A principios del mismo mes, Mar había asistido al Festival de Cine de Málaga acompañando a su marido el periodista Juan Antonio Tirado, que presentaba junto a José Cabanach su documental “Samuel: Hollywood vs Hollywood”.
En aquella ocasión, Federico Rodríguez dio sus cinco palabras a la Asociación.
Mariló Sánchez Galdeano.
Periodista y cantaora fuengiroleña.
Las Cinco Palabras del mes de Mayo de Mariló Sánchez Galdeano son ...
- MUJER
- SORORIDAD
- MORADO
- CARIÑO
- MADRE
¡Gracias Mariló por regalarnos tus Cinco Palabras!
Escribe tu relato solidario siguiendo las siguientes normas:
1. Extensión máxima 100 palabras.
2. No se cambiará la posición de las palabras.
3. No se modificará el género ni el número de las palabras proporcionadas.
* Se eliminarán los relatos que no cumplan las normas.
NOTA: Nos reservamos el derecho de la publicación de los relatos. Se eliminarán relatos ofensivos o insultantes hacia cualquier país, pueblo, animal o personal que puedan herir la sensibilidad del lector.
1. Incluir las cinco palabras publicadas semanalmente a través de la web – manteniendo el orden en que se han ofrecido – sin modificar género ni número
2. Extensión máxima: 100 palabras
3. Idioma: español
Este juego literario ha sido una herramienta para dar difusión, no solo a los propios escritores y sus relatos, sino también a las causas mensuales con las que la Asociación ha estado colaborando. En marzo de 2023 la Asociación Cinco Palabras se transforma en la Fundación Five Words, que pretende dar continuidad a la labor realizada por la Asociación en sus 10 años de vida, manteniendo su Misión de “Hacer un mundo más digno a través del Arte”. En coherencia con este objetivo, la Fundación Five Words (en adelante, la Fundación) pone en marcha este concurso de microrrelatos, para fomentar la escritura y promocionar a los escritores que, a su vez, con sus relatos, ayudarán a la difusión de las causas solidarias mensuales de la Fundación. El Concurso mantendrá las reglas del juego literario antes detalladas y constará de dos fases: mensual y final. La primera edición de este Concurso dará comienzo el día 1 de abril de 2023 y finalizará a las 23.59 horas del 29 de febrero de 2024 (hora peninsular española). El premio está dotado con 5000 euros, distribuidos de la siguiente forma:
Menú
Como cada domingo, mientras mamá ponía las cabezas de cabrito, plato predilecto de papá, en la bandeja de horno, ella murmuraba la letanía: «La fuerza de una mujer es la sororidad».
Judit lo comprendió un sábado por la mañana, alrededor de los once años, al descubrirse, tras una discusión de madrugada, el ojo tan morado como el que solía lucir mamá.
Al día siguiente, temprano, encontró a papá tirado sobre el suelo de la cocina, ya aromatizado con coñac. Judit, con ese cariño que solo se profesa a una madre, decidió que, esta vez, guisaría ella el menú dominical.
LA SORORIDAD DE MARILÓ
Al principio pensó que esa primera “r” debía ser en realidad una “n”…
Alma es una mujer que suele enviar micros al concurso mensual pero desconocía el significado de “sororidad”. No obstante, decidió no consultarlo, anotó (como siempre) las cinco palabras en la parte superior del documento, buscó inspiración en las pelusas de su bata morada y escribió.
Recordó por un momento el cariño de su madre, que siempre le ayudaba a cumplir las normas, envió el correo y volvió a la cama con Adela que, lentamente, le explicó el significado…
Deberes
A la mujer, por sororidad, coloréala de morado, cariño -dijo su madre, mostrándole el rojo y azul.
Por error en signos de diálogo, lo he vuelto a publicar. Mis disculpas.
Hola Mariana,
Me ha encantado tu relato.
Un saludo
—A la mujer, por sororidad, coloréala de morado, cariño —dijo su madre, mostrándole el rojo y el azul.
Deberes
—A la mujer, por sororidad, coloréala de morado, cariño —dijo su madre, mostrándole el rojo y el azul.
La suma que no cesa
Allí continuaba aquella mujer poniendo de acuerdo a tanta gente. La tarde transcurría en una prolongada firma de ejemplares de su última novela: Sororidad. Como si de una marcha en protesta se tratase, nadie de los allí presentes estaba dispuesto a ceder su sitio en la fila ante ningún empujón, abuso o celosa violación de espacio. Ni teñir de morado el ambiente ni puñetazo alguno en la mesa tenían que ver con la interminable melena que, aun no siendo cariño o amor de madre, se veía capaz de conducir hasta su desenredo y aclarado.
Para que un día llueva en las calles antes tiene que diluviar en las historias
La mujer miró el retrovisor y pisó a fondo. Dijo que en unos años se pondrían de moda la sororidad y el color morado, pero allí estaban ellas, demostrando que el cariño y la colaboración entre mujeres han existido siempre. Louise preguntó por qué había esperado a la última escena para decírselo, guardaba un vestido lila de su madre y aquella sería la ocasión ideal para ponérselo. Thelma contestó que todavía estaban a tiempo de saltar y agarrarse a los títulos de crédito, pero…
DIÁLOGO
−¿Cómo te definirías a ti misma?
−Como una mujer de su tiempo, independiente y luchadora.
−¿Sabes lo que es la «sororidad», con r?
−Pues no, la verdad, ni idea.
−¿Sabes lo que significa «heteróclito»?
−Pues… Tampoco.
−¿Te has acostado con alguien que no fuera tu marido?
−¡Por supuesto que no!
−¿Tu signo del zodiaco?
−Géminis.
−¿Has consumido alguna vez drogas.
−No, nunca.
−¿Tu color preferido?
−El morado, por supuesto.
−Cariño, has de calmarte, relájate y responde con sinceridad.
−Madre, desde que se ha comprado el polígrafo está usted imposible. Voy a tener que volver a llamarle suegra.
Me encantó!!!
MUJER FUERTE
-Ficha admisión unidad psiquiátrica:
Mujer de 40 años, tres hijos, en trámites de separación – desempeño de trabajo exigente –
responsabilidades familiares – presenta molestias en espalda y articulaciones además de fatiga
extrema y agotamiento. -recomendación: deriva al grupo de sororidad-.
Confinada en la habitación vestía un camisón morado, un capricho que se había permitido, con su
mano agarrada con fuerza recibía el cariño de su madre que le hablaba ‘No permitiré que nadie os siga
haciendo daño’ era entonces cuando bajaba su mirada y tragaba amargamente su desdicha, ‘Madre,
no permitas que nadie siga haciéndonos daño’, recostándose y cerrando tristemente los ojos.
Vínculo Inesperado
En un bosque, una mujer descubrió un nido vacío. En el suelo se encontraba un pajarillo. Con sororidad, lo rescató y lo acunó. Bajo el cielo del atardecer, cuidó de él con devoción, entretejiendo entre sus plumas de color morado una conexión maternal. Aunque no fuera su propia cría, ofreció todo su cariño; la mujer se convirtió en madre de aquel pájaro desamparado. Su amor trascendió las barreras de la especie, demostrando que la hermandad y el instinto maternal no conocen límites. Juntas, la mujer y la cría hallaron un nuevo hogar en la complicidad de su cuidado mutuo.
MADRE
Mujer de otros tiempos
para lo bueno y lo malo.
Hilo inconexo, indescifrable sororidad,
epílogo morado en el extremo
de una historia jamás escrita.
De ahí llegaste, casi a tientas,
y por encima de todos los supuestos
pervive un amor eterno.
Fruto, remanso, regazo;
extensión de tu ser y de tu carne.
Cariño incombustible,
desvelo para una madre,
zozobra cosida al corazón y la garganta.
Nada importa la distancia;
las lágrimas… las efímeras horas.
Nada importarán los abrazos que faltaron
sobrando amor que no precisa explicación.
Un día lleva tu nombre,
mas habrás de ser madre
hasta el último aliento.
