Fundación Cinco Palabras

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CINCO PALABRAS DE LUISGÉ MARTÍN

Luisgé Martín, director del Instituto Cervantes de Los Ángeles

Mar Olayo visitó el Instituto Cervantes de Los Ángeles con el fin de mantener una entrevista con su director, el Luis García Martín, conocido como Luisgé Martín, para dar a conocer nuestra labor y el Concurso Literario que estamos desarrollando. 

Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, mostró su devoción por la literatura española e hispanoamericana ya en la adolescencia, ayudando a poner en marcha revistas culturales que le permitieron entrevistar a figuras máximas como Julio Cortázar, Dámaso Alonso, Gerardo Diego o Antonio Buero Vallejo.

En su primera colección de cuentos, Los oscuros, publicada en 1990, bebía asimismo de Jorge Luis Borges. Luego ha publicado casi una decena de novelas, diversificando temáticas, desde la ficción histórica de su debut en La dulce ira (1995) hasta las infidelidades y el sexo que predominan en la elogiada y exitosa Cien noches (2020). 

El currículum y la trayectoria de Martín lo avalan como uno de los escritores más relevantes y premiados de nuestro panorama literario actual. En cuestión de galardones, ha sido Premio Herralde de novela (2020) por Cien noches,Premio Mario Vargas Llosa (2012) por Los dientes del azar, Premio Ramón Gómez de la Serna (2000) por La muerte de Tadzio y Premio Antonio Machado (2009) por Los años más felices, entre otros. 

cinco palabras septiembre 2023

La reina Letizia inauguró en diciembre del 2022 la nueva sucursal del Cervantes junto a Hollywood

“El nuevo Instituto Cervantes en Los Ángeles aspira a ser una verdadera casa de los hispanos y lo hispánico en California. Es una apuesta decidida por el español y por los valores que transmite nuestra cultura y nuestra lengua, y una apuesta decidida por mantener los lazos con esta ciudad y este país”, señaló entonces el presidente del Gobierno. El español es nuestro mejor embajador, ya que es una lengua de vanguardia en todos los ámbitos: el audiovisual, la literatura, la diplomacia, la economía, la cultura y la comunicación del siglo XXI

LAS CINCO PALABRAS DE LUISGÉ MARTÍN SON:

  • MELANCOLÍA
  • RABO
  • CONTRADICCIONES 
  • CARRETERA
  • ARBOLEDA

ESCRIBE TU RELATO SOLIDARIO SIGUIENDO LAS SIGUIENTES NORMAS:

1-. Extensión máxima 100 palabras.
2-. No se cambiará la posición de las palabras.
3-. No se modificará el género ni el número de las palabras proporcionadas.

* Se eliminarán los relatos que no cumplan las normas.

NOTA: Nos reservemos el derecho de la publicación de los relatos. Se eliminarán relatos ofensivos o insultantes hacia cualquier país, pueblo, animal o personal que puedan herir la sensibilidad del lector.

¿Quieres que tu relato solidario participe en nuestro concurso?

La Asociación Cinco Palabras, desde su nacimiento en 2013, ha puesto a disposición del público el juego literario de microrrelatos de Cinco Palabras. Cada semana se publicaban en su página web cinco palabras regaladas por alguna personalidad relevante para la Asociación para que los escritores solidarios escribieran sus relatos según las siguientes reglas:

  1. Incluir las cinco palabras publicadas semanalmente a través de la web
    • manteniendo el orden en que se han ofrecido
    • sin modificar género ni número
  2. Extensión máxima: 100 palabras
  3. Idioma: español

Este juego literario ha sido una herramienta para dar difusión, no solo a los propios escritores y sus relatos, sino también a las causas mensuales con las que la Asociación ha estado colaborando.
En marzo de 2023 la Asociación Cinco Palabras se transforma en la Fundación Five Words, que pretende dar continuidad a la labor realizada por la Asociación en sus 10 años de vida, manteniendo su Misión de “Hacer un mundo más digno a través del Arte”.
En coherencia con este objetivo, la Fundación Five Words (en adelante, la Fundación) pone en marcha este concurso de microrrelatos, para fomentar la escritura y promocionar a los escritores que, a su vez, con sus relatos, ayudarán a la difusión de las causas solidarias mensuales de la Fundación.
El Concurso mantendrá las reglas del juego literario antes detalladas y constará de dos fases: mensual y final.
La primera edición de este Concurso dará comienzo el día 1 de abril de 2023 y finalizará a las 23.59 horas del 29 de febrero de 2024 (hora peninsular española).
El premio está dotado con 5000 euros, distribuidos de la siguiente forma:

  •  2000 euros en metálico para el ganador,
  • 3000 euros para la causa solidaria que el ganador elija.
    La participación en el Concurso implica la plena aceptación de las bases que a continuación se detallan.

Consulta las bases aquí

114 comentarios en “CINCO PALABRAS DE LUISGÉ MARTÍN”

  1. Caminando
    Sabes que cada mañana sientes la necesidad de tener a alguien a tu lado y sin duda te llega la melancolía de que ya no está esa persona que amas y ves a través del rabo de tu ojo, que sin haber querido irse ya no está tu lado, y piensas en las contradicciones de la vida que a veces cuando quieres no tienes y viceversa, entonces tomas el camino hacia el futuro, no sabes a dónde vas, tomas la carretera sin saber a dónde vas, y entonces pasa lo más bello, ves una luz hermosa tras la arboleda.

  2. LA VIDA

    Paseaba inquieto contemplando aquella abigarrada cohabitación de esperanza, pesimismo y melancolía del final del otoño. De cabo a rabo vislumbraba una maraña de contradicciones a lo largo de la carretera que, serpenteante, dividía la arboleda, con sus coníferas verdes, eternas, salpicadas de troncos desnudos y huecos y de arces engalanados de efímero rojo y amarillo.

  3. EMPRENDEDORES
    La melancolía es una de esas moscas cojoneras que, al igual que el diablo con su rabo, deberíamos quitarnos de encima cuanto antes. No está claro si a Lucifer lo expulsaron del cielo o fue él quien se dejó caer para fundar su Reino de Tinieblas. Sea como fuere, la nueva «startup» no era ni es tarea fácil, y no es de extrañar que, de vez en cuando, el mismo demonio sienta añoranza del paraíso celestial. Contradicciones las hay hasta en el infierno, pero, ya lo saben, para triunfar…“carretera y manta” y no se pierdan por la arboleda.

  4. Contradicciones

    En la avenida principal de Ciudad Muerta, Bombita, la ratonera, olisquea con melancolía el tronco esquelético de los fresnos resecos. El rabo, con marcas de mordeduras, está enhiesto, inquieto, advertencia a competencia y depredadores; el olfato y las orejas alerta, por si detecta olor o ruido de agua; o, contradicciones de la vida, un último mejor amigo que devorar.
    Un rastro de clorofila la sacude. La avenida desemboca en la carretera. Al otro lado, ve una arboleda de abedules con hojas, sedientos de una última gota. Y Bombita es generosa con la orina.
    Un último mejor amigo aún conduce.

  5. Fabian Tiberio Bracco

    Tarde
    El sol comienza a ponerse y ya es sólo una línea roja sobre el mar. Esta melancolía que me envuelve es el amor que se fue, pero no tengo dudas, volverá. Y camino en la playa solitaria. Se me acerca un perro vagabundo moviendo su rabo. Qué le puedo dar sino amistad, pero no ahora, mi mente está llena de absurdas contradicciones, ¿me quieres? ¿no me quieres? como una margarita. Entonces me decido. Busco mi coche y conduzco por la carretera. Como un loco, llego hasta esa arboleda donde nos conocimos y te veo con una margarita en tus manos.

  6. CUANDO TODO ESTO ACABE
    Pasan los días, y empezamos a acusar el cansancio. Rivendel queda ya muy lejos, y la melancolía se apodera de nosotros a cada paso. Rebusco en la mochila algo que llevarnos a la boca y mis dedos tocan el rabo de una manzana. Se la ofrezco a Frodo, que me responde con una tímida sonrisa. Está demacrado, tenso, ausente. Entra en continuas contradicciones cuando cree que no le escucho. A veces da miedo. Pienso en el día en que todo esto acabe. Entonces, tomaremos la carretera de vuelta a mi amada comarca. Y ahí, tras la arboleda, estará Rosita, esperándome.

  7. Siempre melancolía
    ¿Por qué la melancolía nos persigue desde que nacemos? Con el rabo entre las piernas y unas ganas intensas de comer. Solos en un escondite en el que no hay aire ni siquiera para poder dar nuestros primeros suspiros. Llegamos a un mundo lleno de contradicciones en las que todo el mundo nos desea, pero la realidad es diferente. La carretera se convierte en nuestra mejor amiga y una insignificante arboleda vuelve a ser ese escondite en el que creamos un hueco por el que acabar dando nuestro último suspiro.
    Firmado: el deseo inalcanzable del mundo animal.

  8. ESTÁ ALLÍ

    Alberto Durero grabó Melancolía durante el duelo por la muerte de su madre. Vi el cuadro durante mis vacaciones en Alemania. El ángel era inquietante, dentro del puño agarraba el rabo del diablo. Las contradicciones entre bien y mal me persiguieron por la carretera que desembocaba en el campo de concentración de Dachau. Junto a la arboleda estuvo la cámara de gas y por algún sitio aún vuelan las cenizas de mis abuelos. Me falta dar con el barracón donde me dejaron un poco de esperanza. El pintor no pudo atraparla con su buril, pero está allí, aguardando justicia.

