente, justo después de morderme la oreja y lamer mi cuerpo desde el ombligo hasta el tobillo, dibujando un grafiti con su lengua sobre mi piel.
    Lo único que no me quitó fue la pulsera que tintineaba con cada embestida.
    Yo solo…
    – Céntrese, Sra. Delgado y responda con brevedad y sencillez. ¿Intentó usted cerrar las piernas con fuerza? ¿Sí o no?

  47. En las sombras de Toledo.

    El gato era peludo como las pestañas de él; las uñas se enfilaban hacia mi piel y por mi oreja entró el maullido. Así estoy yo, siempre atenta y en tu búsqueda. Las calles empedradas de Toledo hacen tambalear mi tobillo junto con el otro, ambos detrás de ti. No era un Graffiti, era la foto de una pintura del Greco, pero en la oscuridad y en la persecusión «todos los gatos son pardos». Toco la pulsera que me diste hace unos años delicadamente con mis dedos y suspiro de cansancio, miedo y dolor. ¿Dónde estás?

  48. Eduardo García Martínez

    Hormigón, dolor y alma

    Una mano extraña, sin uñas. Una oreja a la que le faltaba cartílago. Aun así, era hermosa, la más bella de las criaturas.
    Lo primero que vio fue su diminuto tobillo, la primera parte de su cuerpo que ansió vivir.
    La alejaron de su lado poco después, con aquel pitido. Ahí intuyó que algo no marchaba bien.
    Un mes de espera. Dos. Tres. Al cuarto, se apagó su luz.
    Olvidaba su rostro…
    Pero no lo iba a permitir.
    —Esto es para ti, pequeña —musitó tras concluir el grafiti.
    Sus dedos acariciaban la pulsera que una vez adornó su diminuto tobillo.

  49. EL ESPEJO

    De pequeña mi madre me decía:
    – «el que tenga las UÑAS rojas, es el que miente».

    Nunca olvidaré aquella tarde en que nos reunió a los cuatro hermanos para saber quién había roto el cristal del espejo. En cuanto me miré las manos me agarró de la OREJA sin escuchar mis lamentos. Traté de zafarme y me hice daño en el TOBILLO.

    – Como castigo escribe cien veces: mentir es de cobardes

    Cuando iba por la noventa y nueve, el papel parecía un GRAFITI. Escribí las frases en círculo , como si fuera una PULSERA, o un grillete aprisionando mi alma.

  50. Carmen Lalinde Antón

    UNA MANICURA CON INTENCIÓN
    Cierro el bote de esmalte con dos dedos estirados y como siempre que me pinto las uñas me pica algo. Un día es la oreja, otros el tobillo… hoy es la muñeca izquierda. Giro la mano, tiro el bote y el primer renglón de la lista se tiñe de rojo intenso, como si fuera un grafiti sangriento bramando justicia para el queso rallado. Sacudo mi mano para acelerar el secado y su pulsera tintinea recordándome por qué me pinto las uñas. Solo espero que después de tantos años sin verle le siga gustando la lasagna.

  51. Rafael Rubio García

    La vi en la cuna, sin atreverme a cogerla siquiera. Era pura fragilidad, tan pequeña y a la vez tan bien hechita. Arropada y envuelta apenas se le veían esos deditos de juguete con las uñas perfectas, la nariz, la boca y una oreja propias de una muñeca hecha realidad. Con curiosidad de padre primerizo levanté el faldón para descubrir un pie y un tobillo que enseguida quise tocar. Una mancha de tinta en la planta, a modo de grafiti, le daba la bienvenida a este mundo acelerado y convulso. Al lado, una pulsera de hospital con su nombre, Eiré.

  52. Arte moralista

    El nerviosismo que revelaba el repiqueteo de sus uñas contra la mesa le chirriaba la oreja. Su abogado le propinó un disimulado golpe en el tobillo para que parara. Lo peor no fue que hubiera pintado un grafiti en la vía pública, sino que la pulsera que llevaba la figura que había representado era exactamente igual que la que había sido robada hacía unos días. Tras interrogarle le dejaron libre por falta de pruebas. Al cabo de un tiempo la pulsera apareció junto a una nota que decía lo siguiente: «Solo te pertenece aquello que nadie puede quitarte».

  53. Conversaciones ajenas
    Cuando salí al callejón para fumar, vi a un par de hombres. «¿Para qué quieres las uñas?», preguntó uno. Paré la oreja. Vislumbré un arma metálica atada a un tobillo. Nervioso, terminé el cigarro fingiendo admirar el grafiti de una mujer desnuda. Me acorralaron contra la pared y me robaron el reloj de pulsera y la billetera. «Nunca pero nunca escuches conversaciones ajenas ―me dijo el otro―, pero si aún te interesa la respuesta, es un souvenir, gilipollas, o crees que hago esto solo por dinero». Alcanzó su alicate y me arrancó una uña.

  54. Claudia Izquierdo Salvin

    La noche
    La música de la habitación contigua sonaba. Nada importaba, ni las gentes o mis uñas recién arregladas. Él era ligeramente más alto, así que cuando recosté mi oreja en su pecho pude sentir los latidos de su corazón palpitando a toda prisa.
    ¡Hoy haríamos el amor por primera vez! Y sería perfecto.
    Un movimiento en falso me hizo doler el tobillo, pero él me sostuvo, apretándome más fuerte contra su cuerpo.
    Recordé un graffiti, que decía, “el momento es ahora”
    Él se quitó el abrigo, yo me quité la pulsera, regalo de mi difunto marido…Madrid hizo el resto.

  55. Trinidad García Martín

    DOLOR ETERNO
    La ansiedad se refleja en sus uñas, mientras escucha una canción de la Oreja de Van Gogh. Sigue tomando su medicación pero sin ganas. El recuerdo de los casi veinte años juntos lo llevaba tatuado en su tobillo, ahora inexistente. El accidente fue muy grave. Se les cruzó un auto y por esquivarlo fueron a estrellarse contra aquel grafiti que decía: “Si bebes no conduzcas” ¡qué ironía! Ellos no habían bebido. Su amada murió y él quedó en silla de ruedas sin miembros inferiores. La pulsera tatuada con sus nombres, último vestigio de su amor, desapareció para siempre.

  56. Trinidad García Martín

    UNIVERSOS PARALELOS
    Mi amiga Uñas tenía el corazón roto. Los habitantes de su planeta estaban amenazados de muerte. Desde mi universo le susurré unas palabras en su oreja “lucha por ellos”. Con ayuda de su colega Tobillo idearon un plan para salvar su mundo. El tirano dirigente, Grafiti, debía desaparecer.
    Los científicos de varias galaxias crearon una pulsera que anulaba la voluntad de los seres sin conciencia. Ambos amigos trazaron una estrategia para colocar el brazalete al indigno gobernante. Con su hazaña lograron llevar la paz a su raza. Ahora son libres.
    Sigo en contacto con ella a través de nuestras mentes.

  57. Fátima Chamorro Merino

    TODAVÍA NO

    Se clava las uñas con fuerza para no gritar. Se tapa la oreja derecha, la única por la que aún oye algo, y en torno a su tobillo izquierdo traza dos letras a modo de grafiti, solo que lo hace con un cuchillo. Ve resbalar las gotas de sangre formando en el suelo una pulsera color rubí. Siente que al fin ya nada dolerá más. Pero antes de rendirse, recuerda la dulce voz de Amanda y decide escucharla por última vez:
    -Teléfono contra el suicidio, ¿dígame?
    Y Rafa contesta sin pensar, para darle tiempo a ella, para no perderse él.

  58. Trinidad García Martín

    99 AÑOS
    Quiero llegar a los 100 años, pero la edad no perdona. Mi mente está lúcida, aunque mis uñas ralladas y encorvadas muestran el paso de tantos años. Tengo una oreja más larga que la otra ¿por el peso de los pendientes? No lo entiendo. Un tobillo huesudo y el otro hinchado, por la caída de ayer ¡menuda diferencia! Mis manos aún pueden pintar un grafiti, como en mis tiempos mozos. Escribo en la pared de mi habitación: “HOY CUMPLO 100 AÑOS”. No es verdad… tengo una pulsera en la muñeca con mi nombre y mi edad… 99… mis familiares lloran.

  59. OBRA MAESTRA

    Con suma delicadeza describió las ondulaciones propias de unas uñas bien cuidadas; las concavidades y convexidades de la oreja derecha allí plasmada; así como el ángulo perfecto para maléolo externo del pie visible.
    Con dos líneas del grosor del canto de un folio terminó el grafiti.
    Tal era la perfección del mismo que, si te acercabas lo suficiente, podías observar el ciclo celular.
    No deseaba reconocimiento alguno por ello. Sin embargo, con la meticulosidad en plena cúspide, olvidó su pulsera en el margen derecho, firmando, así, su mejor obra.

  60. Claudia Tevar Crespillo

    Arte moralista
    El nerviosismo que revelaba el repiqueteo de sus uñas contra la mesa le chirriaba la oreja. Su abogado le propinó un disimulado golpe en el tobillo para que parara. Lo peor no fue que hubiera pintado un grafiti en la vía pública, sino que la pulsera que llevaba la figura que había representado era exactamente igual que la que había sido robada hacía unos días. Tras interrogarle le dejaron libre por falta de pruebas. Al cabo de un tiempo la pulsera apareció junto a una nota que decía lo siguiente: «Solo te pertenece aquello que nadie puede quitarte».

  61. Mensaje
    Con las uñas de la mano derecha se rascaba la oreja izquierda, pasando el brazo por detrás de la cabeza. Escuchaba con serenidad lo que le explicaban los policías. No pronunciaba una palabra y miraba al piso. Uno de los tobillos, desnudo y enrojecido de sangre, exhibía el grillete en que terminaba la cadena que lo amarraba a la pared del lugar. El grafiti que ahí había pintado mostraba un rostro parecido al suyo. Al pie se leía “volvé, estoy muriendo”. Dejó que los uniformados rompieran la pulsera de hierro que lo unía a la cadena. Y se dejó llevar.