Más razón que una madre
Querida hija: ojalá puedas perdonar algún día mi injustificable intromisión en tu vida privada y con el tiempo comprendas que esa relación no te convenía; espero que hayas encontrado por fin al amor de tu vida. Como mujer debí apoyarte en lugar de comportarme con una absoluta falta de sororidad, y tampoco fue justo acusar a tu novio del morado de mi ojo, pero no atendías a razones. Para lo que ocurrió después no tengo palabras, cariño… solo recuerda que te quiero mucho y que siempre seré tu madre. Posdata: ya no sigo con él, al final tenía yo razón.
La lucha de «Flor»
Han pasado 75 y tantos años más, tantas luchas. Hubo cambios que se iniciaron en la marcha de la vida, sí, miedos también, de todo tipo.
La incertidumbre de poder concretar su tan anhelado e imposible deseo, el de “ser mujer” porque si es por sentir, “Florencia”, lo notó desde jardín de infantes, sus compañeritos también. Su padre, tan rudo no lo quiso percibir. Con su mamá existía sororidad que habita en las bellas almas que llevan el mismo género independientemente de lo orgánico de su cuerpo. La complicidad de ambas era fascinante: salir de compras, parar en el bar por el té y su licuado favorito, el morado; recorrer hacia la otra punta de la ciudad para ver a esas señoras, sus amigas, que las recibían con un cariño tan especial, ese cariño que mi madre les inculcó que yo no era diferente y me aceptaron así hasta el día de sus muertes.
VÍCTIMAS
—MUJER, ¿qué pasa con la SORORIDAD cuando se requiere? —se lamentaba suspirando la anciana a la joven de ojo MORADO—. ¿No ves que encerrar a mi hijo es matarme? —decía con el CARIÑO de una MADRE.
Una historia como tantas
Francisca era una mujer de las de antes. Nunca oyó la palabra sororidad, pero tuvo muchas amigas con las cuales compartió alegrías y tristezas. Fue una de ellas quien lavó su pobre cuerpo morado casi con el cariño de una madre. Nunca se supo quién la asesinó.
ESPEJISMO
Tu mirada marchita languidece frente al espejo
evitando echar la vista atrás.
Te fundes en el anhelo de un antiguo reflejo
y prometes no volver a tolerarlo más.
Mujer que brota de las sombras
como jardín florece en primavera,
te cubres con el manto de la sororidad
a modo de bandera.
Despojas el morado del rostro
y abrigas tu alma con cariño,
aquel que, a elevado costo,
al fin retorna furtivo a su destino.
Madre, hermana, compañera y amiga,
modelo de inspiración,
te postulas sin espinas
como líder de la revolución.
Abandonas el pasado oscuro
sembrando, valiente, un sólido futuro.
LA RUBIA
Llegaba tarde y no encontraba sitio para aparcar. Tras unas cuantas vueltas, descubrí un ajustado hueco por lo que necesité realizar varias maniobras. Escuché a mis espaldas la desafortunada frase de “mujer tenías que ser”. Irritada, comprendí entonces el sentido de palabras como SORORIDAD. El feminismo tiene que ser algo más que colocarte un pañuelo morado cada ocho de marzo. El empoderamiento femenino no solo tiene que ser reivindicativo. Se puede encontrar incluso en una simple muestra de cariño de una madre a sus hijos. Me bajé del coche, y orgullosa contesté “Si, soy mujer y encima rubia”.
LEY DE VIDA
En 1996 me invitó a acompañarla a la que fue mi primera manifestación con motivo del Día Internacional de la Mujer. Ella me enseñó el concepto de sororidad y el significado del color morado como distintivo que nos une. Ahora, sentada ante mí, aprieta los labios mientras mueve rítmicamente la cabeza como un metrónomo. Le recuerdo que, cuando era niña y me resistía a comer, con paciencia y cariño se las apañaba para que permitiera aterrizar al avión cargado de sopa. Comienzo a imitar el sonido de un reactor y, por fin, mi madre abre la boca.
ELLA
Enloquecida, agitada, tensa, muy nerviosa, miró de una lado a otro; miró con recelo a los policías.
Quería hablar, pero un nudo en la garganta lo hacía difícil.
Pensó con tristeza, observando a su alrededor, que hubiera sido más fácil hablar con una mujer. Necesitaba la sororidad y el afecto de alguien que la entendiera, que comprendiera sus temores y no sólo viera el ojo morado, el labio roto y los arañazos, la suciedad y la tristeza.
Evocó sus errores, añoró el cariño soñado y el amor deseado.
Lo había perdido todo, recordó las palabras de su madre.
CAMINANTE
Mujer que tan valiente tú eres,
juegas papel tan fundamental que
la vida sin ti, no sería vida.
Por bandera llevas
en tu Fundación
la palabra sororidad,
para potenciar
valor laboral
y labor personal.
Te reivindicas a través
del color morado
que tanto vistes y
tu incansable trabajo
que siempre presumes.
Procesas cariño allá dónde vas
y más a quienes te apoyan sin cesar.
Eres madre, sin haber parido,
del sueño que has alcanzado
con pasión en tu camino trazado.
COLORÍN COLORADO, ESTE CUENTO NO HA ACABADO
Érase una vez, en un reino muy lejano, una princesa rechazaba convertirse en la mujer de un príncipe azul.
Todas las doncellas de palacio, sorprendidas, convocaron una reunión para dialogar con la princesa. Pronto comprendieron,
desde la sororidad, sus deseos de futuro.
Ni castillo, ni dragón morado custodiándola, ella quería viajar para conocer otros reinos.
Su amor verdadero, sería su autoestima y cariño propio.
Nunca se sentiría culpable por su dudoso instinto de ser madre.
Y sería feliz, sin comer perdiz.
BRUJAS
Vamos a la conferencia sobre “Nuevas miradas sobre la Brujería” que J. Muñoz va a dar en el Centro Cívico de la Mujer. Nos habla del mayor feminicidio que ha habido en la Historia, Quema de Brujas. Nunca más volveré a usar esa palabra, bruja, ni como insulto, ni como disfraz, ni como juguete. Es por sororidad con todas las que mataron y matan. Llevamos un distintivo morado, pañuelo, flor, lazo, es para evidenciar el cariño y apoyo que nos debemos tener como hermanas de género. Y como dice mi madre: “No hay brujas, hay mujeres sabias”
¡PISANDO FUERTE!
¡Pisando fuerte! Hoy me miro en el espejo y me siento más mujer que nunca. Y es que coincidir con ellas no puede haber sido una casualidad, porque ellas son sororidad, fiel reflejo de los valores carentes en mi hogar. Me coloco el lazo morado, color de sus labios que no volverán a besarme y hablarme con cariño. Ella sucumbe a manos de su fiel compañero, en defensa de, para él, tan humillante heredero. Miro al cielo y, callada, le grito que la quiero, a mi madre. Y lloro porque sintiéndome hoy mujer, sé que jamás podré serlo.
Hoy no estoy
Veo y me es difícil creer que esa mujer que ahí estaba entre banderas y cantos de sororidad era la que faltaba. Dicen que a pesar de que el pañuelo morado cubría su rostro, alguien la reconoció y dio aviso a las autoridades.
Recuerdo que ese día, alguien con mucho cariño había adornado esa imagen con guirnaldas, debía ser su madre. De pronto, su grito nos erizó y con ella invadimos la plaza y nos unimos pidiendo ¡Justiciaaaaaaaaaaaaaa!
Un país llamado Cardenal
En un país mortecino nació una mujer cuyos brillantes mechones verdes causaron repulsión en la sororidad de las ninfas lánguidas, distinguidas por su cabello morado. Con cariño la madre le confeccionó una cofia con las hojas de una col lombarda. Cuando creció, fue imposible ocultar su defecto: su cabellera se extendía y arraigaba como una enredadera. «¡Trepadora!», gritaban las divas ancianas, mientras que las jóvenes admiraban su fuerza.
Le arrancaron las raíces en un sacrificio mortal, pero las semillas esmeraldas, esparcidas por el viento, transformaron el país cárdeno en el más hermoso valle, que las nuevas generaciones custodiaron y veneraron.
GRITO ESTIMULANTE
No es sólo una voz de MUJER, es la proyección estentórea de un clamor universal que parece brotar de las entrañas de la tierra para exigir justicia, y no es sino el resultado de una SORORIDAD hilvanada por féminas fuertes tras el sufrimiento silente forjado a lo largo de siglos.