  9. Alicia Manzanares Jiménez

    Biografía Inédita

    Aferrarse a los recuerdos felices de su pasado no le hace bien.
    La insensibilidad emocional provocada por la MELANCOLÍA le impide aceptar el presente.
    Necesita regenerarse como RABO de lagartija.
    Vivimos en continuas CONTRADICCIONES, pero es necesario fluir; abandonar en la CARRETERA de la vida aquello que ahora nos perjudica por mucho bien que otrora nos hiciera; partir de cero, si acaso fuera posible; respirar aires nuevos y limpios de la mano de otros compañeros de viaje; caminar por sendas, tal vez de destino incierto; atravesar una metafórica ARBOLEDA de vivencias y sentimientos por descubrir y… escribir una biografía inédita.

  10. Beatriz Irene Álvarez Rodriguez

    AÑORANZA

    Melancolía, silente amiga de nuestro ayer, cuando aún vírgenes de amor, dolor y sus quebrantos, intentábamos descifrar el Rabo de Nube de Silvio en aquel mar inentendible de contradicciones que a esa edad nuestras vidas eran. Carretera adentro a la velocidad de la luz, recorrí miles de caminos bebiéndome sorbo a sorbo los sueños que juntos alguna vez proyectáramos. Pasaron los años al tiempo que las sienes se pintaron de blanco y hoy, sentada bajo la sombra de la arboleda sembrada durante el transcurrir de la existencia, recuerdo abrazada a la nostalgia, los amigos, compañeros de viaje, que partieron antes.

  11. Un día cualquiera…

    Parecía una mañana cualquiera aunque presentaba cierto sabor a nostalgia y melancolía. Cara, mi galga, movía el rabo impaciente ante el comedero. Salí de casa presa de mis contradicciones y conduje carretera hacia adelante dejando tras de mí una ciudad, que en ese instante, me resultaba hostil. Me sentí liberada avanzando sin rumbo, mientras la urbe empequeñecía a través del retrovisor. Pasada una curva, una hermosa arboleda me invitó a parar. Al bajar sentí el fresco de la mañana, escuche el canto de los álamos, me abracé a un grueso tronco y enseguida comprendí aquello de ‘todo pasa’. Y regresé…

  12. «Perro viejo»

    Caminaba aquel viejo perro arrastrando su melancolía con el rabo caído y sus ojos tristes.
    Cansado y desorientado olfateaba aire y tierra en cada paso, como buscando lo que las contradicciones de la vida le habían quitado.
    A lo lejos vio la carretera y enfrente de ella la arboleda. Estará allí entre ésos follajes la felicidad?
    Tomó impulso, corrió y la cruzó. Y tras un destello sin tiempo encontró el Arco iris.
    Suavemente con su último suspiro abrió las mandíbulas, tomó el peluche colorido y blandiendo feliz la cola en alto, regresó a su hogar.

  13. Entre dos caminos
    En la melancolía obscura de la inmensa galaxia, se atraviesa una estrella, arrasando su rabo y dejando una estela. Como los puntos luminosos de esa galaxia, asi son las contradicciones de los humanos al mirar esa carretera de luceros, en cambio de una arboleda al borde del camino.

  14. Santiago Herradón del Álamo

    Bendito ruiseñor

    En el parque me acecha la melancolía al ver el rabo juguetón de ese mastín como el de Teresa. Mi último amor, insano y lleno de contradicciones. Cojo el coche y sorprendo a la carretera…Lo pongo a 180.
    «¡Quiero acabar con todo!» — me repito una y otra vez.
    Pero no me atrevo y no lo hago, reduzco la velocidad y me paro. Salgo y camino por el campo, sollozando, roto, camino y camino sin destino. Y en la arboleda, el ruiseñor me canta con su trino:
    —¡Espera, espera humano!, ¡la tempestad es siempre pasajera!

  15. Santiago Herradón del Álamo

    Siento melancolía de tu rabo, ¡oh pasa mía!, que sin él has dejado a mi mente sin recuerdos y llena de contradicciones. Ya no eres natural como antaño: siempre embolsada. Industrializada, cercenada, racionada, de los supermercados esclavizada. Eres como una autovía, esa carretera rápida, sin relajo, impersonal que ya no cruza nunca por la arboleda.

  16. Dolores Sanabria García

    PROVOCACIÓN DEL INSTINTO
    «La melancolía es el rabo del león de la nostalgia». Mi vida estaba llena de contradicciones que se resolvían, a veces, de la peor manera. Quería a mi amiga. Mucho. ¡Pero era tan pedante! La carretera se perdía en el infinito. Detuve el vehículo. Hicimos un descanso en la arboleda para comer un bocadillo. Creí que se callaría. Pero no. Siguió entre bocado y bocado. «La nostalgia ya no es lo que era, gran libro de Simone Signoret». Volvimos al coche. Pisé el acelerador. Quería llegar ya. No podría aguantar mucho más el impulso de estrangularla.

  17. Miguel Angel Zarzuela Ramírez

    INÉDITO FINAL DE LOUIS

    Una mañana helada, invadido por la melancolía, apuró aquella primera manzana, arrojó rabo y corazón al fuego que siempre le acompañaba, y continuó su viaje final. Venía sufriendo en silencio el hervidero de un millón de contradicciones y remordimientos, y perdía ya su mirada en el final redentor de la carretera que transitaba. No había marcha atrás.
    Cerró los ojos y se situó en una arboleda perdida…
    Y Louis Cyphre (preciosa y cinematográfica homofonía inglesa), ya sin corazón que latiese, sin cuernos, sin llamas, sin rabo y sin tridente, se esfumó en la niebla.

  18. LA DUDA
    Fue bautizada con el nombre de una parienta pero en el pueblo todos la conocían por Melancolía, dado el rictus que enmarcaba permanentemente su rostro lánguido y abatido.
    Gustaba de sentarse en un altozano observando, al raso de la noche, alguna estrella de rabo que parecía desprenderse del cielo y caer próxima al horizonte. A su espalda, treinta años de contradicciones entre el permanecer o marcharse de esa aldea preñada de venganza y odio.
    Años en los que la carretera detrás de la espesa arboleda, intentaba rendirla a una huida vital hacia alguna o ninguna parte.
    ¡Puñetera valiente cobardía!…

  19. El camino de Juan
    Juan caminaba con melancolía. Su perro, Máximus, agitaba alegremente el rabo, desafiando las contradicciones del momento. En medio de una carretera serpenteante, bajo la sombra de una frondosa arboleda, la brisa fresca le recordaba que, a pesar de las tristezas pasadas, la vida siempre ofrece nuevos caminos llenos de sorpresas y alegrías. Juan sonrió, mirando el horizonte, decidido a enfrentar las paradojas de la vida con valentía mientras seguía su camino por la carretera de la esperanza.

  20. «Perro viejo»

    Caminaba aquel viejo perro arrastrando su melancolía con el rabo caído y sus ojos tristes.
    Cansado y desorientado olfateaba aire y tierra en cada paso, como buscando lo que las contradicciones de la vida le habían quitado.
    A lo lejos vio la carretera y enfrente de ella la arboleda. ¿Estará allí entre ésos follajes la felicidad?
    Tomó impulso, corrió y la cruzó. Y tras un destello sin tiempo encontró el Arco iris.
    Suavemente con su último suspiro abrió las mandíbulas, tomó el peluche colorido y blandiendo feliz la cola en alto, regresó a su hogar.

  21. «Sabiduría materna»

    Recordaba con MELANCOLÍA las palabras de mi madre:
    – eres como un RABO de lagartija, no paras quieta.
    Y era verdad. Demasiado impulsiva a veces. Pero en mi cabeza un mundo de CONTRADICCIONES: me gustaba saltar, bailar, gritar, correr, cantar, para luego darme el placer de detenerme a contemplar el lago y el remanso de paz al que se llega por la CARRETERA , retorcida como mi mente, a la ARBOLEDA de pinos que , gigantes e impasibles, contemplan mi inquietud emocional. Tras la tempestad siempre llega la calma, también palabras de mamá. Cuanta razón tenia, y como la echo de menos.

  22. Un grito de esperanza

    La melancolía que inundaba la ciudad natal de Manuel se entrometía en cada casa y hacía vibrar las azoteas. Nadie hablaba alto, por si después había que volver con el rabo entre las piernas. Un buen día el gobernante inició su discurso, en medio de la plaza mayor y lleno de contradicciones lanzaba mentiras difuminadas y deleitaba los oídos de los ciudadanos que allí se agrupaban. La carretera se vaciaba y se llenaban las callejuelas que, rodeadas de una gran arboleda, se dirigían camino a la plaza. Manuel entonces gritaba, ay, pueblo querido, no escuches a quien mirarte nunca osaba.

  23. Melancolía, era lo que sentía, al cruzarme con un perro moviendo el rabo por la calle. El recuerdo de nuestra perra Janna, que teníamos en la casa familiar y su partida, todavía me causaba contradicciones: no quería verla sufrir ni que nos dejase.
    Nada se pudo hacer por salvarle la vida. La noche anterior, a mi abuelo se le debió olvidar meterla en casa y con el amanecer, seguramente tuvo que cruzar la carretera para llegar hasta la arboleda donde la solíamos llevar para que hiciera sus necesidades. Aquella mañana, mi abuelo la llamó, al abrir la puerta estaba malherida.