  62. PRECOCIDAD

    La mano de uñas diminutas tapando decorosamente el pubis, la oreja izquierda ornada con una flor carmesí y el tobillo derecho cruzado sobre el izquierdo. El bello cuerpo femenino así descrito apareció una mañana pintado sobre la tapia del cementerio. Corrió la voz y los vecinos comenzaron a acercarse al lugar. La obra fue objeto de comentarios encontrados. La misma tarde, en la escuela, la maestra le hizo notar discretamente a su mejor alumno, hijo de temporeros africanos, que a aquella excelente representación de la Olympia de Manet le faltaba la pulsera de oro rodeando su antebrazo derecho.

  63. Descubrimiento
    Se comía las uñas o se estiraba el lóbulo de la oreja cuando se sentía insegura o ansiosa. Ahora también le temblaba el tobillo. Tenía catorce y este era su primer grafiti. Gotas acrílicas le dibujaban una pulsera de lunares pintados en el brazo que dibujaba. Estaba a punto de terminar cuando un tumulto de niños jugando rompió con su algarabía el tono metálico de la ciudad y también el miedo. Resaltó con colores brillantes sobre la pared grisácea unos enormes ojos abiertos. Adentro de la pupila en letras pequeñas escribió: “la indiferencia es soledad”.

  64. OBRA MAESTRA
    Con suma delicadeza describió las ondulaciones propias de unas uñas bien cuidadas; las concavidades y convexidades de la oreja derecha allí plasmada; así como el ángulo perfecto para maléolo externo del pie visible.
    Con dos líneas del grosor del canto de un folio terminó el grafiti.
    Tal era la perfección del mismo que, si te acercabas lo suficiente, podías observar el ciclo celular.
    No deseaba reconocimiento alguno por ello. Sin embargo, con la meticulosidad en plena cúspide, olvidó su pulsera en el margen derecho, firmando, así, su mejor obra.

  65. Gaza.

    Incluso en la Franja el arte confiere belleza a un campo de batalla.
    Los restos del paramento de una casa derruida iluminan un amanecer que invita a la introspección y la reverencia.
    El autor concluye dos figuras disímiles: la garra de uñas rojas acechando una oreja sorda al tiroteo, cuya composición apacigua su tobillo ensangrentado por la metralla.
    El grafiti concluso del artista se expone al riesgo de profanar la autoridad del ejército invasor.
    Sin quererlo, la bufanda en torno a su cuello remeda la asfixiante pulsera que atenaza su corazón rebelde.

  66. Nelson Acevedo Betancourt

    Nueva Mirada
    Hoy no hay nada para echarle a la barriga, tocará comerse las uñas.
    Perdido e indefenso, arrastra trágica herencia degenerativa.
    De tanto trastabillar se le rompió una oreja.
    Sin más remedio, una difusa grafía pintada por dedos de padre que tampoco entiende. Pide clemencia con su tobillo ya luxado.
    Supuestamente menos entendido el remedo grafiti de arbitrarias letras para los que miran con desprecio.
    No todo está perdido, alguien se inclina y pone la pulsera. Al fin una identificación que asiste.
    Es la mirada de Factor-h que descifra el letrero. Acaso saben mirar con los ojos del alma.

  67. Angel Toribio Sevillano

    LA ESPERANZA

    Susurró que le perdonaba mientras clavaba las uñas en su espalda y mordisqueaba el lóbulo de su oreja. Había perdido ya la cuenta de las veces, pero decidió darle otra oportunidad; la última. Ella creía que «siempre hay esperanza», como exponían el tatuaje de su tobillo y el grafiti «Niña con globo» de la habitación de su hija, a la que en el último instante dejó en casa de sus padres por si algo salía mal.
    Su pulsera telemática, junto a la de él en la mesilla, aún pitaba cuando la policía la encontró sin vida encima de la cama.

  68. Gissela Belen Peralta Nondedeu

    SIN ÉL
    El día estaba nublado, aún no sabía qué hacer. Se miró las uñas recién pintadas de rojo, su preferido. Las sopló suavemente para que se secara más rápido el esmalte. Fue a la sala, se veía vacía sin él. En ese momento se dio cuenta que no había salido de la recámara en horas. Se miró al espejo del pasillo detenidamente de oreja a tobillo. No reconocía su reflejo. Sabía que tenía que salir afuera pero todo le recordaba a él, los olores de la ciudad, el grafiti que tanto le gustaba, el puesto donde le compró su pulsera favorita.

  69. NOCHES ESTRELLADAS

    Su piel desnudada exhibía, como si fuera un lienzo, la impresión de sus propias uñas. Envolvió la oreja en un pedazo de trapo manchado de pintura. Las cadenas que lo apresaban como un grillete alrededor del tobillo se habían vuelto cada vez más pesadas. Las paredes y el techo de su celda, cubiertos por un envolvente grafiti de noches azules, cielos arremolinados y estrellas que brillaban con luz amarillenta, era quizás lo único que le permitía escapar del agobio. Desde su muñeca lloraba una pulsera de sangre. ¿Podría alguna vez llegar a enfrentar la vida desde la cordura?

  70. EL RECUERDO DEL OLVIDO

    Recuerdo cuánto te gustaba que te rascara con las uñas largas y que te acariciara la oreja con los labios húmedos. Recuerdo lo mucho que te excitaba el tatuaje en mi tobillo y cómo se erizaba mi piel cada vez que me besabas el cuello. Recuerdo incluso aquel grafiti que hiciste para mí sobre el muro donde nos dimos nuestro primer beso. Pero me pesa confesar que, cada vez que miro esta pulsera con un código de barras y algo que podría ser mi nombre, me recuerda que cada vez que te pienso, te he olvidado un poco más.

  71. RECUERDO DE OLVIDO

    Recuerdo cuánto te gustaba que te rascara con las uñas largas y que te acariciara la oreja con los labios húmedos. Recuerdo lo mucho que te excitaba el tatuaje en mi tobillo y cómo se erizaba mi piel cada vez que me besabas el cuello. Recuerdo incluso aquel grafiti que hiciste sobre el muro donde nos dimos nuestro primer beso. Pero me pesa confesar que, cada vez que miro esta pulsera con un código de barras y algo que podría ser mi nombre, me recuerda que cada vez que te pienso, te he olvidado un poco más.

  72. Juan Ramón Aguirre Artigas

    Caminamos de la mano. Siento sus dedos tensos y sus uñas como garras clavándose en la palma de mi mano.
    En mi oreja su voz, como un graznido, murmura:
    —Mira…
    Su cabeza señala unas ventanas. Allí fue donde le operaron el tobillo fracturado.
    Miro. Allí arriba las sombras apenas esbozan, como un grafiti, unas alas negras.
    —¿Qué…?, le digo con un mal presentimiento, mientras mis dedos buscan en su muñeca la pulsera que le regalé al salir de allí.
    —Aquí fue donde el médico me dijo: “Tú puedes hacer cualquier cosa”. Y pude… —continúa— Ya puedo hacer “El cuervo”.

  73. SE BIENVENIDO A NUESTRO HOGAR

    Lo primero que escuché fue el siniestro repicar de sus uñas en mi puerta.
    Pegué la oreja para adivinar de quién se podía tratar.
    Inexplicablemente, la puerta se abrió y vi como su pie hasta su tobillo se metían en casa.
    Entonces caí en el mensaje de mi felpudo: «SE BIENVENIDO A NUESTRO HOGAR»
    Su ataque fue brutal, me mordió en la yugular dejando un grafiti de sangre en el estucado del recibidor.
    Lo último que vislumbré antes de morir fue el grabado de la pulsera que llevaba en su muñeca: Conde Drácula Príncipe de Valquiria

  74. Soy papá.
    Primero en el 93 y luego en el 96, nacieron mis dos hijos y ha sido fabulosa esa travesía, les mostré lo bueno y lo malo, pero lo emocionante fue cundo les enseñamos a conocer su cuerpo, que conozcan sus manos, desde sus uñas y como se llama cada uno de sus dedos, en su cara que señalaran su oreja, y en sus pies como mostrar cuando su tobillo les doliera, y cuando vieron un grafiti les mostré que es arte urbano, y que una pulsera en la muñeca de una mujer puede verse hermosa, ¡papá ¡

  75. HÉROE
    Despierto recordando lo ocurrido.
    Mi enemigo tenía una fuerza descomunal, pero sabía que no podía claudicar. Tomé la única decisión razonable: arrojarme por el largo terraplén sin soltarlo.
    Sentí mis uñas partirse, mi oreja sangrar, mi tobillo quebrarse, hasta caer junto a la pared del grafiti.
    Escucho su voz hablándome:
    —Gracias, gracias, la has salvado.
    Cierro los ojos, estoy cansado, escucho su voz otra vez:
    —Se enfrentó a un hombre enorme que quería secuestrar a mi hija. Leo, mi perro, es un héroe.
    Su mano me reconforta cuando acaricia la pata donde me han puesto una pulsera blanca.

  76. Nunca más.

    Para no ahogarte te agarraste con las uñas al borde del vaso lleno con la última gota que lo colmó.
    Un espejo roto, como tu dignidad, escupió tu rostro morado y el lóbulo rajado de tu oreja sin pendiente. Pero el haz de luz que se plantó ante tu desvalorización y tu miedo gritó que nunca más. Entonces arrancaste la bola de la vergüenza y la culpa atada a tu tobillo y saliste huyendo de la ausencia de ti.
    Tras el portazo cayó el grafiti del muro de la sumisión mientras mirabas la pulsera que tu resiliencia engarzó para ti.