Ellas eligen el azul del cielo y el rojo de la tierra copulando para obtener un MORADO, como símbolo y bandera bajo el cual materializan CARIÑO sanador, mirada alentadora de una MADRE, creatividad sensorial para lograr el amor universal, e impulso racional de la historia para beneficio de la humanidad.
-¿Por qué no se lo dices?-
Mientras permanecía de pie, delante de la camilla, recordaría todas las veces que aquella mujer la hizo feliz, la sororidad con que la educó, el orgullo morado que vestía y el cariño incondicional ofrecido. Una lágrima recorría su mejilla, mensajera del ‘te quiero’ que jamás le dijo a su madre. Era demasiado tarde, ella, quien tanto había luchado por todas, se había ido del mundo sin sentir el cariño de su hija.
Domingo en familia
En el mundo de los eufemismos la palabra mujer significa persona capaz de hacer todo al mismo tiempo y sonreír porque ahora nadie se lo impide; sororidad, después de haber sido manoseada por cualquiera que intente ser políticamente correcto, perdió sentido; morado se convirtió en el color que tiñe los golpes en la cara y los afiches que exigen ¡Ni una más! El cariño se escapa por entre los besos mandados de pantalla a pantalla, hasta tal punto de ser imposible de encontrar, a menos claro que se pose para una foto el día de la madre.
OFRENDA
No había descifrado mi energía de mujer hasta que formé parte de aquel círculo, de aquella sororidad donde honrábamos a nuestras ancestras y a los ciclos naturales de la vida.
Durante una luna, tejimos un tapiz de color morado entre todas como símbolo de nuestra fuerza creadora femenina y del cariño que profesábamos a nuestra Madre Tierra.
En una ceremonia de gratitud por sus dones, entregamos nuestra ofrenda en lo profundo de una gruta y, como respuesta a nuestros cantos, el eco nos devolvió la palabra “amor”.
CAPRICHOSO EL DESTINO
Sí, mujer, aunque no la esperada. Fuerte en apariencia y femenina para quien supo verla. La sororidad la entendió dando la mano, fuera o no mujer, pequeña o grande o si se ganaba el sustento arrancando hierbas o en una oficina. El empoderamiento así lo entendió. Dijeron que dio más de una zurra verbal, a quienes vistieron de morado la piel de aquellas que no supieron cambiar su destino. Demostró el cariño con respeto. Y aunque no pudo ser madre gestante, lo fue de todos los hijos de la tierra que la necesitaron y ella adoró.
Gema
Esa mujer evitaba la sororidad, el ojo morado le recordaba rechazar todo cariño hacia su madre. Madre hay una sola y justo me vino a tocar a mí. Convivir con el dolor, reconocerlo, hacerlo suyo, saberlo presente, nunca negarlo ni negarla. El pulpo tiene un año de vida, su color se va degradando para dejar una descendencia de miles, cuya existencia será solitaria. Debatirá en esa sociedad del silencio donde abundan las palabras. Buscará la cadencia de una hoja movida por la corriente. Reparará en los tiburones acechando, los corales serán su guarida. La resonancia con el otro, su posibilidad.
Título:
“Fuerza de mujer”
Nunca interesó que la MUJER se saliera del canon establecido. La SORORIDAD siempre existió aunque de forma solapada pues las mujeres estaban en un plano inferior y fue su lucha lo que hizo que la solidaridad femenina adquiriera fuerza en las últimas décadas. La mujer, poco a poco, alcanzó el papel que le correspondía en todos los ámbitos sociales. El empoderamiento femenino había llegado para quedarse. El color MORADO abanderaba su lucha. Más que CARIÑO se trataba de amor propio y no todo se resumía en ser MADRE pues antes que eso estaba el ser persona y sobre todo mujer.
HILVANANDO HISTORIAS
Las imágenes de aquella tarde aún me sacuden a día de hoy, un encuentro conformado por mujeres, la sororidad era una palabra que no entraba en su lenguaje, pero sin ser conscientes lo allí vivido era un claro ejemplo de amistad, afecto y halagos. Aún recuerdo el sujetador morado colgado de aquel tenderete, y el cariño con el que mi madre sujetaba mi tierna mano, asegurándose no hubiera un desliz por mi parte a tocar algo. Poco queda hoy de esa exhibición a vecinas y amistades de esos ajuares que con orgullo las mujeres cosían horas eternas de su juventud.
Charla
La mujer llega elegantemente vestida y peinada, lleva zapatos altos y una maleta ejecutiva. Al ubicarse al frente de la sororidad, abre su maletín y saca su estuche de maquillaje, pone un color morado, sobre verde y marrón en su ojo derecho. Después usa su rímel rojo y delineador negro para simular heridas abiertas en su sien. Después saca su muñeca, que luce como una niña muy bien arreglada, a la cual, le pone el mismo maquillaje. Después, la saluda:- Hola, cariño, soy tu madre y hoy vamos a dar una charla profesional de como desmaquillarnos correctamente a este amable público.
ENVOLVER
“La sororidad de una mujer, es la muestra de que podemos continuar en medio de la adversidad…” dijo Carmen, rodeada de telas que ondeaban en las ruinas. Bajó el micrófono en silencio con la mirada perdida en el horizonte. Una niña corrió y la abrazó por la cintura, ella la apretó con cariño. Luego la imagen fue borrada por un fuego intenso acompañado de un ruido estridente que se llevó la señal al vacío. La madre de Carmen vio la pantalla cubrirse de un morado celeste, ella y el conejo de peluche que la veía lloraron en silencio.
Norleth, tu relato no podría concursar así, puesto que has cambiado el orden de las Cinco Palabras.
Por favor, relee las Bases del Concurso y las reglas a cumplir por los relatos para concursar.
Un minuto.
María palpó el pecho de la mujer menudita que, silenciosa y asustada, se tumbó en la camilla. No hablaron, la mirada fue suficiente, mirada que comprendía, que apoyaba. Sororidad en cada movimiento. La paciente descansó su vista en el sillón de color morado en el que se había sentado otras veces, mientras sentía el frío gel de la ecografía. Hay momentos en que el tiempo se estira hasta lo impensable, y en un minuto caben todos los miedos, todos los sueños.
El diagnóstico, liberador, fue dicho con el cariño de una madre y sellado con un sincero abrazo.
EL HADA DE LOS BOSQUES
-¡Quiero a mi hada de los bosques!
Enojada, la chiquilla no para de molestar a su cuidadora. La mujer, harta de sus rabietas, se arma de paciencia y muestra sororidad con aquel ser tozudo. Aunque la niña le ha dejado el brazo morado, saca un gran frasco de cariño y vuelve a acunarla para que se duerma. Cuando cae rendida, la contempla. Casi parece no tener nada especial. Pero cuando despierte, también lo hará el demonio que yace tras su autismo, al cual solo lo calmará su salvadora, su hada de los bosques, su madre.
Nuria conocía a esa mujer desde siempre, pero no dejaba de sorprenderle esa capacidad de resiliencia.
Abanderaba la sororidad acudiendo, escuchando y acompañando allá donde pudiese ser de ayuda para otras mujeres. Siempre.
Empoderada e independiente desde hacía años. Crecimiento que comenzó el día que murió su marido, aquel por el que aprendió a maquillarse para ocultar el color morado de sus pómulos.
¡La admiraba tanto!
– Nuria, cariño, ¿me pasas el pan?
La pregunta sacó a Nuria de su abstracción para devolverla a su cocina donde cenaban juntas, como cada martes, y se supo afortunada por tener una madre así.
Corrección:
MARTES
Nuria conocía a esa mujer desde siempre, pero no dejaba de sorprenderle esa capacidad de resiliencia.
Abanderaba la sororidad acudiendo, escuchando y acompañando allá donde pudiese ser de ayuda para otras mujeres. Siempre.
Empoderada e independiente desde hacía años. Crecimiento que comenzó el día que murió su marido, aquel por el que aprendió a maquillarse para ocultar el color morado de sus pómulos.
¡La admiraba tanto!
– Nuria, cariño, ¿me pasas el pan?