  24. Infancia de un cantante

    La capa que arrastraba, lengua de estrellas, por el largo pasillo al escenario, ocultaba su melancolía.
    En otra época ojeaba poemas y bajaba la vista ante las chicas como un perro con el rabo entre las piernas.
    Las contradicciones son las que hacen nacer a los artistas…
    Decía cosas como… «Las hogueras solo son bellas si es de noche y no hay estrellas».
    Y sobre noches en el campo estaban sus escapadas furtivas… Nunca supe por qué las hacía…
    Alguna vez pensó en hacer autostop en aquella carretera, pero solía ir andando… Luego se adentraba en la arboleda y…
    Desaparecía…

  25. Junto al río

    Al amanecer, junto al río, notó que el grupo de excursionistas ya no estaba allí. Le invadió la
    melancolía…vuelta a la rutina. Movió su rabo, se rascó la nariz suavemente, comió algunas
    bellotas y pensó en todas las contradicciones que le suponía tener humanos cerca. A veces
    hacían demasiado ruido, pero su música también le alegraba el día. La carretera se llenaba de
    coches, y no podía subir tranquilamente por la arboleda. Pero saltar de uno a otro cuando
    estaban aparcados era toda una aventura. Al anochecer, junto al río, pensó “ojalá volvieran”.

  26. Jesús Arnau Martínez

    VISITANDO EL NICHO DE MI PADRE
    Un año más, entro en aquella ciudad edificada de lápidas. La melancolía inunda el lugar. Alcanzo mi destino, meto el rabo de una rosa en agua y reflexiono.
    – Diez años desde que te fuiste y cientos de preguntas siguen sin respuesta. Suelo preguntarme: “¿qué hubieses hecho tú?” Me consuelo pensando que hago lo correcto para no entrar en contradicciones.
    >> Parece que fue ayer cuando salías a la carretera y yo esperaba a la noche para poder hablar contigo. Ahora espero el día de reunirnos junto a un fuego en la arboleda y contarte todo lo que te perdiste.

  27. DIÁLOGOS CON LA MUERTE
    – Fuiste la sombra de la melancolía, un pensamiento fugaz en el frenesí del vivir. Tu aliento se delineó mientras mi enfermedad avanzaba por el tortuoso sendero del añoro.
    – Mi presencia, viejo amigo – dijo la muerte – te hizo asir por el rabo los rastrojos que quedaban de ese tiempo mortal que consideras “el tuyo” y exprimirlos. En tus contradicciones me suplicabas: “regresa mañana”.
    – Muerte, mis ojos son tuyos, mis labios promulgan la doctrina de la carretera cortada… ¿Qué más quieres?
    – Viejo amigo, ha llegado el momento de explicarte la paradoja del mañana: la arboleda de la eternidad.

  28. Perro

    Viajaba en el asiento del acompañante, hundida en la melancolía.
    Recordó cómo Toby la recibía cada tarde después del trabajo. Cómo jugueteaban en el sillón.
    ¡Que torpe! Casi le atrapa el rabo al encerrarlo en el coche.
    Es lo mejor, pensó: Para no entrar en contradicciones respecto a lo que hicimos con Junior.
    Aparcaron sobre la carretera.
    Su marido lo sacó a tirones del asiento trasero. Oyó lloriqueos perderse en la arboleda.
    En casa, por fin habló:
    ―¿Fue buena mí idea? ¿De dejarle puesto el pijamas de las orejitas y la cola?
    ―Sí… Fue cómo abandonar a un perro.

  29. Melancolía
    Mi perro sufría un episodio de melancolía; apenas movía el rabo. Acurrucado e inmóvil, con los ojos entrecerrados, parecía meditar sobre los sufrimientos y contradicciones de la vida. Ignoraba su juguete y hueso favoritos. No sacaba la cabeza por la ventana cuando yo conducía por la carretera. No exploraba libre por la arboleda… El veterinario aseguraba que estaba sano, pero, en la última cita, sugirió que quizá mi preocupación excesiva lo estaba afectando. Cuando regresamos a casa, lloré desconsolado, no sé por qué, y mi compañero empezó a gemir. Solo entonces reparé en que la tristeza era mía.

  30. HOMICIDA
    No era simplemente un sentimiento amparado en la falsedad de la melancolía añorante de una libertad aún no cercenada por prisión alguna. Se sentía como un perro con el rabo entre las patas al huir de aquel escenario de muerte incomprensible e imágenes desdibujadas por el alcohol.
    Las contradicciones le asaltaban, sin embargo, todo era verdad. Cuando tuvo conciencia de sus actos no dudó ni por un instante en su autoría respecto a lo sucedido, la carretera no engañaba a nadie, su vehículo estaba empotrado en lo que extrañamente recordaba como una hermosa arboleda. Decidió entregarse al día siguiente.

  31. TARDE

    Soy melancolía, dulce agonía
    congoja del alma, sed infinita.

    Sigiloso y triste atisba mi gato;
    con el rabo a tierra roza mis piernas.
    Mide el alcance, calcula los daños;
    de contradicciones me sabe presa.

    He visto pasar la vida…y la muerte
    llamando a deshora en distintas puertas
    y he llorado con cada desplante.

    Cruce de caminos equivocados
    de una carretera sin señales.
    Perdida en una tupida arboleda;
    maraña de indecisiones desnudas,
    espinas de un desvelo que no cesa.

    Volvería al principio a rescatarme ilesa
    instantes antes de romperse el sueño.

    Ha tenido que pasar la vida
    para entender cómo vivirla.

  32. Contradicciones
    Algunos dicen que eres el alma de la fiesta, otros que sufres de melancolía. Meneas tu rabo de conejita mientras sirves copas de champán. Tomas el sol en la piscina interminable mientras crece tu pena infinita. Vives en un mundo de contradicciones en que te llaman diosa y mujerzuela a la vez. Exhibes tu convertible en la carretera con el cabello libre al viento, pero dentro bate la ansiedad. Afrontas una ambición insaciable con un cuerpo que no es eterno. Caminas por la arboleda anhelando una vida más digna cuando tu remordimiento más grande es haber vendido tu dignidad.

  33. Maria Pilar de Frutos

    Decisión
    La melancolía se adentraba en su cuerpo según iba analizando la situación de cabo a rabo. Ante ella elegir entre estar con su amor o ser independiente, dos contradicciones que no deberían serlo, pero, con él, lo eran. Su hombre le amaba de forma posesiva.
    La carretera le ayudaría a decidir, condujo hasta que llegó a la entrada de una gran arboleda, algo le dijo que en ese lugar encontraría respuestas. Allí contempló dos formas de vida: árboles grandes e inmóviles y animales pequeños en continuo movimiento. Entonces lo supo, volvió al coche y continuó camino, alejándose.

  34. Yury Teresa Forero Jiménez

    Ensenada
    Tu recuerdo te llena de melancolía…, continuaba diciendo Andrés a Juan, emocionado -hace que estés vivo. – Así le decía a su hijo, quien estaba sumergido en las sábanas, te hace mover del rabo a la cabeza, ¡intenta contarla! una y otra vez, llena de contradicciones, es una locura divina, abstracto en la mente, pero tangible en tu vida, ¡no te abandonare¡, sueño viéndote en la carretera, cargando una asta llena de bolsas plástica, que simulan un barco, perdida la mirada en la arboleda- quiero despertarte. Creo tanto en que no te perderé, … rescataré eso que nos hacía feliz.

  35. El regreso
    Hacía siglos que no llovía en la ciudad. La melancolía la empapó de golpe, devolviéndola al hogar de su infancia. El repiqueteo de las gotas sobre el alféizar se transformó en el rabo de su perro, agitándose cuando mamá le acariciaba la cabeza. Sin embargo, curiosas contradicciones, ella había sido feliz lejos de allí, en este mundo de hormigón al que llegó atravesando una carretera que era solo de ida. La arboleda que asomaba tras la ventana no era aquella que dejó atrás en su juventud. Quizás todavía no era tarde, pensó, para comprar un billete de vuelta.

  36. Antonio Sanchez Dotor

    SOLO
    No había elegido nada de todo aquello, no había elegido la melancolía que ahora sentía, estar lejos de todo lo que conocía. Moviendo el rabo, no dejaba de observar cómo aquella noche uno tras otro, los coches abandonaban la estación de servicio donde se encontraba.
    Ahora mismo, solo era un ser cargado de contradicciones, un sentimiento de amor por sus dueños le invadía, pero a la vez, el odio por haber sido abandonado le recorría las venas.
    Ahora no tenía más remedio que recorrer esa carretera en solitario bajo esos cientos de farolas encendidas que parecían una arboleda urbana.

  37. EXTERMINIO

    La MELANCOLÍA acechaba tras cada salto que huía del atronador destino. Con el RABO entre las piernas, abandonó a su compañera sin tiempo para llorarla.
    Las CONTRADICCIONES se acumulaban en un cerebro que solo quería sobrevivir.
    Un estruendo; dos; tres.
    El certero disparo del cazador la había alcanzado en plena frente. El conejo escapó con brío, recorriendo la CARRETERA, ese mar de asfalto, hacia su salvación, la ARBOLEDA del otro lado…. que no pudo alcanzar.
    El camión fue tan brutal como la vida.
    Cerró los ojos y visualizó a la madre de sus crías atravesada por el insensible balazo que los estaba exterminando.
    Murió.