  77. Jesús Cabrera Hernández

    ANTICONFIANZA

    Perdona, ¿puedes recoger las uñas postizas que has dejado en mi mesa, por favor? Sabes que no lo soporto, pero a ti por una oreja te entra y por la otra te sale, tú a lo tuyo. Igual que con las muletas, que después del esguince de tobillo nunca me devolviste. Estoy cansada de tu abuso de confianza; encima, acabarás pintando un grafiti en mi coche nuevo. Al final tendré que regalarte una pulsera que pite cuando pienses en mí. Y no me vengas que si lepra, sordera o cuentitis, ¡ya no me engañas, Manolo!

  78. Liberada
    Ahora sus uñas lucen de fantasía. En una oreja lleva piercing, como soñó de jovencita. Pelo a lo afro y en el tobillo un dibujo de henna. Usa pantalones bombachos para moverse libre mientras expresa su arte: cuadros, grafitis, esculturas, repartidos por todo el pueblo, dan la medida de una intensa actividad creadora. Se siente libre y así lo manifiesta.
    Solo una pulsera negra desentona con el conjunto. Aunque es el objeto que más aprecia, la vincula con su agresor y al mismo tiempo la protege.

  79. Blanca Nieves Monge Mediavilla

    Lienzo de desafíos
    Unas uñas empuñando con firmeza un pincel para trazar el boceto.
    Una oreja, sutil testigo del murmullo interior, resonando con el eco de memorias fragmentadas.
    Un tambaleante tobillo siguiendo el ritmo de las pinceladas caóticas que van conformando el grafiti.
    Una imagen de pulsera emergiendo como símbolo de fuerza y resistencia.
    En este lienzo de desafíos guiado por la magia de la creación, se desafía el mal de Huntington con cada pincelada, tejiendo así, su propia esperanza.

  80. Rubén Rodríguez Fernández

    EL MEDIO DEL FIN

    Sus uñas, de lejos parecían pintadas de sucias que estaban. Recuerdo observarle dormido la oreja, y preguntarme cómo podía oír con aquel cerumen dentro. Arrastraba una torcedura en el tobillo que confundía a todo el que se cruzaba. Bajo un grafiti, entre cartones, pasaba el tiempo dando vueltas a la pulsera de plata que llevaba, como si esta fuera lo único a lo que pudiera aferrarse.
    El paso por ahí de una comitiva política le ordenó apartar su “hogar” para la ocasión, hecho el cual, por denunciarlo, auparía a otro político en las siguientes elecciones.
    Mientras, allí sigue el hombre.

  81. Jesús Alberto Cabrera Hernández

    ARCOIRIS

    Acostada sobre el césped del Central Park recordaba cómo su madre le regañaba por morderse
    las uñas pintadas de rojo, hasta el punto de taladrarle la oreja de las veces que se lo repitió.
    Eligió una universidad americana y allí fue con su trolley naranja; en el tobillo derecho,
    cordones amarillos y verdes y un tatuaje del grafiti ganador en un certamen de artistas rastas
    que vio en un Manhattan azul. Hoy rotula de índigo y violeta sus sueños, entre la Quinta y la
    Noventa y ocho, y cambia una pulsera sin matiz por un abrazo de color.

  82. Declinación

    Le habían empezado a crecer uñas en una oreja y dientes en un tobillo. Por eso, aunque se emocionó y lloró ante el grafiti, no se asomó ni por un instante y optó por devolver la pulsera arrojándola del balcón.

  83. Desde que supe que venías, los nervios me consumen; las manos que te han de acariciar se han quedado sin uñas, aunque dudo que te importe.
    Por fin ha llegado el día. Espero tu salida. La oreja bien dirigida, ansiando escucharte antes que verte. Mantengo las manos en los bolsillos, y eso me hace mover compulsivamente la pierna, soportando el dolor del tobillo.
    Todo empezó con aquel Grafiti: Adopta; y una carita, como la que imagino tuya, dibujada al lado.
    Por fin, un ladrido. El número grabado en mi pulsera coincide con el tuyo.
    ¡Ven pequeña! Ya tienes familia.

  84. El ritual de un tatuaje
    Acompañadas por el sonido del brazalete y, como si de un rito se tratara, bailó sus uñas en un esbozo. La tatuadora observó a la mujer recostada sobre la camilla, deslizó la yema del índice y quiso acariciar la cicatriz que enmarcaba su sexo. Un escalofrío corrió desde su oreja perforada hasta el tobillo. Cogió la aguja, algo que ya le era familiar a esa piel, y dibujó el grafiti que nació en el preámbulo: “Imperfection is beauty”. Luego entrelazó hojas de acanto e hizo sonar la pulsera de nuevo, señalando el término del ritual.

  85. JESÚS ALBERTO CABRERA HERNÁNDEZ

    ARCOIRIS

    Acostada sobre el césped del Central Park recordaba cómo su madre le regañaba por morderse las uñas pintadas de rojo, hasta el punto de taladrarle la oreja de las veces que se lo repitió. Eligió una universidad americana y allí fue con su trolley naranja; en el tobillo derecho, cordones amarillos y verdes y un tatuaje del grafiti ganador en un certamen de artistas rastas que vio en un Manhattan azul. Hoy rotula de índigo y violeta sus sueños, entre la Quinta y la Noventa y ocho, y cambia una pulsera sin matiz por un abrazo de color.

  86. Blanca Monge Mediavilla

    Lienzo de desafíos
    Unas uñas empuñando con firmeza un pincel para trazar el boceto.
    Una oreja, sutil testigo del murmullo interior, resonando con el eco de memorias fragmentadas.
    Un tambaleante tobillo siguiendo el ritmo de las pinceladas caóticas que van conformando el grafiti
    Una forma de pulsera emergiendo como símbolo de fuerza y resistencia.
    Con cada pincelada, un desafío a la enfermedad de Huntington, tejiendo así, su propia esperanza.

  87. ROSA ANA LLAVATA SOLER

    PASIÓN DESMEDIDA.

    Le clavaba las uñas en la espalda, le lamía con ansia desmedida el lóbulo de su oreja izquierda, a veces le daba un pequeño y delicado mordisco juguetón. Todo un derroche de pasión desmedida. Entre tanto, Lucía, de rodillas en el suelo, con el tobillo algo retorcido por la incómoda posición adoptada, seguía estirando. Enfrente, un impresionante grafiti. Toda una explosión de luz y color que la disuadía brevemente de la consecución de su objetivo. Había de darse prisa. Si no, el frenesí de su amado felino acabaría dejándole marcas. Mientras, ella intentaba recuperar su pulsera atrapada en la alcantarilla.

  88. ARTE SIN FRONTERAS

    La niña llevaba minutos mordiendo sus uñas. Se daba pequeños tirones en el gran aro que colgaba de su oreja y movía los tobillos con impaciencia.
    Esperaba que la profesora de arte viera su grafiti el primero. Se lo acababa de mandar. Eran las ocho de la mañana.
    Quería ser artista, no dormir era un leve sacrificio.
    Se le cayó su pulsera al suelo.
    Su madre despertó.
    Vio el grafiti en la pared del pasillo.
    El arte no tenía fronteras decía siempre su profesora,
    el chillido de su madre pareció contradecir este hecho.
    —Castigada un año entero.

    Diciembre 2023 – Ibán J. Velázquez, autor de Fuegos Fatuos, antología de lo Increíble.

  89. FRANCISCO PI MARTINEZ

    MALTRATO
    Tiene las uñas llenas de tierra, una de ellas rota; arañazos en la oreja izquierda, que también muestra restos de barro, y el tobillo izquierdo, grotescamente doblado, parece colgar de la pierna. A lo largo de ella, un rosario de moratones cuenta, como si de un grafiti se tratara, una historia en dibujos; una historia conocida; de maltrato, otra más; de brutal injusticia, otra más. El policía, que ha subido desde Lima para abrir la investigación, aprieta en el puño la pulsera arrancada de la muñeca de la víctima. Sabe quién ha sido y no se le escapará.

  90. Blanca Nieves Monge Mediavilla

    Lienzo de desafíos
    Unas uñas empuñando con firmeza un pincel para trazar el boceto.
    Una oreja, sutil testigo del murmullo interior, resonando con el eco de memorias fragmentadas.
    Un tambaleante tobillo siguiendo el ritmo de las pinceladas caóticas que van conformando el grafiti
    Una forma de pulsera emergiendo como símbolo de fuerza y resistencia.
    Cada pincelada es un desafío: dar una nueva perspectiva, vislumbrar un nuevo horizonte, un nuevo significado, … tejiendo así, su propia esperanza.

  91. HAZ DE TU VIDA UN SUEÑO

    Estaba nerviosa, había trabajado mucho para conseguirlo. Me temblaban hasta las uñas. Esa sensación que te recorre desde la oreja hasta el tobillo y te deja completamente bloqueado. Me levante y recordé aquel grafiti que hicimos en el colegio para celebrar los 70 años de El principito “ Haz de tu vida un sueño y de tu sueño una realidad ”. Subí a aquel escenario y entre aplausos recogí el premio Pulsera de oro a mejor Actriz Revelación. Como prometí aquel día lo había conseguido, había hecho de mi sueño una realidad.

  92. YURY TERESA FORERO JIMENEZ

    Cielo Gris
    Neila tenía dos amante, sentía horror , ¿por qué le gustaban tanto esos dos hombres? tan diferentes, uno tenía las uñas de profesional siempre cortas, brillantes, y con manicura, el otro tenía manos gruesas, uñas siempre con mugre, y rastros de haberlas usado para tareas difíciles, y miro entonces las orejas, uno de tenía orejas grandes delgadas con arete, y el otro pequeñas y gordas; con el tobillo fue difícil, no encontraba diferencia solo un rastro de cicatriz; recordó el grafiti que había diseñado para su pulsera conociendo el fin, “¿valió la pena?».