La pregunta sacó a Nuria de su abstracción para devolverla a su cocina donde cenaban juntas, como cada martes, y se supo afortunada por tener una madre así.
Responder
Cegueras
Sale de la casa una mujer que increpa a las manifestantes. Señala a la del aerosol: “Qué habrás hecho tú para que pasara”. La del aerosol se echa a llorar. La sororidad no es de sentido común. En color morado queda estampado el nombre de la niña que ensucia la pared. Por la ventana asoma una adolescente. “¡Quédate adentro, cariño!”, grita su madre. Esa, su madre, ignora que el peligro acecha adentro peor que afuera.
MEMORIA
Suena la sirena, una mujer sostiene a su hija en brazos y corre en búsqueda de refugio. Son tiempos de guerra.
María y sus vecinas comparten entre sí sus emociones, se apoyan y se comprenden mutuamente, sin saber que a eso se le llamará sororidad.
Alguien aporrea la puerta entre gritos. Miguel ha sido conducido al puesto de vigilancia. El morado, color de la rebelión comunera, será su sentencia de muerte.
Han pasado muchos años, Manuela recuerda con cariño a su madre y a su padre, a quien por fin puede darle sepultura. Se abren fosas, se cierran heridas.
HOY, HACE UN AÑO
Mujer, sonreíste. Has crecido tan rápido… Que sepas no será sencillo y encontrarás a quien te quiera derribar, pero también sentirás el apoyo y sororidad de jóvenes como tú. Y esto te dará suerte, añadiste atando en mi cuello tu pañuelo favorito: El morado. Me abrazaste con cariño y yo subí al tren arrastrando mi maleta. Cuando leas esta carta, madre, que sepas recuerdo tus palabras al despedirnos pero lo más difícil ha sido separarme de ti. En esta ciudad tengo un buen trabajo, amigos y ahora también un piso para las dos. Enseguida volveremos a vivir juntas. Muy pronto.
CORRECCIÓN DE UN ERROR: El relato se titula «HACE UN AÑO»
LA MAJA VESTIDA
Nunca olvidaré la mirada de aquella mujer en la puerta del hotel.
Fue en Barcelona, y ese día cumplía 15 años.
En realidad, no me miraba a mí, sino a la señora que salía del taxi.
Posteriormente, entendí que eso era sororidad.
Cual carambola, yo también la miré y tan sorprendida me quedé, que dejé de hacerlo.
Sólo llevaba puesto un sujetador morado, nada más.
El cariño que tuvo, al recogerla en las escaleras, me emocionó.
Era el mismo que me daba mi madre al contarle las injusticias del internado.
Fue, el mejor regalo que pude tener.
Ana
¡Qué mujer maravillosa! Con dedicación única y ejemplar, Ana me reveló el sendero de amistad y lucha por el que marchamos con orgullo. Yo intuía la sororidad, aunque desconocía la existencia de esa palabra. Ahora, me la tatuaría junto a su nombre.
Esta mañana crucé unas palabras con mi hermano y algo dije sobre nuestra organización. Ojalá hubiera estado Ana presente. Se puso morado de odio (nunca he recibido por parte de él un cariño sincero o un trato que no fuese jerárquico). Si no hubiera intervenido mi madre, sospecho que me habría golpeado con algo más que palabras.
El DÍA QUE TODO CAMBIÓ
La mujer miró a su hija:
-Hoy en clases nos hablaron sobre el período de la Ilustración, y sobre los valores de igualdad, sororidad y libertad. ¿Por qué siempre son mujeres las precursoras de todos los movimientos?
-Siempre ha sido así- le respondió.
-Me gustaría que eso cambiara.
Al día siguiente, una marcha de hombres usando cintas de color morado y negro en la solapa, dio inicio al movimiento “Unidos en Fraternidad”, que lo cambió todo.
Esa misma tarde, cuando la muchacha regresó a casa, abrazó con cariño a su madre y le entregó una de las cintas.
BAUTISMO
La mujer siempre había estado sola, sin conocer la amistad ni el amor ni la sororidad, ni tan siquiera el calor de otro ser humano que le tendiera la mano. Para ella, el mundo era frío e inerte, y era incapaz de disfrutar de los colores de la naturaleza: le resultaba indiferente si el trigal era verde o dorado, si el atardecer era morado o rojizo, si el cielo era azul o negro. Hasta que el gran pájaro blanco le trajo aquel paquetito diminuto y llorón, y conoció el cariño que sólo una madre puede sentir. Y lo llamó felicidad.
DÍA DE GRADUACIÓN
Aquella tarde de junio, estaba siendo demasiado calurosa. El salón de actos de la facultad de Farmacia tenía el aforo completo, y los protagonistas estaban demasiado nerviosos antes del inicio del evento, como para sentir la elevada temperatura.
Comenzó la ceremonia y empezaron a desfilar por el estrado. En ese momento, fue el turno de la mujer con la que mantenía, además de una relación materno-filial, una sororidad tan fuerte, que me sentía orgullosa por ello.
El color morado de la beca le favorecía, y en ese instante, se giró para dedicarle con cariño una sonrisa a su madre.
Esa MUJER, que estaba hecha de idas y venidas, de come un poco más, de deja y yo lo hago,
cuando todos se fueron, colgó su delantal, fantasma atareado de sus vidas pasadas, y trató de buscarse en esta o aquella habitación vacía.
SORORIDAD, tienes nombre de mujer, de mujer encinta, que su MORADO feto entrega, en el altar del amor, al fuego del CARIÑO. Lo busca, y no lo halla, en los rescoldos.
MADRE a hija, hija a madre. Caminando juntas, sin poder encontrarse.
LUCHAS
La mujer cogió distraídamente la octavilla con el lema
“Sororidad: luchemos unidas” escrito sobre fondo morado.
Iba con prisa a cuidar a sus sobrinos. Su hermana tenía cita con el abogado, la despidieron estando embarazada.
Aprovechó el semáforo para enviarle un mensaje: “Cariño, llego enseguida”.
Llevaba un día nefasto, salía tarde del trabajo, su ex no le había pasado la pensión, el aumento del alquiler…¿Tendrían que volver a vivir con su madre?
Volvió a mirar el papel que todavía tenía en la mano.
No veía, aún, su lucha como lucha de todas.
Y lo arrugó murmurando,
-Tonterías!
MADRE
Solo Dios sabe quién era aquella mujer que respiraba sororidad ante las demás,
era tan bella que atraía con su vestido morado hecho de telas libres volando al viento.
Solo Dios sabe quién era aquella mujer que mostraba tanta devoción hacia nosotros que crecimos agraciados con su cariño.
Solo Dios sabe cuánto la admiré a ella, una madre de tesón y de suave voz.
HERMANAS
Es un encanto de mujer. Qué dulzura. Y cómo habla:
sororidad, heteropatriarcado, interseccionalidad. Con que
claridad pronuncia palabras tan difíciles de vocalizar. Y las
gafitas. Parece una intelectual. Y ¡qué pelazo! Moreno de verde
luna, como decía aquel poeta. Y qué elegancia. El fular y los
labios de color morado. A juego. Su voz envolvente y sus gestos
suaves derrochan cariño y empatía. Y para rematar, el puntito en
la comisura derecha de sus labios. Hay que ver como la favorece
ese lunar que tiene junto a la boca, cielito lindo, como le cantaba
nuestra madre mientras la peinaba.
TIMÓN
Como mujer muestra hasta con elegancia una sororidad sin igual, mezcla los colores como nadie aunque el morado es el que mejor le sienta, por algo será, y si otra cosa más la distingue es el cariño sin igual a los suyos, mi hija puede sentirse orgullosa y honrada de tenerla como madre. Es la que la humanidad necesita para enderezar el rumbo.
SAMOSAS
Aquella mujer de piel morena y ojos grandes, con las manos enharinadas y preparada para elaborar las deliciosas samosas. Me invitó a sentarme junto a ellas, en un acto de sororidad. Nos comunicábamos con gestos y miradas cómplices. Me fascinaba verlas cubiertas por un hijab. La casa rebosaba de colores y olores era una fiesta para los sentidos. Con una sonrisa socarrona que enternecía, una de las mujeres destacaba, luciendo su hijab morado, era Ralia, las demás la llamaban con cariño «Madre», en reconocimiento como fundadora de la asociación altruista de mujeres en la pequeña isla africana de Lamu.