    Ibán J. Velázquez

  38. LA VIDA TAL COMO ES

    La MELANCOLÍA acechaba tras cada paso, tras cada salto huyendo del atronador sonido. Con el RABO entre las piernas abandonó a su compañera sin tiempo para llorarla.
    Las CONTRADICCIONES se acumulaban en un cerebro que sólo quería sobrevivir.
    Un disparo; dos; tres.
    El cazador casi acierta en plena frente al conejo que escapó con brío, viendo su salvación en cruzar la CARRETERA, en llegar a la ARBOLEDA que no pudo alcanzar.
    El camión fue tan brutal como la vida.
    Cerró los ojos y visualizó a la madre de su crías atravesada por un balazo en plena frente.
    Murió.

    Ibán J. Velázquez

  39. !La línea de la vida!

    Mi cabeza no para de pensar, la MELANCOLIA del pasado, a veces, no me deja continuar.
    Repaso mi existencia y experiencias de cabo a RABO y descubro dónde he llegado. En mi vida he tenido CONTRADICCIONES qué me han enseñado a ser la mujer de hoy. He pasado por la CARRETERA correcta hasta llegar dónde estoy y he disfrutado de cada ARBOLEDA qué he encontrado en mi camino.
    Doy gracias a la vida.

  40. Deudas
    Como cada noche desde que llegó, la MELANCOLIA la invade. Con el cigarro quema el RABO de un hilo que sobresale de su falda. Desea que la jornada termine pronto, pero se sorprende aceptando la proposición indecente del conductor del descapotable que se detiene frente a ella; CONTRADICCIONES constantes en su vida. Abandonan sin demasiada conversación la CARRETERA hacia una zona apartada. Contempla las copas de los pinos de la ARBOLEDA mientras permanece impertérrita ante las embestidas. Emite gemidos teatrales. Un jadeo entrecortado del hombre anuncia el final. Ella sonríe. Está sesenta euros más cerca de saldar su deuda.

  41. CIEN PALABRAS SON INSUFICIENTES

    Cien palabras son insuficientes para expresar la melancolía que ciega mi corazón desde que ingresé a trabajar en la fábrica textil. Incluso el rabo negro de mi gato tiene más movimientos para definir sus emociones. Las contradicciones de mis pasos me llevaron por una carretera distraída. Trabajo todos los días en la fábrica, sin ilusión unánime, sin alegría adyacente, sin arboleda que visitar, quizás sin futuro inminente. Debo volver sobre mis pasos para soltar el vuelo del águila libre y sereno. Finalmente, debo localizar el pasadizo que obligue al alma a elevarse sobre la rutina y alcance cotas de divinidad.

  42. EXTERMINIO

    La MELANCOLÍA acechaba tras cada salto que huía del atronador destino. Con el RABO entre las piernas, abandonó a su compañera sin tiempo para llorarla.
    Las CONTRADICCIONES se acumulaban en un cerebro que solo quería sobrevivir.
    Un estruendo; dos; tres.
    El certero disparo del cazador la había alcanzado en plena frente. El conejo escapó recorriendo la CARRETERA, ese mar de asfalto, hacia su salvación, la ARBOLEDA…. que no pudo alcanzar.
    El camión fue tan brutal como la vida.
    Cerró los ojos y visualizó a la madre de sus crías atravesada por el insensible balazo que los estaba exterminando.
    Murió.

  43. Idiosincrásico paseo
    La melancolía se pasea con el feminismo por el Patio de los Naranjos. Escucha atenta a su interlocutor, aunque le mira de rabo de ojo. Hay muchas contradicciones en este señor feminismo, nacido en el siglo XVIII, hasta hoy tiene alegría y energía para apoyar la lucha de las mujeres. Por ello se bifurcan sus caminos, ella toma su habitual carretera estrecha, sin pavimento, con un tráfico sombrío y temeroso; mientras el señor feminismo va por esa arboleda luminosa, tapizada de azahares de sus naranjos. ¿Sentís el aroma de Sevilla? Emana hacia el mundo, ¿verdad? ¡como el feminismo!

  44. Aunque hacía ya un año de su partida, para él era más fácil achacarle al tiempo el motivo de su melancolía. Asía el rabo de la escoba con fuerza, como si así, limpiando con ahínco, lograra barrer también las contradicciones que se sucedían en su cabeza. ¿Y si en lugar de escoger esa carretera secundaria le hubiera hecho caso a su madre y hubieran ido por la vía principal? Ahora, doce meses después, no podía sacar de su mente la imagen de su coche estampándose contra la arboleda. “Mamá, perdóname, quizá si te hubiera hecho caso aún estarías con vida”.

  45. Parte del paisaje
    No era melancolía lo que había en su andar. Caminaba entre las casas con el rabo en las patas, como si se dejara llevar por su destino. No ladraba incansable, ni se agazapaba entre las mesas del bar esperando que algún bocado cayera al piso.
    Sus ojos vidriosos no estaban llenos de contradicciones, no había pesar, ni dudas.
    Luego de atravesar todo el pueblo, siguió rumbo a la carretera que lleva al campo. ¿Cuánto anduvo? ¿Una hora, dos? Por fin, lejos del pueblo del qué formó parte del paisaje, se dejó caer bajo una arboleda, cerró los ojos y suspiró.

  46. Melancolía… susurré acariciando su rabo. Él emitió un pequeño gemido y cerró los ojos. Lo acurruqué entre mis brazos y me senté en el andén. Mi cabeza era un hervidero de contradicciones. ¿Por qué justo hoy, día de la concentración motera, decidí llegar al bosque atravesando la carretera? Sabía que así vería a Bruno, mi amor secreto, pero también sabía que era arriesgado: Mi cocker era inquieto y se pondría nervioso con tanto ruido. Y lo peor ocurrió: Lo atropelló él al lado de la arboleda, después de que yo soltara al perro para levantar mis brazos y saludarlo.

  47. UNA BUENA VIDA:

    No hay melancolía en la mesa de esta familia, y menos cuando la yaya ha hecho rabo de toro y estamos chupándonos los dedos, aunque no olvidemos a los que faltan. Hay quien piensa que una vida feliz es la que no tiene contradicciones; basta mirar por la ventana, no hay que ir muy lejos para darse cuenta de que eso es una quimera, una carretera sin salida que alimenta la ansiedad que podamos tener. Una vida feliz es una familia unida. En la bancada que el yayo colocó en la arboleda nos sentamos los primos a reafirmar la felicidad.

  48. VACAciones

    «Inundada por la melancolía de aquellos días felices en el campo, conducía despacio. Distraída como estaba, sólo pude ver un rabo, pero no a su dueña.

    «¡Cuantas contradicciones!», me soltó el policía de tráfico. «¿Cómo es posible que usted no viera la vaca?»

    A lo que yo contesté, muy acalorada por las circunstancias, que la carretera estaba en penumbra. Aquel animal tenía todo su cuerpo oculto en la arboleda, el rabo fue lo único que vi. Tal fue mi sorpresa que giré de forma brusca y acabé en la cuneta.

    Ambos estamos ilesos, todo lo demás no tiene importancia.»

  49. Desvíos

    Deja de mirarme así, todo el peso de tu tristeza, tu melancolía, me resulta insoportable. Yo también quiero que vuelva todo, borrar aquel maldito instante, ese segundo que te trajo un rabo amputado y a mí una silla de ruedas. Ya no encuentro contradicciones entre seguir nuestro camino y aliviar el dolor. Tal vez solo hay que coger de nuevo una carretera, continuar recto, atravesar la arboleda y no frenar jamás.

  50. El camino
    Renqueando iba bajo el sol del verano, recorriendo el camino con gran melancolía. Todo había cambiado: ya no estaban los perros de don Rogelio, meneando el rabo al ver pasar a los chiquillos, la fuente se había secado, sus caños oxidado, y los muros musgosos se habían derrumbado. Lejos quedaban los años en los que, lleno de contradicciones, anhelaba encontrar un respiro o una señal divina que lo ayudara en su camino. Un camino que fue de tierra y ahora de asfalto, evitando la carretera y los coches que pasaban a toda velocidad. Menos mal que la arboleda seguía intacta.

  51. Melancolía
    La melancolía me tenía con el rabo entre las piernas. Y solo; Maribel odiaba contradicciones tales como que un coach padeciera de melancolía. Salí a la carretera, quizá el paisaje diferente modificara mi ánimo. Distinguí una arboleda y marché hacia allí; mucho verde era la recomendación de cabecera en mis charlas. Detuve el coche entre los árboles. Relajado, dormí una buena siesta. Creí que el remedio había funcionado. Pero, al despertar estaba en el suelo, me habían robado el coche. En ese coche yo hice el amor por primera vez, imposible describir la melancolía que me atacó al perderlo.

  52. Nelson Acevedo Betancourt

    ILUSIÓN
    El letargo lo invade de una profunda melancolía por ser lo que no es. Hasta su rabo le es ajeno, ni se mece. Solo es un raro apéndice. Un campo onírico lo llena de contradicciones; su naturaleza se colma de lúdica: de una exquisita belleza. Y al momento lo asalta una ira reprimida: quiere sin ninguna razón morderse hasta los entresijos. Siente como si huyera de una tranquila y despajada carretera a la maraña de una densa arboleda.
    ¡Qué mágico y que trágico es el instinto humano!,… cavila el perruno al despertar la pesadilla.

  53. No es melancolía
    No es melancolía ni desgano ni tristeza. Como un perro que persigue su propio rabo, preferimos girar en torno a nosotros mismos a enfrentar nuestras contradicciones. Conducimos un coche en una carretera circular, sin propósito alguno. No distinguimos los postes de luz de la arboleda, todo resulta igual. Vivimos cómodos en la rutina, aunque el hábito nos lleve a la perdición o a la ruina. Nos adormecen los pasatiempos y nos confortan los vicios. Una existencia ligera va entibiando nuestro deseo primordial de plenitud. Para escapar del letargo ¡hay que despertar!, reconocer nuestra inconsciente repetición y afrontar nuestra corrosiva ligereza.