  93. TENÍA RAZÓN

    Cuando regresé a casa después del fútbol, y tomar unas copas, la encontré de uñas en la puerta de casa. Comenzó a darme voces y a comerme la oreja con lo de siempre: que si era un golfo, que si no tenía ninguna consideración, que no podía ser más capullo…Cuando menos la escuchaba me dio una patada en el tobillo derecho, y un segundo después, con un spray, hizo un grafiti en el capó de mi coche con la palabra “cabrón”, que era realmente lo que era por haber empeñado su pulsera de oro para cocerme con los colegas.

  94. Misterios anunciados
    Una señorita correcta debe tener las uñas cortas y rosadas y su oreja solo debe escuchar, no cargar abalorios. Sus labios solo deben recitar, no opinar ni llevar colores. Pero, ella colocaba a escondidas una cadenita en su tobillo y quería pintar, sentía el arte en su interior. A veces se escapaba y pintaba a escondidas algún grafiti por la ciudad. Su tío era su fiel acompañante. El visir sólo tenía que mostrar la pulsera real, para que nadie la acusara ante el rey de esas pintadas que solo pedían su muerte.
    Esther Mujica (seudónimo)

  95. LA VIDA SIN FIRMA

    No por niño… A mi carialegre hermanita, tampoco nunca le habían pintado las uñas. Un pendiente, aunque solo fuera el de la oreja derecha, supuso lo más para Elna… Ni las monjitas conocían la obra de Bansky. Daba igual, porque la ilusión viene ya por la presencia del visitante. Regalos aparte. Un pie, agigantado hasta el tobillo, se destacó en la pared norte del orfelinato. El curioso grafiti final nos dejó boquiabiertos. Bueno, a Elna… Pícara, estiró la pulsera del artista y le sonrió. Visto bueno a su pie zambo, ¡pero con tatuaje!

  96. MORIR EN PAZ

    Cuando el enfermero terminó de cortarle las uñas, me aproximé a su oreja y, a bocajarro, le pregunté por qué me engañaba. Mariano negó con la cabeza mientras levantaba una mano atestada de cables. Pretendía conmoverme, pero no coló. Retorcí su tobillo y retomé la pregunta. Él continuó negando todo con una cara de sinvergüenza que parecía un mal grafiti de lo que fue. Inmisericorde, agarré su brazo y bajo la pulsera hospitalaria clavé mis alfileres nupciales. El hombre saltó del lecho como un resorte: «Déjeme morir tranquilo, señora, a su marido se lo llevaron hace horas para una colonoscopia».

  97. Lo importante
    Quiso agarrarse del peñasco, pero se soltó cuando se rompieron sus uñas recién esculpidas, siguió precipitándose hasta golpear su oreja, el tobillo y otras partes sensibles. Al final quedó desparramada al fondo del valle, como si fuera un grafiti. De pronto, en la pulsera electrónica entró un mensaje del centro de estética y con un último suspiro jadeante contestó: “quiero quejarme de la calidad de los esmaltes”

  98. OBRA MAESTRA
    Con suma delicadeza describió las ondulaciones propias de unas uñas bien cuidadas; las concavidades y convexidades de la oreja derecha allí plasmada; así como el ángulo perfecto para el tobillo del pie visible.
    Con dos líneas del grosor del canto de un folio terminó el grafiti.
    Tal era la perfección del mismo que, si te acercabas lo suficiente, podías observar el ciclo celular.
    No deseaba reconocimiento alguno por ello. Sin embargo, con la meticulosidad en plena cúspide, olvidó su pulsera en el margen derecho, firmando, así, su mejor obra.

  99. PRECOCIDAD

    La mano de uñas diminutas tapando decorosamente el pubis, la oreja izquierda ornada con una flor carmesí y el tobillo derecho cruzado sobre el izquierdo. El bello cuerpo femenino así descrito apareció una mañana en un grafiti pintado sobre la tapia del cementerio. Corrió la voz y los vecinos comenzaron a acercarse. La obra fue objeto de comentarios encontrados. La misma tarde, en la escuela, la maestra le hizo notar discretamente a su mejor alumno, hijo de temporeros africanos, que a aquella excelente representación de la Olympia de Manet le faltaba la pulsera de oro rodeando su antebrazo derecho.

  100. Pedro Martín Felix Mory

    De la chinita Jenny me gustaban mucho cuando era niño sus
    uñas, aunque a veces también me parecía que tenía una
    oreja más grande que la otra, a ella yo no le interesaba
    nada, yo era un niño pobre y ella tenía dinero. Jenny se
    dobló un tobillo jugando y ya no la volví a ver más. Sufrí
    mucho al no verla. Me pase una noche dibujando
    JENNY TE EXTRAÑO en forma de grafiti en una pared frente
    a su casa. Ella me regalo una pulsera, le había gustado lo
    que dibuje. 30 años después la sigo llevando siempre
    conmigo.

  101. DESDE QUE SUPE QUE VENÍAS

    Desde que supe que venías, los nervios me consumen; las manos que te han de acariciar se han quedado sin uñas, aunque dudo que te importe.
    Por fin ha llegado el día. Espero tu salida. La oreja bien dirigida, ansiando escucharte antes que verte. Mantengo las manos en los bolsillos, y eso me hace mover compulsivamente la pierna, soportando el dolor del tobillo.
    Todo empezó con aquel Grafiti: Adopta; y una carita, como la que imagino tuya, dibujada al lado.
    Por fin, un ladrido. El número grabado en mi pulsera coincide con el tuyo.
    ¡Ven pequeña! Ya tienes familia.

  102. Con mis uñas clavadas en tu espalda , recorrías mi cuerpo.
    Susurrabas palabras en mi oreja , haciendo que me estremeciera de placer.
    Lograbas que me olvidara de todo.
    Debíamos disfrutar el momento .
    Solo sentía tus dedos deslizarse por mi tobillo , como si quisieras dejar grabado algo.
    Como quien dibuja un grafiti para que todos lo vean .
    Se acercaba la hora de despedirnos .
    Tomaste mi mano y deslizaste una pulsera , donde en letras pequeñas había grabado un TE AMO que solo tu y yo sabíamos que estaba.

  103. VERSIONES DE UNA MADRE

    El vicio de morderme las uñas, no lo había superado, ni la manía de tocarme el lóbulo de la oreja cuando estaba nerviosa. Además, solía torcerme el tobillo con demasiada frecuencia. Por todo lo demás, era como una versión de mi madre no mejorada.
    A mi hermano, sin embargo, le tocó heredar sus dotes artísticas, aunque lo descubrimos pagando una multa considerable por hacer algún grafiti en paredes ajenas, manifestando él que era una obra de arte.
    Mi madre, positiva siempre, se autorregaló una pulsera con esta grabación: “Mis hijos me superan en bondad y capacidades”

  104. El grafiti de Dios
    Le enterró las uñas en la cabeza con tal fuerza, que sintió la carne del hombre desgarrándose. El agresor se cubrió la oreja sangrante, aullando de dolor. Ella aprovechó para salir corriendo. El bosque era denso y no vio la raíz que brotaba del suelo. Tropezó y se lastimó el tobillo. Tirada sobre la tierra húmeda, miró el cielo. Las estrellas le parecieron más luminosas que nunca. «Es el grafiti de Dios», murmuró. Se quitó la pulsera con su nombre y se la puso en el bolsillo. «Por sí muero, para qué me identifiquen», pensó.

  105. Último instante

    Elena se pinta las uñas rápidamente. Siempre deja todo para el último momento. Recoge el pendiente que se le ha escurrido de la oreja y se pone el brazalete en el tobillo. Mira un último instante al grafiti de la acera de enfrente. Ya no será su paisaje durante mucho tiempo. Ase la maleta y se dirige a la puerta. Al pasar por el aparador coge las llaves de la casa y la pulsera que dejó ayer allí. Se marcha para siempre de la ciudad. Nadie le echará de menos y nadie la espera en el destino.

  106. José María Díaz Gil

    CARPE DIEM

    Cuando se miraba en el espejo, no se reconocía. La imagen reflejada era un muchacho cuando ella era y se sentía chica.

    Pasaba mucho tiempo arreglándose y pintándose las uñas. Le gustaba colgarse un pendiente distinto en cada oreja. Pero al salir a la calle sentía miradas, risas y comentarios de todos. Era como arrastrar cadenas atadas al tobillo.

    Una mañana, al abrir la ventana, vio un grafiti que habían pintado durante la noche…. una única palabra ofensiva…..
    En esos momentos, miraba la pulsera de su muñeca con dos palabras “Carpe Diem”. Entonces, respiraba hondo y salia a la calle.

  107. Miedo
    La niña estaba sentada al pie de una cama con las sábanas revueltas. Tenía marcas de uñas en la oreja y la mejilla y se sujetaba un tobillo con ambas manos. En la pared había un grafiti dibujado con ceras de colores: un muñeco gritando. La madre le retiró el pelo, las mariposas de su pulsera acariciaron la frente de la niña. Le preguntó qué había pasado. La cría contestó que tenía miedo de soñar. Su madre la abrazó como si no fuera a soltarla nunca y se calló que ella lo tenía de no hacerlo.

  108. Bajo el orbe inquisidor de la urbe, deambulaba por sendas de nostalgia. Mis uñas, marcadas por el estigma del campesino, peinaban el viento que ululaba ecos pretéritos. Repentinamente, una ráfaga tañó el pendiente del oprobio que todavía colgaba de mi oreja. Sonaron de nuevo los recuerdos danzantes que me desestabilizaron, luxando mi tobillo de entereza. Tendido sobre el apático asfalto, enfoqué la fachada del templo, viendo aquel grafiti que clamaba «REDENCIÓN» en trazos silenciados por el tiempo. Fue entonces cuando advertí que Céfiro me había absuelto de mi condena, haciendo volar la pulsera deshilachada que me esposaba a ella.