LLUVIA DE PALABRAS
Sentados al filo del cielo, a los ángeles se le caen las palabras de los labios cuando ven que la tarde se apaga, que se desnuda de gasas y sedas. La que era doncella virgen se hace mujer que lleva tatuada la sororidad en la palma de sus manos. Los ángeles vestidos de morado rezan, se ruborizan, gritan con cariño el nombre de vírgenes de cartón, recitan letanías en latín y hebreo. La tarde pare a la noche, y los valientes se tornan cobardes, listos en torpes, los sinceros en mentirosos y los nobles en viles sirvientes de cualquier secta.
Este relato no puede entrar en concurso, le falta una de las cinco palabras.
Lee las bases de este concurso si necesitas más aclaraciones.
Rescatada
Apenas tendría veinte años, ya era una mujer. Calculé que usaría mi misma talla, le invite a subir. Necesitaba hacer un acto de sororidad, aunque solamente fuese por una de ellas.
Al entrar en el baño de casa, observé como se abrió un mundo ante ella. Le dije que se tomara su tiempo. Abriendo el armario saqué el suéter morado y un pantalón beige.
Era consciente de que por mucho que lo intentara, quizá ella nunca llegase a sentir mi cariño como el de una madre, pero habría merecido la pena parar el coche en aquella carretera de muerte.
HERMANAS
Es un encanto de mujer. Qué dulzura. Y cómo habla:
sororidad, heteropatriarcado, interseccionalidad. Con qué
claridad pronuncia palabras tan difíciles de vocalizar. Y las
gafitas. Parece una intelectual. Y ¡qué pelazo! Moreno de verde
luna, como decía aquel poeta. Y qué elegancia. El fular y los
labios de color morado. A juego. Su voz envolvente y sus gestos
suaves derrochan cariño y empatía. Y para rematar, el puntito en
la comisura derecha de sus labios. Hay que ver como le favorece
ese lunar que tiene junto a la boca, cielito lindo, como le cantaba
nuestra madre mientras la peinaba.
He vuelto a publicar el texto, dado que he descubierto un acento que se fue y un la que era le.
Saludos.
Espero que tu anexo para concursar lleve la fecha de la nueva publicación, o será el otro relato el que concurse. Verifica y vuelve a enviar los documentos si la fecha en el anexo es la errónea.
MI OTRA MADRE
Ella es Concha, mujer incansable. No le importa quedarse conmigo mientras limpia la casa. Es la forma más amable de tratar a mi madre con sororidad. El motivo es que tiene el lado morado. Y en el ambulatorio le han dicho que es apendicitis. Mi padre trabaja y todos los familiares que tenemos viven en otra ciudad.
Concha se presta a quedarse conmigo. Como una abuela, la empleada de Reme (mi vecina), me trata.
El cariño que me muestra es sobrenatural, tanto que parece mi madre y me riñe igual. Me lleva a una…..
Herminia, has alterado el orden de las cinco palabras, este relato no podría concursar tal como está
Un alma tierna
Ella vivía tiempos difíciles con altibajos de todos los colores. Se sentía muy deprimida y lo único que disfrutaba era encontrar a esa mujer con la que había creado una sororidad exclusiva y especial, marcada con una empatía absoluta al momento de la comprensión. Y estaba segura, que después de cada día agitado, en que su rostro se tornaba morado, por la gran problemática de cada día. Toda la órbita que la rodeaba cambiaba, porque cuando regresaba a casa, veía aquella sonrisa delicada y recibía un cariño ilimitado, ahí estaba ese ser maravilloso, esperándola, paciente como siempre, su querida madre.
Adentro
La mujer increpa a las manifestantes. Señala a la del aerosol: “Qué habrás hecho tú para que eso pasara”. La sororidad es de sentido común. El ceño fruncido, las manos en jarra. En color morado el nombre de la niña ensucia su pared. Por la ventana asoma una adolescente. “¡Quédate adentro, cariño!”, grita su madre. Ella, su madre, ignora que el peligro acecha adentro peor que afuera.
Ay, tuve un error al copiar el relato aquí, aunque sí lo envié correcto en el formulario.
Hago enmienda:
Donde dice «La sororidad es de sentido común» debe decir «La sororidad no es de sentido común»
PODRÍA SER…
La mujer yacía muerta a los pies de su madre. La sororidad es un arma poderosa, pero no protege de las bombas. Se oían las sirenas anunciando otro ataque aéreo. Esa especie de aullido punzante, que acompaña al olor de un ácido cruel de los muertos grises y morados, desparramados por el suelo como frutas maltrechas por una violenta granizada. El cariño de una madre, que corre con su hijo desecho en los brazos, no resucita. Tampoco da de comer.
Podría ser Palestina, podría ser Ucrania, Siria o Afganistán; podrían ser tantos sitios… Podría ser ayer, hoy o mañana.
Has alterado el orden de las cinco palabras
Morado
Mely era una mujer alegre que disfrutaba más estando a solas que entre amigas. Sentía que algo faltaba, la sororidad que ella hubiera deseado palpar, no la encontraba.
Caminaba distraída sintiendo la arena acariciar sus pies, cuando algo le picó. Al revisar qué era y ver el color morado que sobresalía entre la arena, recordó con cariño las veces que llegó allí acompañada de su madre, quien siempre vestía ese color, en honor a la lucha de los derechos de la mujer.
Recogió la caracola, cerró los ojos y sopló con nostalgia, dejándose llevar por el silbido del viento…
DÍA DE PENITENCIA
María, mujer de mirada enjuta y luto perenne, nunca mostró un gran interés por ese acto que manda la sagrada tradición. Estaba a punto de comenzar.
Tampoco mostró un atisbo de sororidad, como era lo habitual entre todas sus compañeras, que ya esperaban formando una fila, con los cirios encendidos.
Un Nazareno de hábito morado, asomaba en la puerta de la iglesia, mecido por jóvenes a los que les invadía un inusual fervor. Musitaban oraciones, lucían una cruz en el pecho por la que mostraban excepcional cariño.
Todos solían responder que era un regalo de su madre.
JARDÍN
La mujer más anciana de la sororidad envolvió a la niña en un chal morado. «No llores, querida,» susurró con un cariño que contrastaba con su mirada ausente, «tu madre te espera en el jardín, lleno de flores y mariposas». Alzó a la niña, le acarició la mejilla, secándole las lágrimas, y la lanzó al abismo.
MONSTRUO:
Había una mujer tras otra aquella noche en la acera, y fue la sororidad de varias de ellas lo que hizo que me detuvieran acusado de haberle puesto un ojo morado a una de las más jóvenes.
Por fin vuelvo a pisar la calle y me considero un tipo afortunado. Después de todo tengo a Patricia y Rocío esperándome en casa.
Al llegar encuentro el chalet a oscuras. En el sótano yace Patricia abrazada al cadáver de Rocío con el cariño de una madre. Vaya, es una lástima. Lo pienso mientras trato de recordar si quedaba hueco en los congeladores.
no me ha permitido enviarlo al concurso desde ningún dispositivo ningún día de este mes que lo he intentado
jamse1974@yahoo.es
Para cualquier incidencia relacionada con el concurso, tenéis el email que aparece en las Bases legales:
concursoliterario@fundacioncincopalabras.org
Coraje es mujer
En el puerto, la mujer reparaba la red de sororidad para salir a faenar. Una vez lista, y con sus compañeras a bordo, puso en marcha su viejo barco heredado y se internó en el agitado mar morado.
Cuando intuyó el momento, todas tiraron de la red y en cubierta se desparramó la captura; grandes ejemplares de empoderamiento, autoestima, lucha, resiliencia y cariño que brillaban con el sol iluminando sus desafíos.
De vuelta, con su nave bien provista, la brisa traía el olor salado de su madre que años atrás, como no había camino, marcó las estelas en la mar.
LA NIÑA
No daba crédito. No entendía como otra mujer podía hacer eso, ¿Dónde quedaba la sororidad?