  54. Vida
    Escupo la melancolía que rebosa en mis entrañas. Cogido por el rabo que se rompe, la manzana cae a mis pies y rueda y choca contra la pared. Mis contradicciones afloran una vez más, al intentar tomar la decisión que marcará el resto de mi vida. Vida que pasa rápido, enfilando por aquella carretera perfilada por la arboleda de cipreses que me llevará a mi destino.

  55. ¡El tiempo vuela! Otra vez viernes por la tarde y sin nada que hacer, el trabajo me deja vacío. Me invade una extraña sensación poco habitual en mí, ¿tristeza? ¿abatimiento? ¿quizás melancolía? Mi madre lo decía, «cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas» y como soy poco amigo de las contradicciones y lo mío no es estarme quieto, me he puesto las zapatillas y me he echado a andar carretera adelante. Llegaré hasta la arboleda y me tomaré una buena cerveza. Celebraré con el diablo que hemos superado una semana más.

  56. Le invadió despacio, pero la melancolía se convirtió en su hábitat cotidiano, una especie de Uroburos negativo, como un perro que mordía su cola en un bucle infinito. Cada día sentía que arrastraba un carro cargado de contradicciones; lanzaba una moneda a cara o cruz, y se perdía por la rejilla de una alcantarilla. Se preguntó si la vida era una larga carretera de complicaciones, miró atrás y comprendió que había perdido media angustiado por la avaricia. Sentado junto a una arboleda, la paz de su sombra le confirmó que en la simpleza se hallaba el secreto de la felicidad.

  57. Elena Iriondo González

    EL MUNDO CLARO
    Viajo con mi melancolía. Esta tristeza parece un perro rabioso, que intenta morderse el rabo. Doy vueltas y vueltas en esta negrura, que me empaña la mirada.
    «Volver al mundo claro», decía Dante después de visitar los infiernos, pero yo no encuentro el camino.
    Vivo inmersa en mis contradicciones, como un cangrejo ciego, que camina de lado.
    Miro a mi esposo. Maneja absorto en la carretera, casi ni parpadea. Me da ternura su confianza.
    De pronto una arboleda, me refresca la vista con su verdor. El corazón me brinca. ¿Será que vuelvo a vivir, sin estar muerta?

  58. AMANECIDO
    Pasan el tema “Amanecido” de Le Bihan justo cuando desde el Este comienza a aclarar, y aflora esa melancolía de creer aún, que lo he perdido todo. Lulú, mi compañera de viaje, mueve insistentemente su rabo y mira hacia adelante como sabiendo que estamos cerca. Conversé conmigo durante la madrugada y las contradicciones se disipan en cuanto observo mejor la carretera y la primera arboleda indica que pronto llegaremos a San Rafael. Crucé un desierto como lo era mi alma y con la ilusión de un hombre nuevo, se que al verlos les pediré perdón dejando atrás quien fui.

  59. La melancolía de la tarde se filtró entre las paredes junto con el primer trueno, sin corromper a Bruna, mientras su perra corría a refugiarse junto a ella con el rabo entre las patas.
    “Demasiadas contradicciones hay alrededor de la muerte de su marido” le había dicho el inspector, aunque todo indicaba un accidente en la carretera.
    Detrás de la arboleda, Sofía observaba el accionar de la policía.
    ¿Tenía ella el derecho a contar la verdad? Prefirió callar. Nada la vinculaba a él.
    La fórmula para almacenar la energía eléctrica de los relámpagos seguiría siendo un secreto.

  60. Es el progreso
    Lo invadió la MELANCOLÍA de cabo a RABO. Siempre, la vida nos pone en CONTRADICCIONES, pero no podía creer lo que había hecho. — La CARRETERA es el progreso — se dijo intentando una justificación y con la mano temblando apagó el motor de la máquina con la que acababa de derribar la ARBOLEDA.

  61. Enrique Francesch Díaz

    COLECCIONISTA

    Mis estanterías están llenas de frascos de cristal cerrados, cada uno con su etiqueta y clasificados. Sentimientos, como melancolía o languidez; curiosidades como el rabo de la luna; estados de ánimo: felicidad o contradicciones. También por sentidos: olores de tormenta, carretera recién asfaltada o ruido de arboleda con viento. En un anaquel apartado, los peligrosos: furia, venganza.
    Ahora entra Santiago con su uniforme blanco impoluto que habitualmente viene a ponerme la inyección, darme las medicinas y preguntarme si abrimos algún frasco. Invariablemente respondo que no, pero hoy le contesto —: Abre el que pone libertad. — ¡A ver qué pasa!

  62. HECHOS EL UNO PARA EL OTRO.

    Entre todos ellos, en seguida le vi sólo a él, con esa mirada suya tan llena de melancolía, rebosante de contradicciones quizá por un doloroso recuerdo, con el rabo bajo, aterrado…

    Muy despacio, fui acercándome para aliviar su miedo y cuando por fin le acaricié, tímidamente lo agradeció con sus besos en forma de lametones. Salimos de allí, sabiéndonos inseparables y con la absoluta convicción de que la carretera fría que ahora recorríamos por vez primera, pronto se convertiría en una luminosa arboleda que pasearíamos juntos en esta y en todas las vidas.

    NAHIR JIMENO.

  63. Las hojas bailan al compás de la brisa, descoloridas, como si las hubiesen sumergido en un barreño que entremezcla legía y melancolía. Una lágrima tibia y sempiterna se desprende por el rabo de mi ojo y cae al vacío; dulce al gusto, por culpa de mis sentimientos, y sucia a la vista, por mis constantes contradicciones. Septiembre es como la marea que trata de alcanzar el otoño hasta que lo consigue, pero para mí, es como un suspiro que se escapa por una carretera abrazada por una arboleda que oculta el cielo, desde que no estás tú.

  64. Manuel González Casaus

    UN PADRE TORPE
    Hace tiempo que la noto triste, cansada. Tiene la mirada perdida, cargada de melancolía. Cuando me acerco siento que huye, y si le pregunto reacciona como un animal herido a quien han pisoteado el rabo. Sus respuestas llenas de contradicciones me afligen y sus esfuerzos por mantener una sonrisa forzada me destrozan el alma. Me gustaría saber ayudarla y guiarla por la carretera adecuada, para que sea capaz de descubrir el sol brillando tras esa tortuosa arboleda. Pero no soy psicólogo, ni siquiera su amigo. Tan solo soy un padre algo torpe.

  65. HAMBRE
    Te lo prometo: es lo único en lo que puedo pensar. Me sobrecoge una súbita melancolía cuando esbozo en mi imaginación un guiso de rabo de toro como los que preparaba mi madre. Su sabor y la manera en que la carne se deshacía en mi boca adquiere un matiz tan real que me ruge el estómago con urgencia. Dejando aparte las contradicciones —llevo siendo vegetariana cinco años—, hoy la carretera no se me podría hacer más larga, así que miro todo el rato a ambos lados, por si acaso algún restaurante olvidado me espera a través de la arboleda.

  66. DESPUNTA EL OTOÑO

    Deambula entre la MELANCOLÍA de «La leyenda del tiempo», que cantaban Los Celtas Cortos, y los deseos por tener un «RABO de nube», como recitaba Silvio Rodríguez. Posiblemente ahora se debata en CONTRADICCIONES, como con tantas cosas de su existencia: estos sentimientos de recrearse en el desamor y centrarse en que las tristezas la abandonen.
    Ha decidido dar el paso de volver a verlo. Atravesará el país por CARRETERA, cruzando llanuras áridas, sembrados, montes y valles, hasta llegar a él y su ARBOLEDA, para volver a leer su mirada, barrer tristezas y averiguar si este latido otoñal será el amor.

  67. María Eugenia Colimodio

    VOLVER

    Después de una década, decidí volver. Me invadió la melancolía. Con el rabo entre las piernas y llena de contradicciones, me animé. Crucé la carretera y detrás de la arboleda, allí estaba: el albergue donde crecí. A diferencia mía, no todos tuvieron suerte. A mí me adoptaron y mi nueva familia me cuidó muy bien. Quise volver por mis hermanos, por si mi hocico y mis cuatro patas los podían ayudar.

  68. Sasha Lozano Martínez

    EN LO PROFUNDO DE LA ARBOLEDA

    Antonio se encontraba fácilmente en uno de los restaurantes más prestigiosos y elegantes de la ciudad. Sin embargo, sus profundos y eléctricos ojos azules reflejaban una dolorosa melancolía. A escasos minutos de sentarse en aquella aterciopelada silla granate, obtuvo su tan deseado estofado de rabo de toro, donde ahora clavaba la mirada, sin rastro alguno de deseo. Sus pensamientos estaban llenos de contradicciones, que atravesaban su cabeza como una ráfaga de balas. Era imposible tener hambre, especialmente después de lo que acababa de enfrentar antes de llegar a la ciudad, en aquella oscura carretera, en lo profundo de la arboleda…

  69. La melancolía con la que despertó Natalio aquel día no era normal. Ver a su perro mover el rabo le recordó a ella, picar cebolla le recordó a ella, prender la tele para no recordarla le recordó irremediablemente a ella. Entre las contradicciones que encontraba ahora, repasando su historia, estaba el haberle dicho antes de la desgracia:
    —No vayas por la carretera, que la gasolina está cara. Toma la arboleda y así haces ejercicio.
    Ella, que nunca le contradijo, fue a pie. ¿Cómo iba Natalio a saber que en el camino conocería al leñador por el que decidió dejarlo?