  109. COMPULSIÓN

    Desde niña solía morderse las uñas. A los doce años tenían los dedos muy desfigurados, y no podía seguir ocultándolos bajo guantes en invierno o mitones de seda en verano. Se comprometió a vencer la compulsión y como si un duende le hablara a la oreja, comenzó a componer las mejores notas de su propia historia. Hoy, una joven hermosa toca el piano maravillosamente. Su elegante vestido deja ver en el tobillo izquierdo un grafitti que reza “Tú puedes”. La pulsera de diamantes destella en el aire mientras sus largos dedos tocan delicadamente una melodía de su autoría, entre aplausos

  110. Promesa de liberación

    En la fría biblioteca, Matías exploraba un antiguo libro con la promesa de liberación. Con las uñas, volteó las páginas y se topó con la historia de una ciudad encantada. Dubitativo, se rascó la oreja mientras leía sobre buscar la luz en la vida. Al seguir, sintió algo en el tobillo, solo un ratón. Descubrió que la ciudad encantada tenía un muro con un graffiti llamado; Futuro. Al relucir la palabra «graffiti», Matías encontró la clave. Lleno de alegría, pronunció la palabra y la pulsera que lo ataba se abrió, liberándolo.

  111. Libre para amar

    Hizo una calicata con las uñas en el yeso de la pared del vomitorio antes de aventurarse a grabar en él con el punzón lo que en aquel instante sentía tras haberla visto salir del anfiteatro recostada en su litera, luciendo unos pendientes crotalia de triple caída, que hacían que cada oreja se asemejase al manantial de un ninfeo, y una ajorca de marfil y oro en el tobillo. Y a los incontables “grafiti” que hicieron famosa a la ciudad, añadió otro: «Aulus ama a Néfer y ha cincelado este nombre en el cobre de su pulsera de esclavo».

  112. PATRÓN “PAKITO”

    —UÑAS con manicura navideña a la última, OREJA derecha con piercings de arriba a abajo, el TOBILLO izquierdo adornado con una tobillera de plata con motivos de calaveras, el cuerpo tumbado en posición decúbito prono al pie de una pared pintada con un GRAFITI firmado también por «Pakito», y la muñeca derecha luciendo una escueta PULSERA cordón de cuero. Inspectora, volvemos a encontrarnos con otra nueva víctima, supuestamente, del mismo asesino, porque el patrón se repite.
    —Veo que no se te escapa ningún detalle, González. Es la quinta asesinada en cinco meses. No quisiera estar en la piel de «Pakito».

  113. Ella contempla el muro con ojos de ensueño y lo toca con las uñas. Él es el artista que la sedujo con su pincel y su voz. Escucha su susurro en su oreja: “Salta conmigo al otro lado de la realidad”. Ella se ata una cuerda al tobillo y se lanza al vacío.
    Vuela hacia el sueño que el grafiti le ha desvelado. Se quita la pulsera que la encadena a su vida y la deja caer. Un sueño de amor, de magia, de arte. Un sueño que solo él puede hacer realidad.

  114. Mariposa.
    Me comía las uñas por la ansiedad. Unos temblores me recorrían todo el cuerpo de arriba abajo, desde la oreja hasta el tobillo. Nunca había sido amigo de las multitudes ni de los espacios abiertos, me costaba un gran esfuerzo tratar con la gente.
    Mientras escudriñaba la ciudad, mis ojos toparon con una gran explosión de color impresa en una pared. Un grafiti de una mariposa sobrevolando la ciudad me dio ánimos.
    Apretando contra mi muñeca la pulsera que me dejaste por herencia, llegué al velatorio y me despedí de ti, mamá.

  115. Maria Pilar de Frutos

    QUE CHULO
    ¡No te muerdas las uñas! Me decía mi madre mientras me duchaba de pequeño desde la oreja al tobillo ¡Cada una es algo vivo con función propia en tu cuerpo! Estas frases me vinieron a la cabeza cuando mis amigos me propusieron hacer un grafiti solidario. No sabía la razón, pero tenía claro que ese debía ser el tema y, enseguida, comencé a dibujar un mundo cubierto de manos en las que cada dedo estaba recubierto con mensaje de la queratina: “Estamos vivas, no nos muerdas”.
    Me quedo tan chulo que decidí usarlo como tema de pulsera solidaria.

  116. Para vosotr@s

    Una madrugada de insomnio me puse a leer los relatos de cinco palabras de diciembre. Encontré uñas rabiosas, más de una oreja engalanada y algún que otro tobillo malherido. A cada párrafo mis ojos se maravillaban soñolientos; los textos eran numerosos, variados y hábiles. Tanto, que me sentí abrumada, ¿para qué participar? Pero entonces la causa solidaria me tiró de las sábanas y decidí escribir. Aunque fuera como un grafiti entre pinturas de una galería, sería un orgullo compartir aquella pared. Ser otro eslabón más para engarzar una bella pulsera.

  117. CRESCENCIA BERNA TORRES

    MISTERIOSA DESAPARICIÓN
    No sabía qué color elegir para sus uñas. Quería algo llamativo. En una oreja se había hecho múltiples agujeros para ponerse los pendientes de artista. El tobillo estaba esperando su decisión. ¡Listo! se dijo: un diseño de tatuaje. Será tan original como el grafiti de la puerta de la galería. Todos los detalles los había pensado minuciosamente. Los invitados a la inauguración llegaron con puntualidad meridiana.
    Fue recibiendo a cada uno con un saludo personal y una sonrisa agradecida. De pronto, observó que su detalle favorito había desaparecido. Se quedó sin la pulsera, obsequio personal para cerrar el evento.

  118. MIS GATOS

    Tuve unos cuantos mientras vivía en mis pueblos, eran tan caseros como callejeros. Recuerdo a Sol, Luna, Jagger (Mick), Blau y Grana.
    Percibo esa cariño y me apetece tenerlo de nuevo, pero compartiendo piso en Madrid, quizá no es momento.
    No me gusta que me claven sus uñas cuando me pasean por encima, ni que me besen la oreja con su lengua, pero adoro que ronroneen en mi pecho mientras descansamos y que se acaricien en mi tobillo.
    Les fotografío como si dibujara un grafiti de amor, el que rodea mi corazón sin una pulsera que lo comprima.

  119. MISTERIOS RUPESTRES
    Mis uñas arañaron dentro de la caverna encontrada, para descubrir aquello que parecía la oreja de un joven momificado que, a pesar de los siglos mostraba una esbeltez asombrosa. Su muerte se debió al tobillo roto y entablillado, según dijeron los estudiosos del National Geographic que le impidió caminar y por supuesto cazar como fue lo esperado para su supervivencia, aunque en aquel refugio y mientras pudo, creó algún grafiti como hoy en día llamamos a ciertas pinturas y talló en marfil, la pulsera que se encontró rodeando su muñeca izquierda y un misterioso collar ilegible colgado al cuello.

  120. Las cinco incógnitas de Unai Fuentes

    Aquella sala de comisaría hacía que los nervios me carcomiesen por dentro. Comencé a morderme las uñas, otra estúpida manía que había heredado de Unai y que me había metido en aquel entresijo. Los policías habían plantado ante mí una oreja cortada. Me entraron arcadas, es que ni Van Gogh pensé. Traté de concentrarme en lo que había sucedido aquella mañana antes de que el aparato que rodeaba mi tobillo emitiese un pitido. La imagen de la sangre manchando aquel grafiti junto al cuerpo inerte me golpeó nuevamente en el estómago. Había podido leer “Unai Fuentes” en su pulsera identificativa.

  121. ANTONIO CABALLERO DE LA TORRE

    LA ENCONTRÉ.

    Nos miramos, casi no nos reconocimos. Me llamaron la atención sus largas uñas pintadas de negro. No podía ver su oreja, tan llena de piercings. Los tatuajes cubrían su cuerpo, desde el cuello hasta el tobillo, parecía un grafiti. Si, era ella, no se había quitado la pulsera. Se abrazó a mi y tras un largo sollozo me miró y sus ojos me pidieron que la llevara a casa.

  122. SIN MIEDO
    Desesperadamente trataba de asirse para no caer. Sus manos flaqueaban, sus brazos estaban agarrotados y su cabeza no podía pensar. Sus uñas arañaban aquella pared. Casi se veía rodando por el suelo, sin ayuda, abandonado, cuando una suave y cálida voz le susurró en la oreja, al tiempo que le sujetaba por el tobillo. «Déjate llevar, no tengas miedo». Cayó suavemente, nada le podía hacer daño. Allí arriba quiso pintar un grafiti que le llenase de sueños. Sólo pudo ver una pulsera en la muñeca de una mujer. Al instante reconoció quien le había salvado.

  123. Despedida
    En el hospital, aprovechando su inconsciencia, le clavé mis uñas en el brazo quemado. Mirándolo detenidamente, su oreja izquierda, intacta, no concordaba con el rostro chamuscado.
    Una semana antes, luego de atarme las manos, me echó alcohol mojándose también él. La cerilla que pensaba arrojarme prendió fuego primero en él. Cayó e intentó agarrarme del tobillo, pero me alejé. Con dificultad pude salir y pedir ayuda. Leí entonces el grafiti de enfrente (Los errores no se equivocan) y sonreí.
    Antes de dejar el nosocomio, a modo de despedida, le puse la pulsera que me regaló y nunca más volví.