Me acerque, para contemplar como la niña llevaba un buen morado en un ojo. ¡No debía tener ni 12 años!
– ¿Disculpe, es su hija? -pregunte-
– Si, pero está en venta, ¿la quiere? respondió. Está perfecta para un hombre.
Sus palabras me dieron arcadas, qué clase de cariño podía profesar una madre para hacerle eso a su hija.
-Sí, me la llevo-conteste.
Y como si su vida valiese un precio irrisorio la saque de las implacables garras de la trata de niñas
LAS CADENAS DE LA VIDA
La MUJER estaba acostada. Todos los hilos de su vida la atrapaban. La SORORIDAD la llevó allí. Se creyó capaz de superar a una sociedad opresiva, sortearla vistiendo de MORADO. Gritó en cada manifestación y la vida… pasó.
Aulló por la libertad y cayó en una vida de cadenas que amorataban su piel y la encadenaron.
Las cinco de la mañana.
Su marido casi la había matado de una paliza.
El CARIÑO de su MADRE la consoló.
Lo peor: su mente aún buscaba el modo de justificarlo.
Lloró.
La próxima vez tal vez no llegara al hospital con vida.
TÍTULO: NOMEOLVIDES
El único deseo de María era no traer al mundo a una niña que sufriera lo que ella vivía por ser mujer. Y, concentrando todas sus esperanzas, cerró los ojos y lanzó una plegaria, mientras ahogaba un valeroso grito de dolor, esperando al varón.
Entonces llegó Eva. Y, al mirarla, María firmó silenciosamente un inquebrantable pacto de sororidad con ella, protegiéndola de esa furia del hogar que, años después, acabaría con su propia vida.
Así lo recuerda el ramito de nomeolvides morado que, con inmenso dolor y cariño, Eva coloca sobre la tumba de su madre cada 8 de marzo.
TIERRA
Intentaría sentirse mujer de nuevo.
Para ella, un ejemplo de sororidad era la naturaleza. Se entregó a su aliada tierra, al arcoiris invertido, a su añorado rojo, naranja, amarillo, verde, índigo, azul, y al morado que desprendido del horizonte ahora teñía su pómulo.
Acurrucada bajo la lluvia, deslizó con cariño las manos por su rostro, descendiendo por su pecho hacia su estómago. Hundió los dedos en su flácido vientre de madre.
Supo que nadie más que ella podría devolver ese matiz al cielo.
El imperfecto arco permanece inerte, esperando recuperar su color, si es que ella pudiera devolverlo.
Escucha
Escucha sus ruegos,
desde las profundidades rompen el silencio
gritos de mujer queriendo detener el vacío.
la han dejado sola,
su alma reclama sororidad,
el mar morado inunda las calles
no prestan oídos,
no la incluyen
dagas de odio la hieren por lo que es,
pues su pueblo rima distinto.
El cariño busca salida,
una canción de cuna canta su madre
convaleciente
cada mes.
Escucha…
Reivindicación
La mujer caminaba entre una muchedumbre de burkas, unidas en la sororidad, con el color morado como bandera y el cariño como argamasa. Revindicaban igualdad. La policía acordonaba la zona dispuesta a presentar batalla. Una madre reclamaba justicia para sus hijas mientras el resto coreaba consignas contra un gobierno tirano y represor que apoyaba al patriarcado y negaba los derechos a las féminas. La tensión subió hasta tal extremo que temí por las allí presentes…
Y entonces apagué la TV y me alegré de vivir en un país con causas pendientes sí, pero con aquel primer asalto superado.
Desenmascarando a Miss Marple
La mujer con cuya mirada tropezó al abrir el libro le advirtió que la sororidad en el club de lectura no era más que una treta y que debía andarse con cuidado si no quería que la descubrieran antes de llegar al final. La acarició con aquel marcapáginas morado con cariño, como lo haría una madre y cerró el libro hasta la misma tarde de la sesión, cuando las otras participantes destripaban la novela hasta el más mínimo detalle, cuando analizaron sin piedad hasta el último de los giros que tantos desvelos le había costado trazar.
LAS QUE SUFREN
La mujer mostraba entereza y sororidad con las refugiadas. Había presenciado grandes tragedias. Recorría las tiendas que resistían, estoicas y deshilachadas, el calor, el viento y el frío como si supieran del dolor que acogían bajo sus lonas. Ella se detuvo al lado de una niña. Mostraba el morado inmenso de una gran lesión. El mimo, el cariño de la madre, sin derramar una lágrima, con el que la acunaba hizo llorar a mares a la cooperante.
Mi abuela y la sororidad
En cuanto mi abuela, una mujer distinguida y culta, escuchó por primera vez la palabra sororidad, fue directa a buscar su antiguo diccionario de lomo morado y encuadernado clásico. Pasaba las páginas lentamente mientras arrastraba su dedo índice por ellas sin éxito. Con cariño intenté explicarle su significado y el porqué de su impacto social. No pareció interesarle, estaba demasiado ocupada reprochándole a mi madre el haberse ido a trabajar sin dejar la cena hecha. Entonces, comprendí de un plumazo que sororidad nunca hubiera tenido cabida en ningún diccionario de mi abuela, ni de antes ni de ahora.
La senda
La vi venir caminando calle arriba, aquella mujer de paso alegre iba dejando que su aura de sororidad lo impregnara todo.
Lucía un vaporoso vestido estampado de violetas y un fular morado anudado al cuello, iba descalza y sus gruesos rizos blancos resplandecían al sol. Al llegar a donde yo estaba, aminoró el paso y su mirada de cariño trajo hasta mí el recuerdo de mi madre.
Después, siguió su camino hacia algún lugar impreciso y yo la seguí sin dudarlo.
Mamá
Una mujer pasa veloz a mi lado intentando cruzar antes de que el semáforo se ponga en rojo. Casi me hace caer. ¿Acaso no me ha visto? Trastabillo y me apoyo en mi bastón. ¡Yo también tengo prisa, sabes!, le grito muy fuerte, casi chillando.
Se gira y me mira, una mirada de tristeza, de sororidad, de disculpa…
Y se queda allí, al otro lado de la acera, mirándome fijamente.
Y no puedo moverme porque sé quién es, la mujer de pelo castaño y vestido morado que está ahora sonriéndome con cariño y que lleva 10 años muerta es mi madre.
Martina, el número que pones en el relato es sustituible por palabra, y con ella suman 101 palabras (de hecho, suenan 101 leído el relato). Incumple la regla de nuestros relatos, no puede concursar así.
Mamá
Una mujer pasa veloz a mi lado intentando cruzar antes de que el semáforo se ponga en rojo. Casi me hace caer. ¿Acaso no me ha visto? Trastabillo y me apoyo en mi bastón. ¡Yo también tengo prisa, sabes!, le grito muy fuerte, casi chillando.
Se gira y me mira, una mirada de tristeza, de sororidad, de disculpa…
Se queda allí, al otro lado de la acera, mirándome fijamente.
No puedo moverme porque sé quién es, la mujer de pelo castaño y vestido morado que está ahora sonriéndome con cariño y que lleva diez años muerta es mi madre.
Queridos escritores solidarios: Hemos publicado en la web una lista de preguntas frecuentes con sus respuestas.
Las encontraréis al final de la página de Concurso Microrrelatos. Esperamos que os ayude a tener más claro todo lo referente al concurso. Saludos.
LA BUENA NUEVA
Ella era una mujer de las que te sonríen al cruzártela, regalándote un abrazo invisible de sororidad. Decidida, se paseaba con un vestido morado por su barrio de toda la vida. Primera parada el mercado, un cortado en el bar de siempre y al volver, escuchaba con cariño el alborozo de los niños del orfanato donde ella misma creció. Justo hoy, un pálpito le golpeó. Corrió hasta su buzón y, parada frente a él, cruzó los dedos y lo abrió impaciente como tantas veces había hecho ya. Sollozó al ver el membrete de Adopciones Internacionales y tembló al sentirse madre.
Aquella tarde de invierno viví, como mujer, el verdadero significado de la palabra sororidad cuando la comadrona se acercó, ya tranquila, para abrazarnos y celebrarnos. Celebrarnos a las dos, a ti y a mí, a la vida.