  70. María Consuelo Orias Gonzalvo

    Día gélido
    La mañana es fría. En el jardín del Turia golpeo con la frente uno de los pilares de sus puentes para ahuyentar a la melancolía que quiere enloquecerme: «¿por qué lo hice? Debí esperar…». El rabo de un gato callejero despista a las neuronas al acariciar mi pierna:
    —¿Y a ti qué te ha pasado? —digo tocando su lomo.
    El maullido, de respuesta, devuelve de nuevo las contradicciones: «no debí explicar el proyecto ante los inversores, pero… ¡era mí trabajo!, ¡no del director!».
    En la carretera de servicio hojas caídas de la arboleda se abrazan. Camino: «¿hacia dónde».

  71. Al-Maʿarri

    La gigantesca escultura de barro en proceso, impregnada de melancolía, del sufrimiento de su autor, grita la atroz barbarie que cada día persiste sin ser detenida por nadie. Assem de origen Sirio, advierte por el rabo de luz contiguo a otro compatriota exiliado. Cuenta como su hermano; el militar plagado de contradicciones que encarcelaron por negarse a acribillar a la población, el que ni su padre reconoció al visitarlo, el que ya solo era piel y huesos… había sido fusilado. No había cuerpo al que llorar, velar, enterrar al final de la carretera junto a la arboleda de la familia.

  72. Mª SOLEDAD MARTÍN-SAUCEDA GARCÍA

    MIRADAS

    Odio las miradas de melancolía cada vez que paso por delante. Piensan que no lo notaré, que me están apoyando, pero no. Hacen que vuelva a sentir su voz diciendo “Vas a sentir mi rabo”. Algunos intentan mostrarme amor, pero el mundo está lleno de contradicciones. Solo me hacen sentir sucia y con ganas de arrancar la piel a tiras. Me devuelven a aquella tarde en la que subí al coche de mi amigo para regresar a casa. Él dejó atrás la carretera, paró en la maldita arboleda y me violó repetidamente.
    Odio las putas miradas de melancolía.

  73. Cuestión de principios
    Gostavo era ingeniero de caminos y puentes. Trabajaba en el ministerio de obras públicas. Le mandaron el proyecto de construir una obra viaria que partía por el medio un frondoso bosque. Ante tan prestigiosa encomienda, le invadió la melancolía de los principios que guiaron su labor profesional. Cogió por el rabo su compromiso deontológico y decidió abandonar sus contradicciones morales. Decidió no abordar la construcción de la carretera y emprender un movimiento social para la conservación de aquella hermosa arboleda. Gustavo no evitó el atentado natural, perdió su puesto de trabajo, pero logró salvaguardar sus sagrados principios.

  74. PERSEGUIDOS

    Hace días nos ocultamos en el bosque. Sabemos que nos buscan. Siempre ha sido así, nos cazan o nos prohíben. La melancolía y el miedo nos azotan como rabo de lagartija.
    Cada noche algunos se escapan, unos pocos lo consiguen, otros desaparecen o se vuelven salvajes. Pero siempre otros ocupan su lugar, muchos de ellos llegan como mordidos o rotos.
    Nuestra vida está llena de contradicciones, pero resistimos.
    Hoy vamos a intentarlo. Acabamos de cruzar la carretera, ya no podemos escondernos más, atrás quedo la arboleda.
    Somos “libertad” y “futuro”, pronto el resto de sueños nos seguirán.

  75. Angel Toribio Sevillano

    Una cabaña en el bosque
    La melancolía me arrastra hasta aquel bosque de manera recurrente, y sólo logro desprenderme de ella —igual que hacen las lagartijas con su rabo — si regreso. Porque el bosque siempre está ahí, esperándome. Allí mis recuerdos me plantean contradicciones: ¿llovía?, ¿la carretera era sinuosa?, ¿él llevaba chubasquero amarillo y hacía autostop? De sus intenciones de sádico pervertido sí me acuerdo, y de cómo me arrastró hasta la cabaña oculta entre la arboleda también.
    Hay días que vuelvo a casa de vacío, pero otras consigo que me arrastren de nuevo a la cabaña, y cuando eso ocurre, la psicópata soy yo.

  76. Fátima Chamorro Merino

    FUEGOS DE OTOÑO

    La melancolía de aquella tarde gris de otoño no hacía mella en mi pequeña yorkshire, que movía el rabo con una energía desbordante para pedir su paseo cotidiano. Resolví a su favor las inevitables contradicciones entre mi deseo y su necesidad y le puse la correa. Íbamos por la carretera abandonada que conducía a la arboleda, incendiadamente bella en aquel comienzo de noviembre rojizo y ocre, cuando Miska se salió del camino. Su pelo se confundía entre la hojarasca. Parecía una llamita juguetona. Lo era, pero no jugaba. El bosque había comenzado a arder.

  77. EXCUSAS
    La melancolía pesa como una losa. Me duele hasta recordar cómo movía el rabo cada vez que estábamos juntas. La quería, sí, la quería como a un igual. O más. El hombre que la atropelló estaba lleno de contradicciones: que si el mal estado de la carretera, que si la lluvia, que si apareció de repente y no tuvo tiempo de frenar. ¡Excusas! Yo lo vi todo: iba hablando por el móvil y rebasaba el límite de velocidad. Terminó estampándose contra la arboleda. Trato de explicárselo a la policía, pero a mí nadie me escucha. Solo soy un perro.

  78. Lo había vivido.

    Sentada en la terraza de “mi” bar de siempre con el café, la tostada y el periódico encima de la mesa, la melancolía mañanera se ha manifestado entre lágrimas y sonrisa al visualizar mis sueños cumplidos. La pareja de la mesa de al lado me está mirado sonriendo, lo veo con el rabo del ojo, procurando entender mis bonitas contradicciones emocionales.

    Esta carretera entre arboleda, en mi coche azul y la ventana bajada, de camino a la siguiente presentación de mi primer libro como escritora.

  79. Fco Javier Arroyo Miguel

    Devenir.
    Todas las noches la melancolía se acomoda en mi almohada, y mi perra que ya no está, se acurruca a mis pies moviendo su blanco rabo.
    Asfalto y tierra; brea y humus; lo inerte y lo orgánico. Contradicciones. De la yerma y dura carretera la recogí; en la fértil y espumosa arboleda la perdí.
    Impermanencia. ¿Quién sabe de dónde y por qué vino?¿Quién sabe a dónde y por qué partió? De nuevo esperaré que llegue el alba para que cuando estire las sábanas se vaya cerrando la herida.

  80. LA SALAMANDRA
    Las lágrimas corrían con melancolía por la cara de mi madre, la situación claramente la sobrepasaba. Me retorcía violentamente, cual rabo de lagartija. Todo el pueblo estaba como público, que contradicciones, los que más lloraron por mi condena eran los que más estaban mirando. A lo lejos, en la carretera, le vi llegar. Allí estaba Manrique, el Inquisidor Real, mi verdugo. Miraba con incredulidad el fuego. De pronto, sonaron las campanas de la Iglesia por toda la arboleda, ya llevaba diez días. Todos estaban asombrados y sonreí. ¿Qué esperaban que pasara el día que condenasen a una bruja de verdad?

  81. Melancolía, ausencia, dolor. Orzoc no había vuelto y Néstor lo extrañaba cada minuto. Miraba fijo la sierra y esperaba verlo bajar agitando el rabo. Néstor nunca supo de las contradicciones del hombre que mató a Orzoc. Tampoco supo que ese hombre lo enterró en un barranco cercano a la carretera rodeado de una arboleda frondosa. Un día, un viento cálido remolineaba por el camino y un capullo de pelo se enredó en el cantero donde Néstor arreglaba las plantas.
    Pelo gris que baja como loco la sierra, no podía ser otro que Orzoc.

  82. Tramas
    El viejo sabe que la melancolía se alimenta de su propia bilis amarga, como un lobo hambriento que se mastica el rabo. Sin embargo, alma curtida en los caminos, que ampara certezas y también contradicciones, la deja rumiar en su pecho. No le disgusta oír el crujir de añoranzas machacadas tramando, sobre la urdimbre cadenciosa del tranco de los bueyes y de las ruedas macizas que trituran el pedregullo del sendero, resonancias de molienda, armónicos perfectos para la monótona tonada carretera. Falta poco. No lejos, el perfil serrado de la arboleda quebrando la llanura promete sombra, reposo y silencios.

  83. David Iglesias Romero

    COMO UNA SERPIENTE

    Luisito no disimulaba su melancolía. Había dejado de menear la cuerda a su trasera como si fuese el rabo de un asno.
    «Benditos los animales imaginados, que carecen de contradicciones.»
    Era un niño al que le encantaba ir al campo con sus padres, pero esta vez era distinto. Sus padres se separaron hace poco y papá se mudó a la sierra.
    Mamá lo trajo por la mañana y se fue tras la merienda.
    Su energía infantil lo impulsaba a andar, pero su tristeza lo guiaba en zigzag, como una serpiente. Ora en la carretera; ora en la arboleda.