  124. Lamento que me arrancaran todas las uñas de mis manos. Si al menos hubieran dejado una podría hurgarme la oreja para sacar toda la tierra que me han metido. El mareo aumenta y la ciudad aún está más allá del horizonte. Cada paso que doy el cacharro que me han puesto en el tobillo me taladra de dolor hasta el hueso.
    Un grafiti en una casa derruida indica que sus habitantes también han sido seleccionados. Al igual que ellos, tendré que vagar hasta que la cuenta atrás de mi pulsera finalice.

  125. Lisardo Fernández Conde

    SONIA

    La chica del mural… ¿A quién me recuerda? Se pinta las uñas con despreocupación, con una dulce media sonrisa, la cabeza ladeada, el pelo tras la oreja. Está sentada sobre la cama y el camisón deja al descubierto un tatuaje alrededor del tobillo: un círculo, un ensō zen. Igualito que el mío.
    Es el grafiti sobre el muro que miro ensimismada. Tanto, que ni oigo el frenazo del camión que lo derriba sobre mí.
    Ya sé quién es: Sonia Fernández. Lo pone en la pulsera identificativa del hospital.

  126. GUANTE BLANCO
    Cuando adoptó a aquel gato callejero no esperaba que sus uñas fueran tan afiladas. Las marcas que le había dejado en la oreja izquierda y en el tobillo derecho le daban aspecto de grafiti gatuno. Pero ella seguía acariciando al huraño animal, convencida de que terminaría por rendirse y se tornaría un manso y ronroneante compañero. El gato, por su parte, no le quitaba ojo a la pulsera de oro que llevaba puesta la mujer: su amo le había prometido un gran tazón de leche con galletas si se la conseguía. El próximo arañazo iría directo al broche.

  127. Mi Estocolmo

    Él le había dicho hace tiempo que tenía las uñas clavadas en su corazón y que por eso pegaba la oreja a su pecho a la espera de escuchar algún latido, para así apretar su mano y cesar de inmediato el movimiento. Su amor, una cadena atada al tobillo, impedía su huida. Deseaba escapar, pero en las noches frías él la abrazaba y por las mañanas ella solo tenía ganas de hacer un grafiti en la pared que pusiera “quiéreme”. Pero en vez de recibir un “te quiero”, el sólo le regaló una pulsera, atando también sus muñecas.

  128. SIN DESMESURA

    Oh, esencia temporal, pergaminos que albergan crónicas imperecederas… Absorto como historiador en la grandiosidad de eras lejanas. ¡Mi apreciada Cleopatra, tus uñas engalanadas con alheña, regocijan mi ser! ¡Shakespeare, más diestro en modas que en letras, pues un pendiente resplandecía en tu oreja! Querido William, rivalizabas en tendencias con Rani Jhansi, engalanada con gemas en su tobillo. ¡Mas no menoscabo a Cornbread, quien eternizó su amor en un grafiti! Empero, mi predilecto es Leonidas I, portando una pulsera de cuero como distintivo en su atuendo. ¿La historia, tejido veraz o ficción urdida? ¿Yace la certeza en su devenir?

  129. MI GRAN AMIGO

    Caminaba por la calle y escuche a un cachorro abandonado, cuando lo vi estaba delgado, las uñas largas y una oreja lastimada. Intente tomarlo y me mordio el tobillo a pesar de estar casi sin fuerzas. Fuimos grandes amigos. Hoy termine el grafiti en honor a nuestra amistad.
    Recuerdo el día mi cumpleaños trajo un pulsera y fue
    increible, era como si supiese que tenia que darme un regalo, me la puse, desde entonces era el simbolo de nuestra amistad inquebrantable. Hoy aún recuerdo aquellos maravillosos momentos a tu lado, te quiero amigo auque ya hayas partido.

  130. UNA TRISTE ESPERANZA EN NAVIDAD

    Esperanza era su nombre.
    Le pidió a la enfermera que pintara sus uñas, tapando los desgastes de la edad y el descuido. Cubrió una oreja con cabello; colgó de la otra el único pendiente que aún conservaba.
    Los pantalones escondían el tobillo hinchado, con marcas verdes y violáceas: “mi grafiti” decía ella, restándole importancia a una enfermedad arterial.
    Envolvió para regalo su pulsera de perlas, y quedó en la sala, esperando la visita.
    Sonaron unos 50 villancicos. Nadie llegó. La misma enfermera la acompañó a acostarse. “Feliz Navidad, abuela”, llegó a escuchar Esperanza por última vez, segundos antes de dormirse.

  131. PUNTO Y COMA.

    Estaba nerviosa, apenas le quedaban uñas que devorar.
    Él se dio cuenta.
    Se acercó y apartó con ternura un mechón de pelo tras su oreja.
    Ella se sonrojó.
    Necesitaba salir fuera, respirar hondo, tranquilizarse.
    Salió trás ella.
    — ¿Punto y coma? — preguntó perspicaz.
    Un pequeño tatuaje asomaba cerca de su tobillo.
    El dolor se marcó en su mirada.
    Suspiró y con su móvil le enseñó una fotografía de un chico joven pintando un grafiti.
    — Ya no está. — susurró, mientras se recolocaba su pulsera de cuero negro.
    En ese momento todo se calmó.
    Ese abrazo fue su nuevo comienzo.

  132. Alejamiento

    Las uñas, rotas, la oreja, rasgada, el tobillo, torcido. Su sangre se mezcla con la pintura del grafiti y con sus lágrimas. En casa, su chico duerme la adrenalina y la rabia. No es su culpa. En el fondo es bueno. La quiere mucho. Eso piensa. Eso quiere pensar. La muchacha tiene veinte años, muchas ganas de vivir y está enamorada. Pero todos en el barrio saben que los dos terminarán llevando la pulsera de la vergüenza.

  133. NUNCA
    Lo confieso: antes, mi deporte favorito era coger el metro por las mañanas: solía coincidir con una chica morena, que quizás se llamaba Laura. O quizás no, nunca lo sabremos. Día a día, me acostumbré a ser testigo de cómo se mordía las uñas al esperar, de cómo se colocaba el pelo detrás de la oreja. Me acostumbré (también) a observar (o no; según la época) el tatuaje de su tobillo, que parecía un grafiti, así como la tintineante pulsera azul que siempre llevaba en la mano derecha. Nunca sabré cómo se llamaba, nunca sabrá cuánto la quise.

  134. Sheila Mirka Viviana Vettorazzi

    Infidelidad
    Mirás tus uñas esculpidas en el espejo al colocar el aro trepador en tu oreja. Después cercás tu tobillo con esa sucesión de corales ensartada en fino hilo de plata. Te perfumás mientras tu marido revisa tu WhatsApp. Lee el mensaje del grafiti fotografiado: “Telo creíste”. Tu respiración se detiene. Ríe. Tu miedo se deshace en las tonterías que dice sobre las “boludeces” que se comparten las “minas” por chat. Das media vuelta y salís agitando tu mano. El tintineo de tu pulsera estalla en el aire hasta perderse, libre. Zafaste. Vos sí comprendiste dónde Rocío te espera.

  135. Sheila Mirka Viviana Vettorazzi

    Infidelidad
    Mirás en el espejo tus uñas esculpidas al colocar el aro trepador en tu oreja. Después cercás tu tobillo con esa sucesión de corales ensartada en fino hilo de plata. Te perfumás mientras tu marido revisa tu WhatsApp. Lee el mensaje del grafiti fotografiado: “Telo creíste”. Tu respiración se detiene. Ríe. Tu miedo se deshace en las tonterías que dice sobre las “boludeces” que se comparten las “minas” por chat. Das media vuelta y salís agitando tu mano. El tintineo de tu pulsera estalla en el aire hasta perderse, libre. Zafaste. Vos sí comprendiste dónde Rocío te espera.

  136. Irma Dennis Luna Campoy

    LAPSUS

    Uñas que golpean el metal y labios con sabor a hierro, curioso donde pone uno su energía para no morir de miedo. Un ritmo nervioso se posa sobre la oreja izquierda; el tictac de la espera. Un tobillo arriba a la vez. Grafiti de óxido sobre el cielo, sol de luces incandescentes embrutecen los sentidos. Cuatro de la tarde con cuarenta y cuatro minutos marcó mi pulsera inteligente, mordaz recordatorio para quien olvido como serlo. ¿Soy un monstruo construido de penas y desesperanza? Liberadora sensación es el vacío interno, pesado el recuerdo de lo que pudo ser y no será.

  137. CHIPIRONES CON AMOR
    —Recién capturados. Podrías preparar una cazuela…
    —Ya sabes, con amor y en su tinta.
    Por tinta que no quede. Qué se lo digan a mis uñas. Con razón me estremecí al recibir ese regalo de pacificación.
    —Cómo te tiembla la oreja. ¿Un tic?
    Es el precio por no arrear una patada en el tobillo a ti y a mi ex, imbécil.
    Con abundante pigmento cefalópodo compongo un grafiti en la pared blanca: «Con amor».
    Sobre la mesa, a modo de pulsera de compromiso, coloco un anillo de calamar crudo. Sobre el níveo sofá, la cazuela volcada.

  138. Ramón Roselló Ferrer

    Fuimos uñas, maleta, trasiego, andén. Fuimos voz y oreja y tobillo también. Pero en este siglo nunca pensamos que pudiéramos ser grito, grafiti o resurrección.
    La abuela Ignacia me mostró una preciosa pulsera de oro y diamantes, el día que me contó su vida. Para ella simbolizaba el amor, el esfuerzo y la dedicación por salir de las penurias. Fue un regalo del abuelo Pablo que le compró en Suiza con las horas extras de sus cinco temporadas que fue a trabajar allí. Ahora ya no se la pone ni en fiestas, pues asegura que llama demasiado la atención.