¿Cuántas veces imaginé aquel momento en las últimas cuarenta y una semanas? Tu olor, tu color morado fruto del esfuerzo, tu respiración, tú. Nadie puede imaginar el cariño que puede llegar a brotar del corazón de una mujer en el momento en el que toca la piel de su cría.
Aquella tarde de invierno nacimos dos personas, una niña y una madre.
Las bases indican que hay que publicar los relatos con su título, y muchos lo olvidáis…
Título del relato «Gracias»
Disculpen las molestias.
Manos
La mujer observó sus manos y se asustó. Su piel era áspera y a la vez tan transparente que dejaba ver el recorrido de todas sus venas. Miró de reojo las manos de sus compañeras y la sororidad se adueñó de su ánimo. Eran manos transparentes y de color morado, al igual que las suyas; manos capaces de trabajar duramente, pero también de dar cariño y suavizar penas. Eran, en definitiva, manos de madre. Emitió un leve suspiro y continuó trabajando. No había tiempo para la nostalgia del pasado ni para el miedo al futuro.
Por error en el relato anterior al no incluir una de las palabras propuestas, envío nuevo relato modificando mi olvido
VIOLETA, MI MAMÁ
En su entierro, descubrí como era realmente esa mujer. Asistieron muchas personas al
tanatorio para darnos el pésame.
La sala se llenó de flores y coronas. En todas coincidían dos cosas: la palabra sororidad
escrito en color morado sobre las cintas y que eran enviadas por asociaciones de
mujeres de toda la provincia, agradeciendo su colaboración y estrecha implicación.
Hablaban de ella con mucho respeto y cariño.
Ignoraba su desinteresada ayuda a las mujeres inmigrantes o sin papeles. Apoyando a
muchas maltratadas o su asistencia a manifestaciones reivindicando los derechos
feministas.
Ese día, entre lágrimas, conocí mejor a mi madre.
La mirada de la mujer —una chef nonagenaria que residía en el Asilo de Alcañiz— transmitía confianza. La churrería “Sororidad”, de Olivia, corría peligro: afrontaba un desahucio; además, su hijita tenía cáncer.
—Tu churrería no cerrará, Olivia —sentenció la nonagenaria—. Somos una comunidad… nos cuidamos entre nosotras.
La chef ideó una receta de churro —con forma de lazo— pigmentado de morado natural. Con la ayuda y cariño de las abuelas del Asilo, aquellos churros ecológicos devinieron los favoritos del Bajo Aragón.
Tiempo después, Olivia —madre soltera— honró sus deudas pendientes… y pagó el tratamiento que sanó a su pequeñita.
¿ Y el título..?
Churrería Sororidad
Sueños
La mujer habla por la tele. Mamá la mira atenta mientras procura que Raquelita trague la papilla.
—¿Qué significa sororidad, má? —pregunto. La señora del pañuelo morado repite esa palabra.
—Que las mujeres debemos ayudarnos, cariño
Miro los cacharros, la cena calentándose y los mellizos peleando.
—¿Ella vendrá a ayudarte a cuidarnos?
—No, cariño. No lo hará. Pero ¿sabes qué? Tal vez te ayude a ti. Y a otras niñas para que de mayores cumpláis vuestros sueños.
—¿Y cuál era tu sueño?
Ser vuestra madre, asegura abrazándome mientras se rasca el ojo como hace siempre que le entra una basurita.
JOTA
Te fuiste llevándote tu pelo negro, mis catorce años y todas las respuestas. Te marchaste sin poder saber que hoy, ser mujer es ser tú. Que la sororidad da besos con tus labios rojos en los aseos de las discotecas. Y que el color morado ya no se esconde, no se maquilla:
ahora se grita.
Si no te hubieras ido, sabrías que aquí puedes estar triste y seguir estando. Que tu cariño de madre puede saber a sal un día y a fresa al siguiente.
Que está bien todo lo que eras.
Que eras todo lo que estaba bien.
Martina
Alisando el tul de su vestido, mi hija me explica que las estaciones y este calor de verano no tienen nada que ver con nuestra cercanía al Sol. Esto es por la per-pen-dicularidad-del-sol, con la-tie-rra.
No es la primera vez que me siento halagado al aprender de ella. La verdad, preferiría verla mujer y madura. En sororidad con su hermana.
Martina sonríe y me ofrece de nuevo su listón favorito. Ella sabe que estas manos toscas tejerán un moño chueco, igualmente morado. Me esfuerzo y lo hago con el mismo cariño de una madre.
Y sí, quedó chueco.
ESPERANZA
Esperanza, mujer de sororidad palpable.
El viento movía su vestido morado acompasándole en su lento caminar. Su cara reflejaba serenidad, en sus ojos se notaba un brillo de fe en la humanidad.
A pesar de las dificultades, su espíritu nunca se quebrantó. Llevaba con ella el cariño de quienes la rodeaban.
Un aura de amor y compasión emanaba de su ser. Era más que una madre, era la personificación de resiliencia para los que la conocían.
Apodada “La Abuela”, acudían a ella en busca de apoyo o consuelo.
OTROS TIEMPOS
Tal vez aquella mujer sí, podría explicarle que era eso de la Sororidad. Había oído la palabra días atrás, y se le había quedado grabada. Creía que tenía que ver con la música, o con los sueños, pero no lo sabía, y tenía que saberlo. Era importante. Sus metas. Saber, crecer, ser alguien, ella, algún día. Aquella mujer era la directora de la escuela, el color morado de su hábito la identificaba como tal, y cuando la niña le preguntó, la miró con mucho cariño, y le dijo: – ¡Pregúntaselo a tu madre, bonita, yo no tengo ni idea!.
El gran sueño
Mujer, no temas que yo lo protegeré, le dijo Julia con una sororidad que le salía del alma. Su rostro estaba morado por los nervios que tenía y besaba con cariño la cara de la víctima que yacía tendida muriéndose en el piso. Julia se levantó, robó el bebé y se marchó cumpliendo así su deseo de ser madre por primera vez en sus 50 años de vida, aunque ahora debía lidiar con su conciencia al haberse convertido en una asesina.
PODRÍA SER…
La mujer yacía muerta a los pies de su compañera. La sororidad es un arma poderosa, pero no protege de las bombas. Se oían las sirenas anunciando otro ataque aéreo. Esa especie de aullido punzante, que acompaña al olor ácido y cruel, al color gris y morado de los muertos desparramados por el suelo como frutas maltrechas por una violenta granizada. El cariño de una madre, corriendo con su hijo desecho en los brazos, no resucita. Tampoco da de comer.
Podría ser Palestina, podría ser Ucrania, Siria o Afganistán; podrían ser tantos sitios… Podría ser ayer, hoy o mañana.
PÍDAME LO QUE QUIERA
¿Usted quiere mis obras?¡Yo de las voy a dar!, la voz de la mujer sonaba convincente: quería demostrarme su sororidad.
¿No quiere usted mis obras?, volvió a preguntar.
Yo me quedé callada, pero mi rostro se ponía morado de vergüenza.
¡Pídame lo que quiera!, me dijo con cariño. Parecía mi madre.
Las dos nos miramos en silencio durante algunos minutos que a mí me parecieron una eternidad.
Pídame lo que quiera, expiro la vocecita ya sin ímpetu, casi rogándome.
“Pídame lo que quiera” seguiría resonando en mis oídos para siempre.
EL JUEGO
La mujer mira a los niños jugar. Policía y ladrón, quizás. Las niñas en un bando y los niños en otro. Se escuchan sus gritos y sus risas y ella no puede menos que sonreír al notar la incipiente sororidad entre las niñas, que se apoyan entre ellas para hacerse fuertes en el juego.
El atardecer tiñe de morado el horizonte y sus pensamientos, mientras sonríe con cariño de madre, anticipando en el juego el ejercicio de solidaridad que las hará fuertes y poderosas en su ser mujeres.
¡GANAMOS!!! El viento ahoga y distorsiona las voces… ¿ellas? ¿ellos? ¿todos?