  84. SOÑANDO CON BUCÉFALO
    El ingenioso hidalgo estaba sumido en la melancolía.
    Con el rabo del ojo, el rocín seguía sus movimientos.
    Se dio cuenta de que se habrían embarcado en una aventura. Le encantaba la acción, le encantaba correr porque era un galgo corredor.
    De repente, el caballero estalló en carcajadas.
    Él sacudió la crinera pensando en cuánto los humanos estuvieran llenos de contradicciones.
    Tomaron una polvorosa carretera que cruzaba la calva llanura y se lanzaron al galope.
    Mientras el sol devoraba sus sombras, él se imaginaba bebiendo en una fresca arboleda. Se sentía vivo y relinchó de alegría.

  85. Un pensamiento

    Hoy puedo observar mi vida desde afuera, sé que no es más que la melancolía. No puedo evitarla, es como una pantalla prendida en la cual no tengo el control para frenar la transmisión. Tengo miedo, si tuviera un rabo estaría entre mis piernas; pero no, esa sensación no se expresa en el afuera, está muy adentro, soy dos personas en una. Las contradicciones de mi cuerpo no son visibles a los demás, solo se perciben en el palpitar de mi corazón. Si pudiera decidir tomaría mi rumbo por una carretera infinita en donde solo se pueda observar una arboleda.

  86. Karen Pérez Cáceres

    RULETA RUSA

    Han pasado dos años desde que Pipo abandonó este mundo, pero la melancolía era tanta que no había día en que Niko dejara de llorar. Cuando él volvía de la escuela Pipo siempre movía su pequeño rabo en señal de alegría. Niko sentía a diario la soledad sin su amigo de cuatro patas. “Las contradicciones de la vida”, decía siempre su padre. Vivían a pocas cuadras de la carretera y nunca había acontecido nada grave, y el primer día que decidieron llevar a Pipo de paseo por la arboleda, muere envenenado. Así es la vida, una ruleta rusa.

  87. Hortensia Márquez Chapa

    Tiempos pasados

    Tengo el alma
    en melancolía viva.
    Recuerdo los espacios perdidos,
    los tiempos pasados.
    Como perro con el rabo entre las piernas,
    vuelvo de puntillas a las contradicciones de la vida.
    Al sí pero no,
    al olvido no olvidado…

    La carretera me dice que debo seguir,
    pero la fresca arboleda del abandono
    me llama a gritos.

  88. HECHOS EL UNO PARA EL OTRO.
    Entre todos ellos, en seguida le vi sólo a él, con esa mirada suya tan llena de melancolía, con el rabo bajo, aterrado, rebosante de contradicciones quizá por algún doloroso recuerdo …
    Muy despacio, fui acercándome para aliviar su miedo y cuando por fin le acaricié, tímidamente lo agradeció con sus besos en forma de lametones. Salimos de allí, sabiéndonos inseparables y con la absoluta convicción de que la carretera fría que ahora recorríamos por vez primera, pronto se convertiría en una luminosa arboleda que pasearíamos juntos en esta y en todas las vidas.
    NAHIR JIMENO.

  89. Rodrigo Celestino Rocha

    Último acto

    Cuando finalmente, para mi alivio, bajó el telón, había llegado el final, mi espectáculo… había terminado. Sólo quedó la melancolía. Me sentí como un perro callejero, que con su rabo, inconsolable, angustiado, alejaba las moscas, y con su lengua, lamía las heridas. Heridas que yo mismo he creado. Consecuencias de la culpa… del dolor plantado. Mis innumerables confusiones, mis arraigadas… contradicciones. Fue mi último acto. Al final del carretera, finalmente llegué. No escribí ningún libro, no planté ningún árbol. En medio en la arboleda, aislado… sólo esperando la muerte… Me quedé.

  90. Vida
    En medio de una melancolía que parecía eterna, decidió tomar un rumbo diferente en su vida. Mientras caminaba por el bosque, un pequeño perro de rabo alegre la encontró.
    Fue entonces cuando comprendió que, incluso en medio de ese estado de tristeza, la vida aún podía sorprenderla con inesperadas alegrías y nuevos compañeros de camino.
    A medida que avanzaba, las contradicciones de su corazón se volvían más claras. Sus ojos, a través del retrovisor, observaban en la carretera su pasado, su mente se centraba en un futuro incierto.
    Se embarcó en un viaje que atravesaba una espesa arboleda.

  91. PATRIA POTESTAD
    La melancolía o quizás el miedo me hizo volver a casa. Toda esperanza albergada se esfumó cuando por el rabo del ojo avisté el cadáver de mi mujer completamente desfigurado y calcinado. Derramé una lágrima, que contradicciones. Arrastré el cadáver hasta el coche. La carretera hacia el búnker era tortuosa pero familiar para mí. Una vez llegué cavé el hoyo y tiré el cuerpo dentro. Cuando finalicé mi tarea recorrí el camino de la arboleda y llegué al búnker. Dentro, mis hijos esperaban nerviosos. “No os preocupéis” les dije “Ya nadie os encontrará.” Y comencé a ajustarles las ataduras.

  92. ESTÍMULO
    Mientras corría por el parque, con melancolía evocaba a su Peludo moviendo como un poseso el rabo, cuando llegaba a su altura y le mordía la punta de la zapatilla.
    «Contradicciones tengo mientras le echo de menos y le recuerdo por la carretera o entre la arboleda, cuando corría a buscar la pelota que le lanzaba y me devolvía todo alborotado, ─recordaba la chica─. Más que mi mascota, fue la verdadera razón que me impulsó cuando tuve que hacer rehabilitación tras el accidente y la pérdida los míos. Fue mi auténtico estímulo».

  93. LA CAZA, TODOS PRESAS

    El hombre mira la TV, solo.

    Diez años de virus, confinamientos, controles…ya no siente nada. No le quedan deseos, ni siquiera melancolía.

    Su caniche, Coco, huele algo raro, mueve el rabo y escapa. Están llevándose a todo el que sale, están en peligro. Las contradicciones lo abruman. Teme pero sale.

    Perros de caza cruzan la carretera como flechas. El hombre grita desesperado. Coco aparece, hecho un susto. Lo alza a tiempo. Retroceden los galgos.

    – Bellos galgos, ¿los abandonarán cuando no sirvan?-, se pregunta con tristeza.

    Desde la arboleda los observan. El hombre mira desafiante. Abraza a Coco, feliz.

    Ha sentido.

  94. Paraje insospechado
    Con un cabalgar pausado, regresaba Amanda, entonando una letra llena de melancolía. Canciones que cuentan del amor que se rompe, mientras va dejando heridas. A una distancia cercana, junto a la pradera, se podía observar a un joven entretenido con su caballo y su perro labrador, quien agitaba su rabo alegremente.
    Al detenerse, se percató de aquel escenario lleno de contradicciones; por un lado, la ciudad con sus agitadas vidas y por el otro, una fresca vegetación cruzando la carretera; cuál línea divisoria daba lugar a una hermosa arboleda, que gritaba el más bello silencio, colmado de esperanza.

  95. GABRIELA MARIA BERTOLOTTI

    UNA SERIE DE MALAS DECISIONES
    Te lo dije. No debimos llamarla Melancolía solo porque sus ojos te recordaban los de ella. No debimos pensar que sería suficiente con cortarle el rabo si, al fin y al cabo, huyó de todos modos. No debimos salir a buscarla minimizando las evidentes contradicciones del mapa que traía escondido: ahora estamos perdidos en esta carretera ridículamente angosta y oscura donde no podemos vernos ni los pies.
    Shhhh…Escucha. Allí, en la arboleda, a tu lado.
    No llores ahora. ¡Debimos cortarle las garras, arrancarle los dientes! Te lo dije.

  96. Mari Jose Olite Merino

    A MI PERRO
    Paseaba solitario por el bosque; contemplar la belleza de la naturaleza aliviaba mi melancolía. Entonces lo vi entre la maleza. Me impactó su mirada de ojos tristes y la herida sangrante de su rabo. Olvidé en aquel momento las contradicciones de mi existencia. Lo cogí en brazos y sentí su calidez. Aceptó mis caricias. Se me antojó relajado. Nos dirigimos a la carretera atravesando la arboleda. Colocado en el asiento trasero del coche, lo observé por el espejo retrovisor y su pe que compartiríamos el restro de nuestras vidas.

  97. Francisco Romero García

    ABANDONADO

    Llevaba semanas deambulando por ásperos caminos. La melancolía se apoderaba de él cada vez que recordaba a aquellos que había considerado su familia y que lo habían abandonado, dejándolo en medio de la nada sin mirar atrás. Movía alegre el rabo en sueños volviendo a revivir aquellos momentos en los que era un cachorro mimado. No tuvo la culpa de crecer y convertirse en un inconveniente. Son las contradicciones de la vida: los que dijeron que le amaban son los que le habían roto el corazón. Arrastrándose por aquella carretera interminable, a lo lejos vio una arboleda donde descansar.

  98. Hermanos
    Nahuel despertó con una extraña melancolía, tomó su taza de café, se puso su boina sin rabo, y salió a caminar por la hacienda. Cerca de la tranquera, encontró a Benjamín, que, por esas contradicciones de la vida, quería marcharse y escapar a la ciudad.
    Se abrazaron en una profunda mirada, Benjamín sonrió tímidamente a Nahuel, y subiéndose a la motocicleta se despidió diciendo: hasta la próxima.
    Perdiéndose en la carretera, se fue alejando, dejando atrás sus recuerdos, su familia, y el paisaje de arboleda.
    Esa fue la última vez que se vieron.