  139. Ramón Roselló Ferrer

    LA SOMBRA DE LO QUE FUIMOS.
    Fuimos uñas, maleta, trasiego, andén. Fuimos voz y oreja y tobillo también. Pero en este siglo nunca pensamos que pudiéramos ser grito, grafiti o resurrección.
    La abuela Ignacia me mostró una preciosa pulsera de oro y diamantes, el día que me contó su vida. Para ella simbolizaba el amor, el esfuerzo y la dedicación por salir de las penurias. Fue un regalo del abuelo Pablo que le compró en Suiza con las horas extras de sus cinco temporadas que fue a trabajar allí. Ahora ya no se la pone ni en fiestas, pues asegura que llama demasiado la atención.

  140. CIELO

    Tengo pintura azul bajo las uñas. Estoy terminando el cielo en la pared mientras la música de Coldrain entra por cada oreja, estimulando cada rincón de mi cuerpo hasta cada tobillo, causando que mis pies bailen sobre el andamio. Es libertad salpicada con arte; la música solo compenetra más en el grafiti que hacia…
    – ¡Despierta ya, B361! ¡Si te vuelves a atrasar, te quedaras sin comida!
    Desperté viendo al guardia alejarse. Luego sentí la pulsera de acero con la inscripción B361 y recordé mi reclusión. Ahí los sueños pueden ser peligrosos, como aquel cielo que difícilmente volvería a ver.

  141. CÓMO CONOCÍ A TU MADRE

    — Uñas color negro brillante, piercings en la oreja y sobre el tobillo tenía un grillete, de esos electrónicos que usan los domiciliarios.
    — Sí, debe ser ella — dijo el oficial. — Si la ve de nuevo, comuníquese con la comisaría.
    — Lo haré, no es alguien fácil de ignorar.
    — Pero ¿qué significa ese grafiti que ella pintó? Mi inglés no es bueno, confieso.
    — «Hide this bracelet and I will be yours»… algo cursi, tonterías románticas, oficial — le dije, mientras palpaba la pulsera en mi bolsillo trasero.
    El oficial asintió y lo envié por el camino incorrecto. Así fue cómo conocí a tu madre.

  142. Nunca es tarde para la revolución

    Hace frío y no siento las manos, me he roto dos uñas, Marquitos padece parkinson y me ha pintado la oreja con su spray y al caerme de la escalera me he torcido el tobillo. Encima mis colegas me han dejado solo. Lo que más me duele es que no hemos podido terminar el grafiti. He apretado el botón de la pulsera y supongo que los de la teleasistencia no tardarán mucho en enviar una ambulancia. Espero que llegue antes que la policía, no sabría cómo explicárselo a mi nieta

  143. EL ETERNO REGRESO AL MAR
    Milagros Pereira

    Con mis uñas escribí tu nombre en la arena —¡¿Me estás mirando?! —Pregunté ansiosa.
    De pronto, una ola inundó de agua mi oreja, mientras, por la otra escuchaba el eterno regreso del mar.
    En la resaca, sentí en el tobillo algo que me arrastraba y flotando boca arriba, con los brazos extendidos, vi en el cielo, a las nubes dibujar un grafiti con tu rostro.
    Entonces, solté de una mano la sortija y de la otra, la pulsera que me regalaste.

  144. Luis Miguel Villegas Moreno

    EL AMANTE
    Luis Miguel Villegas

    Esa noche con mis uñas acaricié tu oreja, bajé por todo tu cuerpo hasta el tobillo y en mi mente dibujé un grafiti, soltando la pulsera que te ataba.

  145. TERESA CAMILA LESCANO

    GUARIDA
    Antes de cada actuación, para disipar los nervios, me gusta fumar un cigarrillo, aunque después mis uñas huelan a humo barato de cabaré.
    Siempre antes de salir a escena verifico llevar puesto en mi oreja el arete que mi abuela me heredó y el accesorio de tobillo que un cliente me obsequió hace un par de viernes.
    Ese día él me confesó su amor, como tantos otros antes de él. Pero yo sabía la verdad, ellos solo amaban la fantasía de este Edén con laureles de grafiti. Elogiándolos. Complaciéndolos. Resguardándolos entre mis manos como a una pulsera de rubíes.

  146. Patricia Roxana González

    MIRADAS
    Impactaba verlo. Imponente, perfecto, conservando la gallardía de tiempos pasados. Se sintió molesta por la exagerada admiración que despertaba en los otros la desnudez del hombre. Volvió al mal hábito de comerse las uñas, su incomodidad era evidente. Alguien le hizo notar que tenía una oreja colorada. Otro síntoma de malestar. Quiso acariciarlo, pero una garra enorme impidió que le rozara el tobillo. Lamentó no poder plasmar en un grafiti su rencor contenido. Arrancó la pulsera roja de su mano y la dejó caer. Contra el mal de ojo. Quizás al David le hiciera falta en ese museo.

  147. Encaramada muralista

    Encaramada en los herrumbrosos andamios de esta obra abandonada a medias, pone todo su ingenio y destreza en lo que hace. Desde abajo veo que lleva las uñas pintadas como no me gustan, estrafalarias. En cada oreja pendientes que me molestan menos por sus dimensiones que por lo flamenco que le quedan, descarados como ella misma. En el tobillo izquierdo su sensual tobillera tribal le protege de los peligros del mundo, dice. Canalla o no, su grafiti en el edificio del ayuntamiento tiene mucho arte. Me tiene esposado por su pulsera gitana, o quizá sea solo su magnetismo personal.

  148. Encantadora muralista

    Encaramada en los herrumbrosos andamios de esta obra abandonada a medias, pone todo su ingenio y destreza en lo que hace. Desde abajo veo que lleva las uñas pintadas como no me gustan, estrafalarias. En cada oreja pendientes que me molestan menos por sus dimensiones que por lo flamenco que le quedan, descarados como ella misma. En el tobillo izquierdo su sensual tobillera tribal le protege de los peligros del mundo, dice. Canalla o no, su grafiti en el edificio del ayuntamiento tiene mucho arte. Me tiene esposado por su pulsera gitana, o quizá sea solo su magnetismo personal.

  149. Mariana Martínez Pallarés

    ¿Volveremos a encontrarnos?
    169 km sin hallar respuesta. No me restaban en los pies uñas por perder. La oreja derecha me ardía con el sol del mediodía mientras que, con cada pisada, mi tobillo izquierdo gritaba: «¡Basta!».
    Me detuve para ajustar su vendaje y un sudor frío me invadió al incorporarme. Con la vista borrosa me adentré en un pasadizo cuyas paredes proyectaban imágenes de la que pudo haber sido una vida juntos. Al fondo, un grafiti con dos palabras en vaivén… No recuerdo más.
    Al despertar, una pulsera aprisionaba mi muñeca perpetuando su voluntad con una inscripción: «Aún no».

  150. Mariana Martínez Pallarés

    Maldito vestigio
    Las uñas de las manos clavadas en las mejillas de un rostro desfigurado, falto de un ojo y del lóbulo de una oreja desgarrada y bañada en sangre.
    Descendí la mirada para recorrer lenta y fríamente un cuerpo encogido, desnudo y frágil hasta que, al llegar a su tobillo…
    – ¿La reconoce?
    Nada en la captura de aquel grafiti había conseguido turbarme, pero ahí estaba; enroscada en él, como único atavío, la pulsera que le regalé el día en que la conocí.
    – Es ella.

  151. Nunca es tarde para la revolución

    Hace frío y no siento las manos, me he roto dos uñas, Marquitos padece parkinson y me ha pintado la oreja con su spray y al caerme de la escalera me he torcido el tobillo. Encima mis colegas me han dejado solo. Lo que más me duele es que no hemos podido terminar el grafiti. He apretado el botón de la pulsera y supongo que los de la teleasistencia no tardarán mucho en enviar una ambulancia. Espero que llegue antes que la policía, no sabría cómo explicárselo a mi nieta.

  152. Cristina García Vacas

    LECCIÓN DE BRUJA
    Uñas provenientes de la pedicura de una zarigüeya, cera extraída de la oreja de un elefante con otitis y costra de la herida curada del tobillo de un avestruz. Sara había completado su exquisita poción y pensaba dársela a los chiquillos que habían marcado su casa con un grafiti que gritaba “vieja bruja”.
    La pócima que guardó en el compartimento secreto de su pulsera era inofensiva, solo les dejaría sin habla una semana. Y así, les enseñaría a escuchar a los demás, al menos les daría tiempo para pensar antes de hablar.

  153. GALÁN DE CINE
    Primero le corta las uñas para prevenir posibles arañazos. Luego, como en las películas se estila mucho eso de cortar una oreja, meterla en una caja y enviársela a la familia, se la corta también. Sonríe. Así deben de sentirse los actores importantes, piensa orgulloso con su chorreante trofeo en la mano. Para terminar, le disloca el tobillo sano; esta mujer no aprende, parece tonta, y no quisiera que escapase otra vez mientras él se va de copas al club Grafiti. Mañana le comprará una pulsera de pedida, la más cara; seguro que así, al fin, aceptará casarse con él.

  154. LA CONQUISTA

    Alimentamos a nuestra joven mascota con música. Su canción preferida es Imagine. Salta y atrapa los discos al vuelo, los hace sonar con sus uñas, pone la oreja y se refugia en la esperanza de las letras. Y nos repite, sin parar de mover el tobillo mientras escucha We are the World, que quiere pintar un grafiti. Uno que ocupe todo el mundo. Que conquiste el cambio en el que lo contemple. Mis hijos le han hecho una pulsera con su nombre. Se hace llamar Solidaridad. Y ya sabíamos que cuando escapó de nuestros sueños dejaría huella.