LA ABUELA DE MI ABUELA
Mi abuela me contó un día que su abuela fue una bruja a quien quemaron viva. Una mujer fuerte, grande y astuta, acusada de saber más de lo que debía sobre asuntos que competían a los hombres. Cuando fueron a buscarla, ella ya los estaba esperando. Había escrito la palabra “sororidad” en morado en la pared de su casa y siguió a sus verdugos con paso firme. Mi abuela me contó que ella lloraba al verla arder, pero su abuela la miraba con cariño y le guiñó un ojo con complicidad mientras su madre le apretaba la mano con dulzura.
De la mano por el prójimo
Con la alborada al fondo en el Dia Internacional de la Mujer, estira los brazos. Revisa el programa de actividades: entrevistas, el manifiesto, la marcha y plantón. Sonríe satisfecha, hay buen ambiente de sororidad en su comunidad universitaria. Ultimas noticias, la autoridad amenaza con impedirlos. Listo el moño morado emblemática del colectivo.
Su vecina, lustró sus botas con esmero, sobre el uniforme impecable el chaleco anti balas. Ambas llevan con cariño al kínder a sus hijas. La activista y la oficial de policía se topan en la escuela. Se saludan. Luego de retirarse, elevan oraciones a la Santísima María Madre.
Queda entre nosotras
Que una es mujer pero no débil y como heredé el negocio y practico el compañerismo y la sororidad entre mis empleadas, pensó que me podía engañar. Al principio solo era algún sospechoso desajuste contable y en cuanto perdió el miedo transferencias a paraísos fiscales. Mejor una vez rojo que ciento morado, aunque me duela. Llamé al teléfono de trabajos especiales que me dejó la abuela y les encargué que lo hicieran con cariño, limpio y que la respetaran como a una madre. A mis sobrinos ya me encargaré yo que no les falte de nada.
Tula
El cuarto de la mujer cogió candela. Se llamaba Tula y vivía sola en un rancho de tablas, sobre un terreno baldío, entre dos edificios. La despertó el olor a gas, y, sin pensarlo o pensándolo, encendió la luz. Lori oyó la explosión cuando leía la definición de sororidad: afecto entre mujeres. Corrió a la ventana, la columna de humo negro corrompió el cielo morado del atardecer. A los días, las vecinas limpiaron el terreno chamuscado y con cariño dejaron flores. Se llamaba Gertrudis Valdivieso, y nació cuando su madre moría, en la mansión derrumbada en ese mismo lugar.
AMOR DIVINO
[Amanece] No puedo hablarte, pero no me importa. Soy feliz. Acaso no me entiendas, quizás no compartas mi estilo de vida para sentirme una mujer plena. Vivo enamorada.
Y no estoy sola. Unidas por el mismo ideal, convivimos todas en la verdadera y original sororidad. Hasta compartimos la misma moda. Por ejemplo, hoy miércoles todas las estolas van de morado. Y es que, más allá del cariño, profesamos la unión en común.
Pero debo dejarte. Se acerca nuestra madre abadesa. Es hora de maitines.
SOLILOQUIO
“Ya no entiendo a mi mujer. Tampoco sé qué significa eso de ”so-ro-ri-dad”, esa palabra tan rara que se ha tatuado en la espalda…. Pero sobre todo me fastidia que vaya por ahí vestida de morado, como una penitente. Si al menos ese color le quedara bien…
Cariño, le dije, deja de leer y vente a la cama, ¡pero YA!. Tanto leer te está trastornando ¡Ah y te recuerdo que mañana te quedas con mi madre!.”
Estas fueron mis últimas palabras porque ese día, mi mujer, sabiéndome indefenso, selló mi estúpida boca para siempre.
Enclaustrada
La joven mujer lloraba mientras un coro de hermanas se turnaban para darle ánimos. Con la sororidad propia de quienes comprenden el sufrimiento ajeno, le pedían que dejase de bordar para no estropear aquel delicado manto morado. Pero sus esfuerzos parecían inútiles, al menos ellas habían entrado allí por propia voluntad y no por una desproporcionada imposición paterna. Finalmente sor Clara, entre muestras de cariño, pudo acompañarla a su celda.
Solo la madre superiora sabía que sus padres intentaban protegerla de las pretensiones de un tío sin escrúpulos.
Deberes de ética
—A la mujer, por sororidad, coloréala de morado, cariño —dijo su madre, tendiéndole el rojo y el azul.
Acción-reacción
Aquella mujer, una de las promotoras de la Sororidad, se acucliyó ante el cuerpo yacente, cogió sus manos, ya de un color morado y, con especial cariño, le susurró:
—Puedes irte en paz. Tu madre y tu marido te esperan.
Tras una imperceptible convulsión, de sus labios se escuchó:
—Me quedo.
Desafortunado encuentro
—Hola, hija. ¿Recuerdas a esa mujer? ¿La que me presentaste en la Sororidad de las afectadas por la HHT? Estaba con ella y, de repente, su rostro se tornó morado… Cariño, no sé qué hacer y tu madre está al llegar…
¿Qué es para una mujer como yo la sororidad? Lo que para Sofi el morado, su color favorito; a veces le alegra el día y otras se le hace bola, porque tiene un día gris. Me emocionan sus cuidados y el cariño de una madre, pero….para decirme lo que tengo que hacer, ya tuve a la mía. Hoy su enorme amor me ahoga; el suyo y el de todas las demás, que me comprenden, animan en mi duelo y juzgan en la misma medida. Adoro a los hombres. Ni tan siquiera necesitan una palabra bonita para definir su amor.
Lorena, como indican las Bases del concurso, para concursar hay que publicar el relato con su título, y luego enviarlo, con su título también, junto a los otros documentos.
Por favor, prestad la debida atención a los detalles.
Entenderse
La actitud de la mujer sentada en la quinta fila no dejaba lugar a dudas: quería salir de allí.
El grupo hablaba de sororidad con la tranquilidad que da conocer el entorno y su lenguaje, mientras ella hendía sus dedos, una y otra vez, en el hiyab morado que la cubría.
Entendí que debía acercarme a ella y, con el cariño que desearía para mi madre, le dije al oído que estábamos hablando de apoyarnos unas a otras.
Me sonrió y relajó sus manos, las acercó a las mías.
¡Qué relato tan bonito!
Amor heredado
A veces una mujer necesita más de una generación para completar una tarea. Este fue el caso de Helena. Desde el lienzo en la galería parecía observar a Rosa, siendo acariciada por el profesor Sinner, con arrepentimiento quizá. La sororidad entre ellas la había llevado a confiarle que llevando el mismo vestido morado que ahora, coquetamente Rosa lucía» había disfrutado de las delicias del amor inconcluso con el profesor, veinte años atrás. «Cariño, espero que llegues más lejos que yo», le había dicho. Ella no dejaría que el guardia la sorprendiera antes de tiempo como a su madre.
La vida es sueño, ya lo dijo Calderón. La vida es sacrificio, ya lo digo yo. Sacrificio de mi ego y sometimiento al trabajo en equipo. ¿Qué estrategia adoptaré para tener la suerte de que nadie note mi misantropía?
LA RESPUESTA
Ya que lo pregunta, debo decir que mi único sueño, es concretar el último sacrificio que le permita al equipo, mantener una estrategia contundente hasta el final, para custodiar el efímero pero latente objetivo de la esquiva suerte; en última instancia, ese es mi mayor anhelo y el de todo el equipo: ¡sentirnos afortunados! Pero la suerte no tiene estrategia, ni equipo, ni hace sacrificio alguno para alcanzar un sueño. Por eso, al final de todo, sólo queda mi sueño, quizá también el suyo y el de cualquiera que tenga alguno ….
Aprendiz de hechicera
La noche antes de un examen importante tengo un ritual secreto. Cuando a mi hermana Paulita la vence el sueño, la entrego en sacrificio en una ceremonia en que trabajamos en equipo. Ella succiona su chupete mientras yo acerco su cuna a la ventana para que la luna alcance la cabecita calva, donde late todo su poder.
Como estrategia no es perfecta, en general no hay suerte. De ahí la cantidad de suspensos que acumulo en mates.
Pero seguiré intentándolo, al menos hasta que a Paulita le crezca el pelo y no me quede más remedio que ponerme a estudiar.