  99. Las gatas
    Con la experiencia he aprendido a percibir la melancolía de los gatos a través de los sinuosos movimientos de su rabo.
    Los felinos parecen seres con muchas contradicciones, distantes y fríos, pero después de vivir un tiempo con ellos se aprende a entenderlos.
    Incluso, uno se vuelve un poco igual.
    Hace cinco años que encontré a mi gata. Conducía nerviosa después de mi despido y me salí de la carretera justo al lado de una arboleda. Allí, bajo un árbol estaba ella, tan asustada como yo. Abandonada.
    Ya somos inseparables y he aprendido a maullar por las noches.

  100. LA ÚLTIMA NOCHE
    Llamaron Melancolía al enorme planeta que colisionaría con la Tierra.
    El niño trotaba excitado por el bosque con la manita aferrada al lomo del perro y sus padres atesoraban aliviados su alegría intacta.
    -¿Y tiene rabo la estrella?
    -Sí, amor. Como la del Belén.
    -¿Y es bonita?
    -La más bonita que hayamos visto nunca, amor.
    Y así, contradicciones de la vida, papá y mamá sintieron que incluso entonces, cientos de almas angustiadas en la carretera colapsada a sus espaldas, eran felices. Al frente, en los límites de la arboleda, el resplandor que ya se acercaba les dio la razón.

  101. Cinco escenas
    El público sonríe… no sabe todavía que apenas se desvíe su mirada del centro, sentiremos adentro pura melancolía.
    ¿Podrían aceptarse (así, de cabo a rabo), nuestras contradicciones? ¡Habrían de evitarse tantas desilusiones! Pero la carretera tiene curvas riesgosas, aún más peligrosas cuando lo que se juega, vale la vida entera.
    Entonces, desenredo esta última escena (ajena, igual que el miedo) y te encuentro a mi lado, abrazado al paisaje, la arboleda y el cielo.
    Hoy retomo mi vuelo con su auténtico traje: tu caricia es el viaje. Y la historia que muestra… no es ficticia ¡es la nuestra!

  102. Contradicciones
    Llueve. Estoy parado ante la cruz de tu tumba.
    Ya todos se han ido. Me resisto a hacerlo.
    La sal de mis lágrimas se mezcla con el dulce de las gotas.
    La tristeza y la melancolía me invaden.
    Mojado, como perro con el rabo entre las piernas, me retiro.
    Un sinnúmero de contradicciones me persiguen.
    La carretera va dejando atrás la arboleda del cementerio; a pesar de todo sonrío, se que tú vienes conmigo.

  103. José María Díaz Gil

    MIGAS DE PAN

    Hoy era un día especial. Después de más de 40 años, cerraba la tahona donde habían trabajado sus padres y abuelos.

    El despertador sonó a las tres de la mañana, pero no dormía. Recuerdos y ausencias acompañan su vigilia y eterna melancolía.

    A su lado, Sparkle le miraba agitando el rabo. Único compañero desde la muerte de Elena.

    Mientras encendía el horno, repasaba su vida. Hacia pan, pero era celíaco. Quiso ser padre, pero no tuvo hijos…. Su existencia había estado llena de contradicciones.

    En su último reparto, mientras la carretera atravesaba la arboleda, sus ojos se llenaron de lágrimas.

  104. SUPERARTE

    -¿Melancolía yo? – Imposible, pensé.

    La psicóloga me había recomendado que comenzara a disfrutar de los pequeños placeres de la vida: ver amanecer, dar un paso por Madrid, mi comida favorita…Un buen plato de rabo de rabo de toro cocinado por ella, se me hizo la boca agua.

    Pero el mundo esta lleno de contradicciones. Allí estaba yo, con la mirada perdida en la carretera mientras comía un bocadillo bastante seco.

    Había vuelto a hacerlo, cinco años después, como cada lunes desde entonces.

    Me baje del coche. Y en aquella arboleda lloré la muerte de mi mujer.

  105. MARIA FELISA EGUIZÁBAL FERNÁNDEZ

    Destierro

    Las nubes acaparan el cielo y acentúan la falta de ilusión que nutre a la melancolía como la gota que horada la roca.
    Su espíritu quebrado. Convertido en un ser inanimado desde aquel día en el que se retiró con el rabo entre las piernas por las contradicciones en las que incurrió al proteger a su compañero.
    Contempla el caótico verano que reparte sus cartas entre catástrofes naturales y humanas y que le lanza a la carretera en un exilio inesperado, pero real.
    Se refugia entre la arboleda. Espera que el tiempo fluya, a ver qué le depara.

  106. Mª Isabel Baselga Lozano

    Añorarte es sencillo
    A mí no se me da bien escribir, solo conozco la melancolía que me embarga por motivos desconocidos.
    No soy la mejor cocinera, pero aquel día cuando te pregunté sobre el rabo de toro; con la boca llena, me dijiste que era el mejor plato que habías probado jamás.
    Desde que te conocí, me convertí en una artista sin saberlo.
    Por ello, las peleas me dolían tanto, porque eran unas contradicciones constantes a la imagen que poseía de ti.
    Ahora solo tengo el recuerdo de tumbarnos en la carretera cerca de la arboleda con tus brazos rodeándome.

  107. Jéssica Belchiór de Oliveira

    Susurros malditos

    En la melancolía de una tarde sombría, un conductor solitario sentió una presencia inquietante en el
    asiento trasero de su automóvil: un rabo largo y peludo se alzaba desde la oscuridad y comenzaba a
    envolver lentamente su cuerpo, sin aire, solo una luz. Cuando despertó, su cuerpo estaba apoyado
    sobre el volante, estaba en medio de la nada. La contradiccione llenó su mente mientras se
    preguntaba cómo había llegado allí. La carretera desconocida se extendía infinitamente entre una
    arboleda que susurraba su maldición mientras el conductor desaparecía en la oscuridad, atrapado en
    una pesadilla interminable.

  108. Melancolía
    (unas palabras para un viejo amigo)

    La melancolía atiza al alma como tu rabo al viento en un momento de alegría.

    Esa melancolía, que se presenta como un anhelo lleno de contradicciones que me invitan a olvidar tu oreja partida y a recordar tu hocico moreno.

    La melancolía esa vieja carretera que me quiere llevar a la gracia de haberte tenido y la tristeza de haberte perdido.

    Esa Melancolía, que es estado y sentimiento, que se mece como una arboleda en el viento y me trae la esperanza de un nuevo comienzo.

  109. NACIÓ EN LA LUNA

    Esa noche me informaron:
    —Nació en la Luna. Se llama “Selene” la luna de los griegos.
    En seguida, me inundó Ia melancolía porque sabía que nunca podría arrullar a mi nieta. Corrí a abrazar a mi perra y movió el rabo en señal de alegría. ¡Qué contradicciones! ¡Yo triste y ella alegre! Me preguntaba: — ¿El tiempo existirá en la luna? Llorando resolví entrar al auto y pasear por la carretera entre la arboleda para olvidar… ¡Cuando desperté sobresaltada! Era una llamada en el celular anunciando: —Nació tu nieta en España y su nombre es Clara Luna.

    Milagros Pereira

  110. Mónica Peregrina Escolar

    El toro meneaba el rabo con melancolía mientras miraba a la luna que lo iluminaba con su luz. Él estaba enamorado de la luna y corría tras ella.
    Por eso, saltó la valla que separaba la arboleda de la carretera, sin darse ni cuenta del vehículo que circulaba y le embistió. Un camión que transportaba vacas para un semental de la finca.
    “La vida está llena de contradicciones”, debió de pensar el camionero al ver al toro tirado en mitad del asfalto y muerto.

  111. Viaje

    Sumida en melancolía asomó la tarde, como rabo de perro sacudió los recuerdos. Le pesaban sus contradicciones. Tomo la carretera y desapareció entre la arboleda.

  112. Jorge Alberto Marín

    Cumplido

    Nadie sabe como de leer comics entró
    en el equipo de la melancolía.
    Escuchando milongas, dijeron algunos. Del rabo le habló Don Larralde, porque sabìa lo que hacía (ni él, ni el perro, entraban en contradicciones).
    Por la carretera de los juegos dejó el cumplido, luego se retiró a descansar bajo la arboleda.

    Referencia: Herencia para un hijo gaucho (José Larralde) y Fundacióncincopalabras.org

  113. Pretendes seguir adelante, aun cuando la melancolía te empaña las perspectivas que te creaste de manera ilusa. Sacas fuerzas, te autoconvences, ¡ hay que seguir a pesar de todo !, pero entonces le pisas el rabo al monstruo de la realidad. De nuevo te ves dentro de la espiral de contradicciones, una carretera que sólo conduce de nuevo al centro del abismo, y entonces…, ocurre lo milagroso, alguien que te habla de que no temas adentrarte en la arboleda, porque dentro de ella, y de alguna manera, aparecerá tu árbol. Siempre hay un árbol para cada buscador de cobijo.

  114. Buscadores de cobijo
    Pretendes seguir adelante, aun cuando la melancolía te empaña las perspectivas que te creaste de manera ilusa. Sacas fuerzas, te autoconvences, ¡ hay que seguir a pesar de todo !, pero entonces le pisas el rabo al monstruo de la realidad. De nuevo te ves dentro de la espiral de contradicciones, una carretera que sólo conduce de nuevo al centro del abismo, y entonces…, ocurre lo milagroso, alguien que te habla de que no temas adentrarte en la arboleda, porque dentro de ella, y de alguna manera, aparecerá tu árbol. Siempre hay un árbol para cada buscador de cobijo.

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