  155. María José Manceras Vargas

    “Mil sueños, una vida”
    Se mira desnuda frente al espejo. Ya no se reconoce. Sus largas uñas, esculpidas y pintadas de azul cielo, decoran sus delgados dedos como palillos.
    Mónica ve imperfecciones desde la oreja hasta el huesudo tobillo derecho que esconde en un enorme calcetín.
    En silencio intenta aferrarse a la vida. Golpea bruscamente el espejo, las fuerzas le fallan y en los puños destrozados, entre heridas sin cicatrizar, se va abriendo un grafiti de color rojo. Mientras María acaricia la pulsera de Mónica, pronuncia, con tono débil y apagado, las palabras escritas en el muro del cementerio. “Mil sueños, una vida”.

  156. Eduardo Moreno Martín

    NUNCA CONOZCAS A TUS ÍDOLOS
    Suelo observar a mis colegas artistas desde el balcón por si un día le encuentro. El de hoy parece bueno así que salgo del apartamento. Sí, habrá consecuencias.
    Me siento detrás, mordiéndome las uñas y con la oreja pendiente del tobillo. Se me acelera el corazón, ¿y si es…?
    El grafiti está casi terminado cuando la pulsera empieza a vibrar. No tengo tiempo. Me levanto y le pregunto:
    —¿Bansky?
    Él se voltea.
    —¿Quién?
    Su famosa mirada penetrante y las arrugas que esculpen su rostro ya responden. Decepcionado, me quedo esperando lo inevitable. Solo es Picasso, al que han clonado recientemente…

  157. El enigma
    Era mala señal, cuando se mordía las uñas de la mano izquierda, mientras se rascaba la oreja con la derecha. Estaba nerviosa y miraba fijamente al tobillo de la chica del grafiti, quien llevaba una pulsera colgando hasta el pie. Intentaba comprender las palabras que tenía grabadas.
    Esa chica era ella y no podía dejar de pensar quien la había retratado de esa manera tan absurda sin su permiso. La gente se acercaba al mural e intentaba descifrar las palabras de la pulsera. Un niño se aproximó y leyó: u-ñ-as, o-re-ja, to-bi-llo, gra-fi-ti, pul-se-ra y nadie entendía nada.

  158. BLANCA EVA HERNÁNDEZ GALA

    PACIENTE IMPACIENTE

    —Raquel… que no te muerdas las uñas. ¿Me prestas tu oreja un ratito? -dijo tía Julia, quitándome los cascos y sacándome de mi universo imaginario. Con un tobillo dolorido por la dichosa enfermedad coronaria y el corazón roto por envites del acoso escolar, prefería sumergirme en mi lista de reproducción favorita. —Asómate, nos han vuelto a pintar un grafiti en la tienda. No creo en casualidades… ¡Mira!

    Fue toda una sacudida. Vibrantes colores rezaban sobre nuestra persiana: NO TE RINDAS. Así que dejé mi pulsera de paciente impaciente número 74.657 sobre la mesa, y salí a comerme el mundo.

  159. El viaje
    Las agencias facilitan el acercamiento con otras culturas. Victoria lo programó y llenó la maleta de ilusión.
    Uñas coloridas mostrando diseños exclusivos, otras en blanco y negro.
    Oreja engalanada con piedras preciosas, otra desfigurada por los rituales.
    Tobillo esbelto y pie de princesa, otro magullado y extremidad castigada por la exposición permanente.
    Grafiti, tatuaje en la piel mostrado con orgullo, otro aspecto de una agresión que atormenta.
    Pulsera de gran valor, otra adquirida como suvenir y pocas veces por la que representa.
    Lo que prometía ser una experiencia de esplendor resultó ser el viaje a su interior.

  160. Ama Té y Ama Rás

    Los alquileres a pie de calle sobrevivían gracias a los negocios de uñas. Ming tenía la oreja ideal para sostener la lima y las clientas cediéndole las manos. “En China pagarían por ver un tobillo como el suyo” decía a las de las manicuras de los pies. Pocas lo apreciaban. Cuando el local estaba cerrado, un grafiti hiperrealista de la anterior cafetería “Ama Té” inundaba la persiana. Ming y una manía: regalar un obsequio a cada clienta que le había preguntado cómo estaba. Una pulsera de “KIND NAILS” (o la ausencia de esta) dividía las mujeres de la ciudad.

  161. María José Manceras Vargas

    MIL SUEÑOS, UNA VIDA

    Se mira desnuda frente al espejo.
    Ya no se reconoce. Unas uñas largas, esculpidas y pintadas de azul cielo, decoran sus dedos delgados como palillos.
    Mónica ve imperfecciones desde la
    oreja hasta el huesudo tobillo, que esconde en un enorme calcetín.
    En silencio intenta aferrarse a la vida.
    Golpea el espejo compulsivamente, las fuerzas empiezan a fallarle y las heridas en las manos , van abriendo un grafiti de color rojo.
    Mientras María acaricia la pulsera de Mónica pronuncia, con tono débil y apagado, las palabras escritas en el muro del cementerio. “Mil sueños, una vida”.

  162. YA SOMOS NOVIOS

    A él le fascinaban sus uñas tintadas en pincel de amanecida. Le susurró en tono de beso una rima de Bécquer; vapor de palabra emitido a escasos centímetros del lóbulo de su oreja derecha. Ella percibió un escalofrío; él sintió que se elevaba más allá del cielo. Puso entonces una cinta de la Virgen del Pilar de compromiso, en su tobillo izquierdo. Un grafiti cercano proclamaba “la sonrisa es una línea que endereza todo”. Sonrieron mientras compartían un primer beso, al tiempo que él, cuidadosamente, para no dañar su esmalte, le colocaba una preciosa pulsera de prometida.

  163. Jesús Jiménez Reinaldo

    VEINTITANTOS

    —Si no funciona, me quito la vida —le digo al nefrólogo, que me mira asustado.
    Ya le he explicado que me extirpé todas las uñas, que tengo la oreja izquierda devorada y que en el tobillo derecho el eccema se extiende como un ejército sangrante. El fallo renal me ha robado la humanidad, convirtiéndome en el mono del grafiti que no para de rascarse.
    Me ajusto la pulsera medicinal del ensayo esperando que no sea el placebo. Aunque funcionara este invento, veintitantos años de comezón habrán creado una adicción irreversible. Estoy seguro de que nunca más lograré parecer normal.

  164. Douglas Manuel Uzcátegui

    Descabellada

    La noche que le conocí en aquella oscura tasca llevaba largas uñas postizas pintadas de rojo. “Vámonos de aquí. Quisiera cortarte una oreja”, me susurró al oído… El escalofriante halito de sus palabras me recorrió el cuerpo hasta el tobillo.
    Salimos, y recostados contra un grafiti alusivo a Islero firmado por Banksy en una de las paredes externas de la catedral nos dimos nuestro primer beso. Mientras ella acariciaba mi rostro con su mano izquierda alcancé a leer en su pulsera de cuero una inscripción que rezaba: La Matadora de Sevilla.

  165. COSTUMBRES
    Era tan cobarde que no me atrevía a decirte la verdad. Hacía años que me limitaba a escribir mi deseo debajo de mis uñas, detrás del lóbulo de la oreja, en un tobillo cubierto por un calcetín o en un grafiti con símbolos en otro idioma.
    Aunque me lamentaba por haber perdido tantos años a tu lado, el caso es que por pena no era capaz de romper la relación. Tampoco entendía cómo tú no te dabas cuenta y parecías feliz hasta que, un día por casualidad, leí en el reverso de tu pulsera: “Yo también me voy”.

  166. Lejos

    Hacía muchos años que no había rastro de esmalte negro en sus uñas. Sin embargo, aún existían vestigios de aquellas rebeldías de antaño: una hilera de agujeritos medio cerrados en una oreja, una calavera desvaída en un tobillo, un grafiti irreverente casi ilegible en una callejuela del casco antiguo… y aquel maldito deseo de vivir con dignidad que le impedía adaptarse a un empleo precario en aquella empresa explotadora.

    -¿Dónde se ve dentro de cinco años, Claudia?

    Claudia acarició las tachuelas de su vieja pulsera de cuero, rescatada del fondo de un cajón.

    -Lejos. Muy lejos- dijo. Y se marchó.

  167. Coral Guisado Peñuela

    Tanatofobia

    Se dirigía al cementerio, sus nervios eran claramente visibles, no paraba de clavar las uñas sobre el sillón del coche, tenía la ventanilla abierta y la oreja puesta para escuchar el cantar de los pájaros. El coche aparca, se observa una puerta abrirse y un tobillo haciendo el amago de bajar, finalmente logra hacerlo. Nada más entrar observa un grafiti, «el ayuntamiento aún no lo ha pintado» piensa, mientras sigue su camino. Cerca del destino, la ansiedad vuelve a recorrer su cuerpo, para calmarla comienza a jugar con su pulsera, sabe que algún día alguien hará lo mismo por él.

  168. Final alterno

    El tiempo apremia, Otto se muerde las uñas, observa la hora. Debe actuar rápidamente y con precisión. Eva y Adolfo descansan. Los observa, oprime algunos botones en la consola, dispara un rayo, metamorfosean, se secan lentamente. ¡Ya vienen! Se pasa las manos por la cabeza, se tira una oreja. Los ve de nuevo. Los transforma en pintura. Les cambia la fisonomía, de la coronilla al tobillo. Los transporta. Algún día serán un grafiti en el muro de Berlín. Nadie los descubrirá a menos que lean «Führer» en la pulsera. A nadie le importan los pies de un tirano.

  169. Noelia Antonietta

    Noche

    La anciana de las uñas violetas escribe en color blanco sobre el muro ennegrecido de antiguos reclamos: LA PATRIA NO SE VENDE. Luego se corta una oreja y la muestra a las cámaras de televisión. Enfocan su tobillo, el tatuaje de una paloma en vuelo. Otros aerosoles se agitan a la par. Barren el grafiti con el camión hidrante los del gas pimienta. Ponen una pulsera identificadora en la muñeca de la gente y se la llevan presa los protectores de la libertad.

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